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Ida y vuelta en un Hércules: un viaje sin nota que terminó en aislamiento

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Un Hércules despegó desde El Palomar rumbo a La Paz, Bolivia, el lunes 20 de diciembre. Llevaba un millón de dosis de AstraZeneca para donar al país vecino. Teniendo en cuenta que sólo el 38% de la población de Bolivia cuenta con el esquema completo de vacunación y aquí, a la fecha del viaje, el 68% se había aplicado dos dosis, el viaje significaba un gesto de hermandad. Argentina no entregaba vacunas porque le sobraban, sino que las compartía

La noticia era pequeña pero noble. Subir a un avión de la Fuerza Aérea era, además, una buena experiencia para contar. Y para que la cobertura tuviera más relevancia, algunos medios -elDiarioAR entre ellos- habíamos acordado una entrevista mano a mano con Carla Vizzotti, ministra de Salud, que encabezaba la comitiva. Haríamos la nota en algún momento del trayecto. Era una buena manera, en términos periodísticos, de cerrar el segundo año de pandemia

Unos veinte periodistas dedicados a la televisión, la radio y la gráfica aceptamos la invitación. Tres días antes de viajar todos nos acercamos a un lugar y a una hora determinada para hacernos un PCR. Sólo estábamos autorizados a subir al Hércules si nos daba negativo. Con el okey formal, fuimos y volvimos: once horas y media de viaje en un día.

Pero la entrevista con Vizzotti nunca sucedió.

Y un colega que confundió malestar de altura con síntomas de Covid dio positivo siete horas después de aterrizar. Por ese motivo, dieciséis personas que íbamos en el vuelo tuvimos que aislarnos durante siete días, Navidad incluida. 

Salvo que haya que cubrir un catástrofe humanitaria digna de cobertura no deseo volver a viajar en un Hércules. Ese podría ser el resumen de la peripecia.

Notas sueltas tomadas durante el viaje de ida a La Paz

-Son las 8 y 10 de la mañana y ya sé, sin que me lo hayan indicado, cuáles son las instrucciones para viajar en un Hércules: llevar abrigo, llevar comida, llevar tapones para los oídos, llevar un almohadón cervical y llevar muchísima paciencia. 

-Los primeros cinco minutos de entusiasmo en este avión son por la novedad. Los cinco minutos que siguen son por la experiencia. Los diez que siguen son por la Patria. El resto es un conteo fatal.

-“Pero vas a ver el atardecer”, me dijo alguien que alentó este viaje aunque yo decía que, por algún motivo, dudaba. Ahora, en la barriga de esta ballena que vuela, quisiera mandarle un audio contándole lo que veo: “Cuatro ojos de buey hay y por mi altura, no llego ni a pispear”.

-Vizzotti no viaja con nosotros. “Nosotros” somos los periodistas, funcionarios, Frederic, que está por allá… Vizzotti está en una cabina aparte. (Chequeo la agenda prevista para el viaje y anoto esto:) Es muy probable que no haya nota con Vizzotti. Son las 11.45 am, hora Arg.

-Un cartel que dice: “Un timbre largo abandonar el avión”. Busco el timbre y creo que distingo una sirena en el techo. Es obsceno el Hércules, todas las tripas a la vista. Si este avión se cae, ¿qué sabría yo de mis compañeros de vuelo? Nada

-Ahora sé qué es eso de “frío en los huesos”. Claro, este es un avión de carga, no tiene por qué tener comodidades. Vamos a pelo. Y aparte del otro lado de la cortina que divide en dos la bodega del avión están las vacunas. Y las vacunas necesitan refrigeración. Arriesgo que ninguno de nosotros hizo ese cálculo.

-No puedo quejarme. En este Hércules cargaron insumos médicos y voluntarios de Cascos Blancos a Haití, porque en Haití aún hay esperanza. Además, el año pasado en plena pandemia, gracias a este avión repatriaron a 2.600 argentinos que habían quedado varados en Perú y en Ecuador. No. Soy apenas una periodista. No hay lugar para la queja.

