Opinión y blogs

Sobre este blog

La simulación en la lucha por la vida y la supervivencia de las especies más vulgares

13 de agosto de 2021 11:17 h

0

  1. El Imperio del karaoke bien sincronizado. Consuelo de tontos: los japoneses también se pierden en Tokio”. Esperanza de tahúres: ¿también algo se ganan, jugando al naipe perdedor, sustraídos al imperio de los signos de la baraja fullera? En el último día de los Juegos Olímpicos, la crónica internacional de los clímax de podio de oro y metales y de los ritos de pasaje de fuego y antorchas se las arregló para desviar la vista de la exterioridad más prominente: que Japón pudo celebrar sin extravíos la rutina reglada para estas ceremonias. Tersura del nado sincronizado de un relato ileso de disonancia e inocente de pactos de complicidad. Lucía monocorde, pero espontánea, la común desatención (movida por una decepción) a que a los japoneses no se les hubiera desbaratado el business as usual. Lo más ordinario era esta vez extraordinario: la aurea mediocritas de poder acatar normas y alcanzar estándares sin reprimenda ni deficiencia.
  2. Y todo el resto es folklore. Después de dos años de superioridad ética supersticiosa, alarmas doctorales y ruinosa circularidad de denuncias paternalistas occidentales enumerándole al Japón sus imposibilidades para organizar, coordinar, poner en marcha sin desfigurarlos hasta lo irreconocible, y concluir en el verano de 2021 con un mínimo de regularidad y decencia los Juegos Olímpicos postergados en 2020, la ceremonia del domingo fue una desmentida en tono menor y en ausencia de toda catástrofe mayor. Las desigualdades de género y la ligereza estatal ante la expresión pública y en público de mensajes de tonos o contenidos discriminatorios hicieron más patente lo que se sabía latente, pero causó menos escándalo o reproche por sabérselo tradicional. Es apresurada la conclusión de que vayan a iniciarse cambios en la más antigua democracia parlamentaria del extremo Oriente.
  3. Modelo glamoroso (y benevolente carcelero). A partir de su victoria en la guerra ruso-japonesa de 1905, Tokio emuló a Occidente con diversos grados de buen éxito en la guerra y en la insinceridad. En los JJOO, la capital de Japón sirvió de escenario a las guerras culturales de EEUU, ese enemigo al que no pudo derrotar en la Segunda Guerra Mundial y que desde entonces se volvió su modelo glamoroso (y benevolente carcelero). Los renunciamientos públicos de una mayor atleta afroamericana, la presencia de atletas trans compitiendo pari passu con sus congéneres cis, atletas haciendo una X que evocaba otros puños y otro power, los eufemismos para permitir y prohibir de la competición a Rusia (sin bandera, sin nombre, sin himno, pero con equipo olímpico), la diplomacia oportunista con las drogas del doping en esta coyuntura, son todos signos y tópicos de la política interior y exterior de Washington, y aquí ganaron las cámaras y los comentarios.
  4. Hasta la comedia sin protesta ni paradoja. En la Casa Blanca, mientras tanto, el presidente número 46 continúa con la imitación que el presidente número 45 hacía del enemigo que no venció pero que todavía no lo derrotó. El historiador británico Niall Ferguson señaló, no sin regusto, que en la nueva guerra global de bipolarismo creciente, o que se deja caracterizar así, la estrategia de EEUU frente a China es la imitación. Sólo la importancia de Washington hace que no se pueda motejar de ‘servil’ a la tal imitación. El principio guía America First! del republicano Donald Trump calcaba del desarrollo autocentrado de Beijing. El plan de gobierno de su sucesor y enconado rival electoral, el demócrata Joe Biden, lleva adelante una política interior y exterior guiada inflexiblemente por la misma idea fija. Ante la pandemia, buscó ponerle el freno con la observancia estricta de los remedios chinos (máscaras, cuarentenas, campañas de vacunación) y el parangón del triunfo era la misma China. El aislacionismo de Biden ha sido, en apenas más de un semestre en el poder, mucho mayor que el de cuatro años de Trump.
