Entrevista Ganador del Premio Pulitzer de Ficción 2023

Hernán Díaz, el fenómeno del escritor argentino que recomienda Dua Lipa: “Sigo desorientado por mi éxito”

Pol Pareja

Barcelona —
28 de abril de 2024 17:29 h

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En apenas un lustro, Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973) ha pasado de ser un desconocido profesor de Literatura en la Universidad de Columbia (Nueva York) a convertirse en uno de los novelistas más exitosos de la actualidad. Publicó en 2017 su primera novela, A lo lejos, tras mandar el manuscrito a una convocatoria abierta de una editorial independiente. El libro obtuvo grandes críticas y quedó finalista del premio Pulitzer y del PEN/Faulkner.

Con su segunda novela, Fortuna (Anagrama) ganó el Pulitzer de ficción en 2023, ha vendido alrededor de un millón de ejemplares y se está preparando su adaptación audiovisual para HBO. El libro ha reinado en los rankings de las mejores propuestas anuales que elaboran los medios, desde The New York Times o The Washington Post, que lo eligieron uno de los diez mejores volúmenes de 2022.

Signo del impacto global que está teniendo Díaz, hace poco más de un mes, la cantante Dua Lipa lo invitó a mantener una charla a través de sus redes, que fue seguida por cientos de miles de fanáticos, en la que afirmó que Fortuna le había “volado la cabeza”.

Hijo de una familia que huyó de Buenos Aires tras el golpe de Estado en 1976, se crió en Suecia, volvió a Argentina con la restauración de la democracia y desde hace más de 25 años reside en EEUU. Confiesa sentirse abrumado por su éxito y anuncia en esta entrevista que recientemente ha dejado su trabajo como académico para probar suerte como novelista a tiempo completo. “Es un riesgo y me da un poco de vértigo, pero creo que es lo correcto en este momento”, afirma.

Su éxito como novelista llegó de la noche a la mañana, cuando mandó el manuscrito de In the distance (A lo lejos) a una llamada abierta de una editorial sin ánimo de lucro. 

En EEUU es muy difícil, casi imposible, publicar sin un agente. Y es casi imposible tener un agente sin haber publicado, con lo cual es un círculo siniestro destinado al fracaso. Había esta editorial independiente, pequeña pero excelente, a la que un día al año uno podía enviar manuscritos sin tener agente. Creo que el tope eran 600 manuscritos y en ocho horas se completó. Esa mañana estaba listo, junto con otras 599 personas, para mandar el mío.

¿Tenía la novela escrita desde hacía tiempo?

Sí. En realidad no es mi primera novela… Tenía otra novela, una colección de cuentos… Nadie los quiso publicar en su momento y yo ahora tampoco quiero. Lo único afortunado de tantos años de rechazo absoluto es que mis errores juveniles son invisibles.

La novela quedó finalista del Pulitzer y del PEN y se convirtió en un novelista de éxito. ¿Se lo esperaba ?

Me sorprendió muchísimo. Sigo desorientado hasta el día de hoy por todo eso. Yo estaba contento con tener un libro, nada más, no esperaba que sucedería toda esta experiencia.

Con Fortuna, su segunda novela, gana el Pulitzer y el libro se convierte en un fenómeno literario. ¿Cómo le ha afectado a su día a día cómo académico?

Justo hace un par de semanas renuncié a mi puesto en la universidad. Creo que no lo había contado públicamente todavía… Vamos a ver qué pasa. Siempre quise ser un escritor a tiempo completo y ahora durante los próximos 20 minutos de mi vida lo puedo hacer. Después veremos. Pero me parecería una pena no aprovechar esa oportunidad para hacer lo que siempre he amado sin necesitar un trabajo adicional. Es un riesgo y me da un poco de vértigo, pero creo que es lo correcto en este momento.

¿Está escribiendo algo ahora mismo?

Sí, por supuesto. Estoy escribiendo una novela. No sé si tengo un cuarto o un tercio escrito, es difícil medirlo.

Fortuna son cuatro libros en uno, cada uno con un estilo muy distinto. ¿Son esas capas de la novela las que tiene el capitalismo?

