En la jerga del mundo emprendedor un unicornio es una compañía de base tecnológica que alcanza un valor de al menos US$1.000 millones. Hasta 2019 la Argentina tenía cuatro: Mercado Libre, Globant, Despegar y OLX. Ese año se sumó la firma de seguridad informática Auth0 y hoy, pandemia mediante, se cuentan más del doble. En los últimos meses se sumaron a este grupo la plataforma de diseño web Vercel, la firma de publicidad online Aleph, el software gestor de equipos de trabajo remoto Mural, la minera de criptomonedas Bitfarms, la fintech Ualá y la plataforma de comercio digital Tiendanube, lo que suma un total de 11 unicornios y ubica a la Argentina al tope de la región, solo por detrás de Brasil.
¿Cómo llega una empresa a convertirse en unicornio? El camino de una startup tiene una serie de pasos bastante estandarizados. Luego de recabar fondos entre familiares y amigos para instalar las bases de su negocios, los emprendedores buscan inversores dispuestos a desembolsar dinero a cambio de participación en la empresa. Son los llamados inversores ángeles, que suelen ser personas físicas con cierto recorrido en el mundo de los negocios.
Luego se realiza una primera ronda de inversión, la serie A, donde participan fondos de inversión de riesgo profesionales (venture capital), institucionalizados, que hacen un análisis minucioso sobre el plan de negocios de la empresa, proyectan una evolución, y ofrecen pagar determinado monto de dinero por determinada cantidad de acciones de la empresa, lo que arroja la valuación de la misma. Por ejemplo, si están dispuestos a pagar US$100 millones por el 10% de la compañía, eso quiere decir que el 100% de la empresa vale US$1.000 millones.
La compañía puede repetir las rondas de capital —la serie B, la serie C, la serie D—, en la que se da el mismo proceso, hasta que, entre otras posibilidades, hace una oferta pública inicial (IPO, por sus siglas en inglés) y sale a la bolsa.
“La valuación de las compañías es un cálculo teórico; nadie paga el monto total de dinero, pero es así como se valúan”, explica Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE Business School. “Un unicornio es una compañía que en una ronda de inversión validó mediante fondos de inversión profesionales su valor de US$1.000 millones”, sintetiza. Cuanto mayor reputación tengan los fondos que invierten —por haber participado de la capitalización de otras startups exitosas, por ejemplo— más sólida es esa valuación.
Temporada de unicornios
El gran telón de fondo de la cascada de inversiones que derivó en los nuevos unicornios es la pandemia, que instaló la distancia física como norma y aceleró la digitalización de la vida. Así, una gran masa de nuevos usuarios le dio impulso a las empresas que ya estaban ofreciendo los canales para habitar el mundo digital. Fernando Terre, experto en valuaciones de First Capital Group, lo pone en términos llanos: “Mi mamá antes compraba la comida del perro en la esquina y ahora la compra por Mercado Libre; antes iba al videoclub y ahora mira Netflix; antes llamaba a la agente de viajes y ahora compra por Despegar”. Lo mismo para las empresas: firmas que no tenían ni siquiera computadoras portátiles para sus empleados hicieron una transformación que en condiciones de normalidad les hubiera llevado tal vez una década.
“Lo que estamos viendo es la consolidación de varias compañías líderes en sus sectores”, apunta el emprendedor tecnológico Santiago Siri. En esto los analistas coinciden: las firmas ganadoras de la pandemia no son paracaidistas ni empresas que nacieron para subirse a la ola, sino las que ya tenían un recorrido. De algún modo, pioneras en sus áreas.
Como otro factor determinante para el aumento de las inversiones aparece también una mayor liquidez de los fondos, derivada de las bajas tasas de Estados Unidos que hacen que el rendimiento de la renta fija sea muy baja y estimulan a tomar más riesgos. Además, se combina con una reasignación de prioridades al interior de los fondos, con migración de ciertos sectores de interés como el retail a negocios con mayor impronta tecnológica.
Según explica Siri, la Argentina se diferencia en la región por tener una muy buena formación de talentos y tiene otras particularidades respecto de dos países que podrían hacerle sombra. “En México el talento se va a Estados Unidos muy rápidamente, en Brasil hablan otro idioma y tienen una mirada muy doméstica porque tienen un mercado interno muy grande y raramente salen a explorar. En la Argentina se da un cóctel perfecto para generar empresas de alto valor agregado y apuntar al mercado global”, apunta.