  5. Latinoamérica, de la insolación yanqui al eclipse de los fuegos del Norte. Hay dos corolarios conceptualmente simétricos de la adopción férrea e incontestada por la administración demócrata del principio chino del desarrollo autocentrado: el interés sin desfallecimiento por todo cuanto atañe a la salud, bienestar y economía de su electorado y el desinterés sin distracción por todo cuanto considera que no lo afecta de inmediato. En las consecuencias, sin embargo, la asimetría es flagrante. La población de EEUU recibirá beneficios de inversión social por un billón de dólares, en un acuerdo que finalmente fue aprobado por el Congreso. Fuera de los 50 estados de la feliz Unión, el mundo está reaccionando y se está realineando y reconfigurando con más velocidad y ferocidad de todas las previstas ante la soberana indiferencia que está manifestando Washington por sus destinos. En los conflictos en los que el gobierno norteamericano retiene la posición de no-innovar, como Cuba, lo hace por cálculos electorales internos: Florida, tierra de migrantes anti-castristas y anti-chavistas, es el tercer estado en términos de población, y le votó en contra a Biden en 2020. Lo que ocurra en Haití, donde asesinaron al presidente Jovenel Moïse y donde la sucesión sólo refleja la estabilidad lograda en el sostén prestado por las fuerzas locales más eficaces en la violencia al nuevo premier Ariel Henry, le importa sólo en la medida de contener la migración masiva desde la isla. Antes de asumir Henry, la exigencia máxima de la Casa Blanca para acordar su apoyo era cumplir el calendario electoral que convocaba a presidenciales para septiembre; apenas asumió, Henry anunció que el balotaje será en enero, y no perdió ningún apoyo de la administración Biden: el apoyo es a todo aquello que asegure que alguien tenga y ejerza el monopolio de la fuerza.
  6. Un aire que corta la respiración. También Nicaragua, como toda Centroamérica, interesa a Washington por los migrantes que golpean la frontera sur para entrar a EEUU, y quedarse ahí. A la represión política del gobierno de Daniel Ortega antes de las próximas elecciones presidenciales del 7 de noviembre le llegan con puntualidad las debidas reprobaciones del Ejecutivo y del Congreso norteamericano, pero la severidad creciente de las advertencias hacen temer todo menos una intervención inmediata. La Realpolitik sólo sería abandonada ante riesgos de una guerra civil o conflicto armado, según las apariencias actuales.
  7. Una asfixia que da aire. En el socio sudamericano del eje del mal hemisférico, Nicolás Maduro, el desinterés de Washington no ha sido irrelevante a la hora de convocar un diálogo con la oposición venezolana. Que se celebrará, con más chances de consenso que nunca antes, en México, cuyo presidente Andrés Manuel López Obrador es un aliado de Joe Biden como antes lo fue, si no más, de Trump. Noruega y EEUU posiblemente mediarán –la ‘vía negativa’ mostró sus réditos.
  8. Cuando el crimen no paga. La policía nicaragüense ha arrestado al menos a 32 personas desde finales de mayo, incluidas importantes figuras de la oposición que desafiaban electoralmente al héroe revolucionario devenido cómodo autócrata en su búsqueda de un cuarto mandato consecutivo. Ortega redobla sus acciones a pesar de la creciente censura internacional, incluso de aliados de antaño, entre los cuales está Luiz Inácio Lula da Silva. De la sinceridad de estas censuras en lenguas latinas, de momento tan inocuas como los tuits en inglés, no hay por qué dudar. Ni por qué vincularlas con intereses personales a los que aquellas muy poco perjudican. En nada vulneran en el electorado centrista al candidato presidencial del PT, ya en campaña para las elecciones presidenciales brasileñas de 2022. Cuando la izquierda chilena votó sus primarias para elegir qué candidato presentar en las presidenciales de noviembre, en la superioridad del frenteamplista Gabriel Boric sobre el comunista Daniel Jadue no dejaron de pesar los reclamos audibles que previamente a la votación había dirigido el vencedor al gobierno de La Habana por la represión de la protesta social. Simétricamente, que los legisladores brasileños votaran para expulsar a la diputada Flordelis dos Santos de Souza, la cantante y líder evangelista que ocupaba una banca en el Congreso, por su presunta participación en el asesinato de su esposo, con quien había criado a más de 50 hijos, perjudica menos de lo que relumbra a Jair Bolsonaro antes de esas presidenciales todavía lejanas que las encuestas reiteran que perderá ante su rival Lula. El derechista puede decir que durante su período ni la impunidad ni el encubrimiento se naturalizaron. La historia telenovelesca de Flordelis, que nació en la pobreza en una de las favelas más sangrientas de Río y alcanzó poder y fama inimaginables como lideresa de un imperio eclesiástico multimillonario, y cuyo clímax fue esta expulsión de resultas que su esposo Anderson do Carmo fuera asesinado a tiros en el momento en que la pareja ingresaba a su casa en junio de 2019, supera en ratings a la investigación parlamentaria de torpezas y corruptelas de la gestión de la pandemia por el presidente.
