Paolo Rocca decidió ponerse personalmente al frente de una gesta que comparte, para la que cree haber encontrado al ejecutante perfecto y que considera capaz de instalar en el país un clima de negocios parecido al de Perú, donde viene apostando fuerte en los últimos años. Por eso esta semana eligió Houston, la capital del negocio petrolero global, para amplificar el respaldo más enfático que le haya brindado jamás a un presidente. Y lo hizo mientras batalla contra la UOM por los sueldos de la siderurgia, que se niega a actualizar pese a la estampida inflacionaria que ya acumula un 71,3% en apenas un trimestre. Sabe que si disciplina a esos obreros puede ayudar a mantener a raya al resto del gremialismo y allanar el camino para esa transformación.
“Es lo que Argentina necesita”, resumió el dueño del grupo Techint ante casi 1.000 petroleros que lo escuchaban en la CERAWeek texana. El programa es tan simple como ambicioso: achicar el Estado a la mitad de su tamaño y estabilizar el salario promedio en torno al nivel actual, 25% más bajo que el promedio de la convertibilidad (ver gráfico) y 40% inferior al pico de 2015. Sabe que es el rumbo que añora el grueso de los grandes empresarios, tal como lo confirmó el aplauso cerrado del círculo rojo que cosechó en el Hilton el jueves al mediodía el ministro de Economía, Luis Caputo, o la asistencia perfecta a la Casa Rosada del G-6 para ver a Milei el viernes. Pero sabe también que, sin un general al frente, las filas del establishment pueden terminar dispersas y la reforma empantanada como terminó con Mauricio Macri, por quien apostó hace ocho años incluso sin respetarlo demasiado en términos personales.
Rocca ya había respaldado públicamente a Milei apenas ganó y cuando asumió, en dos cónclaves distintos a fin de año. Fue justo cuando Caputo duplicó de un saque su facturación en pesos a partir de la devaluación, ya que su chapa y sus caños se venden en dólares en el mercado local. Después empujó para que la poderosa Asociación Empresaria Argentina (AEA) publicara en 100 días un récord de cuatro comunicados avalando el plan económico. Ahora, su renovado patrocinio llega en un momento que el gran capital considera bisagra por varias razones: el Gobierno se prepara para una ola de despidos de empleados estatales que puede disparar conflictos todavía imprevisibles, estallaron las primeras huelgas grandes en la industria para recomponer los sueldos golpeados por la devaluación y la recesión empieza a llevarse puestas a las primeras Pymes.
La revancha
El aliento del magnate que reparte sus horas entre Buenos Aires, Milán y Nueva York llegó en una semana de fiesta para los mercados, que dejó ganancias del 10% en dólares en acciones y bonos y retrotrajo el riesgo país a niveles de la pandemia. Es un rally apalancado por un creciente convencimiento por parte de inversores locales y extranjeros de que el ajuste fiscal más brusco de la historia puede llegar a pasar sin mayor resistencia. Fue también la primera semana de marzo en que la inflación del rubro alimentos y bebidas pareció ceder, al menos según la medición que publica los jueves LCG, que dio menos del 1% por primera vez desde que asumió el jefe de La Libertad Avanza y que venía de dos registros semanales seguidos arriba del 3%.
Es una mejora que insufló nuevos bríos a un ministro de Economía que sigue con atención las pantallas de Bloomberg y que “va por la revancha”, como dijo Mario Grinman en la reunión del Hilton, en alusión a su fracaso previo con Macri. Pero que a la vez pende de un hilo, porque la inflación acumulada ya consumió casi toda la competitividad externa generada por la devaluación y los precios locales de los bienes ya son más caros en dólares que los de Madrid o Berlín. Aunque Caputo insistió el jueves en que se siente “cómodo” con un dólar debajo de $1.000, lo que cuenta es la incomodidad de los productores de soja, maíz y trigo, que podrían exigir un tipo de cambio más alto para liquidar esos granos. Si esa liquidación no se produce, en pocos días más se interrumpirá la acumulación de reservas de la que se jacta Caputo en el Banco Central que maneja a control remoto con su exsocio Santiago Bausili.
Lo que asoma de novedoso por estos días, sin embargo, no es ese conflicto entre sectores sino el conflicto de clases. Un poco por la presión de las bases que genera el deterioro salarial y otro poco porque atisban una nueva embestida contra la legislación laboral que el DNU no pudo barrer por el límite que marcó la Justicia, los gremios peronistas empiezan a reaccionar. Aunque no haya fecha para otro paro general, las huelgas sectoriales se multiplican.
