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Madres solteras, las grandes olvidadas de las empresas francesas
“Tenemos la sensación de que te estás desmotivando”. Esta frase supuso un duro golpe para Emmanuelle Hutin, parisina de 41 años y madre soltera de dos hijos. Cuando su supervisora le hizo este comentario, aún trabajaba como ejecutiva para una gran empresa del sector de lujo. Unas semanas antes, no había podido asistir a una formación sobre liderazgo porque tuvo que llevar a su hijo, gravemente epiléptico, al hospital. “En cuanto tenemos un imprevisto se nos tacha de desleales”, confiesa hoy.
En Francia, las madres solteras constituyen el 85% de las familias monoparentales. Para ellas, “tener un imprevisto” no tiene nada de excepcional. Emmanuelle Hutin tuvo que decir “no” a nuevos proyectos, viajes a Asia, reuniones nocturnas... Imposible, cuando se lleva sola la responsabilidad de las y los niños y se trabaja hasta tarde y los fines de semana para cumplir con los plazos, y asegurarse las primas y bonificaciones esenciales para la supervivencia de la familia. “El trabajo cambia de dimensión, ya no es una cuestión de realización personal”, dice. “Ser madre soltera es enfrentarse a un doble techo de cristal. Evolucionar requiere ampliar tu red de contactos, hacerte visible, dedicar tiempo al trabajo invisible de la política... No estamos armadas para esta lucha”. Dejó su trabajo en 2018, sin remordimientos, decidida a recuperar su libertad y ese preciado tiempo que tanto extrañaba. Pudo dedicarse a su hijo, Solal, que murió en 2019 debido a su enfermedad con solo 14 años. Ahora es directora artística independiente, profesora de yoga y acaba de publicar “La granada” (ed. Stock, marzo 2021): la historia de una vida sentimental, familiar y profesional que se derrumba y que hay que reconstruir, de otra manera.
La doble carga
“Todavía existe un gran estigma con las madres solteras, se cree que son menos ambiciosas, que tienen menos disponibilidad y motivación”, lamenta Jennifer Petriglieri, profesora adjunta de comportamiento institucional en el Instituto Europeo de Administración de Empresas en Fontainebleau, cerca de París. En sus trabajos soportan lo que las madres de familia ya conocen bien, pero de forma más intensa. Y en silencio. Porque admitir las dificultades es exponerse a ser marginada, dicen. “Nuestros estudios así lo indican: la mejor forma de romper con este tabú en las empresas es animar a los altos ejecutivos masculinos a hablar sobre su paternidad”, continúa Petriglieri. “Si lo hacen, todos los demás se sentirán autorizados a hacerlo”. Otra urgencia: la flexibilidad. Soltero o no, un padre puede necesitar ir al pediatra a media tarde o recoger a sus hijos de la escuela, incluso si eso significa trabajar después desde casa. La pandemia ha permitido ganar un poco de flexibilidad, queda por ver si esto durará. “Tenemos que salir del pensamiento a cortoplacista”, añade Petriglieri. Dos años después de una separación las cosas se vuelven más fáciles, pero durante esta transición, el apoyo de los jefes es fundamental. Es en ese momento cuando las mujeres renuncian a sus trabajos.
Un mundo precario
El riesgo principal, es el de salir del mercado laboral por completo. En Francia, el 15% de las madres solteras están desempleadas, más del doble que las mujeres casadas o en pareja. Una tasa que alcanza el 33% entre las madres con dos hijos. Peor aún: solo el 50% de aquellas que tienen un hijo menor de tres años tiene trabajo, según el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos francés. Las que sí tienen trabajo, ocupan dos veces más de empleos a tiempo parcial que las madres en pareja. Resultado: un tercio de las familias monoparentales vive por debajo del umbral de pobreza. De ahí surge la idea de la asociación francesa Le Laboratoire de l'Egalité (“El laboratorio de la igualdad”), de que cada empresa cree un fondo específico de solidaridad. “Ayudaría a las madres solteras trabajadoras a irse de vacaciones, pagar a una niñera cuando tengan una formación o a sacarse el carné de conducir, por ejemplo”, explica Corinne Hirsch, vicepresidenta de la asociación.
Otra idea, defendida por la periodista Nathalie Bourrus, ex reportera de guerra y autora de Mères solos, les oubliées de la République (“Madres solteras, las olvidadas de la República”): “Dennos una tarjeta, como la de las familias numerosas, para beneficiarnos de precios reducidos”. Incluso con un salario alto, algunas mujeres lo necesitarían, ya que su nivel de vida se desploma después de una separación. Julie Dénès, autora de (Dé)charge mentale (“(Des)carga mental”, ed. Michalon, 2019) y fundadora de la editorial Mindset, lo ha vivido en carne propia. En aquel momento todavía era abogada y trabajadora por cuenta ajena. “Me encontré con una cuenta corriente con 150 euros, dejé de cenar para que mis hijos pudieran comer tres veces al día. Sin mencionar el estrés constante: en mi casa, las paredes estaban llenas de post-its porque me aterrorizaba olvidarme de algo”.