  9. El ‘Eje del mal’ se divierte. De los dos presidentes cuyas asunciones la semana anterior en Irán y Perú asustaron a Occidente, sólo el segundo parece prioritario para la administración Biden, fastidiada por la segura perspectiva de que le robará tiempo y esfuerzo a su concentración nacionalista. Los dos fueron por demás provocativos -según sus detractores- en la designación de los integrantes de su gabinete. Los mismos que denunciaron el extremismo de estos políticos, son los primeros en alarmarse de que no hayan mostrado la moderación que secretamente parecían dar por descontado. El izquierdista Pedro Castillo designó izquierdistas. El centro-derechismo que es mayoría en el Congreso unicameral de 130 bancas, y que según la Constitución peruana debe aprobar o rechazar las titularidades de los ministerios, pidió cambios ya antes de someter a votación los nombramientos. Y la Fiscalía inició un proceso de investigación sobre cómo se financió Perú Libre, el partido de Castillo. El conservador Ebrahim Raisi nombró como ministro del Interior a Ahmad Maisi, acusado por participar en el ataque con bomba que destruyó en 1994 en Buenos Aires la mutual judía AMIA. Recibió repudios y pedidos de explicación de la cancillería argentina. A pesar de que el nuevo integrante del gabinete iraní está buscado por Interpol e integra desde 2010 la ‘lista negra’ de EEUU, cómo reaccionar es embarazoso para Washington, que orienta su respuesta según una política de ‘control de daños’ para su objetivo de regresar a su vigencia el tratado nuclear firmado en 2015 por Barack Obama y por el antecesor de Raisi. La designación acrecienta un problema político interno de Biden: las dificultades para ‘vender’ ante el Congreso la necesidad de llegar a un acuerdo con una potencia que ‘encubre terroristas’, según los republicanos.
  10. Últimos días de las víctimas. Los teólogos cristianos dicen que el mayor sufrimiento de quienes están en el Infierno es la pena del daño: la sombra que es la privación de la presencia de Dios, que ni por un instante sufre ni el peor pecador en su paso por la tierra. Acaso este símil parezca abierta blasfemia (y grosera adulación) al católico Biden, pero la sola retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán hizo avanzar a los talibanes con una velocidad en perpetua aceleración al no haberse permitido ni una pausa ni hallado un solo obstáculo a la ocupación de más provincias, ciudades, y capitales del Interior. La capital nacional quedaría aislada y bajo asedio, y el gobierno de Kabul caerá en 30 días. En las próximas semanas caerá Kandahar, en el sur. Es la segunda ciudad afgana por su tamaño e importancia. Pero ahí está la primera prisión del país, Sarpoosa, donde mil guerreros talibanes de élite, presos, esperan su liberación por las milicias triunfantes que marchan hacia ellos. Biden insiste en felicitarse por haber librado a EEUU de un Vietnam –hacía dos décadas que estaba en guerra en Afganistán-, y de no intervenir en ninguno nuevo. Si a la intervención norteamericana se deben o han debido el desencadenamiento o escalada de guerras el Sur global, la no intervención de por sí tampoco garantiza las paces regionales. Uno de los conflictos más cruentos hoy, y con menos presencia mediática americana, es el de Etiopía, en el noreste africano. Una disputa política, en la que el liderazgo regional de Tigray y el gobierno federal de Adis Abeba se declararon ilegítimos entre sí, se convirtió en enfrentamiento bilateral armado. Nueve meses después, hay miles de muertes, decenas de miles de personas desplazadas, cientos de miles al borde de la inanición por la hambruna, cotidiana monotonía en la comisión crímenes de lesa humanidad. Amnistía Internacional denuncia la violación y el abuso sistemáticos de mujeres y niñas por parte de fuerzas pertenecientes o aliadas al gobierno etíope. Al terminar su mandato, Donald Trump se jactó de que durante sus cuatro años en el gobierno menos gente había muerto en mundo por guerras donde el Pentágono hubiera intervenido con tropas o asesoramiento o donde EEUU hubiera declarado, sin abrir la boca, zonas liberadas. Menos que en el gobierno demócrata que lo precedió, menos que en el gobierno demócrata que ‘le robó’ la presidencia en las elecciones de 2020. Estos cálculos son odiosos, pero es también odioso el hacer a un lado el ábaco como método más expeditivo para evitarnos darle la razón a un payaso siniestro salido de la televisión chatarra.

