Así como la selección de fútbol disparó una fiebre de Mundial en la Copa América y movilizó un festejo multitudinario después de la final del sábado pasado contra Brasil, un boxeador de 31 años -posiblemente desconocido para aquellos que no siguen el día a día- revivirá esta noche el interés por un deporte que en Argentina, en los últimos años, parece comenzar y terminar en él, Brian Castaño.
Por supuesto muy lejos de Pascual Pérez, Nicolino Locche, Carlos Monzón, Locomotora Castro o Látigo Coggi, entre otros ídolos del siglo XX, pero también lejos de Sergio Maravilla Martínez o Marcos Chino Maidana, los grandes centellazos de la década pasada, Castaño personifica la vigencia de una tradición deportiva argentina pero también una excepción en la actualidad: su pelea de esta noche en Texas contra el estadounidense Jermell Charlo, por la unificación de los cuatro cinturones de la categoría mediano juniors, es una luz en la oscuridad del boxeo nacional. La expectativa es tan grande que dos canales de televisión la transmitirán, TyC Sports y ESPN, acorde a la hazaña en juego.
Para el matancero, que expone su título OMB e irá por las coronas AMB, FIB y CMB en poder de Charlo, será la gran pelea de su vida, pero lo que ocurra en el AT&T Center de San Antonio también impactará en el resto del boxeo de nuestro país, sin grandes figuras más allá del bonaerense, como si Castaño fuese el último púgil y, la de esta noche, la última pelea.
Aunque lógicamente no llegará a los 51 puntos de rating que promedió la consagración de Lionel Messi en el Maracaná, se espera que la pelea de Castaño sea la más vista en Argentina en los últimos siete años, desde la saga Floyd Mayweather-Maidana en 2014. Castaño ganará un mínimo de 700.000 dólares, una gran recompensa para un fenómeno en la cúspide de su carrera y, a la vez, un inventivo para los miles de jóvenes argentinos que ven al boxeo como una posible salida económica. Se estima que hay 15.000 boxeadores amateurs en el país, pero el cuello de botella es muy grande: en la actualidad, muy pocos púgiles viven del boxeo en Argentina, incluso dentro del profesionalismo.
La gran mayoría está desprotegida económica y laboralmente, y no cuenta con un sindicato que genere condiciones mínimas. Muchas peleas se manejan en la informalidad. En las veladas televisadas de los fines de semana en diferentes geografías del país, los boxeadores cobran entre $ 60.000 y $ 100.00 por pelea (por cuestiones de salud no pueden hacer más de tres o cuatro por año). La falta de chequeos esenciales a veces genera situaciones trágicas. Hace tres semanas, en medio de un combate en Córdoba por el que cobró $ 60.000, el chaqueño Fidel Ruiz Díaz (cartonero de 28 años) cayó desplomado: desde entonces está internado en un hospital bajo riesgo de muerte. En 2019, Hugo Alfredo Santillán (23 años) murió después de haber acumulado dos palizas en 45 días.
Castaño, la bandera
Siempre al lado de su padre, Carlos Castaño, que tuvo un breve paso como boxeador profesional a comienzos de los 90, Brian se crió entre gimnasios, guantes, bolsas y sogas. Comenzó a pelear a los 11 años y no paró. A los 15 ya tenía más de 60 combates. A los 20 sumaba 121. Entrenado desde el primer día por su papá, el chico se convirtió en una máquina multiplicadora de piñas: sus rivales no le podían seguir el ritmo, la velocidad ni la explosión. En 20 de junio, la localidad de La Matanza en la que se crió y sigue viviendo cuando no está en Estados Unidos, sus amigos le encontraron rápido el apodo: “El Boxi”, apócope del Boxicracio, un canguro con guantes de boxeo de la serie animada Hijitus. Castaño también jugaba al fútbol en las inferiores de Almirante Brown, uno de los clubes matanceros afiliado a la AFA, pero eligió el boxeo.
Empezó a viajar al exterior para competir y perfeccionarse (campeonatos en Italia, campamentos en Cuba), se sumó a la selección argentina, ganó el oro en los Juegos Odesur de Medellín 2010 y tuvo peleas consagratorias que lo convirtieron en ídolo. Nunca fue mediático pero siempre irradió el carisma del pibe de barrio querible: a su esposa, Carolina, la conoció en 2012 cuando paseaban por el shopping de San Justo. Ese año, después de una carrera de 181 peleas como amateur (con solo cinco derrotas), debutó como profesional en el templo del boxeo argentino, el Luna Park, y fue como si lo hiciera en algunas de las calles de tierra de su barrio: le propinó una paliza a Alejandro Domínguez. Al año siguiente, en Caseros, venció al kazajo Sergiy Derevyachenko en una pelea de culto, que hoy suma 400.000 reproducciones en YouTube, aunque ya en 2014, después de una repentina internación causada por una deshidratación severa, más un episodio de ataque de pánico, debió permanecer ocho meses sin pelear. Ofertas reducidas en el mercado argentino y la necesidad de cambiar de aire lo llevaron a lanzar su carrera en Estados Unidos.
Campeón mediano juniors desde 2016, Castaño continúa invicto como profesional con 17 triunfos, 12 por nocaut, y un empate. La intensidad de su estilo garantiza el espectáculo: en algunas peleas llegó a lanzar más de mil golpes. Su oportunidad contra Charlo lo encuentra en su madurez internacional, después de varios triunfos de gran renombre, como contra el francés Michel Soro en 2017 y el brasileño Patrick Texeira en febrero de este año. Su rival de esta noche, que será local a medias en el AT&T Center (nació en Houston, a 400 kilómetros, pero en San Antonio residen muchos latinos y Emanuel Ginóbili es ídolo) tiene un currículum de 35 peleas con 34 victorias, 18 por nocaut, y una derrota. Los especialistas y las encuestas dan como favorito al estadounidense, diez centímetros más alto, y por lo tanto con mayor alcance de brazos. “Yo no subestimo a nadie pero tampoco idolatro a ningún rival. Estoy en mejor momento. Quiero la victoria y unificar”, dijo Castaño en las últimas horas en Estados Unidos, adonde lleva tres meses de preparación intensa.
Mientras nuestro boxeo necesita triunfos para no quedarse atrapado en la nostalgia del pasado, Castaño es en la actualidad el único argentino con peso propio en la industria de Estados Unidos. De ganar la pelea más esperada, su nombre quedaría definitivamente entre los más grandes: se convertiría en el primer latinoamericano campeón del mundo con los cuatro títulos unificados, una variante que el boxeo comenzó a implementar para recuperar parte de la seriedad perdida tras décadas de uso y abuso de campeones. La necesidad de amoldarse al avance de las artes marciales mixtas quedó clara en 2019, cuando la pelea de Saúl Canelo Álvarez -el mexicano indicado como el mejor libra por libra del momento- contra el ruso Sergey Kovalev debió esperar a que terminara una velada de UFC para que no se superpusieran en las pantallas.
Nadie irá al Obelisco si hoy gana Castaño, pero el boxeo argentino lo necesita tanto como nuestro fútbol a Lionel Messi.
AB