Existe un doble motivo para mí que justifica esa estructura coral y polifónica. Primero, porque me parece que detrás de toda gran fortuna hay siempre una multitud. Toda fortuna es trabajo y es la multitud de trabajadores de quiénes se ha expropiado cierto plusvalor. Me pareció que, a escala reducida, por supuesto, una novela sobre el capital tenía que reflejar este carácter multitudinario de toda fortuna. Por otro lado, a medida que me eduqué acerca del mundo de las finanzas confirmé algo que era una intuición: no hay mujeres en el mundo de las altas finanzas. No las hubo históricamente y a día de hoy sigue siendo un mundo eminentemente masculino, con una energía muy masculina y desagradable.

Detrás de toda gran fortuna hay siempre una multitud. Toda fortuna es trabajo y es la multitud de trabajadores de quiénes se ha expropiado cierto plusvalor.

La que se percibe en el segundo libro.

Exactamente. Entonces la que era una novela sobre el capital se transformó en una novela sobre la voz. Sobre cuáles han sido amplificadas, como por ejemplo la del segundo libro: la voz que nos ha gritado desde los textos de historia y desde los periódicos durante siglos. Pero también quería reflejar qué voces han sido reducidas a un murmullo. Me pareció que era más interesante y divertido, antes que presentar esto de un modo monográfico, exponer a los lectores y lectoras a estas voces y que las sintieran en su propia piel.

Tengo curiosidad por saber cómo armó el libro, con esas voces tan distintas que no parecen escritas por la misma persona.

Me interesa mucho cómo los relatos pueden afectar y modificar el mundo. Por eso empecé con una novela dentro de la novela. Pensé que el magnate a quién la novela se refiere iba a responder a este libro con sus propias memorias. Y las cosas fueron tomando cuerpo desde ahí. Yo soy una especie de nerd de la gramática y de los manuales de estilo. Me interesa mucho la sintaxis, la lexicografía… Escribí un manual de estilo para cada uno de los narradores. 

¿Qué contienen esos manuales?

Qué tipo de sintaxis utiliza cada narrador del libro, cómo maneja las subordinaciones, qué tipo de puntuación usa… 

Póngame algún ejemplo.

En el segundo libro me propuse que el narrador no podía usar puntos y comas ni guiones largos, que son dos signos de puntuación que yo uso muchísimo. Si uno elimina eso, automáticamente la arquitectura de las oraciones cambia, hay que organizarlo todo de un modo distinto. En el tercer libro, uso las comas para la narradora de un modo muy preciso, pausándolas de manera totalmente diferente. Me puse a leer una serie de escritoras que a mí me gustan mucho, marcando el modo en que utilizan las comas. Tuve que aprender un nuevo modo de puntuar. Y obviamente también incluyen [los libros de estilo] el vocabulario, el tipo de léxico que usa cada voz…

¿Eso también está en los manuales de estilo? ¿Son muy largos?

Sí. Todo está ahí. Son unas páginas, cuatro o cinco, para cada narrador. Y lo compartí con los traductores y con mis editores en los EEUU, que estaban muy contentos porque dan parámetros muy claros. 

¿Identifica trazas de su voz en el libro o cree que ha logrado eliminarse por completo?

Lamentablemente eso es imposible. Secretamente puedo ver mis huellas en algunas de las partes pero creo que desaparecen, espero, en el juego que se da entre las distintas voces. Mi esperanza era que los lectores midieran una voz con otra de esas voces y no conmigo, que se olvidaran de mí.

Dice que Fortuna es una novela de voces. También me pareció una novela de géneros: los contrapone y siembra dudas sobre la credibilidad que tiene cada uno.

Un género es un sistema de expectativas. Y hay géneros que asociamos más automáticamente con la verdad y otros a los que eximimos de tener una relación con la verdad. Dos ejemplos obvios del libro son que suponemos que una novela está más desvinculada de la realidad que un documento histórico o que un diario íntimo, que sería la voz más irrefutable acerca de una persona. Estas preconcepciones son muy problemáticas. Creo que la ficción tiene una relación muy íntima, peculiar y productiva con la verdad. Al mismo tiempo creo que estos documentos, llamémosle históricos o personales, tienen siempre un cariz ficcional y están influenciados por estrategias retóricas. La frontera entre estos géneros es más permeable de lo que uno cree.

