Curoseando en la sección de autoayuda de una librería neoyorquina me topé con un libro titulado All About Me [Todo sobre mí]. Por dentro estaba casi todo en blanco. Cada página ofrecía al lector apenas una o dos preguntas sobre las cosas que le gustaban o le desagradaban, los recuerdos que tenía, sus planes para el futuro. Nada más.
Los espacios en blanco del libro en cuestión ilustran perfectamente la ideología dominante en el mundo desarrollado: cada individuo es el amo máximo de su propia vida, libre para definir cada detalle. En la actual sociedad de consumo no solo se nos pide que elijamos entre distintos productos, sino que se nos insta a ver toda nuestra vida como una gran síntesis de nuestras decisiones y elecciones.
Para dar un ejemplo, durante un viaje corto en tren, me vi llevada a recordar varias veces que soy libre para hacer lo que quiera con mi vida. La propaganda de una universidad me alentaba: “Sé lo que quieras ser”. Una marca de cerveza me urgía: “Sé tú misma”. Una empresa de viajes me exhortaba: “La vida… resérvala ya”. En la portada de Cosmopolitan pude leer: “Conviértete en ti misma… ¡pero en tu mejor versión!”. En un momento, usé un cajero automático del Chase Manhattan, cuya pantalla me dijo: “Your choice. Your Chase”. Lo mismo ocurre en los países poscomunistas, allí también la publicidad nos insta a vivir todo el tiempo decidiendo qué tipo de vida queremos vivir. En Eslovenia, una marca de lencería puso una serie de afiches inmensos con la pregunta: “¿Qué mujer vas a ser hoy?”. La filial búlgara de una empresa de telefonía móvil recurrió al slogan “Es tu voz”, mientras que su contraparte croata optó por el mantra “Sé tú misma”.
Convertirse en una misma no asoma como una tarea sencilla. Una fugaz hojeada a las listas de best-sellers nos permitirá ver que la gente gasta muchísimo tiempo y dinero en aprender a convertirse en sí misma. Títulos como Cambie sus pensamientos, cambie su vida, Tú: el manual de instrucciones, Ahora, descubra sus fortalezas o Reconstruye tu vida buscan ofrecer, uno tras otro, nuevas estrategias para la redefinición total de la propia vida. Los portales web de astrología promocionan un acercamiento a tu “verdadero yo”, los anuncios televisivos llaman a una renovación completa de tu apariencia, y no falta nunca, en cada área de la vida pública y privada, la oferta de un servicio de coaching para alcanzar el estilo de vida ideal.
Todas estas son ofertas, sin embargo, que no necesariamente traerán contento. Más bien al contrario, su efecto tiende a incrementar la angustia y la inseguridad.
Jennifer Niesslein, editora de una revista, se propuso tratar de resolver todos los problemas de su vida valiéndose exclusivamente de los consejos para encontrar la plenitud y la felicidad disponibles en un buen surtido de libros de autoayuda. El resultado, su libro Practically Perfect in Every Way [Casi perfecta en todos los sentidos], narra el proceso que la condujo —tras dos años asimilando consejos para bajar de peso, ordenar la casa, ser una mejor madre o una mejor pareja y llevar su existencia a un plano de total serenidad— a padecer de graves ataques de pánico. La lectura de esos libros, en vez de traerle contento, se lo arrebató. Aquellas guías para la autorrealización no solo le consumían todo su tiempo, sino que le fijaban objetivos —tener la cocina impecable, preparar tres platos caseros al día, adquirir más y mejores herramientas para comunicarse con los demás— que, una vez logrados, no reportaban el placer prometido. Incluso el peso que había llegado a perder por medio de un ejercicio físico riguroso acabó retornando en pocos meses. Al final de ese proceso, Niesslein llegó a una conclusión de por qué las personas prefieren hacer caso a ese tipo de libros antes que plantearse un cambio por sí mismas y en sus propios términos: “Hijos, trabajo, pareja… son tantas las responsabilidades a asumir en lo individual que, cuando se abre la posibilidad de que otro nos diga qué es lo que hay que hacer, la sensación es de alivio.
¿Por qué sucede entonces que, en el mundo desarrollado, la apertura individual a un mayor número de elecciones conlleva, en vez de una satisfacción por una supuesta vida más personalizada y ajustada de acuerdo con nuestras preferencias, un sentimiento cada vez más grande de angustia y hasta de culpa e inadecuación? ¿Y cómo es que, para aliviar esa angustia, las personas aceptamos seguir los diversos consejos de horóscopos y especialistas en marketing o los consejos de belleza de los fabricantes de cosméticos, nos dejamos guiar por los pronósticos de consultores económicos y, en nuestras relaciones, por los libros de autoayuda? Dado que cada vez más gente hace caso a todos estos “expertos” que supuestamente piensan en nuestro bienestar, parecería ser que, en el fondo, lo que estamos reclamando es que nos quiten cuanto antes la carga de tener que elegir.
Es bastante común que las personas caigan en un círculo vicioso cuando van en busca de expertos que les mejoren la vida. Algunos psicoanalistas, por ejemplo, han observado un peculiar comportamiento obsesivo entre los seguidores y las seguidoras de un sitio web de autoayuda llamado flylady.com (donde el acrónimo fly corresponde a Finally Loving Yourself [Por fin amarte a ti misma]), que insta a su público a llevar un minucioso registro de actividades diarias y a seguir de cerca los consejos que allí se dan para poner en orden el espacio doméstico, el cuerpo, las emociones y las relaciones. Muchos seguidores de ese sitio podían dedicar parte de su sesión de psicoanálisis a quejarse por la sensación de continuo fracaso que les generaba no cumplir con las tareas fijadas y, junto con ello, el desconsuelo de ver cómo crecía la lista de tareas pendientes. Había incluso quienes se comportaban como sitoda su vida fuera un listado de tareas que cumplir: conseguir cierto puesto de trabajo, perder tantos kilos, casarse a tal edad, tener hijos en tal momento, conseguir la casa “perfecta”. Y aun así, quejarse de su inadecuación, por más autoimpuesta que fuera, parecía brindarles a estaspersonas un cierto placer particular.
Estas formas de autotortura se llevan muy bien con la tendencia a estar siempre persiguiendo nuevas formas de disfrute. La ideología capitalista postindustrial suele presentar al individuo como alguien cuyo disfrute no tiene límites, todo el tiempo dispuesto a traspasar las fronteras del placer a fin de satisfacer la expansión constante de sus deseos. Pero, paradójicamente, es mucha la gente que no encuentra satisfacción en una sociedad que aparenta no tener límites, y es mucha la gente que se inclina, en cambio, hacia la autodestrucción. El consumismo sin restricciones tiende a poner a los individuos en un severo riesgo de consumirse a sí mismos: las adicciones, autolesiones y fenómenos como la bulimia y la anorexia son apenas los ejemplos más obvios.