“Estamo' aquí, oye/ Que estamo' aquí”. Lo primero que reclama Residente, es un reconocimiento. Ser escuchado desde un sitio específico: “aquí”. Pero, ¿dónde queda exactamente ese territorio? Y otra pregunta: ¿a quién le habla René Pérez Joglar en “This is Not America”? Podría suponerse que a Donald “Gambino” Glover, el actor, director, cantante y autor de la omnipresente “This is America”. ¿O se dirige a Juan González, el asesor de Joe Biden en Asuntos Latinoamericanos? Quizá la furia del portorriqueño es, también, una despedida afectiva de ciertas experiencias de gobernanza que alguna vez lo entusiasmaron. Pero antes de diseccionarla y detenerse en aquello novedoso y audaz que despunta entre el cliché –musical y político-, vale la pena poner a su “This is America” en relación con una serie de objetos musicales y artísticos llamados igual.
Lo primero que viene a la memoria es una película sobre la Guerra Fría. The Falcon and the Snowmank se estrenó en 1985, durante el segundo mandato de Ronald Reagan. El filme de John Schlesinger se basa en un hecho real. Christopher Boyce, el hijo de un ex agente del FBI, obtiene un trabajo como contratista de defensa civil y, por azar, descubre espantado las operaciones secretas y desestabilizadoras de EE.UU. alrededor del mundo. Junto con un amigo drogón intentarán a modo de venganza vender información a unos espías soviéticos. No nos importan en este caso las peripecias del dúo sino la canción central de la película. “This Is Not America” fue el resultado de la colaboración del Pat Metheny Group con David Bowie. La letra parece hacerse eco del desengaño de Boyce: “Un pedacito tuyo/ La poca paz que tengo/ morirá (esto no es un milagro)”. El “sha la la” es acompañado por una constatación: “Esto no es America/ No florece nada en esta estación”.
El artista chileno Alfredo Jarr debió haber escuchado al Duque Blanco. En 1987 montó una instalación en Times Square, A Logo for America, que presentaba una imagen computarizada del mapa de Estados Unidos con la frase “This Is Not America”. Luego, la bandera de EE.UU. se acompañaba de un mismo razonamiento: “This is not America’s flag”. Jarr rechazaba la mirada etoncéntrica de la elite y buena parte de la cultura de masas de ese país. La esquina de Times Square se iluminó cada seis minutos y a lo largo de un mes para señalarlo. Toda revulsión tiene su precio. El Guggenheim compró la obra de Jaar y actualmente es parte de su patrimonio. A Logo for America volvió a Times Square en 2014. Sus destellos llegaron como información a Residente, que los ha incluido en la apertura de su video.
Dos años después de aquel retorno de la obra conceptual de Jarr al espacio público neoyorkino, Alan Friedman volvía a caminar por las calles de esa ciudad. Había regresado en 2016 a Estados Unidos tras décadas de desempeñarse como corresponsal extranjero en distintas ciudades europeas para The New York Times y The Financial Times, entre otros medios. Donald Trump se aprestaba a capturar la Casa Blanca. Friedman se encontró con un país tan desconocido como desgarrado por sus tensiones y atroces desigualdades. Su libro se llamó This is Not America y tuvo un fuerte impacto editorial. Mo Fanning, un astro del stand-up y ocasional escritor retrató la era Trump con el mismo título: Thisis (not) America: Short stories in the style of Black Mirror combinan el sarcasmo con el tono apocalíptico.
En 2018, Childish Gambino repite la misma operación de los casos precedentes, aunque con una salvedad: “This is America” sustrae el adverbio “Not”. La negatividad mayúscula pasa sin embargo por aquello lo que se afirma: “Esto es América/ que no te agarren haciendo algo mal”. La canción ha sido solamente visitada en Youtube más de 820 millones de veces (sí, han leído bien).
“El video de Glover parece decir que ser negro en Estados Unidos es ser en cualquier momento vulnerable a la alegría o a la destrucción. Cuando su personaje no está bailando, está matando”, señaló Doreen St. Félix en The New Yorker. “Glover nos obliga a revivir traumas públicos y apenas nos da un segundo para respirar antes de obligarnos a bailar”. La periodista lo comparó por su crudeza con Love is the Message, The Message is Death. del videoartista Arthur Jafa, quien había realizado un retrato descarnado acerca de la vida (y la muerte) de los afrodescendientes. “Ultralight Beam”, el góspel de fondo, de Kanye West, no hacía más que subrayar el espanto ante la avalancha de imágenes extraídas en parte de Youtube. Gambino, en cambio, es el maestro de ceremonias de un teatro del horror. “Eres solo un hombre de raza negra en este mundo/ solo un código de barras”, canta. El rapero iraquí I-NZ hizo suya la canción, con una enmienda significativa: se llama “This is Iraq” y realiza un inventario de lo que allí ocurrió después de 2003. “Míranos explotando/ nadie aparece/ nadie se hace cargo”, rapeó vestido como un preso en Guantánamo. El video fue visto por más de ocho millones de personas. Las razones I-NZ no fueron muy diferentes a las aludidas o expuestas por Gambino. “Hablamos de más de un millón de personas que murieron como consecuencia, directa o indirectamente, de la invasión liderada por Estados Unidos. Es ridículo que nadie haya sido juzgado en la Corte Penal Internacional hasta la fecha y no creo que eso vaya a suceder nunca”.
