Un estudio del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) reveló que la inflación golpea casi por un tercio más a las familias pobres en comparación a los hogares de mayores recursos. La investigación se basa en el diferente impacto que tienen el Índice de Precios al Consumidor (IPC), la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total sobre distintos segmentos socioeconómicos, y la brecha cada vez más amplia entre estos índices.
El estudio destaca que la inflación ha sido un tema central en la agenda pública argentina en los últimos quince años, con una amplia discusión respecto a su importancia y a la factibilidad de distintas soluciones, ya implementadas o propuestas. Sin embargo, aunque se menciona su impacto en los ingresos reales de la población, es frecuente la omisión de un desagregado entre distintos segmentos, es decir, cuánta es la diferencia en el crecimiento de los gastos representativos de diferentes grupos de individuos u hogares.
Un ejemplo claro de esta dinámica se observa en la brecha creciente entre los incrementos de precios en el IPC en relación a la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Canasta Básica Total (CBT): el índice de precios, el cual representa los precios del consumo para el grueso de la población, creció más lentamente que los gastos representativos de los sectores más pobres durante los últimos doce meses: 108,8% contra 121,4% en abril, respectivamente.
El trabajo del Centro RA de la FCE concluye que la inflación afectó más duramente al quintil de más bajos ingresos que al más alto durante los últimos cinco años, ya que su canasta básica sobrerrepresenta a los elementos de mayor nivel de suba de precios. En promedio, la inflación que afecta al 20% de los hogares más pobres es casi 1,5 puntos porcentuales (pp sobre el total anual) mayor que la inflación que sufre el 20% más rico. Asimismo, una divergencia mucho mayor se da en los últimos doce meses, donde fue de 3,2 pp.
Esto quiere decir que, por ejemplo, si la inflación fuera del 10% anual, los hogares más pobres sufrirían un aumento de precios del 13,2%, lo que significa casi un tercio más. Mensualmente, durante abril esta brecha fue de casi un 10%, ya que la inflación para el quintil más pobre fue de un 8.5% mensual, contra un 7.8% para los más ricos.
De manera similar, los salarios medios bajaron un 17.7% anual en la economía en marzo de 2023, pero los ingresos reales del quinto más rico del país cayeron un 16.8%, y los del más pobre, un 18.8%. Aún así, se observa un nivel menor de divergencia en el 60% medio del país: una explicación posible corresponde a las diferencias en modalidad de empleo, ya que la probabilidad de pertenecer al sector registrado aumenta a medida que aumentan los ingresos. Como los salarios del sector registrado crecieron más que los del sector informal, es posible que las diferencias en el nivel de formalidad en los quintiles dos, tres, y cuatro expliquen parte de este fenómeno.
En conclusión, puede verificarse que los argentinos de nivel socioeconómico más bajo sufrieron en mayor medida la inflación durante los últimos siete años, y particularmente durante los últimos tres. De todos modos, esto omite que tanto los ingresos iniciales como las dinámicas de cada nivel educativo son distintas: por ejemplo, si los trabajadores menos educados son más propensos a trabajar en el sector informal, entonces también tendrían un nivel de ingresos menor y un crecimiento más lento en sus remuneraciones. Esto implica una disparidad aún mayor. Es posible que esto explique por qué se observan grandes diferencias entre los niveles educativos medios, pero no entre los quintiles de ingresos medios.
LC