La cantante estadounidense Joy Brown llega por primera vez a la Argentina para presentarse en Buenos Aires y Mar del Plata. Con una voz que evoca a las grandes del jazz y una trayectoria marcada por encuentros fortuitos que la llevaron a descubrir su vocación, Brown comparte su historia y sus expectativas en diálogo con elDiarioAR.
—¿Cuál fue tu primera conexión con el jazz?
—Nada ocurre por casualidad, pero podría decir que fue un error. Me topé con el jazz casi sin querer. En ese momento, había decidido dejar el mundo corporativo para iniciar mi propio negocio y, mientras intentaba hacerlo crecer, solía ayudar como voluntaria en una librería comunitaria en Newark, mi ciudad natal. Un día, una amiga muy querida, Patrice McKinney, descubrió que podía cantar y, sin consultarme, me ofreció para entretener a un grupo de adultos mayores en un brunch mensual.
Nunca había cantado jazz, así que no sabía qué hacer. Contacté a WBGO, una emisora de radio local, para encontrar un pianista que pudiera acompañarme. Fue en ese evento donde alguien por primera vez me dijo: “Suenas como Dinah Washington”. Desde ahí, me invitaron a una jam session en Newark y luego a otras en Nueva Jersey, donde conocí a músicos increíbles. En una de esas sesiones, el baterista Wynard Harper me preguntó si conocía a Barry Harris. Cuando le dije que no, me insistió en que debía ir a su taller en Nueva York. Así lo hice, y el resto es historia: esa noche me enamoré del jazz.
—¿Cómo fue tener a Barry Harris como mentor?
—Fue un regalo invaluable. Siento que Dios siempre me ha permitido estar en presencia de grandes personas. A veces ni siquiera me daba cuenta de con quién estaba hablando hasta mucho después. Pero con Barry era distinto: en cuanto lo conocí, supe que era alguien de quien tenía que aprender.
Barry tenía una forma de enseñar que permitía que todos en la sala aprendieran colectivamente, pero también de manera individual. Siempre compartía su conocimiento sin reservas, con generosidad y pasión. Estar cerca de él era como beber de un manantial inagotable. A veces, lo mejor era simplemente escuchar y absorber lo que decía. Aprendí que el jazz, y especialmente el bebop, es una ciencia, y estar rodeada de músicos como él fue una experiencia transformadora.
—¿Cuáles son tus expectativas para tu visita a Buenos Aires y Mar del Plata?
—Espero conectar con la gente. No he hecho bien mi trabajo si no logro establecer una conexión, tanto con los músicos con los que compartiré escenario como con el público. Pero no solo con quienes asistan a los conciertos, sino también con las personas que encuentre en la vida cotidiana: el dueño de un restaurante, el vendedor en un mercado, la abuela que esté sentada en su porche. Para mí, la experiencia de un lugar se construye a través de sus habitantes, y eso es lo que realmente quiero vivir en Argentina.
—¿Qué conoces sobre nuestro país y qué te gustaría descubrir?
—Sé muy poco sobre Argentina, pero planeo aprender mucho mientras esté allí. Lo que sí sé es que tienen una de las mejores carnes del mundo, así que espero disfrutar de un buen bife. También me interesa mucho la arquitectura: cuando visito un nuevo país, me encanta observar sus edificios, su gente, sus costumbres. Me emociona descubrir la energía y el espíritu de Argentina a través de todo eso.
Con una trayectoria construida sobre encuentros inesperados y una pasión por el jazz que la llevó a convertirse en una de las voces emergentes del género, Joy Brown está lista para compartir su arte con el público argentino. Su llegada promete no solo una gran experiencia musical, sino también un intercambio humano profundo, de esos que dan sentido a la música.