La idea de que, en rigor, existe un solo continente no necesariamente problematiza los intereses comunes. Tal vez todo lo contrario, puede estetizarlos, como ha sucedido en 2019 con el festival artístico que organizó en Miami el empresario argentino Alan Faena en 2019. “This is not America”, en ese caso, reivindica una totalidad diferente. “América somos todos, del sur al norte, y no nada más una América parcial”. Faena promovió la convergencia de performances, juegos interactivos, instalaciones inmersivas, talleres de discusión, coreografías para “poder expresarnos, que es lo que para nosotros es América: esta unión y esta colaboración mucho más grande que todo América”. Una instalación de neón del bahamés Tavares Strachan, You Belong Here, contextualizó a Miami como un puente entre América del Norte y América del Sur. Los objetos de bronce creados por la argentina Luna Paiva en A Matter of Time, trataron de reflexionar sobre los símbolos del Sueño Americano que se desvanecen. A Logo for America, de Jarr, navegó por la costa de Miami Beach en una cartelera LED gigante.
Entonces, ¿América, America o cualquier punto del mapa (quienes mejor comprendieron esas continuidades globales fueron Caetano Veloso y Gilberto Gil, en 1993, cuando, hablando de una represión policial en Bahía cantaron: “Piensa en Haití/ Ora por Haití/ Haití está aquí/ Haití no está aquí”)? Residente, el ganador de 27 Latin Grammy, conciencia desdichada que una parte del año reside en Los Ángeles, se “cabrea” por la primacía del gentilicio sin acento. “Es un tipo de colonización también mental y psicológica que lleva años. Como si de momento Alemania dijera que es Europa”. Cree que Gambino es un “genio”, pero deja demasiadas cosas afuera en “This is America”. Por eso considera a su “This is not America” como un artefacto “mucho más abarcador, y más fuerte”. Esa certeza se materializa en la canción, el espacio pedagógico para disputar el sentido con su contendiente imaginario: “Gambino, mi hermano, esto sí es América”.
La controversia sobre la nominación –si es que existe- tiene las mismas limitaciones que el uso del adjetivo demostrativo (“esto”) en el arte. Su ambigüedad ha quedado de manifiesto desde que René Magritte puso en crisis uno de los principios básicos de la pintura occidental con Ceci n'est pas une pipe. Foucault lo recuerda en su ensayo sobre el pintor: la pipa de Magritte no puede fumarse. El cuadro trazó la distancia entre las palabras y las cosas, entre lenguaje e imagen. Toda representación se separa de la realidad. Pero eso tal vez no le interese a Residente. Habría que escuchar y ver “This is not America” como una posible rescritura del “Latinoamérica” que había grabado en 2011, cuando todavía integraba Calle 13. Por entonces, el mapa regional se poblaba de gobiernos de corte progresista. La Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR) buscaba ejercer una autonomía relativa en las relaciones con Estados Unidos. “Soy América Latina/ Un pueblo sin piernas, pero que camina, ¡oye!”. En este caso, el imperativo coloquial parece tener un destinatario más claro. Además, se enuncia desde los precarios estudios de una radio boliviana que transmite en aymará desde un pueblito remoto. Con aires de chacarera se canta: “Tú no puedes comprar al viento/ Tú no puedes comprar al sol”. Un coro repite: “vamos caminando…vamos dibujando el camino”. No solo hay solo un “nosotros”, también, un horizonte. “Aquí se comparte, lo mío es tuyo”.
