Un error de Alberto Núñez Feijóo convirtió a Ismael Serrano en el protagonista invitado de la investidura de Pedro Sánchez. El líder del PP se inventó una cita de Antonio Machado ignorando que, en realidad, sus palabras pertenecían al músico madrileño. El cantautor estaba en ese momento en el estudio, grabando, por lo que no se enteró en directo. Al abrir X (antes Twitter) durante una pausa, se encontró con el error del político. “No es por darme el pisto. Pero ese añadido es de un servidor”, aclaró. Poco después lo llamaron desde la sede del Gobierno español para corroborarlo.
Serrano volvió a ser mencionado durante la sesión, tanto por el presidente del Gobierno, que subrayó el error, como por el propio Feijóo, esta segunda vez mencionando su tema Amor propio. “Una canción que habla en tono humorístico de la masturbación. Dije: '¡Qué inapropiado!'”, explica el cantante a este periódico sobre la elección del repertorio por parte del político.
-¿Cómo vivió su mención en el Congreso?
-Tiene que ver con dar por válido todo lo que se encuentra en internet. Mirándolo con perspectiva, ayudó a engrasar un poco un debate que era muy correoso y bronco. En otras circunstancias no hubiera llamado tanto la atención. Había una necesidad de centrar la mirada en otro lado porque lo que se estaba viendo en los últimos días era muy hostil y agresivo. Nos aferramos a la anécdota para que fuera algo más amable.
-¿Qué provocó el tono tan bronco?
-Es una tendencia internacional. No sé hasta qué punto las redes sociales están influyendo en nuestra manera de relacionarnos, por cómo generan comunidades muy cerradas que no nos educan a convivir con gente que piensa diferente. Como lo único que hace el algoritmo es rodearnos de opiniones y gente que piensa como nosotros, estamos perdiendo habilidades sociales, nuestra capacidad para empatizar y entender el contexto, que en política es esencial para entender ciertas decisiones. Que se generen comunidades que radicalizan nuestro sesgo de confirmación hace que solo nos rodeemos de cosas que nos dan la razón. Y esto se está trasladando al debate político.
-Lo que se comentó es el error, pero no tanto la cita.
-Mucha gente en Twitter dice que da igual que la cita estuviera mal atribuida. El texto era válido. No sé cómo Feijóo no incidió en eso. No tuvo inteligencia. Como lo que importan son el zasca y la humillación... Podría haber dicho: “Es de Ismael Serrano, que es de los tuyos”. La política parlamentaria tiene que ver con una cuestión efectista. Estrategias de marketing que están más ligadas al pequeño fragmento que va a aparecer en las redes sociales. Ni siquiera en el corte del Telediario. Tiene que ver con el déficit de atención.
-¿Cómo llegamos a esta situación?
-Ha sido muy rápido. Estamos asistiendo al colapso de un modelo de sociedad cuyo mecanismo de defensa es una crisis que se perpetúa en el tiempo y que se traduce en un viejo mundo que nunca acaba de morir y uno nuevo que nunca acaba de nacer. En un planeta que colapsa, los síntomas son la polarización, los auges del populismo, la tecnología por delante del debate ético y moral. Desde el punto de vista cultural y musical pasa por cómo el escapismo se impone por encima de la reflexión en profundidad sobre el mundo en el que habitamos. No hay mucho matiz en la música imperante. Es muy directa, muy superficial y a veces muy bizarra. Poco sutil.
-¿La violencia vista en las puertas de la sede del PSOE muestra este colapso?
-Tiene que ver con la normalización. En un contexto que colapsa, se rompen los consensos. Hay debates sobre los MENA [menores extranjeros no acompañados] en los que se están diciendo cosas que hace años serían impensables. Lo hemos normalizado igual que a una política diciendo 'hijo de puta' desde la tribuna de espectadores al Presidente. Y que, lejos de rebajar el tono y decir que ella en frío es consciente de que es una barbaridad, se regodea en ella. Sube el volumen de ese discurso que entronca con el gamberrismo político que tanto gusta a una generación de chavales que sienten que hay que dar una patada al tablero, porque ni el viejo mundo muere ni el nuevo termina de nacer.
Hemos normalizado hasta que una política diga 'hijo de puta' al Presidente desde la tribuna
-¿Hasta qué punto llegamos para que esta sea la norma?
