Geopolítica de las vacunas (1), o por qué sólo unos pocos países pueden festejar el inicio del fin de la pandemia

12 de diciembre de 2020 17:47 h

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En el capítulo vacunas la pandemia tampoco es la gran igualadora global. Detrás de la euforia por los anuncios de los laboratorios sobre la efectividad de sus proyectos y el inicio de vacunación en Rusia, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos, entre otros, el resto del iceberg asoma: la gran mayoría de países del mundo no tiene garantizada las dosis necesarias para vacunar a su población, mientras unos pocos acumulan más de la mitad de las vacunas que han sido pre-adquiridas hasta el momento. Los datos surgen de un análisis de la Universidad Duke, que estima que recién para 2024 va a haber suficientes dosis para cubrir a la población mundial. 

Países como Canadá, Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Japón, sumados a la Unión Europa, tienen entre 4 y 8 dosis por persona aseguradas. Además de Rusia y China, que confían en sus propios proyectos, son pocos los países que llegan a una dosis (se necesitan dos para la inmunización) y ninguno de renta baja ha sellado siquiera algún tipo de acuerdo para acceder a la vacuna. 

La discusión por el cuándo también importa. Aún para aquellos países que puedan acceder a dosis para empezar a vacunar a su población de riesgo, los déficits que se registran al nivel de la producción, sumado a los desafíos logísticos de almacenamiento y distribución, sugieren que ese escenario va a demorar más de lo previsto. En definitiva, son pocos los países que por ahora pueden celebrar las noticias del fin de la pandemia. 

Puede haber países que vacunen a una buena parte de su población mientras otros no hayan ni arrancado. Los efectos de esta brecha, que excede a la cuestión cronológica, tendrá sus efectos en el escenario internacional. “Las economías de los países que empiecen a vacunar antes van a verse beneficiados, porque van a tener más población económicamente activa apta para trabajar. Además, aquellos que produzcan vacunas van a recibir ingresos por patentamiento intelectual y van a generar peso geopolítico. La desigualdad entre el Norte y el Sur, entre quienes detentan tecnología y quienes no, se va a profundizar”, explicó a elDiarioAR Bernabé Malacalza, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Quilmes.

Los desafíos de la segunda etapa 

“La vacuna abre una nueva etapa, la posibilidad certera de frenar la pandemia. Hay que tener en cuenta que estamos en un momento histórico: se obtuvieron varias vacunas en diez meses. Por lo general, el desarrollo de la vacuna suele tardar más de diez años, y algunas todavía no se han encontrado. Es un hecho inédito, impensado meses atrás”, dijo a elDiarioAR Belén Herrero, investigadora del CONICET especializada en cooperación global en el campo de la salud. 

El primer paso se terminará de consolidar en las próximas semanas, cuando nuevos proyectos (como Janssen, Novavax, Curevac) anuncien sus resultados de fase tres y más países comiencen a autorizar vacunas. “Lo que más preocupa hoy no es tanto la seguridad de la vacuna, ya que se están cumpliendo los pasos para garantizar que lo sean, sino su distribución y adquisición, y si se va a dar de manera equitativa, que todo indica que no. Al principio de la pandemia se discutía si iba a ser declarada como bien público global; hoy es una batalla perdida, o que al menos se ha complicado. Eso limita mucho, porque se necesita un determinado volumen de vacunas para abarcar a toda la población mundial y la industria tiene un caudal determinado de producción”, explicó Herrero. 

Tanto Pfizer\BioNTech como Astrazeneca\Oxford anunciaron recortes en los objetivos de producción para este año. Rusia y China han dado poca información respecto a dónde y a qué escala se van a producir sus proyectos, aunque Beijing anunció recientemente que la capacidad total para producir vacunas en el país es de 610 millones de dosis anuales. Un retraso en el campo de la producción implica que por ahora serán pocos los países que puedan empezar a vacunar de inmediato. 

Para el biotecnólogo Ernesto Resnick, “la producción no logró manejarse en la medida de lo necesario, y lo cierto es que hoy alcanza para poco. No hay seguridad para nadie de cuántas vacunas vas a tener y para cuándo”, dijo a elDiarioAR. “Hubo muchos países, como Argentina, que firmaron acuerdos pero sin una fecha de entrega. Ese calendario depende de la producción. Primero tenés que satisfacer a quienes compraron de manera anticipada la vacuna, que fueron los que la financiaron”.  

La distribución es otro de los desafíos. En primer lugar, se deben coordinar millones de vuelos para las entregas. A medida que más países vayan avanzando con la vacunación, más compleja será la tarea para entregar dosis. Después está la cuestión de la refrigeración: la vacuna de Pfizer necesita de una temperatura de -70 grados celsius para almacenarse y la de Moderna -20 grados; para el resto es suficiente la temperatura de un refrigerador. Los estados deben asegurarse, además de las dosis de vacunas, la infraestructura necesaria para recibirlas y luego distribuirlas hacia el interior de su territorio.

