Juan Iñaki se subió al escenario de chico y publicó su primer disco a los 13 años. Pudo haber seguido una carrera en el mainstream del folklore, pero no. Optó por formarse en canto lírico, composición e hizo un montón de otras cosas. Recorrió el mundo absorbiendo influencias y poco a poco fue andando un camino mucho más personal. Tiene un curriculum importante con nombres famosos. Pero no es eso lo que le importa ahora.
El cantante y compositor cordobés, nacido en 1983, está presentando por estos días su séptimo disco, Vórtice, al que, según dijo a elDiarioAR, más esmero le puso para que hablara de cómo se quiere mostrar al mundo y de cómo está parado en estos tiempos tan vertiginosos.
Iñaki forma parte de esa hermosa tribu musical cordobesa que cada vez crece más y que se conecta con la música de raíz con una mirada más colectiva. Mucho de esos músicos participan en este trabajo, que se presentará el 16 de marzo en La Tangente, en Buenos Aires, y el 27 de abril en la Sala Platz, de Córdoba. Ahí están, por ejemplo, Jenny Nager, Paola Bernal y Mery Murúa, entre muchos otros. Y también participa en Vórtice la gran Susy Shock.
En esta charla por Zoom repasamos cómo se gestó el disco y cómo Iñaki aprendió a usar en pandemia las herramientas para darle el marco sonoro que quería. También hablamos, entre otras cosas, de su tensión con el mundillo del folklore y de cómo se enfrentan los artistas a las agresiones del nuevo gobierno libertario.
-Leí en varios lugares que este es tu disco más personal. ¿Vos lo sentís así también?
-Viste que los más son como una cosa muy del momento. “Este que salió ahora es el más”. Yo no sé si es el más personal. A mí me da la sensación, haciendo una retrospectiva, pensando en los procesos, que es en el que más me esmeré en que hable de mí. Realmente puse muchísimo para que el disco hable de cómo quiero mostrarme al mundo, de cómo quiero estar parado en el mundo en este tiempo en el que la cosa cada vez parece acelerarse más. Entonces, no sé si es el más personal, pero por lo que me cuentan, por lo que me va llegando, sí, algo de eso hay.
-Y es un disco que empezó a gestarse en la pandemia, ¿no?
-Sobre todo la composición empezó en ese tiempo. Con Jenny Nager vivíamos relativamente cerca. Y siempre conversábamos. Nuestra amistad se sostiene mucho de eso: estar en la cocina o en el auto hablando de proyectos, de los de ella, de los míos. Y en ese momento -ella es una gran cancionista- el foco estaba puesto en las canciones. Me ayudó mucho. No es que fue una maestra ni me dio clases. Pero me decía: “a ver, mostrame una nueva, a ver esa, te estás repitiendo acá, acá, esto ya lo hiciste en la otra”. Fueron muchas horas de tocar, de probar, de sacar. Fue la parte del proceso que estuvo muy ajustada a este pulso de la pandemia obligatorio que era hacia adentro, con uno, con lo que hay, con lo que podemos hacer en casa. El primer hervor del disco empezó ahí. Empezó con tomar las herramientas, algunas que ya tenía en la mano, otras que estaban al alcance de la mano y que no las había tomado hasta ese momento. Y apenitas empezó a aflojar, que acá en Córdoba fue septiembre/octubre más o menos del 2020, fui al estudio directamente y empezaron las maquetas. Y ahí ya empezó la parte del afuera.
-Hiciste todos los arreglos, el diseño sonoro, aprendiste a usar el ProTools (programa de edición de sonido) especialmente para este disco. ¿Cómo fue eso?
-Fue en la pandemia también. Pensé: no puedo tener todo esto para grabar en mi casa y no saber usarlo. Entonces con amigos y videollamadas fui aprendiendo a hacerme de esos elementos. Yo ya venía muy consumidor de estas músicas que son un gran collage. Mi disco es un gran collage. Son cositas, soniditos puestos, dados vuelta, aunque la matriz sonora es orquestal, son instrumentos acústicos. Venía observando eso. Por ejemplo, Rosalía es una artista que amo. Me parece una esperanza pop, porque me conmueve mucho su inteligencia artística, muchísimo, más que los proyectos, que también me gustan mucho. Entonces fue todo un tiempo de estar muy concentrado en eso. Y ProTools era la herramienta que necesitaba para poder armar el collage. Y en el medio de todo eso se me mezclaba también con mis influencias acústicas, con la música que escucho, que siempre me ha movilizado desde la casa de mis viejos. Entonces, dije: bueno, voy a tener que salir a aprender a hacer esto que quiero hacer. Porque además en eso soy bastante tirano. Cuando tengo una idea, me gusta llevarla adelante.