A los metalúrgicos amenazan con sumarse esta semana los empleados de las distribuidoras de gas de 13 provincias, que no consiguieron las recomposiciones que ya concedieron Metrogas (de YPF) y Naturgy (la multinacional concesionaria del Conurbano norte y oeste que también administra las redes de Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero). Quienes se niegan a conceder los aumentos son dos empresarios que tampoco ocultan su simpatía por Milei: Alejandro Macfarlane (Camuzzi) y Nicolás Caputo (Gas Cuyana y Gas Centro). También crece el malestar entre sindicatos poderosos a los que el antiguo Ministerio de Trabajo no homologa las paritarias porque los aumentos que pactan están por encima de la pauta oficial de inflación, como Camioneros.
A esa guerra, que todavía está por verse con qué armas se librará, Rocca llega bien pertrechado. Ya copó YPF, Trabajo y varios casilleros clave en las segundas y terceras líneas de la gestión de Milei. Los más importantes para la huelga metalúrgica que se propone aplastar son los tres hombres que ubicó en Alem 650: el flamante secretario Julio Cordero, el exviceministro Miguel Ponte (asesor en las sombras) y Julio César Caballero, un lobista del Centro de Industriales Siderúrgicos a quien también ven seguido por el edificio. ¿Por quién se inclinarán si escala el conflicto en las acerías de Campana?
La previa
En realidad, el jefe de Techint viene velando las armas para el reformateo nacional que pretende desde hace años. O incluso décadas. Fue él quien decidió mudar la sede del holding de Catalinas a Luxemburgo el 17 de diciembre de 2001, apenas unas horas antes de la caída de Fernando De la Rúa. Su hermano Agostino había muerto en un accidente aéreo pocos meses antes y su padre Roberto, octogenario, ya se había retirado. Gracias a la estructura societaria offshore que construyó de apuro en esos días agitados ây que otros grupos económicos locales también erigieron entre 1999 y 2002â se empoderó notablemente frente a los sucesivos gobiernos posteriores. Entre otras ventajas, se garantizó el derecho a sacar divisas legalmente del país bajo la forma de remesas de utilidades, administración de los precios de transferencia y préstamos intrafirma.
Los años que siguieron fueron los de la internacionalización del grupo, que invirtió en Brasil, México y Venezuela buena parte de las ganancias que había empezado a acumular en Argentina a partir de la devaluación de 2002. Era una manera de hacerlo sobrevivir entre los gigantes siderúrgicos que se consolidaban a nivel mundial pero también autonomizarlo de la economía del país donde había nacido y crecido. La incorporación de la privatizada SOMISA le había garantizado la escala necesaria. También en esos primeros años del siglo XXI llegó a aprovechar los ahorros de los trabajadores depositados en las AFJP para apalancar la compra de Hylsamex, la mayor acería de México, por la que pagó U$S2.000 millones y a través de la cual puso pie en el NAFTA.
Rocca también se fue transformando en un hábil político y supo tejer las redes necesarias en los medios y en la justicia para capitanear al capital local y postularse ahora, como el interventor cordobés José Camilo Uriburu en 1971, como el único capaz de enfrentar a la venenosa serpiente del sindicalismo. Sus amigos dueños del diario La Nación lo mantuvieron inicialmente a salvo de la causa “Cuadernos” aunque el portal Infobae terminó por revelar que la empresa también aparecía en las anotaciones del chofer Oscar Centeno. Fue detenido Héctor Zabaleta, quien admitió haber entregado dinero negro a Roberto Baratta, subsecretario de Julio De Vido. Su lobista todoterreno Luis Betnaza también reconoció las coimas. Pero la Cámara Federal terminó por dictar la falta de mérito para Rocca y en 2021, el juez Julián Ercolini sobreseyó a todos los directivos de Techint por entender que habían sobornado a Baratta por “razones humanitarias”, porque sus ejecutivos corrían peligro durante la expropiación de Sidor en Venezuela.
Milei todavía no estabilizó la economía y enfrenta importantes desafíos cambiarios y sociales en las próximas semanas. Pero tiene encolumnado detrás suyo a un establishment sobre el que Rocca influye mucho, no solo por su tamaño sino por su trayectoria y sofisticación, en las antípodas de las que puede exhibir Marcos Galperín, su escolta en el ránking Forbes y también entusiasta de la motosierra. Va a ser interesante escuchar este martes sobre el programa de shock libertario a viejos amigos del gradualista Sergio Massa como Alejandro Bulgheroni y José Luis Manzano, anunciados como speakers en el Foro Económico Internacional de las Américas (IEFA) en el Four Seasons porteño. También al jefe para América del Fondo Monetario, Rodrigo Valdés, que llega el lunes y ya avisó que no concuerda con la dolarización. Caputo acaba de ratificar que es “el objetivo final” del Presidente.
AB/DTC