Se dice que, en la vida, la gente se comporta como juega. Es en la forma de jugar -a las cartas, al fútbol, a lo que sea- que se refleja la personalidad de los jugadores en forma transparente. Así, no hace falta más que ver a una persona jugar al fútbol, por ejemplo, para conocer cómo será su comportamiento fuera de la cancha. Un defensor será alguien que tome recaudos en su vida profesional. Los mediocampistas son vistos como armadores en los equipos de trabajo. Los atacantes, sobre todo los optimistas del gol, son aquellos que buscan siempre progresar y ganar. Sería extraño que un jugador agresivo, sin importar la posición en la que juegue, sea un conservador en la vida real. O que un tramposo sea una persona honesta. Mostrame como jugás y te diré quién eres.
Si la hipótesis de introducción fuera verdad, el ministro de Economía Martín Guzmán -a quien le gusta jugar de 10, es decir, como volante ofensivo- está comenzando a desplegar su personalidad política de manera plena. Dato no menor, en un año electoral.
Los que han visto jugar al hincha de Gimnasia de La Plata, coinciden en que es un volante ofensivo al que le gusta armar el avance de su equipo y pegarle al arco desde afuera (como, quizás, sólo lo hacía Riquelme). Habilidoso -como un profesional, exagerán los que dicen haberlo visto-, táctico, paciente, tiempista y oportunista, Guzmán no desperdicia oportunidades.
Algo de eso hizo el año pasado cuando se sentó en una mesa a jugar con los fondos de inversión más agresivos del mundo, BlackRock y Pimco. Estaba en juego la restructuración de US$ 67.000 millones de dólares deuda de la Argentina. Los involucrados en la negociación dicen que el partido lo ganó el día que rechazó el consejo de casi todo el establishment y los acreedores, que le pedían que nombrara a un banco estadounidense como asesor financiero del gobierno para que se entendiera con los ejecutivos también estadounidenses de sus contrapartes. BlackRock es el rey de la costa Este, basado en Nueva York. Pimco, el emperador de la costa Oeste, basado en Los Angeles. Ambos pedían por J.P. Morgan.
Pero Guzmán no siguió ese consejo y nombró a Lazard -el gigante asesor financiero fundado por cinco hermanos franceses en 1848- para que se hiciera cargo de hablar con los acreedores en su nombre y en el de la Argentina. La sede de la división de restructuraciones soberanas de Lazard está en París. La experiencia de Lazard en restructuración de deudas soberanas no son corporates (empresas), como suele ocurrir con el expertise de los privados que quisieron obtener ese puesto como J.P. Morgan -el candidato de los acreedores que fue vetado por el ministro-. Lazard tenía en su mochila de antecedentes el asesoramiento de más de una decena de países africanos que, en la historia, tuvieron que renegociar decenas de veces sus deudas soberanas. Fue un mensaje claro a los acreedores: no están negociando la deuda con una empresa que cotiza en la bolsa de Nueva York, están negociando la deuda soberana de un país del tercer mundo.
A su manera, el ministro-volante la clavó en el ángulo.
El resultado de esa renegociación es conocido. De una tasa de interés promedio usuraria de 8% con bonos venciendo hasta en el 2117 que convalidó el gobierno de Mauricio Macri negociando como si el país fuera una empresa que puede despedir personas si no le cierran los números, la Argentina acortó plazos, obtuvo años de gracia y redujo la tasa de interés promedio a una sustentable cifra menor al 3%.
Pelea de Fondo
Ese partido, dicen los que acompañan al ministro, no alcanza para ganar el campeonato. Pero quizás sirva para anticipar cómo seguirá jugando Guzmán los próximos desafíos. Por un lado, y siempre en el torneo de refinanciamiento de deuda, deberá renegociar antes de mayo su deuda con el Club de París, una institución formada por un grupo de países que fue creada para renegociar la deuda de la Argentina en la década del ´50. Pero, para jugar ese partido, deberá primero jugar el clásico de todos los clásicos. El partido princial es con el FMI, con quien está renegociando US$ 44.000 millones de deuda que la administración Macri tomó sin consultar al Congreso -como ordena la Constitución-, asegurando que lo repagaría en dos años (¿cómo? ¿y cómo fue que el FMI creyó que eso podría ocurrir?).
La Argentina es el país que más veces renegoció deuda con el organismo multilateral basado en Washington. Ese es el argumento que lleva Guzmán: asumimos esta deuda tomada y otorgada irresponsablemente, pero el repago deberá ser en plazos extendidos, por lo menos 10 años, con una tasa de interés menor al 2%, con años de gracia y con un adelanto del monto aprobado por US$ 57.000 millones de los cuáles la administración de Macri tomo US$ 44.000 millones.
Durante la semana que termina pasó casi desapercibido un hito fundamental en esa tratativa. El presidente Alberto Fernández y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, dejaron saber al mundo que habían mantenido un diálogo vía video conferencia donde sentaron las bases del acuerdo que se espera para antes de mayo y que evitaría que Argentina tenga que pedir un waiver al Club de Paris por ese vencimiento de intereses.
Piedras negras
El fondo BlackRock y Guzmán jugaron fuerte otro partido internacional, esta semana. Como titular del ministerio de Economía, Guzmán tiene a su cargo las acciones que le dan al Estado el control mayoritario de YPF. La salida de Guillermo Nielsen de la petrolera con mayoría estatal anunciada esta semana, en verdad ya había comenzado a ocurrir el año pasado, el mismo día que Guzmán se hizo cargo de la Secretaría de Energía, que dejo de estar en la órbita de Matías Kulfas. Ese día murió también el plan de Nilesen y Kulfas de crear un fideicomiso en Estados Unidos para financiar las inversiones en Vaca Muerta. Para financiar el crecimiento, nada mejor que refinanciar la deuda en los términos del soberano, fue el planteo de Guzmán. Fue lo que se impuso. En definitiva, él es quien maneja la caja.
Guzmán está supervisando directamente la renegociación de la deuda de YPF, empresa que ofrece a sus bonistas un canje de papeles de corto plazo por otros de largo plazo que los acreedores liderados por BlackRock dicen que les significará un recorte de hasta 20% sobre sus derecos. Quejas muy parecidas a las que los acreedores del soberano hacían circular el año pasado para obtener 54 centavos por cada dólar. En ese tira y afloje están, con operaciones de prensa brutales como la que esta semana hizo caer la acción de la petrolera.
Fue por eso que Guzmán salió el jueves a desmentir categóricamente el rumor sobre la supuesta estatización del resto de las acciones de la empresa que son propiedad de privados. Un día después, la acción rebotó hasta 7.4%. Salió porque en definitiva es él que maneja la caja de YPF en está pelea entre la empresa y los acreedores, liderados por BlackRock. Como funcionario a cargo de las acciones, Guzmán tiene el deber de aprobar o desaprobar el plan de inversiones de la petrolera. En este momento, lo que está discutiendo con los acreedores es de cuánto flujo de caja podrá disponer en el futuro.
Los temores del que podría llegar a ser el primer default de su gestión podrían disiparse con una última oferta para el canje de US$ de 6.200 millones en bonos. Dato curioso, así cómo la traducción literal de BlackRock es piedra negra, uno de los cuatro asesores financieros que nombró YPF con el beneplácito de su controlante Guzmán es el mayor banco privado de Latinoamérica, Itaú, piedra negra en guaraní, el idioma que subyace en San Pablo, la ciudad que era habitada por esos aborígenes donde nació el banco que de misión jesuita pasó a ser la capital financiera de Latinoamérica.