AGB

  1. El Imperio del karaoke bien sincronizado. Consuelo de tontos: los japoneses también se pierden en Tokio”. Esperanza de tahúres: ¿también algo se ganan, jugando al naipe perdedor, sustraídos al imperio de los signos de la baraja fullera? En el último día de los Juegos Olímpicos, la crónica internacional de los clímax de podio de oro y metales y de los ritos de pasaje de fuego y antorchas se las arregló para desviar la vista de la exterioridad más prominente: que Japón pudo celebrar sin extravíos la rutina reglada para estas ceremonias. Tersura del nado sincronizado de un relato ileso de disonancia e inocente de pactos de complicidad. Lucía monocorde, pero espontánea, la común desatención (movida por una decepción) a que a los japoneses no se les hubiera desbaratado el business as usual. Lo más ordinario era esta vez extraordinario: la aurea mediocritas de poder acatar normas y alcanzar estándares sin reprimenda ni deficiencia.
  2. Y todo el resto es folklore. Después de dos años de superioridad ética supersticiosa, alarmas doctorales y ruinosa circularidad de denuncias paternalistas occidentales enumerándole al Japón sus imposibilidades para organizar, coordinar, poner en marcha sin desfigurarlos hasta lo irreconocible, y concluir en el verano de 2021 con un mínimo de regularidad y decencia los Juegos Olímpicos postergados en 2020, la ceremonia del domingo fue una desmentida en tono menor y en ausencia de toda catástrofe mayor. Las desigualdades de género y la ligereza estatal ante la expresión pública y en público de mensajes de tonos o contenidos discriminatorios hicieron más patente lo que se sabía latente, pero causó menos escándalo o reproche por sabérselo tradicional. Es apresurada la conclusión de que vayan a iniciarse cambios en la más antigua democracia parlamentaria del extremo Oriente.
  3. Modelo glamoroso (y benevolente carcelero). A partir de su victoria en la guerra ruso-japonesa de 1905, Tokio emuló a Occidente con diversos grados de buen éxito en la guerra y en la insinceridad. En los JJOO, la capital de Japón sirvió de escenario a las guerras culturales de EEUU, ese enemigo al que no pudo derrotar en la Segunda Guerra Mundial y que desde entonces se volvió su modelo glamoroso (y benevolente carcelero). Los renunciamientos públicos de una mayor atleta afroamericana, la presencia de atletas trans compitiendo pari passu con sus congéneres cis, atletas haciendo una X que evocaba otros puños y otro power, los eufemismos para permitir y prohibir de la competición a Rusia (sin bandera, sin nombre, sin himno, pero con equipo olímpico), la diplomacia oportunista con las drogas del doping en esta coyuntura, son todos signos y tópicos de la política interior y exterior de Washington, y aquí ganaron las cámaras y los comentarios.
  4. Hasta la comedia sin protesta ni paradoja. En la Casa Blanca, mientras tanto, el presidente número 46 continúa con la imitación que el presidente número 45 hacía del enemigo que no venció pero que todavía no lo derrotó. El historiador británico Niall Ferguson señaló, no sin regusto, que en la nueva guerra global de bipolarismo creciente, o que se deja caracterizar así, la estrategia de EEUU frente a China es la imitación. Sólo la importancia de Washington hace que no se pueda motejar de ‘servil’ a la tal imitación. El principio guía America First! del republicano Donald Trump calcaba del desarrollo autocentrado de Beijing. El plan de gobierno de su sucesor y enconado rival electoral, el demócrata Joe Biden, lleva adelante una política interior y exterior guiada inflexiblemente por la misma idea fija. Ante la pandemia, buscó ponerle el freno con la observancia estricta de los remedios chinos (máscaras, cuarentenas, campañas de vacunación) y el parangón del triunfo era la misma China. El aislacionismo de Biden ha sido, en apenas más de un semestre en el poder, mucho mayor que el de cuatro años de Trump.
