La inflación de julio fue de 7,4%, la más alta no solo de éste año sino desde abril de 2002. El número, publicado esta tarde por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), solo confirma lo que los argentinos y argentinas ya saben y experimentan de primera mano todos los días.
“Sobre todo nos subió mucho el presupuesto en alimentos, que es lo que más consumen los chicos: galletitas, leche, fruta. Trato de arreglármelas comprando las segundas marcas y este año fui por primera vez a un mayorista a comprar azúcar para encontrar mejor precio”, dice Betzabé, que es inmigrante peruana y vive con sus tres hijos en Villa Fraga, en el barrio porteño de Chacarita.
Los alimentos aumentaron por debajo del promedio general en julio, pero de todos modos tuvieron un alza significativa: de 6% en un solo mes. Las subas más fuertes estuvieron en elementos básicos como azúcar (30,5%), aceite de girasol (16,4%), fideos (14,3%), galletitas (13%) y huevos (12,2%).
También dieron saltos violentos algunas verduras: la cebolla se encareció 57,9% y la lechuga 40,5%, afectadas sobre todo por factores estacionales. Los precios de los cortes de carne, en el otro extremo, se moderaron e incluso registraron algunas caídas.
La división que presentó la mayor suba del mes fue recreación y cultura (13,2%), explicada en parte por los aumentos de los servicios asociados al turismo durante las vacaciones de invierno. Le siguieron las subas en equipamiento y mantenimiento del hogar (10,3%) y en restaurantes y hoteles (9,8%), esta última también comprendida en el marco del receso invernal.
Además, durante julio se destacaron los incrementos de cigarrillos, en la división bebidas alcohólicas y tabaco (6,4%) y de los servicios de agua y electricidad en algunas regiones del país, que impactaron en la categoría vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles (4,6%). En este rubro todavía restan muchos aumentos a lo largo del año, sobre todo para quienes sufran la quita de subsidios a partir del 31 de agosto. Excepto este último, todas las categorías relevadas tuvieron aumentos mensuales por encima del 5,5%.
La inflación acumuló en los primeros siete meses del año una variación de 46,2%. Si se compara con julio de 2021, la suba interanual es de 71%.
“No es el índice que esperamos. Hay que seguir trabajando”, había anticipado ya esta mañana la portavoz oficial, Gabriela Cerruti. Atribuyó gran parte de la escalada a que, tras la salida intempestiva de Martín Guzmán del Gobierno, hubo “un intento de corrida cambiaria buscando una devaluación”. “Ya hay una sensación de estabilización”, aseguró.
El dato informado por el Indec para julio está apenas por debajo de la inflación proyectada por el mercado, de 7,5% promedio según el relevamiento que hace mensualmente el Banco Central. Para el año, el pronóstico se eleva a 90,2%, 14,2 puntos porcentuales por encima de lo que habían reflejado los analistas en la medición previa, hecha antes de que Guzmán renunciara a su cargo de ministro de Economía. Si se miran solo los números de las 10 entidades que más acertaron en sus pronósticos, la inflación anual esperada es más alta, de 94,7%.
Tal como anticipó Sergio Massa, se espera que la suba de precios empiece a desacelerarse a partir del pico de julio, aunque agosto también arrojará un dato muy elevado. Según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), el mes en curso la inflación cerrará en 6% y en septiembre bajará a 5,5%, para quedarse en torno a este número hasta fin de año.
En sus primeros anuncios, el nuevo ministro de Economía se comprometió a “enfrentar la inflación con determinación”, fenómeno que consideró “la mayor fábrica de pobreza”. Sin embargo, a la manera de su antecesor, no anunció ninguna medida en particular destinada a ese fin, sino que señaló que el paquete en su totalidad fue diseñado para eso. Dado que lo atribuye a causas múltiples, reducir la escalada en las góndolas depende de “tranquilizar la economía”.
Mientras esperan que eso suceda, las familias argentinas adaptan sus estrategias para sortear el desafío diario de sostener sus consumos con ingresos retrasados respecto de los precios. “En la carnicería antes por ahí compraba unos bifecitos, una carne para milanesas. Ahora el presupuesto ya no da y compro cortes más económicos o pollo y saco para varias comidas. En vez de ir a la verdulería que me queda más cerca, voy a otra que está más lejos y tiene más barato”, precisa Betzabé, que vive en la Argentina desde hace 12 años.
“Los útiles escolares, en vez de comprarles nuevos, reciclo lo que están en buenas condiciones. También veo que no desperdicien hojas dibujando. Si me ayudan a lavar los platos, les digo que usen poquitito detergente. Si se suenan la nariz con papel higiénico, que usen solo no lo necesario. No se pueden terminar enseguida las cosas que uno compra porque salen muchísimo; son tantas las cosas que uno tiene que cuidar”. Como miles de familias, practica una micromilitancia del ahorro. Incluso así, dice que a veces no alcanza para todo lo que necesitaría comprar.
Según una encuesta de Unicef, la suba del precio de alimentos afecta la dinámica diaria de los hogares. Actualmente el 7% de los niños, niñas y adolescentes argentinos se saltea alguna de las comidas principales, una cifra que asciende al 23% en el caso de los adultos. “Lo vemos en los barrios donde los adultos dejan de comer para que lo hagan los chicos. Así y todo, siendo una situación de vulnerabilidad, no alcanza para que los chicos puedan tener todas las comidas necesarias para su pleno desarrollo”, explicó Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social de UNICEF Argentina.
DT