“¡Que levante una mano quien queme a los maricones!”. La frase no es una salida de tono de un artista excéntrico o de un miembro de la ultraderecha. Es una arenga habitual hacia el público por parte de los DJ’s de reggae y dancehall que se puede escuchar en pleno 2021 en muchas fiestas en Jamaica o incluso en Nueva York, donde viven más de 300.000 migrantes llegados de esa isla caribeña.
Aunque para muchos la música jamaicana se vincule a ciertos clichés –la marihuana, el buen rollo, los hippies– tanto el reggae como su variante más bailable, el dancehall, arrastran un estigma homófobo desde hace décadas fruto de la cultura y la ley en Jamaica, donde las relaciones homosexuales entre hombres están prohibidas por el código penal y penadas con años de prisión.
Los homosexuales en Jamaica se enfrentan a diario a todo tipo de vejaciones, ataques físicos, amenazas de muerte e incluso asesinatos solo por su orientación sexual. Son varios los gays que directamente se han exiliado ante el temor por su seguridad. La revista Time definió en 2006 la isla como “el lugar más homófobo del planeta”. Una encuesta de 2013 de Human Rights Watch reveló que la mitad de los homosexuales de la isla han sufrido violencia física por su orientación sexual.
En un país donde la homofobia forma parte de la cultura popular, buena parte de sus cantantes tienen canciones en las que defienden abiertamente la violencia contra los homosexuales. La lista de artistas que han publicado letras homófobas es extensísima y muchos de ellos han ganado premios Grammy, colaboran con artistas occidentales y han sido cabeza de cartel en grandes festivales europeos.
La mayoría de ellos hace años que retiraron las canciones homófobas de sus repertorios para poder actuar en Europa, donde no suelen escucharse letras de este contenido ni en los conciertos ni en las fiestas del género. Algunos artistas incluso se retractaron públicamente y se pronunciaron contra el odio a los homosexuales. Los ataques homófobos, sin embargo, siguen siendo comunes en Jamaica y una parte significativa de los cantantes guarda silencio sobre la cuestión.
Pero esta semana algo cambió para siempre en Jamaica. Por primera vez, una cantante de reggae salió del armario y anunció que le gustan las mujeres. No es una artista cualquiera, sino Lila Iké, una de las voces más prometedoras y con más proyección internacional. “Soy Lila Iké, me gustan las mujeres y canto música reggae”, tuiteó el pasado lunes la cantante, de 27 años, convirtiéndose en trending topic en la isla caribeña.
En un país de apenas 2,9 millones de habitantes que ha influenciado buena parte de la música occidental actual (más allá del reggae y el dancehall, tanto el hip hop como el reggaeton tienen sus orígenes en Jamaica) lo que dicen o hacen sus cantantes suele marcar la agenda del país tanto en las conversaciones en la calle como en sus medios de comunicación.
“Cualquier cosa que diga un cantante en Jamaica tiene una influencia muy importante en la sociedad, especialmente sobre los jóvenes”, señala Hug Cunill, que durante más de 20 años ha programado conciertos de reggae en las principales ciudades españolas. “Los cantantes son una parte fundamental de la actividad mediática del país”, añade desde Kingston Pau Dangla, músico barcelonés afincado desde 2015 en Jamaica, donde colabora habitualmente con los principales artistas de reggae. “Una revelación de este tipo genera mucho ajetreo”.
En una serie de tuits, Lila Iké explicó que fue víctima de un chantaje. Le amenazaban con revelar fotografías íntimas que demostrarían su homosexualidad. También confesó haber sido violada. “Los hombres no han hecho sino romperme”, prosiguió en Twitter. “Igual que a mi madre y mi abuela”.
Apenas 48 horas después del anuncio de Lila Iké, otra reputada cantante jamaicana, Jada Kingdom, hacía pública su homosexualidad. Al día siguiente era Spice, la sensación actual del dancehall, quien anunciaba que en 2022 actuaría en el festival LGTBI+ de Toronto. En un paso adelante liderado por las mujeres jamaicanas, algunos de los cantantes masculinos más destacados de la actualidad –como Protoje o Jesse Royal– también mostraron públicamente su apoyo a las artistas que salieron del armario.