Quien dice divorcio también dice mudarse a un lugar más pequeño y, a menudo, más lejos del trabajo. El tiempo en transporte aumenta, reduciendo aún más las horas de trabajo, de sueño y de vida. El resultado es una fatiga permanente, agravada por el sentimiento de culpa de no hacer lo suficiente o no hacerlo lo suficientemente bien. “Nos obligamos a estar siempre en forma para que los niños se lo pasen en grande, que coman lo que les gusta... Es una presión muy fuerte”, apunta Emmanuelle Hutin. “Estas mujeres tienen la impresión de ser la mala de la película, la que impone la autoridad, los deberes, el cepillado de dientes... Y los niños no lo ponen nada fácil con comentarios como ‘en casa de papá es más divertido’”, confirma la psicóloga Clémence Prompsy, cofundadora del gabinete de psicología infantil parisino Kidz et Family. “Esto alimenta una gran tristeza”. En estas condiciones, ¿cómo sacar el tiempo y la voluntad necesarios para ocuparse de una misma, y mucho menos para desarrollar una carrera profesional?
Aligerar la carga
“Tanto por su propio bien como por el de sus hijos, es urgente que puedan soltar lastre y reconectar con la liviandad”, señala Prompsy. “Los mejores aliados de las madres solteras son sus vecinos y los otros padres de la escuela. Si nos tomamos la molestia de conocerlos, podemos crear una red de amigos al alcance de la mano. Y mejor aún: tienen hijos. Mientras los pequeños juegan, los padres se toman un respiro”. Se crean redes de ayuda mutua, unos cuidan a los hijos de los demás. En la práctica, un buen número de asociaciones ya están aplicando esta lógica, como la asociación francesa Réseau Môm’artre. Reúne alrededor de quince guarderías y centros extraescolares en Francia y propone un modelo de cuidado infantil basado en la educación artística y cultural de los niños. Esta red también permite que los padres se conozcan y se apoyen entre sí, y puedan conocer a especialistas del sueño y la nutrición.
La ayuda mutua es importante, considerando que las autoridades públicas se toman su tiempo para actuar. En 2017, las madres solteras estuvieron entre los primeros chalecos amarillos, un amplio movimiento de protesta social que sacudió Francia durante meses. Cuatro años después, el 12 de mayo, la Asamblea Nacional aprobó por unanimidad un proyecto de ley presentado por la diputada de la mayoría parlamentaria Marie-Pierre Rixain. El texto tiene como objetivo principal garantizar el acceso de las madres solteras a la formación profesional, así como a plazas prioritarias en las guarderías. La diputada espera, en un futuro, incrementar el número de guarderías de integración profesional, que actualmente son 180: lugares híbridos que combinan la atención infantil y el apoyo socio-profesional a los padres.
La aprobación del texto es un primer paso, pero nada cambiará hasta que la carga parental se reparta mejor. Garantizar el pago de las pensiones alimenticias, así como la participación activa de los padres en la educación de sus hijos, siguen siendo desafíos para poder cambiar esta situación. En beneficio de todos.
“Tenemos la sensación de que te estás desmotivando”. Esta frase supuso un duro golpe para Emmanuelle Hutin, parisina de 41 años y madre soltera de dos hijos. Cuando su supervisora le hizo este comentario, aún trabajaba como ejecutiva para una gran empresa del sector de lujo. Unas semanas antes, no había podido asistir a una formación sobre liderazgo porque tuvo que llevar a su hijo, gravemente epiléptico, al hospital. “En cuanto tenemos un imprevisto se nos tacha de desleales”, confiesa hoy.
En Francia, las madres solteras constituyen el 85% de las familias monoparentales. Para ellas, “tener un imprevisto” no tiene nada de excepcional. Emmanuelle Hutin tuvo que decir “no” a nuevos proyectos, viajes a Asia, reuniones nocturnas... Imposible, cuando se lleva sola la responsabilidad de las y los niños y se trabaja hasta tarde y los fines de semana para cumplir con los plazos, y asegurarse las primas y bonificaciones esenciales para la supervivencia de la familia. “El trabajo cambia de dimensión, ya no es una cuestión de realización personal”, dice. “Ser madre soltera es enfrentarse a un doble techo de cristal. Evolucionar requiere ampliar tu red de contactos, hacerte visible, dedicar tiempo al trabajo invisible de la política... No estamos armadas para esta lucha”. Dejó su trabajo en 2018, sin remordimientos, decidida a recuperar su libertad y ese preciado tiempo que tanto extrañaba. Pudo dedicarse a su hijo, Solal, que murió en 2019 debido a su enfermedad con solo 14 años. Ahora es directora artística independiente, profesora de yoga y acaba de publicar “La granada” (ed. Stock, marzo 2021): la historia de una vida sentimental, familiar y profesional que se derrumba y que hay que reconstruir, de otra manera.