La cooperación global

Para todos los desafíos –desde garantizar el acceso a la vacuna para todo el mundo, producirla y luego distribuirla– va a ser central la cooperación multilateral, a la vez que un compromiso más activo de los estados con mayores capacidades. Hasta ahora, los países más ricos del mundo han priorizado a sus propias poblaciones, una tendencia rotulada desde hace unos meses como “nacionalismo de las vacunas”. Estados Unidos es el campeón indiscutido: según el informe de Duke, Washington puede quedar en control de un cuarto del stock de vacunas a corto plazo. China y Rusia, cuyos desarrollos dependen en mayor grado del Estado que otros (aunque todos, a excepción de Pfizer, recibieron inversión y apoyo estatal), han mostrado mayor disposición para entregar la vacuna a otros países, a bajo costo, pero siempre priorizando el enfoque bilateral.  

La contraseña ante cualquier pregunta sobre el retraso en la vacunación de países de renta baja se llama Covax, cuenta con la supervisión de la OMS, la Alianza para la Vacuna (GAVI) y la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI), y de su éxito o fracaso depende una parte importante de esta discusión, sobre todo porque no hay ninguna otra iniciativa igual. Covax funciona como un fondo, que cuenta en su portafolio con distintas vacunas (hasta ahora se ha garantizado alrededor de 700 millones de dosis) y apunta a suministrar 2 mil millones de dosis para vacunar poblaciones de riesgo en 2021. El objetivo es que vacunen al menos el 20% de la población en países de bajos recursos. La iniciativa ya recaudó 2 mil millones de dólares y se propone reunir 5 mil más para el año que viene. Ni Estados Unidos ni Rusia se han adherido (Biden por ahora no ha asegurado el apoyo), y China lo hizo recién hace un mes. 

El impulso a Covax es condición necesaria, pero no suficiente: se estima que el financiamiento necesario para cubrir a la población global es de 35 mil millones de dólares, siete veces más que el objetivo de fondos de la iniciativa. En octubre, el Banco Mundial anunció el desembolso de 12 mil millones. La caridad no alcanza: se necesitan mecanismos de cooperación para asegurar un acceso equitativo a la vacuna y cumplir con los desafíos de producción y logística. 

En el caso de Covax, por ejemplo, que los países ricos donen recursos al fondo pero que no lo utilicen para vacunar a sus poblaciones, dado que lo hacen con las dosis que consiguen por su cuenta, amenaza con minar el protagonismo de la iniciativa. Por otro lado, países como Canadá o Reino Unido, que tienen más dosis aseguradas de las que necesitan, podrían donar su excedente a otros países, ¿pero cuáles serían los criterios de distribución? ¿Cómo garantizar la distribución? Y aún si se consiguen recursos tanto para las vacunas como para la infraestructura para recibirlas (un horizonte por ahora lejano) todavía debe abordarse la cuestión de la producción a gran escala, para que las dosis no se asignen por orden de compra únicamente. 

Una alternativa que se contempló al inicio de la pandemia fue la liberación de patentes. India, por ejemplo, líder global en la producción de genéricos, que ha tejido acuerdos con la mayoría de laboratorios para producir la vacuna, podría extender considerablemente la escala de oferta global. Fue precisamente ese país, junto a Sudáfrica, quienes presentaron una propuesta ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) para suspender derechos de propiedad intelectual sobre cualquier medicamento o vacuna contra el Covid hasta que se alcance la inmunización del 70% de la población. El proyecto fue rechazado por la mayoría de países europeos, además de Canadá, Estados Unidos y Brasil, entre otros. 

Para Resnick, la negativa a liberar propiedad intelectual o compartir detalles sobre la vacuna se explica no solo por el desdén de algunos estados sino también por los incentivos económicos de los laboratorios. “Yo creo que muchas de estas empresas quieren tener el monopolio de la distribución, o están esperando a firmar acuerdos de regalías. Temen que se les acabe el negocio”. El foco es a largo plazo: “La ganancia principal no es con la vacuna de ahora sino con las que vengan después. Es posible que en dos años nos tengamos que vacunar de nuevo. Ese es el negocio más grande, dado que ya no hay costos de ensayos y desarrollo”, dijo. 

El período que se abre con la llegada de la vacuna pondrá otra vez a prueba a la gobernanza global, cuya crisis antecede a la pandemia pero que, a causa de esta, se ha profundizado. Si las primeras escenas del orden pandémico estuvieron marcadas por el cierre arbitrario de fronteras, el robo de contenedores con suministros médicos, las acusaciones de espionaje científico entre Oriente y Occidente y la riña entre Estados Unidos y la OMS, con China en el medio, la batalla que se avecina promete ser más importante. Es el fin o la prolongación de la pandemia lo que está en juego.

JE