“Si me llegan a decir hace 10 o 15 años que hoy en día habría una inteligencia artificial que podría replicar una obra de arte tal y como las que hacía Van Gogh, no me lo habría creído”, comentaba el pasado 15 de junio el científico e investigador Ricard Solé, en una ponencia en Barcelona durante el Simposio de Arte Electrónico ISEA 2022, en la que reflexionaba sobre ciencia, arte y evolución e invitaba a la audiencia a pensar sobre “los juegos de lo posible”. Solé hacía en su ponencia un paralelismo constante entre el funcionamiento real del cerebro y las formas en que se tratan de diseñar los algoritmos actuales y los sistemas de Inteligencia Artificial, siempre intentando emular al primero.
Lo que pasa con la Inteligencia Artificial es parecido al famoso meme “Cuando lo pides en Aliexpress vs Cuando te llega a casa”. Entre el diseño original y los inescrutables caminos de los usuarios que popularizan las herramientas siempre hay un mundo. Y estos días vemos como lo que probablemente naciera como un experimento para intentar probar los mecanismos con el objetivo de generar imágenes artificialmente con fines académicos o investigadores, ha terminado por ser el nuevo juguete digital de moda que ha servido para poblar las redes sociales de memes e imágenes surrealistas.
Un Pikachu que parece un carlino o Darth Vader tomando el té con Pingu. Estas imágenes han sido creada artificialmente usando DALL-E Mini: una inteligencia artificial capaz de generar imágenes a partir de lo que escribimos en ella y usando como base de datos millones de imágenes que ya hay publicadas en internet. Esto ya plantea ciertos debates de partida: ¿cómo se podría reconocer e incluso remunerar las imágenes que usan aplicaciones como esta como base para generar sus creaciones? ¿Cuáles son los límites en términos de propiedad intelectual de este tipo de imágenes? ¿Cómo reclamarle derechos de autor a una máquina? De momento surgen muchas preguntas.
El algoritmo original fue escrito por el programador Boris Dayma, quien desarrolló una aplicación como parte de una competición organizada por Google en julio de 2021. El lenguaje de dicha aplicación está disponible en GitHub (un repositorio de software libre) y Google ha generado su propia versión. DALLE-2 en la que está experimentando con un grupo cerrado de usuarios la generación de imágenes de alta calidad. DALL-E Mini es algo así como la versión low cost de DALLE-2.
Josh Nicholas, el periodista especializado en datos de The Guardian, explicaba hace unos días el funcionamiento del algoritmo: “Lo que estamos viendo son redes neuronales (algoritmos que supuestamente imitan cómo las neuronas se envían señales unas a otras) entrenadas para generar imágenes a partir de un texto. Básicamente implica un montón de matemáticas”. Matemáticas que devienen en arte. De hecho, Nicholas iba más allá y decía: “La razón por la que estamos oyendo mucho hablar sobre AI Art (arte basado en Inteligencia Artificial) es por la habilidad de crear imágenes a partir de ideas que nadie ha expresado antes”. Y es por eso que este 'juguete' resulta tremendamente sugerente para las mentes creativas.
La “Jungla de Cristal como película de Semana Santa”, “coches de choque en Tiananmén” o “la película Crash de David Cronenberg representada en bicicletas” son algunas de las búsquedas que ha probado y compartido el cineasta Nacho Vigalondo estos días en Twitter. A cada búsqueda que le proponemos, DALL-E Mini devuelve secuencias de nueve imágenes con evidentes dosis de imperfección. Sin embargo, las redes parecen haber obviado dicha imperfección para abrazar y celebrar las locas asociaciones que proponen los usuarios. De hecho, detrás de dicha imperfección hay dos corrientes estéticas que parecen haber confluido y que no son recientes en internet: las cursed images y el shitposting.
