El tema de analizar lo que dice la ciencia sobre la salubridad del hábito llamado mucofagia suena un poco a risa, no en vano, dos científicos indios estudiaron la costumbre -si se daba solo en un determinado perfil racial, psicológico, sexual, etc.- y les concedieron el premio paródico IgNobel a la investigación más inútil de 2001. Ahora bien, lo que descubrieron no es nada tonto.
En concreto, Chittaranjan Andrade y B. S. Srihari constataron que cerca del 91% de las personas entrevistadas, sobre todo adolescentes de la ciudad de Bangalore, se habían hurgado alguna vez las narices; de estas, un 8% aseguró que alguna vez ha ingerido las mucosidades secas que se sacaba de las fosas. Así que si se extrapolan estos resultados al resto del planeta se puede concluir que la mucofagia no es infrecuente.
No obstante, la psicología clínica no lo considera un trastorno: la mucofagia no figura en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, un compendio de todas las alteraciones psíquicas registradas y validadas académicamente. No figura ni como trastorno alimentario ni como obsesivo compulsivo, por lo que se lo sitúa solo como un trastorno conductual, más cercano a la mala educación que a los síntomas de sufrir estrés o ansiedad.
¿Tiene beneficios comerse los mocos?
Ahora bien, el verdadero debate de produce en si dicha costumbre, además de desagradable para los demás, es perniciosa para nuestra salud. O bien al contrario tiene beneficios. Defensores y detractores de la mucofagia se enfrentan bajo dos premisas antropológicas y culturales.
La primera es que si fuera algo malo para la salud, aquellas personas que tienen tal costumbre habrían perecido en mayor proporción que quienes no se comen los mocos, cosa que no ha sucedido. En consecuencia, la mucofagia podría dar alguna ventaja evolutiva a sus seguidores que les ha hecho perdurar.
La segunda, la contraria, especula con que el asco que nos produce ver a otras personas comiéndose sus mocos se debe precisamente a una defensa del cuerpo ante un acto muy poco higiénico y saludable. Sería, así, un asco aprendido de modo cultural, como el rechazo a las heces fecales. Así también se explicaría que a pesar de la persistencia del hábito, este suscite tanto rechazo,
Pues bien, además de las barras de bar y las sobremesas de amigos, el debate también se sitúa en el ámbito de la ciencia. Así, el neumólogo austríaco Friedrich Bischinger aseguraba hace unos años que comerse los mocos puede ser saludable porque la mucosidad nasal es un compendio de virus y bacterias capturadas por el sistema inmunológico. Al comernos los mocos introduciríamos, según este neumólogo, en el estómago nuevos ejemplares que hacer reaccionar a nuestro sistema creando anticuerpos o bien enriqueciendo la flora intestinal. Pero desde Maldita Ciencia advierten que el profesor Bischinger obvia en su teoría en primer lugar que la mayoría de las bacterias y virus no pasarán la barrera de los ácidos estomacales, así como que la mayoría de estas y virus ya están precipitados por anticuerpos de las mucosas. En consecuencia es difícil establecer su beneficio inmunológico.
Riesgo de infección por MRSA
Por otro lado, según la publicación de Science Insider, lejos de ser beneficiosa, esta costumbre entrañaría riesgos de higiene, sobre todo al rascar las paredes interiores de la nariz, en los casos más compulsivos. El motivo es que podemos crearnos llagas y heridas por las que introducir algunas bacterias altamente patógenas que habitan en el espacio que hay entre la uña y la dermis dactilar.
En especial los expertos se refieren al estafilococo aureo, que puede ser letal en el caso de la cepa MRSA, resistente a todos los antibióticos, incluido la meticilina. Aunque deberíamos crearnos una herida muy profunda, o muy extensa y persistente para que el MRSA penetrara, la cercanía de los sinos con vasos sanguíneos que irrigan al cerebro hace que no sea descartable del todo pensar en esta posibilidad.
En resumen, mientras seguimos debatiendo sobre tan peculiar tema, la recomendación debe ser buscar otras fuentes alimentarias para enriquecer nuestra flora intestinal que no pongan en peligro la cara interior de nuestra nariz, dada la presencia de estafilococos áureos en nuestras uñas y también la cercanía de los sinos con el cerebro. Aunque la infección no es probable, conviene no tentar a la suerte y si acaso no podemos resistirnos, procuraremos tener una excelente higiene ungular.
J.S.