¿Cuál de los libros disfrutó más escribiendo y cuál le costó más?

Disfruté escribiendo todo el libro, si no no lo podría haber escrito. Para mí la literatura está relacionada muy eminentemente con el placer, no entiendo la figura del escritor torturado, me parece una especie de triste adolescentada. El universo es un lugar muy rico, si te tortura escribir hay otras cosas para hacer [ríe]. También como lector busco placer, aunque no es lo único. Busco la articulación de cierta verdad, una sofisticación formal, una dimensión ética, emoción…Pero si no hay placer, I’m out, no tengo interés. Pero dentro de todo el proyecto creo que fue la primera parte la que más disfruté.

Muchos lectores me han dicho lo mismo.

Lo celebro, porque hay gente a la que no le gustó. Lo entiendo porque es una voz un tanto decadente, obsoleta… Si no es lo tuyo no es lo tuyo, pero es muy lo mío. Y es un tipo de literatura que me gusta leer y supuso una gran felicidad encontrar una excusa, que es este relato enmarcado, para escribir en este tono un tanto deprimido pero por el que siento un gran afecto. 

Ha citado en alguna ocasión a Henry James para hablar del estilo de esa primera parte. También es inevitable pensar en Fitzgerald, aunque sin esa fascinación y admiración por el mundo de los ricos.

No me gusta nada Fitzgerald. Solo veo una coincidencia, en cierta medida, temática. Y lo que mencionas de la ausencia de fascinación por los ricos es una gran diferencia. Creo que Fitzgerald siempre aspiró a pertenecer a ese mundo. Le deslumbraba y para mí es un mundo muy problemático y preferiría que no existiera. Creo que ese matiz que destacas es una diferencia ética muy importante. Sentí en gran medida que estaba escribiendo ese libro en contra de este tipo de percepción embelesada, estetizante y fetichizada de la riqueza.

Uno de los protagonistas omnipresentes en Fortuna es el dinero. ¿Por qué en EEUU hay tantos libros sobre ricos y tan pocos sobre el dinero?

Es una pregunta que me sigo haciendo y creo que tiene que ver con dos factores. Uno es una cultura puritana calvinista en torno al dinero, que por un lado le da un cariz trascendental y una dimensión casi mística. Pero por otro lado viene con una especie de pudor, de austeridad puritana. Esa contradicción me parece muy interesante y muy específica de la cultura norteamericana. Ahora ya cambió [ríe], pero los ricos de antaño jamás hacían ostentación de su riqueza, se veía como una obscenidad. 

Para mí la literatura está relacionada muy eminentemente con el placer.

El otro factor tiene que ver con la naturaleza de la retórica en torno al dinero. Creo que es de una opacidad intencional, que hace que no queramos inmiscuirnos en esos temas. Basta con leer tu propio resumen de tu tarjeta de crédito, es un documento que da pudor. Es un tema al que pocos se quieren acercar porque el género discursivo del dinero es de una fealdad y de una opacidad notables.

Tanto su primer libro como el segundo abordan dos mitos fundacionales de EEUU: el western y el capitalismo de los años 20. Desde un punto de vista europeo son prácticamente dos estereotipos.

Me interesa mucho la literatura estadounidense y soy un lector dedicado de esa tradición. Me gusta interpelar o interrogar lo que yo siento que son puntos ciegos en esa tradición. Hace un momento me preguntabas por qué no hay novelas sobre el dinero. Cuando lo pensé dije “Ah, esto es algo que permanece irresuelto en esta tradición”. Y hay lugar para mí para inventar algo sin tener que rendir pleitesías a un canon que exista sobre ese tema. 

¿Con el western pasó algo similar?

