En la Argentina, la ropa es cara. Esta afirmación vox populi es respaldada por un reciente informe de la organización Fundar, que evidencia que el país siguió una tendencia inversa a la del resto del mundo en las últimas dos décadas. Mientras en otros países los precios de la indumentaria se abarataron, aquí subieron significativamente, tanto en términos absolutos (en dólares) como relativos (en comparación con otros bienes y servicios).
Desde mediados de 2020 hasta fines de 2022, la indumentaria y el calzado fueron los rubros con mayor aumento en el índice de precios al consumidor. Este incremento abrió un debate sobre sus causas: por un lado, algunos sectores critican el elevado proteccionismo que afecta a la industria nacional, mientras que otros apuntan a factores ajenos al sector, como las condiciones macroeconómicas del país.
El informe de Fundar atribuye esta realidad a ocho factores principales que explican la complejidad de los precios altos en la ropa argentina. Entre ellos se destacan:
- Barreras a la importación: la Argentina aumentó los aranceles y el uso de medidas paraarancelarias en un contexto global de apertura comercial, lo que impactó directamente en los precios locales de la ropa.
- Incertidumbre y volatilidad macroeconómica: la situación económica del país en las últimas dos décadas incrementó los precios de los bienes, incluidos los textiles, afectando también el costo del financiamiento y limitando la inversión y la productividad.
- Uso de regulación de precios como ancla antiinflacionaria: la regulación de precios en otros rubros, como los servicios públicos, llevó a que los precios no regulados, como los de la ropa, aumenten por encima del promedio.
- Tipo de cambio real y brecha cambiaria: las fluctuaciones del tipo de cambio y la brecha cambiaria creciente en los últimos 13 años impactó más en los precios de los bienes que en los servicios.
- Presión tributaria creciente: los impuestos elevados en la producción afectaron especialmente a los bienes con cadenas de producción largas y alta integración nacional, como la indumentaria.
Estos factores, considerados primarios, se complementan con otros secundarios, como la dinámica del consumo interno, las restricciones de acceso al crédito y la baja productividad del sector.
Una mirada a los precios: absolutos y relativos
El informe de Fundar señala que, en términos absolutos, una canasta de prendas en la Argentina es un 35% más cara al dólar oficial respecto del promedio en otros países de la región y un 16% más cara al dólar MEP. Comparada con los precios de Estados Unidos, la ropa es el rubro más caro de la economía argentina. Aunque en general los precios en dólares de la economía argentina son menores a los de Estados Unidos, esta diferencia es mucho menor en el caso de la ropa. En el primer trimestre de 2024, los precios de la ropa en la Argentina, al dólar oficial, fueron solo un 16% menores a los de Estados Unidos. En contraste, los alimentos fueron un 20% más baratos, la salud un 69%, la vivienda un 83% y la educación un 90%.
En términos relativos, Argentina es más cara en productos de tejidos planos (como jeans y sastrería) y ropa de adultos, y más competitiva en prendas de tejidos de punto (como ropa deportiva e informal) y ropa infantil. Además, la dispersión de precios de la ropa en el país es una de las más altas de la región, comparada solo con Uruguay.
Un fenómeno que comenzó en la posconvertibilidad
La trayectoria diferencial de los precios de la ropa en la Argentina comenzó después de la convertibilidad. Desde 2002, los precios locales empezaron a divergir de los de otras regiones. Aunque entre 2011 y 2019 y durante 2023-2024 se observó una cierta estabilidad, la tendencia al alza se consolidó en otros periodos. En las últimas dos décadas, mientras que en 48 países la ropa se abarató en promedio un 32%, en Argentina aumentó un 32%.
El análisis de Fundar indica que, para comprender el fenómeno de los precios altos en la ropa, es necesario considerar tanto factores económicos como regulatorios, ya que han operado en distintos momentos y con diversas intensidades. Esta comprensión es esencial para mejorar el estado del debate actual y diseñar políticas públicas más efectivas hacia el sector textil-indumentario en Argentina.
JJD