Escribo esto con media sonrisa y no es sorna, es que me parece increíble. Supe que Marcelo Polino se refirió ayer en Intrusos a la entrevista con Fátima Florez, la que publicamos el sábado en elDiarioAR: “Fátima Florez, una confesión y una reacción inesperada: ”A Javier lo interpreto con todo el amor del mundo“. Con honestidad, siento que no necesito justificar ni sobre-explicar la gestión de la entrevista. Pero sí me gustaría apuntar dos o tres ideas.
Voy a suponer que Polino desconoce por completo cómo llegué al encuentro con la novia del Presidente: voy a suponer, insisto. Parece que Polino dijo que yo estaba “agazapada” (no precisó dónde, calculo que entre el público) y que “la fui a increpar” (intuyo que a Fátima). Dijo que además del San Benito de yeso “llevé agua bendita” que “arrojé al escenario” y que “pensaron que (yo) era una fan”. Bueno, nada de eso es cierto. El zapping de pavadas amerita precisiones.
La entrevista con Fátima Florez la pedí el martes 23 de enero, cinco días antes de la función para la que había sacado la entrada. Sí, la entrada la compramos acá, en la redacción de elDiarioAR y con la tarjeta de crédito nuestra directora periodística, Delfina Torres Cabreros. No es lo usual. Cuando se trata de una nota, quién se ocupa de la prensa+difusión de lo que sea “invita” al periodista. ¿Por qué preferimos pagar la entrada? Por dos motivos: la ubicación la elegimos nosotros y lo más importante, pagar nos exime de cualquier compromiso con el agente de prensa y con el artista, sea quien sea.
El primer contacto para conseguir un mano a mano con Fátima Florez fue con Alejandro Veroutis, histórico agente de prensa de Fátima, el mismo día en el que compré la entrada, es decir, el martes 23 de enero. La confirmación de la entrevista fue dos días después, el día jueves 25 de enero, exactamente a las 15.29, con un llamado de su productor, Guillermo Marín: Marín me llamó “para pautar la nota”. La confirmación de la entrevista la hizo la mismísima Fátima Florez, a quien también había contactado. Fue el viernes 26 de enero. Fátima confirma en el audio que me espera el domingo post función para hacer la nota “en el escenario”. Todo esto es comprobable: los audios, los mensajes, las llamadas.
Así que ni agazapada ni fan, como mencionó el estimado Polino. Agua bendita no llevé y me reí largo cuando me comentaron que Polino dijo que yo había “tirado agua bendita al escenario”. De la entrevista pautada estaban al tanto, además, “el de Seguridad”, que me pidió que espere; y una chica que, según interpreté porque evitó presentarse, era del equipo de Producción. Intrusos, el programa en el que consultaron a Polino, tiene un alcance que yo no tengo y además juega un juego que yo no juego porque es un juego que quedó viejo. Aprovecho este espacio, que es mi espacio.
Cuando pedí la entrevista con Fátima conté de qué quería hablar, también puedo comprobarlo. Me interesaba especialmente que fuera una Primera Dama distinta a sus antecesoras. Salvo una visita al comedor de Margaritas Barrientos, Fátima no se retiró a la caridad. Es loable que haya continuado con su carrera artística y su presencia mediática. La tercera pregunta, la que no pude hacer, era “¿para qué ‘sirve’ una Primera Dama?”. No solo estoy segura de que Fátima puede responder sino que su mirada sobre ese tema, que es su nuevo rol social, puede ser interesante. A mí no me importa para nada la arquitectura de la pareja presidencial. De hecho, lo dije acá unos días después del balotaje y como respuesta a una pregunta que me tomó por asalto. No me interesa en lo más mínimo el periodismo de sábanas. Sí creo que Fátima es capaz de producir un sentido nuevo sobre una figura (la de Primera Dama) que pasó de moda.
Sobre la pregunta que disparó la reacción quiero decir que hice cuentas. Entré en la redacción de Clarín en 2005. Este es mi año número 19 trabajando como periodista: quince en Clarín, éste es el cuarto en elDiarioAR. Por supuesto que en ese tiempo aprendí a evitarme un tiro en el pie y cuando me pidieron que pase por escrito de qué quería conversar con Fátima, evité la mención a una pregunta que me parece importante en este contexto: qué opina Fátima como artista sobre los recortes que el Gobierno pretende hacer en el área de Cultura. Es una pregunta pertinente, de actualidad y anclada en el territorio de la entrevistada. No hay manera de discutir eso.
Para una entrevista hacen falta dos. Y con Fátima no pudimos. Creo que la nota también funcionó por eso, porque es la historia de un fracaso. Algo terminó descolocado y en el limbo babeante del absurdo. En los noventa nadie se resistía a un blooper y los noventa nunca se fueron. “No hay entrevista que falle”, dice María Moreno. La reacción de la novia del Presidente ante esa pregunta y el contexto en el que reaccionó es una respuesta en sí misma. Suficiente para que la entrevista suceda. Como todo encuentro, además, la entrevista es un misterio: nadie puede prever qué pasará. De no haber habido un encuentro con Fátima, hubiera escrito una nota sobre la obra. Su obra, toda, es una intervención política. Y lo que está por fuera del guion también. Florez ofrece su escenario a Javier Milei no solo para los besos, también para los discursos.
Apenas salí del teatro le envié un audio a Marín, el productor que se había comunicado conmigo para fijar día, hora y lugar de la entrevista. A la 1.34 am, Marín me llamó. Lo atendí de una, obvio. Salteó el saludo: “¿Qué pasó?”. Reproduje lo que decía el audio porque no lo había oído. Me escuchó con tranquilidad y sentenció: “Pero Fátima no habla de política” y me preguntó por el cuestionario, que a quién le había mandado el cuestionario. Ahí la cosa era ver quién tenía la manija, al final todo tiene que ver con el Poder. Yo no mando cuestionarios prefabricados, no hago interrogatorios. ¿En qué momento los periodistas normalizamos que hay que mandar un cuestionario? ¿A quién? ¿Por qué, con qué criterio, alguien “veta” un cuestionario? Trece minutos duró la comunicación. Un intercambio sin sentido. Los periodistas tenemos que dejar de faltarnos el respeto.
No hay nada “heroico” en la pregunta que hice, como alguien mencionó en redes a modo de halago. Lo que hay es trabajo. Hacer este tipo de preguntas es nuestro trabajo como periodistas. A los periodistas de mi generación les importa muy poco la opinión de colegas que desacreditan a periodistas que, como yo, estamos mitad para atrás en la fila de obreros y no primeros en la fila de los sirvientes. Los periodistas de mi generación, los periodistas a los que leo y a los que escucho, no aspiran a subirse a un escenario y balbucear un monólogo sobre “cómo uno se hizo periodista”. No somos voceros, no queremos ser empleados. No inventamos. No necesitamos inventar.
Fin del tema.
Un anuncio. Esta es la primera entrega del año del newsletter en el que comparto reflexiones sobre el oficio, una especie de trastienda de mi trabajo y del trabajo de otros que, como yo, somos gana-panes. Es el tercer año consecutivo de Gracias por venir. Siempre cayó en tu mail los miércoles cada quince días. Hacía el final del año pasado noté que me costaba ponerme a escribir, como que me pesaban las manos. No siempre tengo algo para decir ni pasan cosas todo el tiempo o, al menos, no pasan “cosas contables”. A partir de esta entrega el Gracias por venir será mensual. Primer miércoles de cada mes en algún horario del día, ahí estaré.
Nos leemos.
PD: Dedicado a Andrea, Federico y Cristian.