“El arte de los negocios es el paso que sigue al arte”. Esta frase reinterpretada de Andy Warhol y que sirve de colofón a la canción Avida Dollars, título del séptimo álbum de Antón Álvarez, es la filosofía de un artista. Todo lo que toca C. Tangana se convierte en billetes de forma espontánea o deliberada. Lo segundo casi siempre lo consigue con polémica, aunque a veces sea involuntaria o esté tan bien diseñada que lo parezca.
Así lo ha demostrado Ateo, el sencillo junto a Nathy Peluso que ha provocado un cisma en el seno del Arzobispado de Toledo. La sensualidad de la bachata y la lascivia del vídeo (menor que la de mucho arte sacro) ha sido demasiado para una Iglesia de mayoría ultra que se ha impuesto sobre el sector más aperturista. El puritanismo ha superado incluso su propia ambición, ya que la productora pagó 15.000 euros por el alquiler de la catedral. Los católicos han celebrado un acto de “purificación de los pecados” para pedir perdón a Dios. “Oportunidad perdida de decir algo bonito, moderno y tolerante por parte de la Iglesia”, ha respondido el cantante.
Pero además de la polémica, en Ateo confluyen varias claves del éxito de C. Tangana. Pocas veces un artista con una identidad cambiante –Crema, Puchito, C. Tangana, El Madrileño– despierta tantas sensaciones buenas como todo lo contrario. Como un termómetro de la escena musical, Antón se sube al estilo más caliente del momento y transita por el rap, el trap, el latineo y el flamenco, o por una mezcla de todos ellos. Él lo resume sencillamente en “pop” sin perder los anillos. Es la seguridad de quien no cree en la fama accidental, sino muy bien trabajada. Es una declaración de intenciones: busca ser popular, pero no le basta con serlo en casa.
Atrás queda el chaval que compaginaba las clases del instituto con la grabación de mixtapes de rap y que se conformaba con algunas visitas en YouTube. También el estudiante de la carrera de Filosofía que explotaba su vena existencial con Crema. El cambio de mentalidad llegó en 2015. “Tomé la decisión de convertir mi vida artística en mi vida profesional y usar toda mi creatividad para sobrevivir”. Así nació Ídolo en 2017. Así nació C. Tangana. “Decidimos actualizar la música popular en España y colarnos en el mainstream de este país”, relata en el prólogo de aquel álbum.
Uno: lo latino no empezó con una bachata
Dice Alizzz, el productor musical que marca la escena contemporánea en España, que el día que C. Tangana sacó Antes de morirme con Rosalía “lo cambió todo”. Este roneo o canción de cortejo, como ellos lo llaman, presentó por primera vez juntos en 2016 a dos jóvenes con aspiraciones monumentales. No tenía carácter latino, pero conectaba con un género urbano que empezaba a llegar a España desde Latinoamérica. “La posición de fuerza en la canción la tiene la mujer”, dijo ella. No iba a ser la última vez que ambos estuvieran confrontados ni en la que Rosalía llevase la posición dominante. Aunque para eso aún faltarían años.
Más rápido fue Pucho con Mala mujer, que lo catapultó directamente a las listas de éxitos. En esos momentos el reguetón se estaba imponiendo sobre el siempre predilecto pop-rock español, al menos en las plataformas de streaming. Mala mujer era “así como un bolero de la nueva era”, que reseñaron en Jenesaispop. Tenía aspiraciones de pista de baile, abrazaba el autotune y también metía “percusiones de cumbia y un piano salsero”. Fue el cebo de un disco mucho menos latino, pero que consiguió todas sus pretensiones: “Para mí ese es el mayor logro. Que las chavalas que quieren escuchar el nuevo tema de Maluma, en vez de tragarse eso, tengan que tragarse Intoxicao”, dijo durante la promoción de Ídolo.
La realidad es que no ha sido la última vez que ha coqueteado con el reguetón o el latino más mainstream. Para ello siempre se rodea de las mujeres más potentes del género. Antes de hacer Ateo con Nathy Peluso, fue Booty con Becky G, Viene y va con Natti Natasha, No te debí besar con Paloma Mami o Picaflor con Lao Ra. Pero también Pronto llegará, una típica salsa de Puerto Rico con el cantante Darrell. Por si fuese poco, lanzó el remix de Mala mujer junto a Farruko y a French Montana, dos de los máximos exponentes del reguetón y el rap.