-Ella cree que le suma, porque considera que a día de hoy llamar 'hijo de puta' abiertamente al Presidente representa esa rebeldía que a algunos les motiva, les pone, les gusta. Cree en el gamberrismo, el antisistema, la contracultura en el debate. Tienen muy claras las batallas culturales y sienten que las están ganando. Esto tiene que ver con lo que dice Pablo Iglesias de la centralidad del tablero. Cuando la mueves y decir 'hijo de puta' está bien, todo lo que sea apelar al debate se queda fuera, es aburrido. Si pones la centralidad en las ocupaciones, ya no hablas de los desahucios. Si pones la centralidad en el 'hijo de puta' no hablas de que hemos retrocedido en derechos LGTBI, por ejemplo. Se habla de otras cosas.
-¿Esto es reversible?
-Sí, porque existen ventanas de oportunidad que se abren de manera insospechada, en las que las cosas pueden cambiar. Es verdad que las transiciones hacia un nuevo modelo pueden resultar a veces violentas, pero no tiene por qué. El 15M era algo impensable y de repente aparecieron nuevos liderazgos y partidos políticos. Igual un día se pincha el globo de ese gamberrismo político en el que todo vale y dejan de hacer gracia los chistes groseros de Isabel Díaz Ayuso. Igual un día la gente dice que no es tan gracioso, y que en el fondo es una tía haciendo bullying. El matón del colegio no es gracioso. Pensemos que a lo mejor puede ocurrir lo mejor.
-Ojalá.
-La oportunidad está ahí. Lo único, ojalá tuviéramos políticos que estén a la altura del sentido de la oportunidad y sean valientes. Esto ya no lo tengo tan claro.
-¿Faltan buenos líderes políticos?
-Se ha perdido la altura del debate intelectual. De hecho, hay una huida de la intelectualización. Díaz Ayuso lo representa. A día de hoy hay como una impostura en el hecho de reclamar lo popular como realmente válido sin hacer el ejercicio de análisis crítico que también merece lo popular. Lo masivo no tiene por qué ser bueno. La izquierda también cae en eso. Como el trap está de puta madre, lo vamos a incorporar a nuestra cultura. Y no. Hay cosas del trap que molan y otras que no.
-¿Qué pediría al nuevo o nueva ministro de Cultura?
-Un ministro siempre tiene que tener ambiciones. El Ministerio de Cultura tiene pocas atribuciones y poca capacidad para hacer cosas, visto lo visto. Ojalá tuviera capacidad para generar espacios que democratizaran, como dijo Yolanda Díaz, el acceso a la cultura en muchos aspectos. Pero claro, ella habló de festivales y el modelo de los festivales es la expresión última del turbocapitalismo imperante.
Macrofestivales en los que la experiencia artística y musical es quizás la menor de las preocupaciones del que asiste, que va a socializar. El Ministerio de Cultura tiene que ocuparse de todos esos artistas que jamás van a ir a un festival. De las expresiones culturales que no forman parte del mainstream que a día de hoy predomina en los festivales de música. Esa debería ser la preocupación, amparar y proteger la cultura, potenciarla a nivel internacional.
-¿Alguna vez se lo propusieron? ¿Querría ser ministro?
-No. Mejor una Embajada [ríe]. Además tampoco se debe ganar mucho.
Nunca me han ofrecido ser Ministro de cultura ni querría serlo
-Diría que sí, cuando Máximo Huerta duró apenas una semana se habló mucho sobre su sueldo.
-Eso sí me gusta. Si me ofrecieran un ministerio haría como Máximo Huerta, un poquito de rock and roll para luego irte contra todo pronóstico [bromea]. No tenía que haber dimitido. ¿Dimite la derecha en algún momento? A ellos les han pillado con las manos en la masa veinte veces y aquí no dimite ni Dios. Hay que tener la mandíbula fuerte.
Tiene que ver con acostumbrar a la gente a convivir con el escándalo permanente. El discurso del “todos son iguales” que sigue el juego a la derecha. Lo dijo Jorge Bustos: “Prefiero alguien que robe a un comunista en el partido”. Es una consigna que tienen arraigada. Es lo que vienen a decir los propagandistas del político de turno cuando le pillan con las manos metidas en el bolsillo de los demás.
-¿Qué sería prioritario en concreto dentro de la música?
-Apoyar a las salas pequeñas es más urgente que los festivales. Entender que son patrimonio cultural del país porque es la escuela en la que nos curtimos. Al principio los festivales iban muy de la mano de las salas pero eso se ha perdido. Hay que amparar a quien se quiere dedicar a la música. La música requiere una mirada a largo plazo que solo puedes tener si alguien te sustenta económicamente. No te tienes que retirar si no funciona tu primer disco, tendrás que hacer un segundo y un tercero. Pero es muy difícil porque conlleva dinero, igual que difundirlos. El mito de la viralización orgánica de según qué artistas no es real. Por lo general ocurre porque llevan detrás una empresa de marketing.
