El Gobierno logró en la última semana un ansiado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La noticia generó optimismo en la oposición, en sectores de la coalición oficialista, en empresarios y hasta en la CGT. Pero no fue gratuito. Le costó la renuncia del ahora ex Jefe de Bloque de Diputados, Máximo Kirchner, y una dura interna con el sector que conduce la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. ¿Qué implica, en concreto, este acuerdo? ¿Es cumplible?
El programa acordado implica un duro ajuste del déficit fiscal, de unos 4 mil millones de dólares, solo para este año. También incluye medidas reducir la inflación. Las principales son la suba de tasas de referencia a números reales positivos (es decir, por encima de la inflación) y una fuerte baja en la emisión monetaria (de 3,7% del PBI deberá bajar a 1%) o dicho de otra manera darle descanso a “la maquinita” de imprimir billetes.
El acuerdo no significa una restructuración de la deuda, sino que el organismo facilitará nuevos créditos para el pago de los vencimientos que el país no llegue a cubrir, siempre y cuando el Gobierno cumpla con lo acordado. Esto será chequeado trimestralmente por misiones del FMI, que bajarán o subirán el pulgar. En la mirada más pesimista, Argentina queda a tiro de default una vez cada tres meses.
En contrapartida, el Gobierno entiende como resultado positivo el hecho de que no tendrá que realizar una reforma laboral ni previsional. En el ministerio de Economía que conduce Martín Guzmán, confían en que el crecimiento económico que se viene gestando termine de explotar y cubra los huecos, ayudado por una suba en la recaudación impositiva.
Sin resto para políticas sociales
Pato Laterra es becario CONICET con base en el CIEPP y profesor en Economía y Género de la UNLP, la UBA y la UNSAM. En diálogo con ElDiarioAR, analizó: “El acuerdo es extorsivo por parte del Fondo. El equilibrio fiscal propuesto para cumplir con los pagos impactará en dos cuestiones: habrá menos espacio fiscal para realizar políticas que contengan el aumento de la pobreza, la retracción de los salarios y, entre otras, todo el espacio que aún queda para realizar políticas sensibles a desandar las desigualdades en las personas LGBTI y mujeres”, ejemplificó.
“A menor posibilidad de espacio fiscal, se coerce la posibilidad de financiar políticas públicas integrales”, resumió. “Por otra parte, el control asiduo propuesto por parte del FMI implicaría una traba al desarrollo de la planificación presupuestaria. Si el FMI controla de forma trimestral, es más probable que las políticas que se planifiquen puedan verse frenadas durante el año, para cumplir con el equilibrio fiscal atado a los pagos”, concluyó.
Sobre la suba en la recaudación a la que apuesta el Gobierno, Laterre apuntó: “Si bien es importante que se avance en los impuestos progresivos como el impuesto a la herencia, sabemos que son instrumentos fiscales de muy difícil recaudación y nos preguntamos si logran cubrir los pagos de fondo”.
En el mismo sentido, amplió: “Nuestro sistema fiscal está atrasado, su base son los impuestos regresivos. Si miramos a cualquier país del Norte global, su base fiscal está en los impuestos progresivos, a la renta, a los Bienes Personales. De mínima, se debería reducir el IVA a los bienes de mayor necesidad y atender a brindar una mayor demanda de alimentos, en línea con el proyecto de tierras presentado por la UTT”.
El economista Orlando Ferreres, fundador de la consultora OF y Asociados, lo ve con optimismo: “El acuerdo con el Fondo va a implicar algunos ajustes fiscales, aunque no demasiados. Se bajará el déficit fiscal tanto por aumento de los precios de los servicios públicos (electricidad y gas, principalmente) como del precio de los combustibles y otros productos y servicios que tienen injerencia del Estado”.
“Como no está prevista una gran reducción del déficit, sino gradual, la forma en la que se logró el acuerdo es bastante sana para el país y permite seguir creciendo. Sí podría ser que se le deje gran parte del ajuste para el próximo gobierno”, sostiene Ferreres.
La “maquinita” de imprimir
Gabriel Solano es uno de los principales analistas económicos del Frente de Izquierda y analizó en diálogo con este medio: “El Gobierno aceptó los cuatro condicionamientos que buscaba imponer el Fondo: reducción del déficit, suba de tasas, acumulación de reservas y reducción de la asistencia del Banco Central al Tesoro”.
