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El miedo a la muerte es un instinto elemental, que procura la supervivencia de la especie, tanto entre los seres humanos como en el resto de animales. Sin embargo, en ciertos casos ese miedo se torna excesivo y alcanza un grado patológico, conocido como ansiedad ante la muerte o tanatofobia.
Tal grado se alcanza cuando el temor se vuelve obsesivo o demasiado intenso, a tal punto que la persona ocupa gran parte del día pensando en la muerte y en su miedo a morir, y esos pensamientos –y las sensaciones que estos generan– afectan de forma negativa sus actividades cotidianas y su estabilidad emocional.
La tanatofobia puede adquirir distintas formas. Sobre todo tres, según explican los estudios al respecto: el miedo a la propia muerte, el miedo a la pérdida de seres queridos y el miedo a objetos, lugares o conceptos relacionados con la muerte (hospitales, ataúdes, cementerios, etc.). Este último también es llamado necrofobia.
Este problema no aparece como tal en las clasificaciones oficiales de trastornos mentales, pero se considera una fobia específica, como lo son también, por ejemplo, las fobias a volar (aerofobia), a los recintos pequeños y cerrados (claustrofobia) o a hablar en público (glosofobia).
Por eso, los síntomas son parecidos: sudoración, palpitaciones, sensación de opresión en el pecho y dificultad para respirar, mareos, náuseas, ansiedad al pensar en la muerte o en el proceso de morir –y en consecuencia hacer todo lo posible por evitar pensar en ello– e impotencia por no poder controlar esas reacciones.
¿Cuáles son las causas de la tanatofobia? En general, las fobias específicas se desencadenan a partir de una experiencia traumática, a menudo olvidada. En este caso, puede ser la pérdida de un ser querido a una edad temprana, un duelo no resuelto o haber estado en algún momento muy cerca de la muerte.
Estudios sobre la tanatofobia
Algunos estudios de los últimos años aportan datos interesantes sobre quiénes son más propensos a sufrir de ansiedad ante la muerte. Uno de ellos, una revisión de estudios publicada en 2017, determinó que quienes menos temen a la muerte son las personas con una mayor fe religiosa y, curiosamente, los ateos.
La creencia en una existencia después de la muerte sería el motivo por el cual la gente más creyente teme menos a la muerte. Pero ¿qué pasa con los no creyentes? “Puede ser que el ateísmo también proporcione consuelo”, apuntó Jonathan Jong, experto de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, y autor principal de la investigación.
O también puede ser que “simplemente las personas que no le temen a la muerte no se vean obligadas a buscar la religión”, añadió Jong. En cualquier caso, fueron las personas más inseguras (las que tienen alguna clase de creencia religiosa pero no tan firme) las que mostraron mayores niveles de temor.
Otro trabajo de 2017, realizado en Israel, evaluó los niveles de ansiedad ante la muerte de un grupo de adultos mayores hospitalizados en una sala de cuidados geriátricos agudos pero sin enfermedades terminales, y también esos mismos niveles en los hijos de esas personas.
El resultado fue que la ansiedad en los ancianos era baja (4 puntos sobre 15 según la llamada Tabla de Ansiedad ante la Muerte de Templer). Su mayor miedo, además, no era a la muerte en sí misma, sino ante el proceso de morir. Es decir, las incógnitas y el posible sufrimiento que la muerte plantea.
Los hijos, por su parte, mostraron índices más altos de ansiedad ante su propia muerte (6,9 puntos en la misma escala) y más aún ante la muerte de sus padres: 8,9 sobre 15. En muchos casos, esto último tiene consecuencias negativas, ya que los hijos ocultan información médica relevante a sus padres.
Tales conclusiones avalan una hipótesis formulada en trabajos previos. Aunque el sentido común indica que el miedo a la muerte debería aumentar a medida que nos hacemos mayores, porque la muerte está más cerca, lo que ocurre en realidad es lo contrario: el miedo disminuye, porque la muerte se va asumiendo como la conclusión natural de la vida.
Cómo manejar el miedo a la muerte
Como se explicó, el miedo a la muerte es un instinto esencial, por lo cual el objetivo de quienes sufren algún grado de tanatofobia no podría ser eliminar ese miedo, sino reducirlo: relegarlo a un sitio donde no perjudique la calidad de vida.
Para lograrlo, los psicólogos proponen una serie de consejos que, si se logran llevar a la práctica, ayudarán a reducir la ansiedad ante la muerte y, por lo tanto, a vivir mejor. A continuación se enumeran algunos de los principales.
1. Hablar sobre la muerte con naturalidad
Cuando se evita hablar de un determinado tema, suele crearse un tabú, algo que contribuye a aumentar los temores y la inseguridad en relación con esa cuestión. En cambio, “los miedos y su significado en nuestra vida, cuando se hablan y se muestran tienden a reducirse”, explica la psicóloga Encarni Muñoz, de Mundo Psicólogos.
Por lo tanto, poner palabras a la cuestión y no intentar eludirla todo el tiempo es una manera de aliviar las tensiones y el miedo. Tampoco se trata, desde luego, de que este tema de conversación se convierta en preponderante en el día a día: simplemente que, si hay que hablar de eso, se hable y no que se reprima.
2. Enfocarse en el presente
La muerte es una certeza: sabemos que a todos nos llega. Pero se puede pensar en ella solo cuando se convierte en una posibilidad cercana, tanto para uno mismo como para alguien cercano, o hacerlo de forma recurrente e injustificada, como una rumiación, solo por el hecho de que en teoría podría suceder.
Por eso, “centrarse en lo realmente importante hoy o a corto plazo y abstenerse de hacer planteamientos remotos o hipotéticamente infundados”, como recomienda un artículo de la psicóloga Cristina Agud, es otro consejo que puede resultar muy valioso.
3. Aceptar la incertidumbre
Por supuesto, este consejo es fácil de enunciar pero, en muchos casos, muy difícil de llevar a la práctica. Sabemos que la muerte llegará, pero en general no se puede saber cuándo ni cómo será la muerte propia ni de las personas cercanas, por lo cual no tiene sentido ni merece la pena adelantarse a los acontecimientos, ni mucho menos sufrir por imaginar el futuro.
4. Pensar la muerte como parte de la vida
La muerte es una parte de la vida, el capítulo final, y por eso los especialistas recomiendan no “negarla” sino “potenciar la visión de que es necesaria precisamente para poder vivir”, en palabras de Encarni Muñoz. “Crear sentido en la vida, tener un proyecto vital gratificante”, propone Agud. Y si no hay un proyecto, “buscarlo”.
“La brevedad de la vida no debe paralizarnos sino evitarnos una vida diluida, sin intensidad”, anotó el escritor sueco Sven Lindqvist. Y añadió que, por lo tanto, “la tarea de la muerte es obligar al ser humano a abordar las cosas esenciales”.
Más allá de estas recomendaciones, si una persona sufre de tanatofobia y no logra evitar que esta afecte su calidad de vida, lo aconsejable es que acuda a la consulta de un experto en psicología. La terapia cognitivo-conductual es la que más se utiliza y mejores resultados ofrece en el tratamiento de las fobias específicas.
CV