Resiste cierta singularidad urbana en Montserrat y Constitución gracias a la inmigración de República Dominicana. La especialidad son las peluquerías y barbershops que poblan esos barrios. Dicen que es un rasgo cultural, que en Santo Domingo hay una peluquería por cuadra, pero, además, su presencia vuelve peculiar a esa zona de Capital Federal y aparta el fenómeno de la gentrificación, ese proceso que se produce cuando las clases más populares son desplazadas por la llegada de nuevos vecinos con mayor poder adquisitivo, como sucedió en Palermo.
Ahora, amenazados por la crisis económica, algunos de esos comerciantes ya no saben si siguen o no en el país. Cuentan haber llegado a la Argentina en lo que perciben como otra época donde pudieron progresar. Se sienten agradecidos por lo que les dio el país, pero para ellos ya no es el mismo.
“Estaba buenísima Argentina cuando llegué acá, en 2014. Ahora es el peor momento, mal. No sé qué hacer. Quizá me voy, quizá me quede, quizá la luche, quizá no”, dijo el peluquero Alejandro Sosa, 37 años, socio en una peluquería y barbershop sobre Avenida Independencia, en Montserrat. La percepción que tienen del decaimiento de la economía pasa principalmente por la devaluación del peso frente al dólar. Entre enero y julio de este año, el peso perdió 24,7% frente al cambio oficial, contra un promedio de 7% de los demás países de la región.
Cuentan estar siempre atentos al cambio, día a día, casi como lo único que acompañan sobre la situación económica de Argentina, pues la mayoría de esos comerciantes mantiene a sus familias en Dominicana y el envío de dinero es en dólar. “Demoro un mes entero trabajando para mandar plata. Antes mandaba quincenal, mi madre y mi hija estaban de risa. Ahora hago un envío mensual, si acaso, pero está la luz, el agua, el ABL, todo. Es increíble. Todo sube”, dice Sosa.
Es también el caso de la peluquera dominicana María Ramona Concepción, que hace 11 años vive en Argentina. Dueña de una peluquería en Constitución, ella cuenta que con el trabajo acá pudo comprar su casa en Santo Domingo, pero ahora envía menos de la mitad del dinero que mandaba para mantener a su familia. Por eso, está decidida a dejar el país. En la calle San José, desde la esquina con Avenida Independencia, hay cuatro peluquerías de dueños dominicanos. En Montserrat, en la calle Salta al 600, en la misma cuadra, funcionan tres peluquerías, todas de dueños inmigrantes.
“Mandé algo (de dinero) para arreglar el techo. Para enviar me cobraron un dineral. Los mil pesos de hoy es como si fueran los cien pesos de antes, o quizá menos. Me voy por la situación. El peso no nos rinde para nada. No sirve para enviar a nuestro país”, lamenta Romana, 58 años. Ella asumió como dueña de la peluquería en el 2016, anteriormente el negocio era administrado por una pareja de dominicanos.
Entre los peluqueros de la zona hay un discurso parejo sobre la inflación. Dicen que no pueden aumentar los precios, al menos según el ritmo de la inflación, por el aumento de la competencia y porque creen que el cliente no va a poder la diferencia. “No podemos subir los precios, alrededor están como nosotros. Si aumentamos nadie va a venir y van a otros lugares más baratos.”. Hace cinco años, Willi Nuñez es peluquero y dueño de una peluquería ubicada en Independencia y San José. El negocio anteriormente era también de dominicanos, hoy Nuñez lo administra junto a su hermano y su madre, que trabaja con ellos como peluquera. “Ahora hay más peluquería y hay más crisis. Por día, atendemos a veinticinco, treinta personas. Antes era mucho más. Con el antiguo dueño el negocio tenía cuatro, cinco peluqueros trabajando”.