El último punto es central para economistas de distintos espacios. La famosa “maquinita” de imprimir billetes es en realidad la forma que encontró el Estado de financiarse; al menos, en las últimas dos décadas. El Banco Central imprime y asiste al Tesoro para tapar los huecos. Este esquema ha sido duramente criticado por los sectores más ortodoxos o conservadores. A partir del acuerdo con el Fondo, ya no se podrá hacer de esa forma.
“Si esto ocurre, ¿cómo se va a financiar el Gobierno? El déficit se financia con esa asistencia, pero no se puede imprimir. (Martín) Guzmán dice que va a lograr ese financiamiento con crecimiento, pero ese crecimiento estará pisado también por la suba de tasas, que incrementa los costos del financiamiento. Otro problema es la deuda privada, en pesos, que es también impagable”, alertó Solano.
Sobre este último punto, un documento de la calificadora de riesgo Moody’s (una de las tres más importantes del mundo) publicado en las últimas horas da cuenta de que “aunque se llegue a un acuerdo con el FMI, el sector privado de la deuda argentina deberá de todas formas ir hacia una reestructuración”.
Con todo, Solano advirtió que “de la única forma que se pueda lograr ese financiamiento, es con una inflación grande que vaya licuando la deuda en pesos y el déficit”. Entonces, “hay que prever que la inflación se va a acelerar y en ese sentido va el aumento de combustibles, de tarifas, etc.”.
Finalmente, para Solano se trata de “un acuerdo ajustador, a partir del cual se pierde soberanía y es inconsistente”, ya que “como nadie da dos mangos por este acuerdo, el FMI establece un régimen trimestral de verificación y eso es gravísimo”.
Mara Pedrazzoli, economista miembro de la agrupación feminista Paridad en la Macro, analizó: “Lo más preocupante es que hay un excesivo optimismo con respecto al sector privado. Las metas son cumplibles, si la economía crece y eso no está garantizado. No venimos de un ciclo de crecimiento. Para este año, muchos esperábamos una mayor presencia del Estado en el impulso de este crecimiento, para salir de la crisis y arrancar con más espalda. Pero con el acuerdo quedará un poco flaca la ayuda del sector público y está toda la confianza depositada en el sector privado. Esa es la principal intriga”.
Otro de los puntos a tener en cuenta para Pedrazzoli es la parte monetaria: “Prestaría atención a las tasas de interés reales positivas. El incremento no es favorable porque desalienta al consumo y a la inversión. Además, el acuerdo obligaría a un financiamiento vía emisión de deuda, lo cual también es más costoso de sostener como mecanismo de fondeo para el Tesoro”.
La especialista dejó una mirada sobre aumentos de tarifas energéticas. “¿Está realmente capacitado el Estado para hacer una segmentación? No parece tan complejo hacerlo, pero ya hace bastante tiempo que se está trabajando en esto y no pasa nada”.
“Es muy brusca la reducción al nivel de asistencia y no es cumplible. Hay que ver cómo se articula eso y cómo hace el Gobierno para sostener ese equilibrio”, finalizó.
Al Fondo, lo corren por derecha
No solo el Gobierno recibe críticas por el acuerdo. Kristalina Georgieva, también. Los bonistas estadounidenses no quedaron conformes y la directora del Fondo fue criticada por no alentar “cambios estructurales”.
En conferencia de prensa virtual, Georgieva dijo que “no había alternativa a un acuerdo” y que el objetivo principal es “sacar a Argentina de este camino muy peligroso de alta inflación”. Lo “importante” es que “el plan se base en suposiciones realistas que no solo dependen del escenario esperado, sino que también contemplan los riesgos”, según recogió la agencia Bloomberg.
Georgieva se quejó también de que la “oposición (al acuerdo) de la parte más radical de izquierda de la coalición peronista gobernante del país” condiciona el avance de las negociaciones, en relación con la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura de bloque de diputados del oficialismo.
Si bien hay un fuerte consenso en que un acuerdo es necesario como alternativa a un default, las críticas llegan de un lado y de otro. En estos términos, el ajuste parece difícil de eludir y las visitas periódicas con el Fondo equivalen a nadar con un tiburón al lado. El Gobierno enfrenta un momento delicado y las decisiones que se tomen en estos días podrán marcar un antes y un después, a favor o en contra.
JR