-Y es un disco que además tiene un montón de invitados. ¿Por qué?
-Primero, porque son instrumentos grandiosos todos. Cuando hablo de un instrumento hablo de una persona ejecutando y siendo instrumento. Eso por un lado. Por el otro lado, el factor afectivo, que para mí es vital. Yo me subo mucho solo al escenario. Sin embargo, en el disco traté de poner a toda la tribu con la que he viajado, compartido, crecido el último tiempo y hay mucha gente que quedó fuera. Pasa mucho con los viajes. Me acuerdo las primeras giras y el miedo que tenía a la soledad. Y después uno va entendiendo que el mundo es una gran aldea. A donde sea que uno vaya y aunque no conozca a nadie, hay alguien esperando por uno y viceversa. Entonces, esa fue otra cosa que fue configurando la razón de los invitados.
-Formás parte de un movimiento nuevo dentro de lo que sería la música de raíz o como queramos llamarla. ¿Sentís que hay un cancionero nuevo que se está formando ahí?
-Siento que no es nuevo, que siempre hubo un cancionero federal que no estuvo en el mainstream. Yo llevo 25 años en este camino, a pesar de ser joven. Y no siento que sea nuevo, en ese sentido. Sí sé que para mucha gente esto va a ser una novedad. Eso lo tengo totalmente claro, porque no lo conoce. Siempre tuve una relación un poco tensa con las pertenencias, en general. Pero sí me siento parte de lo que está pasando fundamentalmente en Córdoba. Es el lugar donde vivo, pero no el lugar donde trabajo. Trabajo en Buenos Aires. Más, al menos, que acá. Acá son pocas las cosas que sostengo. Sostenemos un espacio que se llama La Peña del Pez, con Paola Bernal y Mery Murúa, una vez al mes y no mucho más. Pero, sí, me siento ahí inscripto de alguna manera. No me siento inscripto en los términos de lo folklórico o al menos no de lo folklórico como cosa cerrada. El disco no responde a ningún purismo. Todos son aromas, aires. Uno los toma y los integra y los pone, pero no son nada. No es música latinoamericana del todo, pero está esa influencia. No es folklore, pero está esa influencia, no es jazz, no es MPB, no es electrónica, no es música de cámara, pero están todas esas influencias. Me encanta eso. Me convoca mucho más esto de tomar elementos que me inspiran, hacerlos combinar. Porque ya está todo inventado, convengamos. Lo personal es ver cómo se arma ese nuevo collage.
-¿Y nunca pensaste en vivir en Buenos Aires? Por esto que decías que el trabajo pasa por acá.
-Antes decía: se vive mejor acá (en Córdoba). Pero ahora con el 75% de votantes no se vive tan bien acá. Con las elecciones últimas el contexto se ha vuelto bastante hostil. Es algo que siempre pienso, siempre está ahí. Pero hay otro gran proyecto también, que es el que tengo con mi compañero, que es esta casa en la que vivo, las gatas, las plantas. Todo eso me abstrae bastante del trabajo. También tengo parte de mi familia en Buenos Aires. Entre la de sangre y entre la constituida, tengo una gran familia en Buenos Aires. Y siento que están mis días muy divididos en ese sentido. Pero lo que quiero sembrar a nivel personal todavía está bastante acá. Entonces, con bastante tensión, porque me cuesta, porque muchas veces quisiera estar allá, voy sosteniendo la cosa así.
-Cada una de las canciones del disco es muy diferente, tiene un clima muy distinto y tenés un montón de invitados. ¿Cómo van a ser los shows? ¿Cómo se lleva esto al escenario?
-Fue angustioso tomar decisiones al respecto. En un principio había tomado la decisión totalmente opuesta. Había decidido que, si el disco estaba tan recargado de invitados, la presentación iba a ser yo solo. Finalmente fui priorizando elementos que me parecían importantes del disco y fui armando una síntesis de lo que necesitaba. Entonces, a Buenos Aires vamos con Pablo Rojas en las guitarras eléctricas, en el bajo. Yo, que voy a estar con los pedales, las maquinitas, los juguetitos, guitarras, y percusiones. Nahuel Villegas, en las percusiones. Y las voces. El disco está lleno de voces, hay voces por todos lados, así que están Jenny Náger y Eva Gou en las voces conmigo. Ese es el equipo. Trabajamos bastante el diseño de luces del show. Yo quería originalmente que la gran vedette fuesen las luces. Finalmente termina de contar la historia, entre otros tantos elementos, la escenografía, y está un poco estructurado como está el disco, que es como una ópera sin historia lineal. Tiene una obertura, un intermezzo, un cierre. Todo eso en el medio tiene una narrativa que a veces parece como si fuesen pequeños recitativos, cositas, poemas. Estamos trabajando para que sea lo más cerradito y contundente posible, para que sea concreto y punzante arriba del escenario.