Terre, de First Capital, suma: “A diferencia del empresariado más tradicional, que lo único que hace es competir con las reglas de juego que impone el Gobierno y hacer pie en los bienes tangibles, la visión de los emprendedores detrás de estos unicornios es diferente: con muy buenos recursos humanos locales, saltan las fronteras. En Ualá son genios en México, Mercado Libre debe tener solo el 20% de sus operaciones en la Argentina. Son empresas de concepción argentina pero planificadas para el mundo; eso hace que no tengan límites y que los inversores se interesen”. En efecto, si bien detrás de los unicornios locales hay emprendedores argentinos, muchos de ellos no viven en el país ni tienen el eje de sus operaciones dentro de las fronteras nacionales.
Para Manuel Tanoira, socio a cargo del área de Venture Capital del estudio jurídico Tanoira Cassagne que lidera el área de Innovación, nuevos negocios y transformación digital, “Latinoamérica estaba completamente subinvertida”. “En los últimos años se veía un crecimiento de venture capital en tecnología en todos los continentes salvo África y América Latina, que tenían poca cantidad de inversión versus PBI”, detalla. Respecto del origen de los fondos volcados a los unicornios argentinos, Tanoira dice que hay un patrón claro: son sobre todo fondos latinoamericanos y de Estados Unidos, encabezados o asesorados por emprendedores. Esa es, para él, la clave de lo que será un “círculo virtuoso” que consolidará la tendencia: la mayoría de los emprendedores exitosos vuelve al ruedo en en formato de venture capital.
El riesgo de una burbuja
Entre fines de los ‘90 y principios de los 2000 aumentaron exponencialmente su valor las empresas “puntocom”, impulsadas por el furor de internet. El aumento de los precios de las acciones combinado con la especulación y una gran disponibilidad de capital de riesgo crearon un ambiente de excitación que, sin embargo, terminó por implosionar. Muchas de estas empresas quebraron o dejaron de operar luego y el episodio se recuerda como “la burbuja de las puntocom”.
Para los analistas consultados, este furor por las tecnológicas no tiene por qué mirarse en ese espejo, fundamentalmente porque esta vez las tasas de crecimiento de las empresa acompañan sus valuaciones. “Aunque puede ser que algunas se estén pagando un poco caras, estas plataformas tienen facturación genuina porque le cambian la vida a la gente”, dice Tanoira. A diferencia de las puntocom, son un universo de empresas rentables y heterogéneas, con una propuesta de valor clara. “¿Vendrá una corrección? —pregunta Siri— Casi seguro que sí. ¿Será brutal? No lo creo”.
Empresas cucaracha
Sin embargo, el entusiasmo tiene matices. Sebastián Siseles es abogado especializado en finanzas corporativas y vicepresidente internacional de Freelancer.com, una plataforma que une empleadores con trabajadores en todo el mundo y tiene más de 54 millones de personas registradas en 247 países, regiones y territorios. Además, Siseles se declara “históricamente crítico del término unicornio”, al que considera muy “marketinero”.
“Cuando viene un fondo y salís con el anuncio de que vales US$1.000 millones no digo que sea mentira, pero es engañoso”, apunta. Justamente porque esos US$1.000 millones suelen ser un valor teórico: ese monto de dinero no está ni antes (cuando se proyecta la valuación), ni después (cuando se vende). ¿Por qué no está cuando se vende? Por la letra chica y lo que Siseles refiere como los “derechos de preferencia de liquidez” que los fondos negocian cuando invierten dinero en una empresa.
Por ejemplo: un fondo invierte US$100 millones en una empresa valuada en US$1.000 y acuerda que se lleva el monto de su inversión multiplicado por 2,5 ante un evento de liquidez, antes de que cualquier otra persona cobre. Así, cuando se vende la compañía el fondo se lleva US$250 millones y sobre lo que queda, es decir US$750, va a prorrata. “¿Entonces, esa empresa vale US$1.000 millones para el fundador o para sus inversores iniciales? En los hechos, no”, grafica.
Para Siseles, convertirse en un “unicornio” es un hito de marketing y no un punto de llegada para las firmas. “La tasa de fracaso de los startups es del 80% en el primer año por eso se dice que entre el primer y segundo año hay que pasar el ‘valle de la muerte’. Después de eso hay que seguir trabajando, validar esa valuación en el mercado de capitales y no son muy pocas las empresas que lo consiguen”, apunta, y pone como ejemplos emblemáticos a Globant y Mercado Libre que, en los hechos, ya dejaron de ser unicornios para convertirse en firmas mucho más grandes.
Incluso resalta que una empresa no tiene por qué tener como objetivo convertirse en un unicornio ni atravesar el camino tradicional de capitalización; su firma sólo tuvo financiación en la etapa inicial y luego creció con recursos propios hasta que salió a la bolsa. “A mí no me gusta el término unicornio —dice—, porque los unicornios no existen. Más allá del chiste, prefiero las empresas cucaracha: esas que pueden consolidarse y mantenerse con vida a través de los años”.