“Imágenes malditas” podría ser la traducción de este tipo de imágenes. Esta cuenta de Twitter, por ejemplo, estuvo activa durante solo seis meses, pero consiguió más de 150.000 seguidores. Provenía, a su vezç, de una cuenta de Tumblr que se dedicaba a publicar “imágenes o fotografías que pueden ser inquietantes para el espectador, por la mala calidad de las mismas o por su naturaleza anormal e ilógica” (tal y como define Know your meme, la enciclopedia de la cultura memética). Y, desde luego, la imagen de “un televisor incrustado en una vaca con la cara de Sadam Husein” bien podría ser una sugerencia creativa para DALL-E hoy.
Un usuario comentaba hace unos días: “DALL-E es la epítome del shitpost y lo amo”. El shitposting (que podría ser traducido como 'publicación de mierda') podría ser otra fuente estética de la que parece beber el tipo de imágenes que generan estas inteligencias artificiales. Se entiende el shitposting como una forma de referirse a un contenido que se publica de forma intencional sin cuidar en exceso los filtros editoriales. Es una tendencia muy vinculada a la ironía, al sarcasmo e incluso a la cultura trol, que busca generar humor a partir de contenidos donde el aspecto visual es pretendidamente cutre. Abundan en este tipo de contenidos diseños gráficos que se alejan del canon de belleza y que juegan con esa imperfección como parte de su estilo.
DALL-E se suma a una tendencia en la que cada vez surgen más proyectos de algoritmos o programas que incorporan sistemas de inteligencia artificial para refinar la generación de imágenes. Es el caso de Midjourney. Una herramienta a la que de momeneto solamente se puede acceder por invitación pero que tiene un funcionamiento muy parecido a DALL-E solo que ofrece resultados aparentemente algo más elaborados. El proceso de creación de imágenes es muy parecido: escribir un texto y esperar a que el bot nos devuelva la imagen. A partir de ahí, las imágenes creadas pueden ser modificadas por otros usuarios en lo que son consideradas variaciones. Algunos de los resultados son tan sugerentes que han llevado a algunas personas a plantearse el futuro de la creación artística.
“Tengo una sensación inquietante sobre todo el arte generado por Inteligencia Artificial porque creo que devorará la sostenibilidad económica de los ilustradores. No porque el arte sea reemplazado por la IA en su totalidad, sino porque será mucho más barato y lo suficientemente bueno como para la mayoría de personas y empresas. Parece como si los artistas digitales se fueran a desvanecer lentamente en la oscuridad, limitados a proyectos independientes y artísticos”, comentaba la ilustradora Freya Holmér en Twitter. Sin embargo, por cada tecnología que surge y parece amenazar los usos y costumbres de una determinada profesión o disciplina creativa, surgen nuevas y creativas maneras de usarla.
“Decenas de mujeres madrileñas posan con sus cápsulas de café usadas antes de su reciclaje”, “gemelos empatan a piedra papel o tijera eternamente”, “foto policial de la abuela que se te cuela en cualquier cola imaginable”, “pareja comprobando la cuenta en la Tagliatella” o “fotos de 1980 de una moda masculina que nunca existió” son algunos de los textos que acompañan la cuenta AItraditionsofspain (Tradiciones de Inteligencia Artificial de España), un experimento artístico de Christian Flores que utiliza la inteligencia artificial para juguetear con un costumbrismo made in Spain de ciencia ficción hiperrealista.
La cuenta desvela algo que está presente en las búsquedas de Vigalondo: los algoritmos van avanzando rápidamente y mostrando imágenes que incluso hacen dudar a los científicos y a las personas que se dedican profesionalmente a un sector creativo. Pero lo realmente fascinante no está exclusivamente en la capacidad de la máquina para emular el arte humano, sino en la creatividad de quien es capaz de poner dicha tecnología al servicio de ideas desconocidas e inexploradas.
Al igual que el Photoshop no acabó con el pintor, es muy probable que la IA no acabe con los artistas digitales. Pero sí los desplaza hacia otros lugares y nos ofrece un paisaje digital cada vez más complejo. Divertido. Y adictivo, tal y como decía Félix Guattari sobre los mecanismos de producción de subjetividad maquínica “todo lo que contribuye a proporcionar el sentimiento de pertenecer a algo, de estar en alguna parte; y también al sentimiento de olvidarse”.