Con un largo aplauso entró Javier Milei al Alvear Palace Hotel para compartir un almuerzo con cientos de empresarios reunidos en el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp). Fue a exponer su plan económico, pero la mayor parte de su alocución la usó para refutar a una mayoría de economistas que advierten que hay atraso cambiario, es decir, que el dólar ha subido por detrás del conjunto de los precios de la economía y debería subir más que el 2% mensual, como desde enero.
El Presidente pretendió demostrar lo que sabe como economista para señalar que el tipo de cambio es bajo cuando hay confianza de los inversores y es alto cuando hay crisis y que, por tanto, hacen mal los analistas que toman el valor promedio como el adecuado. Negó que alguien pueda determinarlo. “Se creen los Moisés de la economía. Y después soy yo...”, sonrió el jefe de Estado en referencia a su fanatismo religioso.
“Sí, va a estar cara la Argentina en dólares y se corrige con reformas estructurales”, admitió y propuso Milei. Es decir, con desregulaciones como las de la ley Bases, incluida la reforma laboral, el mega DNU (decreto de necesidad y urgencia) y con eventuales bajas de impuestos. “Para decir que hay atraso debería haber déficit fiscal y creciente, política monetaria activa (tasas de interés por encima de la inflación). Pero la política monetaria es contractiva, parece joda pero es el gobierno de La Libertad Avanza. Si tuviera problema de atraso, tendríamos una sistemática caída de reservas.”
“No hay atraso cambiarlo”, dijo por enésima vez, mientras un poderoso empresario comentaba por lo bajo que de tanto repetirlo él estaba comenzado a creer que sí lo había. Pero Milei expuso que lo que hay es un “problema de infraestructura”. “Tengo uno de base contractual y tengo un problema de fierros. La solución es con el DNU y buscando concesiones”, apuntó. Es decir, con desregulaciones y con la concesión de obras al sector privado, ya no proyectos públicos. Pero en el público hasta los ejecutivos más conservadores de los principales grupos nacionales dudaban de que las empresas fueran a invertir, por ejemplo, en ferrocarriles y puertos, necesarios para reducir costos.
Milei pidió aplausos para el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, que redujo de 10 a siete puntos del PBI los pasivos remunerados de la autoridad monetaria, lo que antes se llamaba la bola de Leliq (Letras de Liquidez), deuda a siete días que le prestaban los bancos, y que ahora fue reemplazado por pases, a un día. “Fue una solución de mercado”, celebró Milei. Se refirió así que lo hizo reduciendo la tasa de interés de referencia del 250% al 40%, baja que los bancos trasladaron a los plazos fijos de sus clientes, y no con un Plan Bonex, como en 1989, cuando a los ahorristas les encajaron un bono para solucionar los pasivos del Central con los bancos. Prevé que la nueva disminución de tasas del 50% al 40% acotará el déficit cuasi fiscal, el del Central, al 2% del PBI. “¿Era imposible? Nada, lo estamos haciendo nosotros”, se jactó el Presidente y logró el primer aplauso espontáneo del empresariado. No hubo Bonex sino licuación de los ahorros, sin que el dólar paralelo apareciera como alternativa.
El Presidente apuntó a quienes lo acusan de carecer de un “plan de estabilización” para bajar la inflación y basarse sólo en un brutal ajuste fiscal para que el Central deje de emitir moneda para financiar el déficit. “Si no hay plan de estabilización, ¿qué piensan? ¿que baja de casualidad la inflación? Es insultante”. Admitió que el recorte fiscal fue de 7 puntos del PBI, en lugar de 5, como había anunciado en un principio. “Sobrereaccionamos un poquito”, sonrió otra vez Milei. Claro que fue a costa de medidas polémicas como paralizar la entrega de medicamentos a pacientes graves, dejar de entregar libros a los alumnos de la escuela pública o paralizar las inversiones en el ferrocarril.
“Ahora podemos empezar a devolver”, prometió Milei. Pero no se refiere a elevar el gasto sino a bajar impuestos, aunque tampoco en lo inmediato. “Es el ajuste fiscal más grande de la humanidad”, celebró y calificó de “burla” a los economistas locales que le critican la “calidad del ajuste”. Olvidó mencionar que también el Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte sobre la “calidad”.