Y sobre todo, para que no se dediquen solo a la música niños de familia de bien. Echo en falta a gente de clase trabajadora en el panorama musical. Sería realmente útil hacer escuelas de música populares. Que la academia no se reduzca al conservatorio y la música clásica. Entender la música como un espacio de convivencia que ayude a tejer redes que se están desatendiendo en los barrios, las ciudades.
-¿Habría que regular las plataformas?
-Hay quien propone hacer plataformas públicas. No sería una mala idea. Así surgieron las radios y las televisiones públicas, para que no todo esté en los intereses privados. Con esa vocación, se podría plantear nuevas en las que el algoritmo no fuera tan tiránico, y que retribuyeran de manera justa al creador de contenidos.
-¿Cuánto le preocupan las IA?
-Mucho. Las IA van a saber leer el algoritmo mejor que cualquier compañía de discos. Van a saber crear no ya en función de los gustos del público, sino pasando por la lógica de torcerle el brazo al algoritmo para que las canciones sean premiadas. Todo esto más allá de los debates éticos sobre poner a cantar a voces de personas muertas. Y el volumen. La IA es capaz de crear 1.000 canciones en un rato y de imitar.
Bad Bunny tuvo que salir enfadado a decir que una canción no era suya. Nos queda la esperanza de que el talento no se puede recrear. Pero no todo lo que hay en el mainstream es talento. Por unas cosas o por otras, llega y se convierten en hits. Igual la IA va a saber leer mejor la demanda de la gente y qué va a ser tendencia. Cuando normalicemos eso, a la gente no le va a importar si el artista es o no real. Lo va a incorporar a su playlist y va a escucharlo. La música lo va a padecer.
La canción de Now And Then de los Beatles me encanta. En este caso es de una grabación que ya estaba hecha. Si los herederos de Michael Jackson lo ven oportuno, probablemente Michael Jackson saque un disco cantando canciones nuevas. La gente del cine, que siempre va muy por delante de la música en cuanto a sindicatos y derechos laborales, ha ido a la huelga por ello. Viene una revolución que es parecida a la industrial. La gente de la música, igual que pasó con la censura, piensa que no les va a tocar. Y claro que nos va a tocar.
La IA va a saber leer mejor qué va a ser tendencia. Cuando normalicemos eso, a la gente no le va a importar si el artista es o no real. Lo va a incorporar a su playlist y va a escucharlo
-No da la sensación de que haya demasiada preocupación.
-Está la mitificación romántica de que el talento no se puede programar. El éxito es también fruto del azar. Hay gente muy talentosa con canciones maravillosas que jamás llegarán al gran punto. En el 70% de los casos son estrategias de marketing. Y a veces pura inmersión.
-¿Concursos como Operación Triunfo reivindican y muestran el talento?
-Los concursos de talento han existido toda la vida. No sé si el verdadero talento se encuentra a través de un concurso. Tampoco sé quién se presenta, ni dudo de su talento; pero la mayor parte de los músicos que me interesan son almas heridas que difícilmente se presentarían a un concurso a competir. Han salido grandes voces de esos concursos aunque, ¿a cuántos podemos rescatar?
-Poco más allá de David Bisbal.
-Sí, pero él es de la primera edición, que sí que tuvo un impacto brutal. De vez en cuando queda alguno pero no por el programa, sino por su talento. Lo que prima en esos concursos es el reality. La emoción del artista, el relato que tiene que ver con alguien que lucha y cuanto más dramático sea el camino, mejor. Cuando veo las consignas que les dan a los chavales... Molaría que les enseñaran a defender su proyecto, a ser ellos mismos, a buscar y no tanto a moldearles como el estereotipo de cantante pop melódica que cae en todos los clichés.
-¿Alguna vez le ofrecieron ser jurado? ¿Le gustaría serlo?
-No me han llamado nunca. Alguna vez me lo he planteado. Iría si me dejaran decir que hay cosas de la industria que me parecen una mierda y cosas del programa que me parecen una mierda. Y sobre todo, si vas, es a defender a los chavales. No esa mierda de entender que el aprendizaje siempre es por la vía del sufrimiento. La vida ya la aprenderán.
LGH