Dos: la unión con la tradición
Hace unos meses que C. Tangana se relaciona inevitablemente con una estética castiza y un concepto de tradición ibérica no demasiado reinventada. Es la música con lo que Pucho vuelve al presente y se mantiene en las listas de éxitos, donde el flamenco y el folclore no han encontrado un lugar más allá de Rosalía. Pero el romance con lo cañí no ha empezado con El Madrileño, su último disco, publicado en 2020. Empezó en 2019 con Un veneno.
“Voy a llamarlo así para que no me llamen apropiacionista ni gilipolleces, pero 'lo español' está en un momento de reivindicación a nivel cultural”, expuso Álvarez al sacar su primera colaboración con el Niño de Elche. En esta canción, por ejemplo, abandonó todo lo urbano como una manera de “boicotearse” a sí mismo, pero en cambio aprovechó para explorar el folclore latino. “En vez de escuchar a Daddy Yankee por las noches me pongo a Chavela o a Compay Segundo”.
“Antes de grabar el vídeo de Un veneno le dije a Antón que había que ir a Cuba a disfrutar y a embriagarnos del sentimiento cubano. Havana Club pagaba el viaje y allí conocimos a uno de los fundadores de Buenavista Social Club”, reveló Santos Bacana, el otro cerebro en la sombra (por elección) del éxito de C. Tangana. Si Alizzz es el maestro del sonido, Bacana es el del vídeo y la imaginería. “Es muy bueno localizando talentos, él sabe muy bien dónde brilláis. Antón es un director de orquesta de la hostia”, le dijo el entrevistador de Newtral al fundador de la productora Little Spain, esquivo con los medios y responsable de la mayoría de los videoclips de Tangana.
“Lo nostálgico es un gancho para preguntarnos qué es España, que para nosotros es la gente y la tierra”, contó Bacana a Cinemanía. A pesar de haberse formado en Los Ángeles, Little Spain tiene unas intenciones muy castizas. Si fuesen una escritora o columnista, dicen. que serían Ana Iris Simón, autora de Feria, con quien Santos compartió pupitre. “El primer día de clase nos mandaron hacer una redacción y ella lo hizo sobre la tortilla de patatas, con una poesía increíble. Yo no era consciente de lo importante que iba a ser en mi vida esa tortilla”.
De ese imaginario compartido nace el cocido de Comerte entera, el cementerio de Demasiadas mujeres, el taxi haciendo la ronda por Imperial en Cambia!, las torres blancas de Los tontos o la mesa folclórica de Tiny desk. También, por supuesto, la carátula taurina de El Madrileño o el arte sacro de la catedral de Toledo. Porque, por mucho que les pese a los curas, Ateo quería ser un homenaje a la simbología religiosa y el propio Arzobispado lo ha convertido en lo contrario. Algo que entronca con el siguiente aspecto de la figura de C. Tangana: la polémica.
Tres: la metapolémica
Hablar de polémica se queda corto en el caso de C. Tangana. A él se le ajusta más la metapolémica, porque no hay una que no conecte con la anterior. El caso más reciente es Ateo, canción y videoclip. Todo empezó el pasado agosto con la controvertida foto que subió a las redes en un yate rodeado de varias mujeres influyentes: las actrices Esther Expósito, Hiba Abouk o Rocío Aguirre; la artista Miranda Makaroff o la modelo Jessica Goicochea, entre otras.
La reacción en redes fue descomunal. Desde los que tacharon al cantante de machista por la hipersexualización del cuerpo de la mujer hasta los que le acusaron de incendiar el debate como estrategia de marketing de su nuevo tema, titulado curiosamente Yate. Sin embargo, ellas también compartieron la foto y él salió a defenderlas después en la revista Harper's Bazaar: “Todas esas personas están allí por su propia voluntad, todas esas personas tienen una carrera de éxito importante y hacerme yo la foto con ellas era más importante que ellas se la hicieran conmigo”, dijo Tangana.
De aquel escándalo surge Ateo, cuyo vídeo hace referencia directamente al juicio moral al que se le sometió en redes. En él aparecen figuras como Brais Efe, Cayetana Álvarez de Toledo, Josep Pedrerol e incluso la influencer María Pombo, una de las que más criticó en agosto la foto. “Déjales que hablen mal, se mueran de envidia”, canta Peluso.