-Viajamos como en el subte, enfrentados, pero más cerca: la distancia de un confesionario. Una mujer de la Brigada Aérea se mueve con soltura entre los pasillos angostos que separan los cuerpos. Vestida con el mameluco reglamentario, observo que el entrenamiento la convirtió en gacela. Va y viene, levitando. Es casi la una, hora Arg. Me conseguí una tarea. Soy la chica que corre la cortina cada vez que alguien quiere ir al baño, que es una litera química con vista a las vacunas, en la cola del avión. Es que sin querer vi lo que no quería ver y entonces…

La entrevista que nunca sucedió

elDiarioAR -y a otros medios- le habían asegurado la palabra de la ministra de Salud. Hay varias preguntas para hacerle y todas tienen que ver con el Covid-19. A pesar de la insistencia, -antes de tomar el vuelo, en La Paz, en medio de dos conferencias de prensa, en una escala en la provincia de Jujuy- Vizzotti no concedió la entrevista. La explicación de la negativa es tan cuestionable que prefiero no consignarla.

Carla Vizzotti es la funcionaria pública del año. Desplazado Ginés González García por el escándalo del “Vacunatorio Vip”, ella asumió como Ministra de Salud. Pero no sólo asumió el cargo. También asumió el costo que implica. El costo político y el personal. Un atrevido osó llamarla “Carlita”. Hubo quien escrutó su vida personal. Nosotros posteamos selfis con el carnet de vacunación y la ministra hace dos años que no duerme. 

Cuando un medio de comunicación acepta un viaje del Estado (o de un privado), los periodistas asignados a esa cobertura hacemos acuerdos con quienes invitan. Es cierto: a veces son condicionamientos. Pero la idea, siempre, es sacar provecho del tiempo y, en lenguaje empresarial, del “recurso humano”. La premisa es volver con un título. 

Al día siguiente del regreso, cuando parte del grupo que viajó había tomado conocimiento del caso positivo y ya estábamos aislados, Vizzotti dio una nota para el canal C5N. A la mañana siguiente fue entrevistada por Ernesto Tenembaum y Reynaldo Sietecase, en Radio con Vos. Unos días después, habló con El Destape Radio. 

Esta es una opinión personal: las personas no están obligadas a dar su tiempo y opinión cuando no quieren. Esta es una opinión profesional: los funcionarios públicos están obligados a dar su tiempo y opinión cuando las circunstancias y el tema lo ameritan. Esta es una opinión personal y profesional: no está entre nuestras funciones como periodistas publicitar acciones, ni del Estado ni de privados, por más nobles que sean. La donación del millón de dosis a Bolivia es una iniciativa generosa. Pero sin la entrevista que le da marco se reduce a una gacetilla. Y las gacetillas no se publican.

elDiarioAR, sus socios y socias, y lectores siguen a disposición de la ministra.

¡Última entrega de 2021!

Amigas y amigos: gracias por venir. Este es el último envío del año. El newsletter abrió un espacio de intercambio que siempre me entusiasma. Sé que están ahí, que leen, comparten y debaten. Buenos deseos para todos y todas. Que el año que empieza venga con felicidad. 

VDM

Un Hércules despegó desde El Palomar rumbo a La Paz, Bolivia, el lunes 20 de diciembre. Llevaba un millón de dosis de AstraZeneca para donar al país vecino. Teniendo en cuenta que sólo el 38% de la población de Bolivia cuenta con el esquema completo de vacunación y aquí, a la fecha del viaje, el 68% se había aplicado dos dosis, el viaje significaba un gesto de hermandad. Argentina no entregaba vacunas porque le sobraban, sino que las compartía

La noticia era pequeña pero noble. Subir a un avión de la Fuerza Aérea era, además, una buena experiencia para contar. Y para que la cobertura tuviera más relevancia, algunos medios -elDiarioAR entre ellos- habíamos acordado una entrevista mano a mano con Carla Vizzotti, ministra de Salud, que encabezaba la comitiva. Haríamos la nota en algún momento del trayecto. Era una buena manera, en términos periodísticos, de cerrar el segundo año de pandemia