El 11 de noviembre de 2018, cuando Boca recibió a River por la primera final de la Copa Libertadores, la transmisión televisiva capturó una imagen disruptiva: una chica con camiseta de River contrastaba en medio de un universo azul y amarillo, como si hubiese traspasado una frontera prohibida. A 20 metros de la Bombonera, donde sólo estaba permitido el público local, la hincha infiltrada sobresalía sobre un edificio de Del Valle Iberlucea, entre Brandsen y Suárez, desde cuya terraza aprovechaba la peculiar estructura del estadio para pispear una parte del campo de juego. Pero aunque Marisol Borda fue felicitada por el resto de los hinchas de su club después de que subiera a Instagram una foto vestida de roja y blanca en comarca ajena, en realidad las partículas de River en su lugar de fundación no son tan esporádicas como se cree. Superclásicos como los de esta tarde en la Bombonera, por los cuartos de final de la Copa de la Superliga, también visibilizan la historia de un grupo de vecinos contraculturales, fanáticos de River y de La Boca, el barrio en el que viven.
“Los colores oficiales del barrio son blanco y rojo”, desafía Adrián Barán, de 47 años, hincha de River en la porción más azul y amarilla de Buenos Aires y del país. “Fijate que el escudo de La Boca está tomado del emblema de Génova, de donde eran algunos de los fundadores de River. Si hasta la pizzería Banchero, muy característica del barrio, tiene el mismo escudo rojo y blanco, genovés”, sigue Barán, cofundador del Movimiento Riverplatense Quinquela Martín, un espacio de la vida política interna de River que nació para reunir a sus hinchas del territorio más antagónico. “Somos 1.800 integrantes y tenemos 20 años de historia, siempre en el barrio”, sigue su hermano menor, Juan Pablo, de 42, presidente del Movimiento cuyo nombre le rinde homenaje al célebre pintor que basó su obra en el puerto de La Boca.
Aunque no está claro que River haya comenzado a jugar de rojo y blanco por la bandera de esa región italiana, los historiadores sí reconstruyeron que el club nació tras la unión de Santa Rosa y La Rosales, pequeños equipos que jugaban pegados al este de la Dársena Sur, la orilla en la que en la actualidad se aboya el Casino Flotante. Algunas fuentes señalan que La Rosales es el segundo nombre de un fugaz club que había nacido en 1899 como Juventud Boquense. River fue fundado a cielo abierto en La Boca, bajo la protección de un sauce, posiblemente en alguna plaza del barrio, y la mayoría de sus futbolistas eran vecinos. El periodista Diego Estévez, autor de varios libros sobre la historia de nuestro fútbol, contextualiza: “Boca-River comenzó como un clásico del barrio, incluso las canchas llegaron a estar a tres cuadras de distancia. River dejó La Boca en 1923 y se fue a Recoleta, al norte de la ciudad, pero la rivalidad continuó y se hizo nacional”.
Según Adrián Barán, “River mudó el estadio pero sigue siendo de La Boca. Los primeros presidentes fueron del barrio, el Charro Moreno (José Manuel, formidable jugador de los años 40) también era de acá y un montón de socios seguimos estando en La Boca”. Una cortada a 50 metros de la Bombonera se llama Antonio Zolezzi, presidente de River en dos lapsos, en 1912 -cuando el club todavía estaba en su barrio original-, y de 1925 a 1927. En las paredes del colegio San Juan Evangelista, en Olavarría al 400, varias placas recuerdan la fundación de los dos equipos del barrio, no sólo de Boca. “River tuvo secretaría en La Boca hasta 1937”, agrega Patricio Nogueira, vicepresidente del Museo River.
Domingos como los de hoy, con el cruce entre los equipos de Miguel Ángel Russo y Marcelo Gallardo, son especiales para quienes viven de rojo y blanco entre Caminito, la ribera del Riachuelo, los conventillos, la avenida Almirante Brown y los edificios de Catalinas Sur. “Los que somos de River en el barrio tenemos algo más”, dice Juan Pablo Barán. “Será porque, cuando juega Boca, vemos llegar a sus hinchas y sufrimos. En los superclásicos la alegría es enorme cuando les ganamos y la tristeza un poco más fuerte cuando perdemos”. Según Adrián, “salvo los días de partido de Boca, que llega gente que no es del barrio, siempre salgo vestido con mi smoking, como le digo a mis camisetas y buzos de River. Siempre ves ropa nuestra en el barrio. Con los vecinos de Boca la convivencia es perfecta”.
Estévez recuerda que River, aunque ya jugaba en el Monumental de Núñez desde 1938, siguió regresando a sus raíces. “River también festejaba sus campeonatos en el barrio de La Boca hasta 1957. Pero ahí empieza su larga sequía de 18 años sin títulos y esa tradición se pierde”. Recortes periodísticos confirman que, cuando River salió campeón en 1947, primero celebró en su estadio y a mediados de semana llevó su alegría a su barrio original. Lo que hoy parece fábula no fue a un costado o a escondidas de su viejo rival, sino en su compañía, invitado por el propio Boca. “Hermosa fiesta de confraternidad brindó Boca a su adversario clásico, River”, encabezó La Razón su crónica del 21 de noviembre de 1947, un título parecido al de Crítica: “Celebró Boca con cordial alegría de hermano”. En la cobertura periodística se ven las figuras de Boca y de River compartiendo mesa e instrumentos musicales para festejar el título de uno de los clubes del barrio. “La calle Almirante Brown, típica de la Ribera, orgullo de la barriada, se vistió con las galas de Boca y de River, el hermano que un día se dio cuenta de que allí no cabían los dos y buscó nuevos horizontes -escribió un periodista-. Algo hermoso quedó en el lugar de nacimiento: el afecto entrañable de quien, siendo rival, es también, y sobre todo, amigo de ley. Qué hermoso el grito que unió los nombres de River y de Boca, ‘hermanos más que nunca’”.
Si desde 2020 los partidos se juegan a puertas cerradas por razones sanitarias, la presencia de hinchas visitantes en el fútbol argentino estaba prohibida desde hacía siete años. El último superclásico con público de River en la Bombonera fue en 2013, aunque la dirigencia de Boca ya sólo le concedía la tribuna más pequeña. Las movilizaciones multitudinarias, de hasta 15.000 visitantes en La Boca, fueron habituales hasta 2004. “Durante la semana de los clásicos embanderábamos los conventillos de rojo y blanco. Por ser del barrio, sabíamos dónde vivían nuestros hinchas y les dábamos banderas para que las colgaran desde sus balcones”, dice Juan Pablo. “El público de River entraba por Palos, Suárez e Iberlucea, calles que engalanábamos. Queríamos que nuestros hinchas que no son del barrio sintieran que estaban en el Monumental, aunque estuvieran ingresando a la Bombonera”, agrega Adrián.
Sigue Juan Pablo: “Soy fanático de La Boca y de River, y no es una contradicción. Es el barrio más lindo de la Capital Federal y muchos se sorprenden por la cantidad de hinchas y de socios que tenemos acá”. Y Adrián asegura: “Viví acá toda mi vida y quiero seguir acá”. Esta noche, después del partido, serán los hinchas más exultantes o desconsolados.
AB