Cuando hace unos años la gurú japonesa del orden Marie Kondo recomendó no tener en casa más de 30 libros, los amantes de la lectura se escandalizaron. Para estas personas, la biblioteca privada y personal es una parte fundamental de la vida, y en general cuanto más grande sea esa colección de libros, mucho mejor.
Tener libros en casa, de hecho, está teñido de connotaciones positivas. No parece haber nada de malo en ello. Sin embargo, puede suceder que en algún momento una persona sienta que se está excediendo, que tal vez compre demasiados libros, y sospeche que su afán por poseer cada vez más volúmenes se le haya salido de control.
Esa “pérdida de control” fue un problema identificado en Europa en el siglo XIX, cuando se registraron muchos casos de personas obsesionadas con esa acumulación. Se lo llamó bibliomanía, que literalmente significa “locura por los libros”.
En la actualidad, no está considerado un trastorno de manera oficial: no forma parte del ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’ (DSM-5). Pero se lo considera un posible síntoma de un trastorno de acumulación o del trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
Problemas de acumular demasiados libros
¿Cuántos libros son demasiados? ¿Cómo puede una persona darse cuenta de si se está transformando en un comprador compulsivo de libros? Tal como sucede con otros trastornos (se estima que los compradores compulsivos representan más de un 7% de la población), la tendencia a comprar y acumular libros se convierte en un problema cuando interfiere en su vida cotidiana.
Entre los principales perjuicios generados por los trastornos de acumulación están los problemas de espacio. Si los libros comienzan a ocupar demasiado lugar (a menudo no solo en estantes destinados para tal fin, sino también amontonados sobre otros muebles o en el suelo), pueden dificultar los movimientos e incluso inutilizar estancias enteras.
Más aún, los libros apilados en sitios inoportunos pueden generar caídas u otros accidentes domésticos, sobre todo cuando en la casa viven adultos mayores. Además, la presencia de grandes cantidades de papel aumenta de forma notoria el riesgo de que se produzcan incendios.
Los demasiados volúmenes acumulados también pueden perjudicar la higiene y la salud. Por un lado, porque acumulan mucho polvo; por otro, por la cantidad de plagas que atraen, desde ácaros hasta ratas u otros roedores. Todo esto genera un importante riesgo de padecer alergias, problemas respiratorios o infecciones.
También se deben tener en cuenta los problemas económicos que se pueden derivar de esta obsesión. Gastar demasiado dinero en libros puede llevar a una persona a descuidar otros aspectos de su vida e incluso, a poner en riesgo su situación económica o financiera.
Si se registran esos efectos, es posible que la persona en cuestión se haya convertido en una compradora compulsiva de libros, como una forma de trastorno de acumulación o de un TOC.
No confundir bibliofilia con bibliomanía
Está claro, por supuesto, que el mero gusto por comprar libros no es un problema, sobre todo para quienes pueden hacerlo sin que esto les genere contratiempos económicos, de espacio, de higiene o de otra clase en su vida cotidiana.
De hecho, los lectores más voraces tienden a comprar más libros de los que pueden leer. La palabra japonesa ‘tsundoku’ alude al hábito de comprar libros sabiendo que no serán leídos de inmediato, sino que irán a la montaña de los libros que tendrán que esperar. Pero eso tampoco es, en sí mismo, un problema.
No se debe confundir bibliofilia con bibliomanía. La bibliofilia es el “amor por los libros” (ese es su significado etimológico), y se utiliza sobre todo para referirse a quienes sienten especial fascinación por los volúmenes raros, difíciles de conseguir, primeras ediciones, ejemplares incunables, etc.
Por lo general, el bibliófilo se parece al coleccionista: tiene su biblioteca ordenada, se enorgullece de ella y disfruta al exhibir sus “joyas” a los demás. El bibliómano, en cambio, no suele tener orden: sus libros están amontonados por todas partes.
Además, al bibliómano no le molesta tener títulos repetidos o varios ejemplares de una misma edición. Todo lo contrario: le resulta difícil deshacerse de volúmenes y -tal como les sucede a los acumuladores- se enfada si alguien más entra en su casa y desecha libros por considerarlos inservibles.
Por las mismas razones, para el bibliómano leer los libros no es importante: lo fundamental es acumularlos. Otro rasgo es que intenta ocultar su obsesión, y por eso tiende a no permitir a nadie entrar en su casa. En muchas ocasiones, esto la lleva a tener conflictos familiares y a quedar en una situación de aislamiento social.
¿Bibliomanía en la era del libro electrónico?
Se podría suponer que la llegada del libro electrónico vendría a erradicar el riesgo de la bibliomanía. Cuando entre 2006 y 2007 primero Sony y luego Amazon lanzaron al mercado los primeros ‘e-readers’, los expertos anticipaban que en una década la venta de libros digitales superaría en Estados Unidos a la de libros en papel.
Tres lustros más tarde, sin embargo, los libros digitales representan solo el 25% del total de ejemplares vendidos en ese país. En España, las cifras son mucho más bajas: la cuota del libro digital alcanza apenas el 6,3%, según el ‘Informe anual del libro digital’ editado el año pasado por la empresa Libranda.
Y eso pese a que -de acuerdo con la misma fuente- en el periodo 2019-2021, a causa del confinamiento por la pandemia de COVID-19, la lectura en digital creció un 43% en nuestro país. El libro de papel goza de muy buena salud: en España se venden casi 20.000 ejemplares impresos cada hora.
Una de las claves de la vigencia de los ejemplares en papel radica en la búsqueda de una "desintoxicación digital”: dado que mucho tiempo de trabajo, estudio y ocio requiere tener la vista fija en una pantalla, muchas personas eligen que para leer el soporte sea diferente.
Así lo reveló una encuesta realizada este año entre 2.400 lectores de libros residentes en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia. El 65% prefirió el libro físico, contra el 21% de los e-books y el 14% de los audiolibros. Un dato sorprendente fue que en la franja de entre 16 y 24 años la preferencia por el libro físico fue aún mayor: 70%.
Qué hacer contra la bibliomanía
Dado que, como se ha señalado, la compulsión por la compra de libros se considera un síntoma de un trastorno de acumulación o de un TOC, las posibles soluciones deben seguir las mismas pautas que para estos problemas.
En general, los tratamientos más efectivos incluyen la terapia cognitivo-conductual. Si además hay otros problemas como ansiedad o depresión (que no son inusuales en personas que padecen los citados trastornos), el médico puede indicar fármacos específicos para aliviarlos.
Una dificultad común en estos casos es lograr que la persona asuma que tiene un problema. Esto puede ser más costoso por las ya mencionadas connotaciones positivas que en nuestra sociedad adquiere el hecho de tener libros en el hogar.
La clave pasa por lograr que el paciente advierta los inconvenientes que ese exceso de objetos materiales le están generando, y entienda que lo mejor para su vida será solucionarlos.