Después de la hecatombe producida por la renuncia/despido del ministro de Economía Guzmán, resulta difícil prever el rumbo que pueda tomar nuestra maltrecha economía. La notable ausencia de un plan claro y en marcha en estos treinta meses fue un blanco fácil para el permanente sabotaje que le infligía una fracción dominante del gobierno nacional.
Justo en vísperas de estos episodios aparecieron nuevos datos que ilustran una parte no menor de las ansiedades de la población, en especial aquella con ingresos fijos. Esos sueldos o pensiones han ido deteriorándose en estos dos años de pandemia agregando penurias a la fuerte caída verificada en 2019.
Qué empleo se recuperó
En una década (segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, período de Mauricio Macri y primera mitad de Alberto Fernández) el empleo registrado solo creció un 10%, apenas similar al aumento promedio de la población en el período. Dentro del conjunto, la afectación mayor se registró entre los asalariados privados y entre los autónomos. Ambos fueron golpeados con intensidad por la cuarentena, pero ya eran los grupos más desfavorecidos desde los años anteriores.
El mayor dinamismo corrió por cuenta por los integrantes del monotributo social, de fuerte impulso entre su creación durante el kirchnerismo hasta 2017. El empleo doméstico mantuvo su ritmo hasta 2019 (finales de Cambiemos), pero se derrumbó con la cuarentena. Los independientes monotributistas, el grupo de mayor volumen luego de los privados y los públicos, lograron mantener su dinamismo a ritmo parecido al del empleo estatal.
De manera que al apreciar la evolución y la situación del empleo (al menos el que está registrado, algo así como 60% del empleo total) deben ser consideradas estas semejanzas y diferencias en su interior.
Para un panorama más abarcador de la fuerza laboral, es necesario incluir a los asalariados y no asalariados que no están registrados. Según la Cuenta de Generación de Ingresos del Indec ambos cubren en partes similares esas diferencias (en torno de cinco millones cada núcleo)
Los ingresos obtenidos
El punto es que el entorpecimiento del empleo de calidad, el dinamismo de los puestos menos apreciados, la continuidad de cierto liderazgo en la absorción por parte de los diversos niveles estatales (las más de las veces como forma de “esconder” el desempleo) son aspectos genéricamente dependientes del estancamiento y el retroceso de la economía. Si la economía no crece y la población sí, el resultado no puede ser más que este: que, en conjunto, seamos cada vez más pobres.
Si a todo esto se agrega la falta de interés, al menos de eficacia, en equilibrar las cuentas públicas (objetivo que sigue siendo visto como secundario o “de derecha”) el resultado en materia de bienestar de la población continúa dando muestras de deterioro. El mecanismo para ello es, sin lugar a dudas, la inflación.
La escasísima recuperación evidenciada en 2021 (luego del enorme retroceso de 2020) ubica a los ingresos individuales o de la ocupación principal alrededor del momento en el cual, a comienzos de este siglo, recuperaba los niveles de actividad, empleo e ingresos previos a la crisis iniciada en 1998 cuya duración, profundidad y dramatismo llamamos “la crisis del 2001”.
En el gráfico también puede apreciarse que, en término de bienestar de los hogares, una vez más el mejor momento se registró en el denostado período de Cambiemos, antes de la debacle de los fondos internacionales que habían llegado sólo a hacer negocios de corto plazo, no a invertir como el Gobierno de entonces suponía.
De aquí en más
Con los datos de las dos décadas recientes se observa que el desempeño de los ingresos de la ocupación principal y los que se pueden agregar a ellos (transferencias u otras fuentes) ha sido tendencialmente semejante. Esto habla de la imposibilidad de la actividad económica de proporcionar fuentes de trabajo, como se vio más arriba. También alude a la dificultad de generar ingresos mínimamente satisfactorios.
Ahora bien, el año 2021 recuperó casi todo lo perdido el año previo en materia de creación de bienes y servicios (-10% y más 10%, respectivamente en cifras redondas). Pero 2021 mostró crudamente que los ingresos laborales siguieron cayendo (o crecieron mucho menos que el PBI). De allí que el resultado del “reparto” haya sido más inequitativo aún: los asalariados perdieron cinco puntos del total de la riqueza generada. Esta pérdida es similar a la estimada para el año 2018.
De este recorrido podrían extraerse varias derivaciones de interés. Notemos sólo algunas:
Cuando se plantea la necesidad de un plan de estabilidad y de crecimiento, suele mirarse con sorna con el argumento de que estabilizar es “ortodoxia” (mientras se desploma nuestra unidad monetaria) y de que solo con crecimiento no alcanza. El argumento se puede trasponer: ¿Se logran resolver nuestros problemas sin crecimiento? Si no es así, el camino es la inversión, que ya sabemos viene declinando también desde hace décadas.
En momentos en los que el Gobierno parece paralizado en sus decisiones por sus propios conflictos internos, sería deseable que se plantearan algunas de estas preguntas para ver si, quizás, se enfocan en lo relevante.
Si la producción manara del cielo, así como el empleo y los ingresos y con ellos llenara las arcas fiscales, podríamos seguir fantaseando que los conflictos de Argentina se resuelven con más y más ingenio puesto en mecanismos redistributivos. La realidad es muy diferente y no pueden dilatarse más las decisiones.
JL