Alejandro Sosa dice mantener la misma política, la de no aumentar los precios según la inflación. Además de la gran cantidad de peluquerías en el barrio. “Puedes aumentar $100 pesos, pero los que están afuera (los clientes) están peor que nosotros. No podemos aumentar más que eso, sino vamos a estar sin cliente. Hay mucha competencia ahora”, explica Sosa.
Luego de trabajar con peluqueros dominicanos en Capital, el venezolano de la ciudad de Valencia, Layonel Navaz, 41 años, abrió su propia peluquería y barbería, en Montserrat, hace poco más de un mes. “Trabajé siempre con dominicanos. Hay muchos dominicanos que trabajan con venezolanos acá. Manejamos casi la misma cultura en relación a la peluquería, nos gusta como trabajan los dominicanos y a ellos les gusta como trabajamos los venezolanos”, cuenta Navaz. Él argumenta, como los demás peluqueros de la zona, que no puede subir los precios de acuerdo al ritmo de la inflación. Y pese a la crisis económica, por los logros hasta hoy alcanzados, Nuñez pretende seguir viviendo en Buenos Aires.
“Llegué un martes y el miércoles estaba trabajando. Compré un auto y una casa en Venezuela. Mientras pueda quedar me voy a quedar, me gusta Argentina, me gusta su cultura, me gusta su gente”, dice Layonel, que también trabajó como peluquero en Brasil, Panamá, Perú y Colombia. De sus experiencias en Latinoamérica, cuenta haber sufrido xenofobia en Brasil, lo que no le pasó en Buenos Aires. “Nunca he sufrido un problema con un argentino, que me haga xenofobia, mis hijos estudian y a ellos igual”, cuenta contento.
“Negro sin brillo no es negro”
La cantidad de peluquerías de dueños dominicanos en Montserrat y Constitución se explicaría, en parte, por ser un rasgo cultural de Dominicana. “En casi toda cuadra hay una peluquería allá. Llegamos acá siendo peluqueros. Yo voy dos, tres veces a la semana para mantener mi pelo así. Pero ahora voy solo una vez. La mayoría teníamos negocio allá y abrimos acá”, sostuvo Alejandro Sosa, peluquero en Montserrat.
María Ramona Concepción explicó que, además de que sea un hábito bastante común para las dominicanas frecuentar la peluquería, lo que genera mucha demanda, hay también una cuestión social cuando uno decide abrir un negocio como peluquero. “A nosotras allá nos encanta la peluquería, la belleza. Vivimos ese arte. También dependemos de padres pobres que, quizá, no pudieran darnos estudios y nos dedicamos a hacer algo por nosotras mismas”, opina.
Para el peluquero venezolano Layonel Navaz, República Dominicana y Venezuela comparten casi la misma cultura en relación a la peluquería, aunque con sus diferencias de estilo. “Ellos tienen un lema, ”negro sin brillo no es negro“. La dominicana tiene cabello corto y en rulos, usan mucha peluca, se adaptan el cabello. Nosotros tenemos el cabello largo, natural y lacio”. Navaz termina la entrevista con un dicho que resume esa costumbre de ir a la peluquería. “Es como dicen, la peluquería es como el cementerio, entran todos”.
El Estado y la inmigración
Según la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en el Centro de Integración para personas Migrantes y Refugiadas (CIMR-CABA) fueron atendidas, entre el 1 de julio de 2021 y el 30 de junio de este año, 107 familias de origen dominicana, sumando 319 personas en total. De las mismas, el 60% recibió apoyo para revisar los estados de los trámites migratorios, y el 34% iniciaron el proceso para sacar la documentación. El primer CIMR a ser inaugurado en el país fue el de Capital Federal, en junio del año pasado. “En este momento funcionan centros en las ciudades de Rosario y La Plata, así como otros se están instalando”, según Federico Montero de la Secretaría de Derechos Humanos.
Los CIMR son co-gestionados entre la Dirección Nacional de Equidad de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Dirección Nacional de Migraciones, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones y el Alto Comisionado para los Refugiados, dos agencias de la ONU.