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El imán de la realeza

22 de octubre de 2022 01:27 h

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Sólo La Emperatriz, se mantuvo en lo más alto de la lista de series de habla no inglesa con 59.43 millones de horas vistas, durante la última semana. Para el mexicano de León residente en la Argentina, coautor del libro Máxima, la construcción de una reina, “el interés se relaciona con el misterio que existe detrás de la pompa del palacio. No saber qué pasa tras esas rejas, cómo vive, piensa y come esa gente ‘importante’ provoca un enorme magnetismo”. 

“El 40 por ciento de los países más ricos del mundo tiene un sistema de gobierno monárquico.” Vemos en los medios el evento público, algún festejo nacional, una boda o un funeral, la existencia de reyes y princesas puertas afuera. Pero la realidad interna la desconocemos. Las monarquías son familias con hijos, problemas, alegrías, luces y sombras, y esa parte no se muestra tan fácilmente, Lo que exhiben son actos de empatía, que unen a los monarcas con sus pueblos. Una reina Sofia llorando luego del atentando en Atocha puede ser, por ejemplo, pero en general sólo muestran sus gestos de bienestar, nunca un enojo. Entonces, las películas y series amplían el campo de atracción porque muestran el otro lado, lo que los monarcas quieren ocultar“.

The Crown, la serie sobre cómo Isabel de Inglaterra atravesó la historia del siglo veinte y parte del actual, fue un suceso que tuvo sus picos de audiencia tras la muerte de la reina y hoy se prepara una nueva – la quinta- temporada. Estuvo protagonizada por Claire Foy y Olivia Colman, en el papel de la reina joven y mayor y llegó a superar por momentos el ráting de Lupin y Stranger Things, número 1 y 2 en su momento.

El reciente estreno de La Emperatriz (interpretada por Devrim Lingnau) parece destinado a convertirse en un nuevo fenómeno entre los espectadores de las plataformas. Se trata de un drama histórico alemán sobre la vida de Isabel de Austria, aquella Sissi que los espectadores mayores pudieron ver como películas en la televisión de los años 50. Varias veces comparada con la Diana de Gales, Isabel fue suprema en el imperio austro-húngaro. En la última semana se mantuvo en lo más alto de la lista de TV de habla no inglesa con 59.43 millones de horas vistas.

Para Vera Calderón, nacido en 1977, “The Crown estuvo muy bien narrada, con un vestuario fantástico y explicó con claridad la posición del monarca, el equilibrio entre la corona y el parlamento, más el aderezo de la vida mundana. En cambio, La Emperatriz no me parece gran cosa, está en alemán y eso te aleja. Además, hay estampados en el vestuario que no estuvieron de moda en ese momento. Son errores que también encontré en la María Antonieta, de Sofía Coppola”.

La supuesta buena vida de los ricos -y las monarquías no sólo lo son, sino que sus títulos muchas veces comprados han sido producto de conquistas de tierras y de mujeres- es una garantía imaginaria de que todos podemos tenerla. Aunque sea durante un tiempo, como ilusión de un acceso posible. 

Las series y las películas, en cambio, exhiben la cara oculta de la moneda. Lo mismo ocurre con los libros de investigación. Para el periodista hay dos tipos de producciones: “el cuento de hadas, amable, adorativo, simpático, por un lado, y la exploración documentada, que estudia los hechos y circunstancias, por otro. La historia brillante, que sólo quiere agradar, puede surgir por encargo de las casas reales cuando contratan autores, como al parecer lo hizo Máxima de Holanda. Se escribió una biografía supuestamente no autorizada y después salió a la luz que fue ella quien puso en funcionamiento la maquinaria del palacio para abrir su agenda a los autores, autorizar a cierta gente a hablar, delegar en el embajador de la Argentina que contaran con un auto oficial para ir a hacer las entrevistas. Luego, lo promocionaron como un libro independiente, pero Máxima metió mano, seguro que lo leyó, lo editó y contribuyó para que fuera el cuento de hadas de una niña bien que se convirtió en reina. Nuestro libro, el que escribimos con Paula Galloni, fue lo opuesto y cuando se enteraron de que lo estábamos haciendo pegaron el grito en el cielo porque nunca se imaginaron que del otro lado del Atlántico dos periodistas iban a investigar de verdad”. 