¿Huevo o gallina? Nunca se sabrá si C. Tangana alimenta una polémica para crear otra aún mayor o responde a ellas con la misma medicina. El caso es que no es algo nuevo. Durante los últimos años se le ha acusado de “vampirizar” su anterior relación con Rosalía una vez que ella empezó a arrasar a nivel mundial. De repente lanzó el videoclip de Tú me dejaste de querer y el chismorreo estaba servido: una suerte de “doble” de la Rosalía más joven le toca las palmas mientras él rapea y según algunos se apropia del imaginario de Con altura por salir en un avión, como la cantante en su famosa canción de reguetón con J Balvin.
También ha usado de forma inteligente los beef con otros estandartes del rap y el trap, como Los Chikos del Maíz o Yung Beef. De los primeros sacó una canción casi homónima, Los Chikos de Madriz, en 2016 –“rechazando el contrato que hoy está firmado por ti”– y del segundo un tema recuperando la identidad de Crema y volviendo a sus orígenes raperos. “Búscate un dentista bueno, un agente nuevo, y me llamas luego”, le lanza en Forfri.
“Soy un machirulo aunque no quiera”, dijo en una entrevista con Risto Mejide en 2018. Que su último disco solo incluya colaboraciones masculinas –exceptuando a La Húngara, que aparece junto al Niño de Elche en Tú me dejaste de querer– no le ha ayudado a quitarse esa etiqueta. No obstante, durante la promoción de El Madrileño al menos admitió a La Razón que “esa masculinidad que te enseñaban de pequeño es como un cáncer”.
Cuatro: un producto comercial antes que musical
Si hay algo que nunca ha negado C. Tangana es que es un producto de marketing, “pero no basado en un solo hit”. Lo demostró con la lona monstruosa –por tamaño– que desplegó en la Gran Vía de Madrid para promocionar el disco de Ídolo en 2017. En ese momento solo había lanzado Mala mujer. Y aunque cosechaba unos números absurdos en Spotify, podía ser precipitado salir con todo el arsenal y un título de disco tan elocuente y soberbio a la vez.
Puchito apostó por sí mismo como marca antes que nadie. Su mérito es que el mundo se la ha comprado. “Hoy he tachado lo que tú en un mes/ Mira mi nombre y piensa en Inditex”, rapea en la canción del mismo nombre. Poco tiempo después lanzaba una línea de ropa con Bershka, de la misma cadena. A él le gusta pensarse como el estratega del mercado, un caballo de Troya que entra hasta el fondo y lo dinamita al mismo tiempo. Pero siempre con el billete por delante para seguir “llorando en la limo”.
“El Rey soy yo, el Rey es un gilipollas, la madre del Rey me come los cojones, la que ahora llaman Reina era una presentadora de la tele, y eso es lo que sigue siendo para mí, y que me metan a mí también en la cárcel, que me voy a ir a Bélgica a hablarles desde allí”, dijo al ser preguntado por los medios sobre el exilio de Valtonyc en el Primavera Sound 2018, justo antes de sacar la canción Yo soy el rey. Es una de las pocas veces que ha entrado en asuntos políticos y porque le favorecía para la promoción. C. Tangana construyó un ídolo sin miedo a destruirlo: “Amado por casi nadie (súper odiado por ti)”.
Cinco: Madriz, Madriz, Madriz
El Madrileño ya era un chulo orgulloso cuando la época de Crema, esa en la que prometía que “van a respetar Madrid”. Se refería a la escena, a la cantera artística, a la ciudad que le cuesta reivindicar una imaginería propia. “Me gusta lo cañí, me gusta sentirme madrileño, me gusta hablar con el ej que, me gusta tener una perspectiva propia desde la que puedo hacer cosas que otros no pueden”, decía el artista en una entrevista con El Mundo. “Cuanto más lejos me voy del lugar en el que empecé, más ganas tengo de reivindicar mi origen”.
El Madrileño es la culminación de todo eso a nivel musical y a nivel estético. Se sale de la Malasaña de Leiva, de “la ciudad invivible pero insustituible” de Joaquín Sabina, y llega a rincones inexplorados: las Colmenas de la Conce, la colonia de San Cristóbal, la Casa Carvajal, en Malasaña, el cocido de Lhardy, donde aún se reúnen los capos de las finanzas y las políticas de la capital, el viaducto de Segovia, La Almudena, el cine Doré, Las Vistillas, el barrio de Canillas. El extrarradio. El centro.
Todas las canciones del disco El madrileño tienen videoclip, algo poco común, y todos ellos funcionan como una película. Little Spain y C. Tangana recogen la esencia de la capital que no aparece en las películas ni en las guías de viaje. Algo que solo un gato enamorado como Pucho podía retratar.
DA