“El gesto de Lila Iké y el apoyo que ha recibido es importantísimo para cambiar las cosas en la isla”, analiza David Vilches, que durante 30 años fue el conductor del programa de radio de música jamaicana Soundsystem FM. “Puede contribuir a que la isla deje de ser un infierno para los homosexuales”.
Un cambio paulatino en la isla
Tanto Cunill como Dangla y Vilches describen un paulatino cambio cultural en Jamaica respecto a la visión de la homosexualidad. Desde 2015 se celebra una fiesta del orgullo gay en la isla que poco a poco ha ido reuniendo a más gente. En el plano cultural, el cambio viene liderado por una nueva hornada de artistas, la mayoría mujeres, que recibió una mayor educación que sus antecesores y dejó de ver la homosexualidad como un crimen.
“Artistas actuales como Lila Iké, Jah9 o Protoje tienen una diferencia respecto a la generación anterior”, señala Vilches. “Vienen de un contexto de clase media y han recibido cierta formación”. Dangla apunta a un motivo similar: “El hecho de que haya una hornada de artistas con orígenes más uptown, donde se concentra la gente más tolerante con este tema, ha propiciado que algunos artistas también sean más tolerantes”.
Vilches ha tratado con buena parte de los artistas jamaicanos que han recalado en Barcelona. Explica que la mayoría eran provenientes de un contexto muy marginal. “No es que justifique la homofobia de esta generación de cantantes, pero venían de realidades muy duras y de un contexto muy cerrado”.
Cunill también ha traído a artistas a la ciudad que habían cantado canciones homófobas en el pasado, aunque en el momento de actuar en Barcelona ya se habían retractado de ellas. En ocasiones algunos de los conciertos que programaba eran grabados íntegramente por los Mossos por orden de Fiscalía para vigilar que no se lanzaran mensajes homófobos, como ocurrió con el concierto de Beenie Man (ganador de un Grammy en 2001) en la sala Bikini en 2011.
Cunill también veía como grupos de defensa de los derechos LGTB se manifestaban delante de las salas donde programaba algunos de sus shows. “Me parece normal teniendo en cuenta algunas letras que habían cantado”, recuerda, “pero en Europa ya hace muchos años que estos artistas saben que no toleramos ciertos comportamientos”.
Este promotor de conciertos, que visitó la isla en varias ocasiones, compara la actitud respecto a la homosexualidad en Jamaica con la que se tenía en España a mediados del siglo pasado. “El cambio que llegó aquí hace 30 años está empezando a llegar allí”, apunta. “Pero es todavía muy incipiente”.
Señala las redes sociales como un factor decisivo para que los homosexuales jamaicanos hayan encontrado con quien hablar de su sexualidad y abandonen cierto ostracismo. “Hasta hace poco lo normal era que un gay no le explicase a nadie lo que pensaba por miedo a lo que le pudiera ocurrir”, apunta.
A nivel legislativo los homosexuales siguen siendo perseguidos, aunque ya ha habido voces en el país, como la alcaldesa de Kingston y exministra de justicia, Angela Brown-Burke, que participó en la celebración del orgullo gay en 2015 y defendió una reforma de la normativa.
Desde la capital de Jamaica, Dangla afirma que sin embargo a día de hoy la homofobia “sigue totalmente presente” en el país. “Se condena más la homosexualidad que la homofobia, que en muchos contextos es celebrada y defendida por figuras muy mediáticas”.
Dangla habla de una doble moral, influenciada por el “puritanismo de herencia cristiana” en una sociedad marcadamente religiosa. Mientras incluso el sexo oral está mal visto en la sociedad y es criticado abiertamente en las canciones de reggae y dancehall, muchos de los artistas lo practican en la vida privada.
“Con el tema de la homosexualidad pasa lo mismo”, apunta. “Los jamaicanos no es que piensen que sea un crimen, pero se encuentran defendiendo retóricas homófobas solo para quedar bien o encajar en la sociedad”.
Tras seis años viviendo en Jamaica, él también aprecia un cambio tan paulatino como insuficiente en la aceptación de la homosexualidad. “El cambio se está gestando”, señala. “Pero va todo muy lento. A día de hoy los gays siguen escondiéndose y llevando una doble vida”.