Análisis

Disparen contra el INCAA

17 de abril de 2022 00:02 h

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Como sucesivas remakes de la misma película, cada cambio en la dirección del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales siempre sucede en medio de polémicas y climas agitados. Sucedió con sus dos presidentes anteriores, Alejandro Cacetta y Ralph Haiek, ambos denunciados de un lado y del otro del espectro político. Y la salida el jueves pasado de su último presidente, el productor y director Luis Puenzo, no fue la excepción.

El último capítulo en la serie del INCAA incluyó una protesta en la puerta del Instituto, represión y detenidos por la Policía de la Ciudad, y un trasnochado decreto presidencial para echar a Puenzo –quien al momento de asumir era una figura con amplio consenso en el mundo del cine– mientras andanadas de violencia verbal inundaban las redes sociales de directores y productores clamando por el cierre del “antro”, con la ayuda de un periodismo cada vez más desinformado en la cuestión de cómo –y por qué– el Estado apoya a la producción de cine nacional.

Con la salida del director de La historia oficial parece haberse removido un obstáculo que retardaba la solución de un problema urgente: a fin de año caducan las asignaciones específicas que financian no solo el Plan de Fomento del INCAA para el cine argentino, sino también el Instituto Nacional de la Música, el Instituto Nacional del Teatro, las Bibliotecas Populares, las producciones del Sistema Nacional de Medios Públicos, el ENACOM y el funcionamiento de la Defensoría del Público de los Servicios de Comunicación Audiovisual.  

Pero con Puenzo fuera el problema continúa, y el escenario de incertidumbre con respecto al futuro del financiamiento del cine argentino es el mismo. “Es una sensación muy grande de tiempo perdido: desde que empezó Puenzo a hoy no cambió nada en el INCAA, estamos como si fuera finales de 2019”, describe Vanessa Ragone, presidenta de la Cámara de la Industria Cinematográfica. A ocho meses de la fecha de caducidad, según la productora y ganadora del Oscar por El secreto de sus ojos, la solución deberá ser casi milagrosa, con un enorme esfuerzo de concientización y política para que avance el proyecto de ley presentado por el diputado José Pablo Carro del Frente de Todos, que extiende esa fecha por 50 años para garantizar la autarquía del Instituto. 

“Estamos en una situación parlamentaria complicadísima, que no es la que teníamos dos años atrás cuando empezamos a decir que esto iba a suceder, nadie nos daba mucha bolilla, y a Luis Puenzo no le parecía un problema. Hay que lograr que un proyecto de ley que todavía ni siquiera está en las comisiones adecuadas vaya a las comisiones y sea votado por mayorías absolutas”, explica Ragone. Algo que se adivina muy difícil si algunas de esas fuerzas políticas son las que en su momento votaron, precisamente, por imponer ese deadline a las asignaciones específicas para subsidios culturales.

Discursos de odio

 A la complejidad necesaria para lograr una solución en un ecosistema político plagado de internas y desconfianza, se le suma la contracorriente de una reacción virulenta contra las vías de fomento estatal a la actividad cultural, que pudo verse en los ataques insultos en redes sociales a figuras del mundo del cine que alertaban de la situación del Incaa, o simplemente se manifestaban a favor de mejorar su Plan de Fomento. Un rechazo avivado por comunicadores que discutieron sin muchos argumentos la existencia misma del Instituto.

“En la cultura hay sectores políticos que siempre demonizan la cultura”, comenta el productor Axel Kuschevatzky. “Y el cine, al ser una industria cultural, está parado en un lugar intermedio difícil de analizar sin background. Es muy facilista pararse frente al INCAA y no poder determinar qué es un tema estructural del Instituto en sí mismo, qué tiene que ver con una política cultural específica, o qué tiene que ver con una ley que fue escrita en otro contexto. Entonces, esas diferencias que parecen sutiles desde afuera pero desde adentro son enormes, lo que generan es ruido, y a veces a la gente le cuesta un montón entender de qué se está hablando”.

Los ataques en redes sociales llegaron incluso hasta la cuenta de Twitter de El Pampero Cine, una compañía productora independiente que nunca solicitó un peso al Instituto para realizar películas de directores como Mariano Llinás (La flor) o Laura Citarella (La mujer de los perros) que son recibidas en prestigiosos festivales internacionales. Las acusaciones de “planeros”, “vagos” o “estafadores”, provocaron una respuesta contundente de los cineastas en un hilo de Twitter en el que describían las agresiones y acusando a figuras del macrismo de avalar en voz alta este “clamor” como una forma de campaña.  

“El resultado de esta crisis habrá de ser, por obra y gracia de las facciones en disputa, un escenario aun peor: en el mas leve de los casos, el mantenimiento de un deficitario e ineficaz status quo; en el peor de ellos, la extinción casi completa del cine argentino promovida por facciones que, insólitamente, se declaran ‘liberales’”, escribieron.

Empezar de cero

“De alguna manera, estas acciones de falta de confianza en la actividad que se estaba dirigiendo, una falta de fe, de cariño, no sé, fue el puntapié para el discurso del odio, pero ese discurso empezó en Puenzo”, afirma Ragone, describiendo cómo el cambio de gobierno en 2019 había sido una oportunidad para “recomponer un vínculo con la actividad audiovisual que se había estado perdiendo en los cuatro años del gobierno anterior”. Según la productora de Carmel: ¿Quién mató a María Marta?, el presidente del Instituto “llegó diciendo ‘venimos a limpiar el INCAA que está lleno de gente que lucra’. Palabras indignas para alguien que viene a gestionar un sector, y lo gestionaba como si lo odiara. Esa fue la sensación que tuvimos desde que Puenzo se sentó ahí”.

El consenso hoy acerca de la figura de Puenzo en el INCAA terminó siendo lo opuesto al de su llegada al organismo. La estela que deja su gestión parece ser no solo el mismo peligro de una inminente desfinanciación del cine argentino –con menos margen de maniobra para impedirla–, sino también un sistema desprestigiado y objeto de todo tipo de acusaciones desinformadas. Un trasfondo de discursos de odio a los responsables de hacer películas en Argentina que se monta sobre la crisis política y económica del organismo para hacer mucho más difícil el trabajo de generar los consensos políticos necesarios para recuperar el Plan de Fomento. “Hay que hacer muchísimo trabajo para volver a explicárselo a la gente. Y lo que fastidia o indigna es que esa explicación no saliera de aquellos que son las cabezas de los institutos, y en cambio eran los primeros en andar señalando con un dedo a no sabemos quién”,  dice Ragone y agrega: “Lo que dejó es muy malo. Nos hizo empezar de cero”..

AM