  5. Latinoamérica, de la insolación yanqui al eclipse de los fuegos del Norte. Hay dos corolarios conceptualmente simétricos de la adopción férrea e incontestada por la administración demócrata del principio chino del desarrollo autocentrado: el interés sin desfallecimiento por todo cuanto atañe a la salud, bienestar y economía de su electorado y el desinterés sin distracción por todo cuanto considera que no lo afecta de inmediato. En las consecuencias, sin embargo, la asimetría es flagrante. La población de EEUU recibirá beneficios de inversión social por un billón de dólares, en un acuerdo que finalmente fue aprobado por el Congreso. Fuera de los 50 estados de la feliz Unión, el mundo está reaccionando y se está realineando y reconfigurando con más velocidad y ferocidad de todas las previstas ante la soberana indiferencia que está manifestando Washington por sus destinos. En los conflictos en los que el gobierno norteamericano retiene la posición de no-innovar, como Cuba, lo hace por cálculos electorales internos: Florida, tierra de migrantes anti-castristas y anti-chavistas, es el tercer estado en términos de población, y le votó en contra a Biden en 2020. Lo que ocurra en Haití, donde asesinaron al presidente Jovenel Moïse y donde la sucesión sólo refleja la estabilidad lograda en el sostén prestado por las fuerzas locales más eficaces en la violencia al nuevo premier Ariel Henry, le importa sólo en la medida de contener la migración masiva desde la isla. Antes de asumir Henry, la exigencia máxima de la Casa Blanca para acordar su apoyo era cumplir el calendario electoral que convocaba a presidenciales para septiembre; apenas asumió, Henry anunció que el balotaje será en enero, y no perdió ningún apoyo de la administración Biden: el apoyo es a todo aquello que asegure que alguien tenga y ejerza el monopolio de la fuerza.
  6. Un aire que corta la respiración. También Nicaragua, como toda Centroamérica, interesa a Washington por los migrantes que golpean la frontera sur para entrar a EEUU, y quedarse ahí. A la represión política del gobierno de Daniel Ortega antes de las próximas elecciones presidenciales del 7 de noviembre le llegan con puntualidad las debidas reprobaciones del Ejecutivo y del Congreso norteamericano, pero la severidad creciente de las advertencias hacen temer todo menos una intervención inmediata. La Realpolitik sólo sería abandonada ante riesgos de una guerra civil o conflicto armado, según las apariencias actuales.
  7. Una asfixia que da aire. En el socio sudamericano del eje del mal hemisférico, Nicolás Maduro, el desinterés de Washington no ha sido irrelevante a la hora de convocar un diálogo con la oposición venezolana. Que se celebrará, con más chances de consenso que nunca antes, en México, cuyo presidente Andrés Manuel López Obrador es un aliado de Joe Biden como antes lo fue, si no más, de Trump. Noruega y EEUU posiblemente mediarán –la ‘vía negativa’ mostró sus réditos.
  8. Cuando el crimen no paga. La policía nicaragüense ha arrestado al menos a 32 personas desde finales de mayo, incluidas importantes figuras de la oposición que desafiaban electoralmente al héroe revolucionario devenido cómodo autócrata en su búsqueda de un cuarto mandato consecutivo. Ortega redobla sus acciones a pesar de la creciente censura internacional, incluso de aliados de antaño, entre los cuales está Luiz Inácio Lula da Silva. De la sinceridad de estas censuras en lenguas latinas, de momento tan inocuas como los tuits en inglés, no hay por qué dudar. Ni por qué vincularlas con intereses personales a los que aquellas muy poco perjudican. En nada vulneran en el electorado centrista al candidato presidencial del PT, ya en campaña para las elecciones presidenciales brasileñas de 2022. Cuando la izquierda chilena votó sus primarias para elegir qué candidato presentar en las presidenciales de noviembre, en la superioridad del frenteamplista Gabriel Boric sobre el comunista Daniel Jadue no dejaron de pesar los reclamos audibles que previamente a la votación había dirigido el vencedor al gobierno de La Habana por la represión de la protesta social. Simétricamente, que los legisladores brasileños votaran para expulsar a la diputada Flordelis dos Santos de Souza, la cantante y líder evangelista que ocupaba una banca en el Congreso, por su presunta participación en el asesinato de su esposo, con quien había criado a más de 50 hijos, perjudica menos de lo que relumbra a Jair Bolsonaro antes de esas presidenciales todavía lejanas que las encuestas reiteran que perderá ante su rival Lula. El derechista puede decir que durante su período ni la impunidad ni el encubrimiento se naturalizaron. La historia telenovelesca de Flordelis, que nació en la pobreza en una de las favelas más sangrientas de Río y alcanzó poder y fama inimaginables como lideresa de un imperio eclesiástico multimillonario, y cuyo clímax fue esta expulsión de resultas que su esposo Anderson do Carmo fuera asesinado a tiros en el momento en que la pareja ingresaba a su casa en junio de 2019, supera en ratings a la investigación parlamentaria de torpezas y corruptelas de la gestión de la pandemia por el presidente.
