La jueza Brenda Penny ordenó este viernes el fin de la tutela legal de la cantante estadounidense Britney Spears de manera inmediata después de 13 años. Esta decisión se toma más de un mes después de que la Corte Superior de Los Ángeles (EE.UU.) determinase que su padre no seguiría siendo su tutor legal y declarase una custodia temporal. El fallo supone una nueva victoria para la artista, quien en junio pasado se pronunció por primera vez en contra de su progenitor, quien dejó de ser su tutor en septiembre por orden de la misma jueza.
La custodia de la cantante se mantuvo entonces a cargo de un funcionario del estado de California y no ha sido hasta este viernes cuando Spears ha quedado finalmente libre de cualquier tutela legal. Tras hacerse pública la decisión, cientos de seguidores de la cantante, de 39 años, congregados fuera de la sede de la Corte Superior de Los Ángeles reaccionaron de inmediato lanzando confeti rosa al aire y con cánticos a favor de Spears, que había tachado de “abusiva” su tutela legal con anterioridad.
En declaraciones ante ese tribunal en junio, Spears suplicó que le dejaran recuperar su vida y denunció que, aunque le gustaría tener un bebé, su tutor, en ese entonces su padre, no le dejaba ir al médico para quitarse el DIU (dispositivo intrauterino). El caso dio un giro en septiembre después de que el diario The New York Times publicara un reportaje con declaraciones de tres personas que habían trabajado para la artista durante su tutela: un empleado de seguridad, una asistente y su jefa de vestuario. Entre los testimonios más espinosos, el exempleado de seguridad afirmó que el padre mandó colocar micrófonos en la casa de Britney, cuyas llamadas y mensajes eran interceptados, incluyendo las comunicaciones con su propio abogado y sus hijos.
Su historia de vida
Durante su niñez, y apoyada principalmente por su madre, Lynne Spears, la joven había dejado su ciudad natal en Luisiana y ya había participado el programa infantil Mickey Mouse Club. Pero el éxito definitivo llegó en 1998, cuando Britney Spears lanza su álbum debut. Su primer videoclip, con apenas 16 años, la mostraba como una colegiala con camisa anudada sobre el ombligo y falda abierta. Una adolescente hipersexualizada a la que todas las jóvenes querían parecerse. Baby one more time. “A esa edad las chicas quieren ser adultas, pero son niñas”, recuerda Kim Kaiman, la ejecutiva que ayudó a construir la imagen de Britney durante los primeros años: joven e inocente, sexy y en ropa interior. En la esfera personal, dice la experta en marketing, era una chica “seria y focalizada”, muy alejada de la imagen que proyectaría pocos años después.
En 1999, Spears comenzó a salir con Justin Timberlake. En aquellos años triunfaban las boybands y él era la estrella de una de ellas, N Sync. Ambos se convirtieron en la pareja de moda en Estados Unidos: jóvenes, guapos y exitosos. Hasta que el noviazgo terminó en 2002. Si hasta entonces uno de los temas de conversación más recurrentes había sido la virginidad de Britney, a partir de ahí, y azuzados por Justin, que se dedicó a atizar a su exnovia con insinuaciones vejatorias e incluso con una canción, los medios americanos hicieron de ella su punching ball.
En una entrevista en la ABC, Spears tuvo que hacer frente a la pregunta que se hacía todo un país: “Le has roto el corazón. Has hecho algo que le ha causado muchísimo daño, ¿qué le has hecho?”. Nadie se planteaba que las relaciones se acaban y que no tiene por qué haber un malo. Mucho menos que la ruptura fuera culpa de Timberlake. Paradójicamente, hace un par de semanas Timberlake pidió perdón públicamente a Britney Spears y a Janet Jackson por sus comportamientos machistas hacia ellas. La reputación de ambas cayó en picado tras cruzarse en su camino: la primera, después de sus comentarios tras la ruptura, y la segunda, cuando, durante su actuación conjunta en la SuperBowl de 2004, él le descubrió un pecho.