Un matrimonio se derrumba en silencio. Lo que se ve a simple vista son vestigios de una explosión que sucedió hace mucho, como con las estrellas. Estas señales están desparramadas por la casa. Lo que hace la escritora y poeta Marina Mariasch en su libro El Matrimonio (reedición de Ed. Emecé/Planeta) es un inventario de esas esquirlas. En esta novela sobre el fin de la pareja, el esposo y la esposa desarrollan su vida en una aparente calma mientras bajo la superficie un magma recalienta todo lo que tocan. Prendas en el lavarropas, el café, las migas de pan. Y los hijos que tintinean en el hogar. La narración plantea un movimiento permanente, parecido a las impactantes producciones de realidad aumentada.
–¿Se puede leer tu libro como una crónica poética?
–Estoy de acuerdo, quizás fue más una limitación mía a la narración que una intencionalidad. Yo vengo de la poesía como si fuera un país o una isla o un planeta y me interesa mucho el trabajo con el lenguaje, con el sentido, con la metáfora, la elipsis, el sentido connotativo. Todas cualidades propias del lenguaje poético y en ese sentido me interesaba escribir así. Y transmitir más un clima o una especie de atmósfera, que una acción. En este matrimonio pasan cosas, pero también hay un tono más ensayístico en torno a pensar qué es el matrimonio.
–¿Y para el tono ensayístico te nutriste de otras lecturas?
–Leí todo lo que pude. Quería tratar de desentrañar qué es lo que conforma y qué es lo que hace que un matrimonio se vea inscripto en esa maquinaria de producción capitalista de nuestras sociedades actuales. Traté de encontrar eso, más allá de lo teórico, en las cosas más pequeñas como las migas en el mantel o la ropa sucia. ¿Dónde está todo eso?
Las ochenta páginas del libro se recorren así, al ritmo cotidiano de una vida en común que se despedaza. La descomposición del amor se da en grageas a través de la rutina pesada, las liturgias domésticas donde todavía hay amor, el deseo que aún circula por los pasillos de la casa. Mariasch mete todo en el tambor de su lavarropas. El electrodoméstico que hace desaparecer la vida misma de los pliegues de las telas. La convivencia tan temida se esfuma mientras la autora, que elige una confortable tercera persona para narrar, mira el ulular del centrifugado.
–¿Cómo transformaste en literatura tu experiencia personal con la ruptura de tu matrimonio?
–Creo que para escribir es muy rico usar los materiales de la propia experiencia incluso cuando uno escribe la ficción más pura, hay algo de esa subjetividad que atraviesa el texto y que es insoslayable. En aquél momento yo estaba en matrimonio y también estaba cursando una Maestría en Ciencias Sociales donde estudiaba las cuestiones desde ese punto de vista más antropológico. Eso me hizo pensar en ir tanteando qué es un matrimonio. Estar en crisis y tener la distancia para verlo desde afuera y entender que una está siendo presa de una institución. Estas cuestiones me llevaron a escribir. Pero es necesario poner distancia, para que no sea una escritura catártica, autobiográfica o terapéutica. Sino que se trata de imponer una distancia estética.
–¿Por qué hablas de “matrimonio” y no de pareja?
–Pese a las luchas feministas y de los organismos de derechos humanos, sigue habiendo algo muy celular con el matrimonio o la familia. Yo quería hacer foco en estos dos personajes que son el marido y la esposa por un lado, y por otro lado aparecen la pareja, el amor. Son cosas que se tocan pero no son exactamente lo mismo. También pensé mucho si era “el casamiento” o “el matrimonio”. En aquél momento (2011, primera edición) pensé que el casamiento tiene más que ver con el ritual, con la ceremonia. Es una parte más ficcional. Lo que viene después, la posta, lo que realmente constituye a esta institución es el día a día. La rutina.
–Eso está expresado en la tapa del libro. Donde estás vos vestida de novia de la mano de un conejo. La parodia.
–Es una foto que me hicieron para una nota de la desaparecida revista Los Inrockuptibles. Tiene parodia, tiene algo creepy, terrorífico.
–En un momento de la novela, preguntás ¿“es amor lo que siento”? Es desconcertante.
–La incertidumbre. Hay algo de la institución matrimonio y de su validación legal que supone cierta certidumbre. Cierta estabilidad. Pero como no hay nada garantizado en ningún ámbito de la vida, se cuelan también en el libro estos raptos de temor.
El Matrimonio fue editado inicialmente en 2011 y desde el año pasado, la editorial Emecé apostó a desarrollar un perfil de la autora a través de varias de sus obras. Salió en 2023 su última novela Efectos personales. Luego esta reedición y próximamente una nueva novela en etapa de escritura. El Matrimonio también fue editado en Chile a través de Libros de la Mujer Rota. Y tiene una traducción al italiano.
–¿Qué quedó después de que escribiste este libro tan personal?
–En aquél momento hubo buena recepción pero también hubo algunas opiniones que plantearon algunas disidencias sobre cómo abordo el rol de la mujer y el varón. Pero años después vino el estallido del feminismo en Argentina. Se puso en debate, por ejemplo, todas las tareas de cuidado en el matrimonio que recaen mayormente sobre la mujer. Y todo esto empezó a tener otro lugar. No estaba tan fuera de época. En el libro hay algo del adentro y del afuera, por ejemplo quién está más habilitado para estar en la arena pública y quién está más relegado al espacio doméstico, cosas que se empezaron a hablar con fuerza unos años después.
–También hay idealización en torno al matrimonio. Pero es cierto que se construye con lo que hay. Como se puede…
–Eso se aplica también a la literatura. Uno hace lo que puede con lo que tiene.
–¿En qué medida tu presente, tu actualidad, influye en tu literatura?
–Desde hace unos años enseño en la Universidad, en la UNA (Universidad Nacional de las Artes). Esto me ayudó a tener una lectura sistemática y más organizada. Me dio la posibilidad de estar más en contacto con la teoría. Eso te puede frenar o te puede ayudar a la hora de escribir. Yo creo que en gran medida me ayuda. Para mí la teoría sobre la poesía es muy habilitante. Me entusiasma.
–Vos participás en varios ámbitos del feminismo. Desde esa perspectiva ¿qué pensás del matrimonio?
–Tu pregunta me hace pensar en la relación entre feminismo y literatura. Si hay una manera feminista de hacer literatura o de hacer arte es corriéndose de lo preestablecido, de lo esperado. Corriéndose por el lado más de la forma, con una propuesta estética, en lugar de bajar línea. En la actualidad, yo celebro que exista la unión entre dos personas. Me parece que es algo maravilloso y extraño. Y muchas veces puede funcionar como un refugio o un amparo ante la hostilidad del mundo. Creo que es un trabajo importante sostener un matrimonio y admiro a las personas que lo pueden hacer.
Pronto saldrá Estamos unidas, su último trabajo, que completará la trilogía. Mientras, escribe una novela sobre el amor, de nuevo, donde aparecen por ejemplo el abandono sorpresivo y la relación con el otro “desubjetivado de una”, dice la autora.
VA/MG