Once años más tarde, “This is not America” está teñida de amargura y mucho batuque (los tambores marcan el ritmo de los anhelos de una resistencia inorgánica). Habían pasado muchas cosas en el medio, entre ellas un cambio de ciclo político cuyos efectos no se han disipado. La dirección del video que se grabó en Tijuana le ha correspondido al francés Gregory Ohrel, quien alterna muy exitosas producciones musicales (desde Juanes a la cantante electrónica francesa Suzane) con las publicitarias (entre ellas las promociones de Samsung Galaxy A9 y el Citroen C3). A veces, la imagen se subordina al texto. En otras, sucede lo contrario: el poder simbólico recae en lo que se muestra. Todo comienza con la recuperación de la figura de la líder nacionalista puertorriqueña Lolita Lebrón. Como en 1954, se dispara en las inmediaciones del Congreso de Estados Unidos. La boricua purgó 24 años de prisión. De inmediato sigue otra escena carcelaria. Residente es un preso, seguramente de las autoridades migratorias norteamericanas. “Mírame, estamo' aquí”, dice, esposado. Los primeros minutos alternan tomas logradas (la madre migrante que, muro metálico mediante, da de mamar a su hijo, quien se encuentra del otro lado junto con el padre) con clichés y estereotipos. Coreografiar un estallido social con dos bailarines que parecen extraídos de un local turístico no contribuye demasiado a lograr una suerte de verosímil del incendio social (se asemeja más al encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección del que hablaba Lautréamont). El relato se pone más interesante cuando Residente establece un contrapunto entre las Américas y glosa el testimonio de la madre del rapero Tupac Shakur a un policía, cuando le preguntaron por el nombre de su hijo asesinado: “Tupac se llama Tupac por Túpac Amaru del Perú”. Lo que lo lleva a subrayar: “América no es solo USA, papá”. Las franco-afrocubanas Ibeyi, Naomi Díaz y Lisa-Kaind entran en acción con el estribillo: “No nos fuimo', no nos vamo'/ Aquí estamo' pa' que te recuerdes/ Si quieres mi machete, te muerde” (la dicción caribeña y la metonimia azucarera del machete que combate hasta con un drone se mezclan con iconografías zapatistas y del cristianismo popular). Ellas cantan entre cadáveres acumulados (me hicieron recordar a algunos recursos del director teatral y dramaturgo Emilio García Wehbi) y primeros planos de jóvenes con impactos de bala en la frente.
Y es cuando Residente retoma su protagonismo que se produce claramente el corte respecto de 2011. Si en la primera canción, la memoria era un eslabón del optimismo histórico (“La Operación Cóndor invadiendo mi nido/ Perdono, pero nunca olvido”), en“This is not America” se enumera sin jerarquía, conexión ni causalidades diferentes hechos: “Los paramilitares, la guerrilla/ Los hijos del conflicto, las pandillas/ Las listas negras, los falsos positivos/ Los periodistas asesinados, los desaparecidos/ Los narcogobiernos, todo lo que robaron/ Los que se manifiestan y los que se olvidaron”. Apenas toma aliento para proseguir: “Las persecuciones, los golpes de estado/ El país en quiebra, los exiliados, el peso devaluado/ El tráfico de droga, los cárteles/ Las invasiones, los emigrantes sin papeles/ Cinco presidentes en once días/ Disparo a quemarropa por parte de la policía/ Más de cien años de tortura/ La nova trova cantando en plena dictadura”. Denuncia y desencanto. Porque “Nova Trova”, es en rigor “Nueva Trova”. El portorriqueño, quien, siguiendo la huella de su compatriota, Roy Brown, había buscado una alianza con Silvio Rodríguez en la canción “Ojos color al sol”, fue uno de los pocos artistas latinoamericanos que repudió la criminalización de los cubanos que participaron del estallido social de julio pasado (hay 790 procesados, una parte de ellos fue condenada a penas de casi 30 años y esperan sentencias varios adolescentes). “Si no puedes rapear sobre lo que pasa en Cuba, eso es una dictadura”, le dijo hace dos semanas en Los Ángeles al habanero Ald2 El Aldeano. El otro detalle significativo se encamina en la misma dirección. El video alude a las protestas de los venezolanos contra el régimen de Nicolás Maduro. Un joven agita su bandera frente a un cordón policial. Sobre sus espaldas una mano hace con su dedo medio el gesto de “Fuck you” (el boricua traduce ahí la mirada del joven presidente chileno, Gabriel Boric sobre la experiencia bolivariana).
Gregory Ohrel eligió acompañar “This is not America” de otras imágenes que son más poderosas de lo que se rapea. Un niño indígena come hamburguesas sobre una montaña de cajitas felices. Otro bebe un jugo sentado sobre una pirámide de vasos que remedan a los de Starbucks. La Estatua de la Libertad es suplantada por un cacique originario y una pirámide maya se levanta sobre Manhattan para escenificar algunos de los temores del extinto politólogo neoyorkino, Samuel P. Huntington, sobre el inevitable “choque de civilizaciones”. Un sosía de Jair Bolsonaro come un “churrasco” mientras otro niño de una comunidad originaria de la Amazonía, promete una venganza sin contemplaciones (¿anhelo del fin de la hegemonía blanca y depredadora? ¿un retorno al origen acompañado por un aluvión de me gusta en las redes?). Esa esperanza, encarnada en el enmascarado chileno que protesta en las calles detrás de un escudo (inspirado en el “capitán Sudamérica” que realmente enfrentó a los Carabineros en en 2019) se desvanece sin embargo sobre el final: la palabra América es escrita con los cuerpos de los caídos (¿en Cali?). El acento se repone con el brazo de un occiso.
AG