Si hay algo que define al mercado de autos argentino es su carácter inexorablemente cíclico. Lo de “inexorablemente”, viene a colación de que no deja de ser un espejo de la marcha de la economía argentina, a la cual la venta de autos –como la mayor parte de los bienes– es en extremo sensible. La rueda cíclica se inició con la apertura económica y el dólar barato (tablita financiera incluida) de la Dictadura Militar, que cortó con décadas de un mercado cerrado, que estaba alimentado casi en su totalidad por producción nacional. A partir de ahí, la economía argentina alternó períodos de dólar caro (o inestable) y restricciones a las importaciones de autos (fin del Proceso, Alfonsín, últimos años de CFK, Alberto Fernández); dólar barato y apertura total, con “invasión” de autos importados (Menem, Macri); dólar alto y pocas restricciones, con autos extranjeros muy caros (N. Kirchner); e incluso restricciones pero dólar bajo y autos importados accesibles (mediados del gobierno de CFK). El Gobierno de Alberto Fernández, en particular, había dejado un mercado automotor muy distorsionado, con muchas trabas a la importación para compensar un dólar oficial “regalado”, pero a la vez un dólar blue carísmo, que era la referencia de precio que usaban muchos importadores.
La llegada del gobierno de Javier Milei cambió completamente la situación. Se inició una aceleradísima transición, no solo hacia un mercado totalmente abierto, sino de un dólar caro a uno inducidamente barato. Así, en el transcurso de un año y medio, pasamos de un esquema en el cual los autos fabricados en la Argentina eran prácticamente la única opción, por precio y disponibilidad, a uno en el que la oferta de autos importados es cada vez amplia y competitiva.
Como referencia, durante 2023, el 66% de los autos nuevos vendidos en Argentina fueron de fabricación local, y solo el 34% fueron importados. En 2024 –que arrancó con liberación de importaciones, pero un dólar carísimo que se fue abaratando rápidamente– la relación pasó a ser de 55/45% todavía a favor de los nacionales. A marzo de este año, los autos importados ya pasaron a representar el 53% del mercado, y se espera que ese porcentaje se incremente rápidamente, si las condiciones del mercado se mantienen.
Empresas y aranceles
Ahora bien, no todos los autos importados a la Argentina lo hacen en las mismas condiciones o por el mismo tipo de empresas. Están los que provienen del “Mercosur ampliado” (Brasil, Uruguay, México y Colombia), que pueden entrar al país sin arancel de importación; y los “extrazona”, que pagan un 35% de impuestos sobre el precio “entregado en puerto”. Es una diferencia no menor.
Hay que tener en cuenta que todos los fabricantes de autos en el país –agrupados en ADEFA, la Asociación de Fabricantes de Autos de Argentina– también son a la vez importadores, y traen autos tanto de Brasil y México (donde tienen fábricas) como de Europa, Japón y Estados Unidos. El resto de las empresas, solo venden autos importados (ya sean Mercosur o extrazona), y se agrupan en CIDOA (Cámara de Importadores y Distribuidores Oficiales de Automotores). Aquí se ubican marcas como Hyundai, Kia, las marcas chinas y todas las premium, como Mercedes-Benz y BMW. En la mayoría de los casos se trata de empresas locales que tienen la representación de una o varias marcas de origen.
Estos últimos fueron los que más padecieron el gobierno de Fernández, ya que tenían que negociar autorizaciones de importación (las famosas CIRAS), que se fueron volviendo cada vez más limitadas y discrecionales. Los fabricantes locales también tenían restricciones para importar (no todos en la misma medida), pero salían ampliamente favorecidos ya que los productos nacionales eran prácticamente los únicos que ofrecían buena disponibilidad y/o precio. “Pescaban en la pecera”, como se solía decir en el ambiente.
Un nuevo cambio de Ciclo
A partir de febrero de 2024 las restricciones se fueron eliminando, así que la limitante para importar autos solo tenía que ver con el costo, luego de la brutal devaluación de diciembre de 2023. Pero con el dólar cada vez más “barato”, a partir de mediados de año, la oferta fue normalizándose. En principio, los grandes beneficiarios fueron las mismas terminales radicadas en el país, que recomponer su oferta de modelos accesibles provenientes de Brasil –como el VW Polo o el Yoyota Yaris, muy demandados–, y luego otros de media gama, como los SUV Toyota CorollaCross o el Jeep Compass.
Pero también se fue acomodando la oferta los importadores puros, que empezaron a recuperar clientes luego de años de restricciones. La reducción del “impuesto al lujo” terminó de estabilizar la situación para las marcas premium, que además de aumentar la variedad y cantidad de modelos, tuvieron significativas reducciones de precios, sobre todo en los modelos más caros.
Hoy el panorama pinta cada vez más alentador para la importación de autos. A todo lo anterior, se sumó una nueva medida del Gobierno para “fomentar la electromovilidad en el país”, mediante la eliminación del arancel del 35% para modelos extrazona que califiquen como “vehículos eléctricos e híbridos de bajo costo”. Se trata de un cupo de 50.000 unidades (algo menos de un 10% del total de patentamientos previsto para este año), con un límite de precio “FOB” (en el puerto) de 15.000 dólares, es decir unos 20 a 24 mil dólares en los concesionarios. El cupo fue salomónicamente divido entre los miembros de ADEFA y CIDOA, con 25.000 unidades para cada asociación. La semana pasada, el Gobierno anunció que ya se habían preadjudicado 33.000, y en una lista oficiosa aparecen fabricantes locales como Ford, Renault, Chevrolet y Stellantis, y varios de CIDOA, como Hyundai y Alfa Romeo. Pero la novedad fue la gran cantidad de marcas chinas que aplicaron, algunas que ya estaban comercializando en el país (como BAIC, Chery o Haval), y muchas otras que van a desembarcar pronto (BYD, Link&Co, MG, Ora…). De todas estas últimas, la más relevante es BYD, el fabricante que ha desplazado a Tesla como mayor productor de autos eléctricos en el mundo, y que está ganado rápidamente participación en otros mercados de la Región.