“Al ministro (de Economía, Luis) Caputo lo llamo chanchito de yeso porque para sacarle un mango hay que romperlo todo”, bromeó Milei, con el jefe del Palacio de Hacienda en frente. “Si alguien quiere romperlo, me va a tener que romper primero a mí. Con el Pacto de Mayo vamos llevar el gasto del 40% del PBI al 25%”, logró otro aplauso. “La intención es bajar los impuestos. Primero eliminar el impuesto PAÍS, después las retenciones y después el impuesto a los débitos y créditos (al cheque y otras transferencias)”, secuenció Milei. “Nuestra voluntad de bajar impuestos es tal que no los coparticipamos porque si no, no los bajamos nunca más”, se refirió al reclamo provincial de coparticipar el PAÍS. Pero aclaró que la reducción tributaria no depende sólo de él sino de provincias y municipios. Después precisó cuándo él disminuirá los gravámenes: “En la medidas en que empiece a rebotar la economía, los bajamos”. La duda entre los empresarios es cuándo repunta: los financieros se entusiasman con este año, pero los industriales desconfían.
El Presidente se autocelebró y logró más batidas de palmas. “El bono que cotizaba a 18 dólares, ahora a 60. ¡Bravo!”, festejó, lo mismo que la consiguiente baja del riesgo país. El Cicyp reúne al Grupo de los Seis: la Cámara Argentina de Comercio (CAC), la de la Construcción (Camarco), la Unión Industrial Argentina (UIA), la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba). Los constructores e industriales no están tan contentos con el plan libertario, pero los empresarios del comercio, los servicios, el campo y las finanzas pesaron más en el aplausómetro.
“Hola, brecha, ¿dónde estabas? Porque no te vemos”, autoelogió el descenso de la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo de casi 200% al 20%. “La brecha corregida por impuesto PAÍS es cero”, calculó porque ese gravamen es del 17%. “No estamos necesitando el financiamiento de nadie”, negó que estén pidiendo fondos para salir del cepo. Claro que hasta hace pocas semanas querían que el FMI y varias potencias les prestaran. “No hay plata”, respondieron en el Norte. “De a poco vamos a ir abriendo las restricciones cambiarias”, prometió Milei. “No las vamos a liberar todas juntas. Antes se pagaba el 15% de las importaciones. Hoy, el 70%. Estamos calzando el flujo de divisas porque si libero el problema de stock (de deudas por importaciones, que dejó el anterior gobierno), me hace un salto transitorio del tipo de cambio. Estamos muy cerca de abrir el cepo. Si resolvemos los pasivos remunerados, los puts (opciones de compra de bonos del Tesoro que la administración pasada dio a los bancos), y por lo que están peleándose bastante; y los giros de dividendos (de las filiales de empresas extranjeras a sus casas matrices, cuando terminemos eso, vamos a abrir el cepo. Se demora porque lo hacemos a mercado”, se justificó.
“La cantidad de dinero no se va a mover”, lanzó. “Voy a mandar una ley para que si se emite, van a ir preso el presidente del Banco Central, el ministro de Economía y hasta el presidente de la Nación”, largó, aunque parece difícil que el Congreso se la apruebe. Entre los empresarios que lo escuchaban había muchos que en la pandemia reclamaban que se emita todo lo necesario para rescatar a las compañías que no podían pagar los sueldos. “En la medida en que la economía se expanda y el monto de consumo se agrande, se va a incrementar la demanda de dinero, pero no vamos a emitir más sino que la gente va a poner más dólares en la economía. El peso va a estar como una roca, no se mueve. En la medida en que la economía se expanda, la cantidad de pesos será muy chica y entonces puedo dolarizar y puedo eliminar el Banco Central”, volvió Milei a sus promesas electorales, que parecían olvidadas, y esta vez, a diferencia de la campaña electoral del año pasado, logró aplausos de los empresarios ante estas ideas extremas. “No soy comunista, soy liberal libertario. Ustedes son los creadores de riqueza”, finalizó Milei. El asunto es si la crearán con el marco planteado. Y si su gobierno, que se jacta de no crear riqueza, termine creando pobreza.
Pero muchos empresarios confían en su nuevo líder. Así lo dejó en claro el presidente del Cicyp y vice de la Rural, Marcos Pereda, en su discurso: “Cuando usted vino aquí en la campaña electoral, estábamos al borde de la hiperinflación. Ahora, la inflación tiene una clara curva descendente. Esperemos que la baja de precios y la reaparición del crédito reactiven el consumo. Esperamos una reducción impositiva y de las restricciones cambiarias. La reforma laboral fue un importante primer paso, pero necesitamos una reforma más profunda. El paro general marcó el alto grado de disociación entre trabajadores y un sindicalismo con política de apriete y extorsión”.
Pereda tachó al anterior gobierno de corrupto, populista e ineficiente. Habló de una “nueva cultura de honradez y esfuerzo, una batalla cultural compleja, que requiere diálogo institucional, evitar el péndulo”, aunque se refería más bien a quedarse en este extremo y no volver al anterior, antes que buscar el centro. “El mundo nos está mirando”, celebró al presidente que cosecha elogios de Elon Musk e inversores financieros de EE.UU.. Sorprendió al final con una recomendación: “Acercar a los que más se resisten”.
AR/DTC