Debería haberse constituido como el gran género norteamericano y no pasó, siempre fue relegado a los márgenes. Una vez más, había algo raro en esa tradición que me permitía jugar con ciertos estereotipos, con ciertos clichés, ciertos mitos y lugares comunes… todas estas cosas me interesan, son materiales muy ricos para mí. Así que en ese sentido no hay nada accidental, porque es el modo en el que pienso en la literatura. Lo accidental es que hayan sido dos novelas que de algún modo funcionan en cierta continuidad histórica, esto si que te puedo prometer que no me lo propuse.

En ambos libros está también muy presente la soledad. Sobre todo A lo Lejos pero también en dos de los principales personajes de Fortuna: Andrew Bevel y Mildred. 

Es algo que me encuentro revisitando en casi todo lo que escribo, no sé muy bien por qué, pero es algo que me permite escribir. Trato de no examinarlo demasiado, pero es algo que me atrae. Me gustan los personajes que están como desencajados, dentro de sí mismos y respecto a sus circunstancias.

¿Su infancia tuvo algo de esto?

Tal vez. No pienso en mi mismo como un escritor biográfico o testimonial. No me interesa la autoficción tampoco. Hay novelistas por los que siento una gran admiración que lo hacen brillantemente, pero no es algo que a mí me interese escribir. Me interesa más la literatura que está hecha con más literatura y que, de algún modo, está en conversación con ciertas pulsiones de la tradición que a mi me interesa. Trato de no fetichizar mi propia experiencia. Por supuesto que alguien escribe desde quien uno es y desde su pasado, esto es ineludible, pero no es algo que me interese por ahora. Tal vez en diez años me arrepiento de todo lo que estoy diciendo y saco unas memorias. Pero el escritor que soy hoy no está interesado en compartir detalles biográficos. 

¿Qué se considera usted? ¿Argentino? ¿Sueco? ¿Americano?

Esta es una gran preocupación para todos los demás excepto para mí. No es algo que me preocupe demasiado. Tal vez lo que me defina es que tengo un acento mayor o menor y hay algo como que está un poco desencajado en cualquier idioma que hable oralmente. No me lo parece por escrito… Si me preguntas por mi nacionalidad, te diría que soy una persona con acentos. 

¿Por qué acabó eligiendo el inglés como vehículo para su literatura? 

No me lo pregunté, no me lo pregunto. Pero hubo un momento en mi vida en que mi amor por la lengua inglesa hizo que me mudara a Inglaterra para poder vivir en inglés. Después me fui a EEUU. En total hará unos 28 años que vivo en países de habla inglesa. Eso fue muy consciente, no accidental. Accidental fue nacer en un país de habla hispana. Y obviamente que le tengo un afecto inmenso a la lengua española. Hay toda una tradición literaria que a mi me ha marcado muchísimo.

¿Por ejemplo?

Uno de los libros con los que pienso en mayor frecuencia es El Quijote. Creo que Fortuna tiene, muy obviamente, una deuda con El Quijote: los relatos dentro de los relatos, los personajes que aparecen leyéndose a sí mismos… En A lo lejos tenemos a un personaje alto y desgarbado que va por un desierto con un burro… Borges es también una gran influencia: mi primer libro va sobre él. No pienso que haya abandonado a la lengua castellana para nada. Es una presencia muy fuerte y es la lengua de mi familia, es muy importante. Pero mi hogar literario es sin duda el inglés. 

Hay un vídeo de Borges en el que dice que el inglés es un idioma mucho más rico, al ser una lengua germánica y latina…

Sé cuál es…  Con el amor y el respeto y la admiración cósmica que siento por Borges, eso me parece una estupidez colosal. No creo que haya una lengua más rica que otra, no creo en las jerarquías lingüísticas. Pensar en cierta superioridad lingüística creo que conduce necesariamente al ultranacionalismo y a consecuencias más tristes.

¿Cómo está siendo la adaptación al formato audiovisual de una novela tan peculiar como Fortuna?

Soy uno de los productores, así que estoy muy involucrado. No es fácil trasladarlo pero todas las personas que están trabajando en ello son brillantes y en algunos casos geniales. Y uso el término con absoluta responsabilidad y seriedad. Yo no estoy escribiendo el guion, pero participé con el director y el guionista, también ayudé a diseñar el armazón general de la serie. No veo la hora de ver los resultados. Creo que va a ser maravilloso.