  9. El ‘Eje del mal’ se divierte. De los dos presidentes cuyas asunciones la semana anterior en Irán y Perú asustaron a Occidente, sólo el segundo parece prioritario para la administración Biden, fastidiada por la segura perspectiva de que le robará tiempo y esfuerzo a su concentración nacionalista. Los dos fueron por demás provocativos -según sus detractores- en la designación de los integrantes de su gabinete. Los mismos que denunciaron el extremismo de estos políticos, son los primeros en alarmarse de que no hayan mostrado la moderación que secretamente parecían dar por descontado. El izquierdista Pedro Castillo designó izquierdistas. El centro-derechismo que es mayoría en el Congreso unicameral de 130 bancas, y que según la Constitución peruana debe aprobar o rechazar las titularidades de los ministerios, pidió cambios ya antes de someter a votación los nombramientos. Y la Fiscalía inició un proceso de investigación sobre cómo se financió Perú Libre, el partido de Castillo. El conservador Ebrahim Raisi nombró como ministro del Interior a Ahmad Maisi, acusado por participar en el ataque con bomba que destruyó en 1994 en Buenos Aires la mutual judía AMIA. Recibió repudios y pedidos de explicación de la cancillería argentina. A pesar de que el nuevo integrante del gabinete iraní está buscado por Interpol e integra desde 2010 la ‘lista negra’ de EEUU, cómo reaccionar es embarazoso para Washington, que orienta su respuesta según una política de ‘control de daños’ para su objetivo de regresar a su vigencia el tratado nuclear firmado en 2015 por Barack Obama y por el antecesor de Raisi. La designación acrecienta un problema político interno de Biden: las dificultades para ‘vender’ ante el Congreso la necesidad de llegar a un acuerdo con una potencia que ‘encubre terroristas’, según los republicanos.
  10. Últimos días de las víctimas. Los teólogos cristianos dicen que el mayor sufrimiento de quienes están en el Infierno es la pena del daño: la sombra que es la privación de la presencia de Dios, que ni por un instante sufre ni el peor pecador en su paso por la tierra. Acaso este símil parezca abierta blasfemia (y grosera adulación) al católico Biden, pero la sola retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán hizo avanzar a los talibanes con una velocidad en perpetua aceleración al no haberse permitido ni una pausa ni hallado un solo obstáculo a la ocupación de más provincias, ciudades, y capitales del Interior. La capital nacional quedaría aislada y bajo asedio, y el gobierno de Kabul caerá en 30 días. En las próximas semanas caerá Kandahar, en el sur. Es la segunda ciudad afgana por su tamaño e importancia. Pero ahí está la primera prisión del país, Sarpoosa, donde mil guerreros talibanes de élite, presos, esperan su liberación por las milicias triunfantes que marchan hacia ellos. Biden insiste en felicitarse por haber librado a EEUU de un Vietnam –hacía dos décadas que estaba en guerra en Afganistán-, y de no intervenir en ninguno nuevo. Si a la intervención norteamericana se deben o han debido el desencadenamiento o escalada de guerras el Sur global, la no intervención de por sí tampoco garantiza las paces regionales. Uno de los conflictos más cruentos hoy, y con menos presencia mediática americana, es el de Etiopía, en el noreste africano. Una disputa política, en la que el liderazgo regional de Tigray y el gobierno federal de Adis Abeba se declararon ilegítimos entre sí, se convirtió en enfrentamiento bilateral armado. Nueve meses después, hay miles de muertes, decenas de miles de personas desplazadas, cientos de miles al borde de la inanición por la hambruna, cotidiana monotonía en la comisión crímenes de lesa humanidad. Amnistía Internacional denuncia la violación y el abuso sistemáticos de mujeres y niñas por parte de fuerzas pertenecientes o aliadas al gobierno etíope. Al terminar su mandato, Donald Trump se jactó de que durante sus cuatro años en el gobierno menos gente había muerto en mundo por guerras donde el Pentágono hubiera intervenido con tropas o asesoramiento o donde EEUU hubiera declarado, sin abrir la boca, zonas liberadas. Menos que en el gobierno demócrata que lo precedió, menos que en el gobierno demócrata que ‘le robó’ la presidencia en las elecciones de 2020. Estos cálculos son odiosos, pero es también odioso el hacer a un lado el ábaco como método más expeditivo para evitarnos darle la razón a un payaso siniestro salido de la televisión chatarra.

AGB