“Nosotros no emitimos ningún juicio de valor, trabajamos con fuentes muy cercanas y contamos la vida real de Máxima, quien fue hija natural hasta que se sancionó la ley de divorcio. Porque su padre (Jorge Zorreguieta, secretario de Agricultura de la última dictadura) se metió con la niñera de sus hermanastras mayores, la que sería madre de Máxima, María del Carmen Cerrutti. Marta López Gil, la primera esposa, estuvo dolida, aunque Jorge tenía más que perder, porque la terrateniente que le abrió el mundo rural, agropecuario, fue ella”, asegura el investigador.

Vera Calderón siempre fue público y lector del tema. “Mi abuela se entusiasmaba con las Vanidades, se fascinaba con la prensa del corazón. Estaba suscripta a publicaciones francesas como Point de Vue que le llegaban atrasadísimas, leía novelas sobre reinas y yo crecí escuchando las anécdotas que me contaba. También miraba la película Sissi emperatriz, con Romy Schneider. Ella me hizo lector de la prensa rosa, aunque estudié ciencia política e hice un máster en periodismo. Parecería que no hay relación con mi trabajo y, sin embargo, mi formación académica me permitió aprender las formas de gobierno y cómo los reyes marcan eras, épocas, ideas políticas. Hasta no hace tanto tiempo, ellos eran los amos y señores de todo”.

Los reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia, Farah de Irán, los príncipes Jorge Federico y Sofía de Prusia, la princesa Gloria von Thurn und Taxis, los príncipes Joaquín y Marie de Dinamarca, y los príncipes Alejandro y Gisela de Sajonia-Gessaphe fueron algunos de los entrevistados del comunicador. También fue coautor del libro Mi vida con Christina Onassis, en 2014. Vera Calderón estudió en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, donde obtuvo la licenciatura en Relaciones Internacionales. En 2003 recibió el grado de maestría en Estudios Latinoamericanos en la Edmund A. Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown. Escribe para diversos medios de Estados Unidos y Europa y tiene apariciones periódicas en radio y televisión. 

Tal vez, si en el Congreso de Tucumán de 1816, hubiera triunfado la monarquía constitucional encabezada por un rey Inca que propuso Manuel Belgrano, la Argentina tendría sus propias películas y series de realeza criolla. Pero esa es una fantasía contrafáctica. Lo que nos recuerda Vera Calderón es que uno de los personajes que aparece en La Emperatriz, Maximiliano, “fue emperador de México, aunque no se parece en nada al que yo estudié. Se trata del hermano de José, casado con Carlota de Bélgica, hija de Leopoldo I de Bélgica y prima a su vez de Alberto, el marido de Victoria de Inglaterra”.

¿Es sencillo acceder a las fuentes monárquicas?

Depende. En Suecia son muy abiertos y respetuosos con la prensa. No te piden un cuestionario previo ni provocan situaciones incómodas. Para ellos el periodismo es sagrado, algo que me sorprendió y me encantó. Consideran que nuestra función es preguntar. Nada que ver con la casa real de Holanda que no te facilita nada. Recuerdo que tuve tantas trabas que le dije a mi editora que sacáramos una solicitada, finalmente aflojaron. Los reyes viven del erario público, la institución debe servir a su pueblo, está sujeta a la demanda de información y a la crítica. Tienen privilegios a veces anacrónicos, en algunas cosas funcionan muy bien y en otras son bastante antidemocráticos. 

¿Le hubiera gustado pertenecer a la nobleza?

Nací y crecí en una república, un país donde hubo un saqueo, un genocidio por parte de la conquista que llegó en nombre de la realeza. Así que no, prefiero no pertenecer. Estar cerca de esos personajes implica la oportunidad de conocerlos y contar su mundo de primera mano, pero hay cosas que no me gustan, como cuando en Tailandia todos se tiran al piso frente al Rey, algo que también ocurría en las monarquías del Golfo Pérsico, en Medio Oriente. Lo que hay que destacar en algunos casos es que los reyes funcionan como árbitros de temas difíciles de resolver por la política o traen a debate otros que no dan votos. Las alarmas frente al abuso sexual de niños en Suecia estaban muy extendidas, pero fue la reina Silvia y su hija Magdalena quienes impulsaron la ley sobre el tema. Lo mismo hicieron al ocuparse del cuidado de la vejez abandonada. ¿A qué laboratorio le interesaría investigar sobre Alzheimer? Es algo que no da plata y Sofía de España lo impulsó. Máxima está ajena a esas causas, todo lo que hace es como amante del dinero y si da créditos es cobrando tasas muy altas. La familia real es dueña del mayor banco de Holanda.

LH

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