Yo no quiero tener ningún mensaje. No quiero ser un trovador arriba del escenario. Me interesa mucho más ser un performer
-Y haciendo referencia a uno de los temas del disco, “Lo suelto”, ¿qué soltaste con este disco?
-Solté por un lado los purismos con toda esta idea de rendirle lealtad a un género. Yo vengo de la música folklórica, fundamentalmente. Y venía en una fuerte tensión, no con la música en sí. La música nunca sentí que tuviera la culpa de nada. Nunca me dejó de emocionar. Nunca dejé de conectar con la música. Pero venía muy quemado y preguntándome mucho sobre los roles de los artistas arriba del escenario. Esta cosa del trovador con un mensaje. Yo no quiero tener ningún mensaje. No quiero ser un trovador arriba del escenario. Me interesa mucho más ser un performer. Veo mucho más revolucionaria a Madonna hoy que a Horacio Guarany. Sin desmerecer ninguna de las dimensiones artísticas de ambos. Pero creo que la verdadera metáfora, la verdadera poesía, la verdadera posibilidad que el arte tiene es la de filtrarse por debajo de la puerta como el agua cuando llega la crecida. Y eso no interpela desde un mensaje, desde una confrontación. Lo he hecho mucho tiempo eso de reproducir en el escenario cada una de las causas a las que se adhieren. Y eso lo único que genera es que quien está a favor aplauda con fervor y quien está en contra se aleje. Y en el medio siento que se pierde mucho vuelo poético. Siento que se empezó a caer en una carencia de metáfora. Insisto, sigo hablando de mí, son pensamientos primero conmigo, pero sí creo que el folklore agotó sus posibilidades de repetición. Este disco es una de las posibilidades que encontré de poder dejar de repetirme y poder dejar de seguir insistiendo en los clichés que uno repite en la búsqueda de inventarse algo nuevo. Solté cosas que tienen que ver con la manera de cómo me quiero ver, con cómo me quiero vestir. Mi compañero es estilista y la ropa, el vestuario en general, es casi lo más escenográfico que ponemos en el escenario y es una pata fundamental. Trabajamos, te diría, música y vestuario palo a palo, al mismo tiempo.
-Estamos en un momento complicadísimo para los músicos, para todos. ¿Cómo te enfrentás a eso? ¿Cómo viene el año?
-Con mucha angustia, con días en los que está costando muchísimo dormir, concentrarse, cambiar el humor. El disco se presenta el 16 de marzo y uno mira las noticias y todo parece que se acercara a un cuello de botella político. Y la fecha se acerca y el cuello de botella también. Es un tiempo en el que todo agrede, todo amenaza. Nunca me había pasado de sentirme marginal por mi trabajo. Esa creo que es una construcción que está viniendo desde el Estado. Hay un empeño, una batalla deliberada en considerarnos el problema. Hace unos días veía una nota que advertía: “no piensen que el presidente considera el arte como una cosa no prioritaria o menor”. Hay una absoluta conciencia de que el arte tiene más poder de conducción que la política. Cuando se habla de una batalla cultural no es figurativo, es literal. Y los artistas creo que estamos más preparados para defendernos que para atacar en una situación así. Entonces estamos en una situación de defensa constante y es muy agotador. Se vive mal, lógicamente. Hubiese deseado otro escenario para el nacimiento de este proyecto. La buena noticia es que siempre hacer esto ha sido como la barba de piedra, filtrarse entre las grietas. Y, claramente, ellos nos temen. Saben que se están enfrentando a un monstruo de humo inabarcable. No se va a poder frenar la cultura, no van a poder, porque ellos son absolutamente concretos, vienen de un mundo absolutamente concreto. Y este monstruo que tienen enfrente, que vendríamos a ser nosotros, no lo es. Es etéreo, de humo, no tiene límites, no lo van a poder abarcar. En algún momento va a tener que haber un alto el fuego porque no van a poder con eso. Aunque vayan a la violencia física. Y no es romántico lo que digo. Yo me concentré, en paralelo al disco, en militar, estar en las asambleas de artistas autoconvocadxs de acá. No me he perdido una sola. Esas son las cosas que pude ir motorizando. Y estar con los afectos. Creo que tiene que haber puntos de unión muy sólidos, que hay que honrar los puntos de encuentro y convertirlos en templos, refugiarse en eso.
“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.
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