Buenas alternativas
Más allá de el panorama general, vale dar una mirada a los productos más interesantes que han llegado o están llegando desde afuera de nuestras fronteras.
- El Renault Kardian, importado de Brasil, presentado en agosto del año pasado. Es un SUV chico ideal para quienes busquen movilidad eficiente con un buen toque de diseño y tecnología. Vale entre 24,4 y 34 millones de pesos.
- El Hyundai HB20, también viene de Brasil. Es un hatchback compacto (un formato muy apreciado por los argentinos) que juega en el mismo segmento que el Peugeot 208, con muy buen precio y credenciales de buen producto ganadas en el país vecino. Se ofrece entre 22,4 y 28,5 millones.
- La Ford Territory, importada de China (sí, de China), que ya tiene varios años en nuestro mercado, pero se renovó completamente en 2023 y en unas semanas recibirá una actualización. Es una SUV mediana que tiene sin dudas una de las mejores relaciones precio-producto del mercado, a pesar de pagar arancel. Desde 43 hasta 47 millones de pesos.
- EL BAIC X55 Plus, también importado desde china. Es un SUV mediano que marca la primera oleada de productos chinos de nueva generación y cada vez se ve más por las calles. Tiene un diseño de avanzada (imposible no notarlo) y un precio de unos U$S 42.000, que resulta muy competitivo con un dólar bajo.
- El Kia K3, que viene en variante Cross (hatchback) y Sedán. Llega desde México sin arancel y por tamaño, modernidad y precio se presenta como una opción súper competitiva antes modelos de producción nacional como el Fiat Cronos o el Peugeot 208. Vale desde U$S 25.000 y debería convertirse en uno de los “autos del año”.
- Para el Volkswagen Tera va a haber que esperar hasta julio, pero es el gran lanzamiento del año, que viene desde Brasil. Es un SUV chico que se presenta como el “sucesor espiritual” del popular Gol. Si el precio es competitivo, tiene todo para pasar a ser un best seller en el país.
Ganadores y perdedores
“A los argentinos nos gustan los autos”, dice un viejo mito; y para los argentinos a los que les gustan los autos, la procedencia es un dato fundamental. Porque, salvo honrosas excepciones, el fierrero promedio argentino siempre se ha creído merecedor de mejores autos que los que la industria nacional ha sido capaz de ofrecerle (esto es en buena medida extensible a la industria brasileña). Por eso, los períodos de abundancia de autos importados siempre han sido celebrados por los entusiastas; incluso por aquellos que si siquiera están en condiciones de comprarlos, pero aun así sienten que están en un país mejor.
Porque, salvo honrosas excepciones, el fierrero promedio argentino siempre se ha creído merecedor de mejores autos que los que la industria nacional ha sido capaz de ofrecerle.
También es cierto que a muchos de los consumidores de autos nuevos –arriesgaría que a la mayoría– la procedencia de los modelos los tiene bastante sin cuidado, sobre todo cuando se trata de marcas tradicionales. No obstante, no hay dudas que este panorama los tiene como grandes beneficiarios, ya que los precios se mantienen relativamente estables, hay financiación y –sobre todo– mucha más oferta para elegir.
Los otros grandes ganadores son los importadores. Las ventas aumentan y las oportunidades de negocios –especialmente con las nuevas marcas chinas– se multiplican. Entre esas empresas reina el optimismo, y una confianza absoluta en que los dólares necesarios para sostener este modelo “van a aparecer”. Tal es el así, que las empresas agrupadas en CIDOA –en una clara muestra de alineamiento con el Gobierno– decidieron no aumentar los precios ante las últimas variaciones del dólar oficial.
Para los fabricantes, la situación es un poco más ambigua. Si bien disfrutan de la misma bonanza que los importadores con respecto a los modelos que pueden traer del exterior, también tienen que resguardar el negocio de la producción local. Para los que fabrican modelos muy orientados al consumo local, necesitan que el mercado interno crezca mucho más, para compensar la pérdida de participación a manos de productos importados. Y para la exportación, el escenario se presenta muy desafiante por la pérdida de competitividad del tipo de cambio: con este dólar los productos argentinos resultan cada vez más caros en el exterior. Aquí la apuesta de las terminales es una disminución en la carga impositiva del sector para recuperar competitividad, y en general confían en que el Gobierno cumpla sus promesas de que eso ocurra.
La amenaza más grande –no es sorpresa– viene por el lado de los trabajadores, tanto los empleados directamente por las terminales, como los de la red de proveedores autopartistas. No solo corren riesgos sus empleos, en el caso de que la industria tenga que “achicarse”, sino que, medidos en dólares, los sueldos empiezan a resultar demasiado altos para lo que se espera de un país con la productividad de Argentina (es una de las advertencias del FMI).
En definitiva, tenemos consumidores de medio y alto poder adquisitivo (los que pueden comprar autos) satisfechos, fierreros felices, importadores haciendo muy buenos negocios y fabricantes que aun tienen margen para negociar. Si lo pensamos desde el lado del Gobierno, el saldo es sin dudas positivo, porque coincide con buena parte de su base electoral.
La pregunta del millón, como siempre en Argentina, es cuánto tiempo durará este nuevo ciclo.
RT