Cada cuerpo envejece de manera diferente. Muchas veces nos encontramos con personas que aparentan una edad distinta de la que tienen: parecen más jóvenes o más viejas. Sin embargo, mucho más importante que el mero aspecto exterior es la forma en que envejecen nuestras células. De eso depende la llamada edad biológica.
La edad biológica es un concepto relacionado con el estado funcional del cuerpo, y que informa sobre el estado de las células, los tejidos, los órganos y los sistemas que lo componen. A menudo no coincide con la edad cronológica, es decir, el tiempo transcurrido desde el nacimiento, sino que suele variar en hasta cinco años, y a veces más.
Hay personas con una edad biológica menor que la cronológica. Así, su cuerpo es “joven” para los años que tienen. Para esas personas, las probabilidades de padecer enfermedades relacionadas con la edad es menor. No solo suelen vivir más años, sino que además gozan durante más tiempo de una mayor calidad de vida.
Por su parte, en el caso de quienes tienen una edad biológica mayor que la cronológica sucede lo contrario: esos riesgos son mayores. Diversos estudios han demostrado que la edad biológica funciona como un factor predictor de mortalidad.
Además, la edad biológica puede no ser la misma para las distintas partes del cuerpo de una misma persona. Alguien puede tener un cerebro “joven” pero unos pulmones “avejentados”, por ejemplo, en relación con su edad cronológica.
¿Cómo saber qué edad biológica tengo?
En los últimos años, la ciencia ha intentado hallar biomarcadores que permitan calcular con precisión la edad biológica. Es decir, elementos que estén presentes en el organismo humano y que sirven para medir de manera objetiva el grado de envejecimiento real de cada persona.
No es sencillo. Un proyecto de la Comisión Europea se propuso desarrollar un “modelo matemático” capaz de calcular la edad biológica a partir de una serie de biomarcadores. La investigación destacaba la importancia de este tema “en vista del aumento de la esperanza de vida”, el cual provocará también un incremento de la prevalencia de las enfermedades relacionadas con la edad.
Estos marcadores biológicos permitirían identificar a las personas con mayor riesgo, y por ende mejorar la prevención y los tratamientos en las etapas tempranas de cada enfermedad.
Pero no existe, por ahora, un consenso universal acerca de cuáles son los biomarcadores más apropiados. Algunos de los que se han propuesto con mayor frecuencia son datos vinculados con el ADN. Por ejemplo, la capacidad de reparación de sus células o la extensión de los telómeros (una parte de los cromosomas).
De hecho, ya hay empresas que ofrecen el servicio de calcular la edad biológica a través del análisis de los telómeros. Otras, por su parte, elaboran –a partir de una muestra de saliva enviada por correo– un informe acerca de cómo esa persona está envejeciendo.
El sistema inmunitario, clave
Científicos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) desarrollaron una hipótesis que ha ganado mucha fuerza desde su formulación: la teoría del envejecimiento oxidativo inflamatorio. De acuerdo con esa teoría, el sistema inmunitario desempeña un papel clave en la velocidad del envejecimiento y, por lo tanto, en la edad biológica.
“Un individuo con una función inmunitaria más envejecida tendrá peor salud y morirá antes que otro de su misma edad cronológica con una funcionalidad más joven, la cual nos indica una menor edad biológica”, explica un artículo de Mónica de la Fuente, investigadora de la UCM y una de las responsables de esta teoría.
La especialista añade que, por su parte, “las personas que llegan a centenarias tienen esas funciones inmunitarias con valores similares a los que presenta una persona adulta”. Las investigaciones señalan que la oxidación y la inflamación de las células inmunitarias son las responsables del aumento acelerado de la edad biológica.
¿Qué es lo bueno de todo esto? Pues que –a diferencia de la edad cronológica, ante cuyo avance no podemos hacer nada– la edad biológica se puede modificar: es posible rejuvenecerla.
Cómo ser más jóvenes
“Las intervenciones nutricionales, de actividad física, de ayuda para el control del estrés, entre otras, han demostrado ser de utilidad para rejuvenecer la función inmunitaria, esto es, la edad biológica, lo que permite alcanzar una longevidad saludable”, apunta también Mónica de la Fuente.
Es cierto que hay una parte que depende de la genética. Pero el modo en que envejecemos no está predestinado por esa herencia: la edad biológica depende de ella solo en un 25%. Las otras tres cuartas partes de la ecuación tienen que ver con factores externos, relacionados sobre todo con el estilo de vida.
Surgen entonces cuatro elementos claves para mantener un cuerpo joven (e incluso para rejuvenecer), que son además recurrentes cuando se habla de hábitos saludables:
- Buena alimentación: una dieta equilibrada, nutritiva y natural, como la mediterránea, con bajas cantidades de “comida chatarra”, azúcares, alimentos ultraprocesados, etc. Por supuesto, siempre conviene evitar los excesos de alcohol, tabaco y otras sustancias.
- Actividad física: hacer ejercicio moderado o intenso y no caer en el sedentarismo.
- Poco estrés: en particular, se deben evitar los niveles elevados de estrés que se mantienen durante mucho tiempo y que pueden derivar en estrés crónico, y están muy relacionados con situaciones de ansiedad y depresión.
- Sueño saludable: dormir el número de horas aconsejable y además lograr un sueño de calidad.
C.V.