Ventilador o aire acondicionado. Conviene tener presentes todos los beneficios y las desventajas de cada al momento de decidir cuál conviene más.
En principio corresponde decir lo básico. El aire acondicionado tiene la capacidad de enfriar y calentar el ambiente. El ventilador, en tanto, no lo hace: solo remueve el aire, y de ese modo ocasiona un descenso en la sensación térmica de las personas. Un descenso que llega a ser de hasta 5 ºC.
A menudo, con eso resulta suficiente para obtener un aceptable confort térmico. Sin embargo, en las jornadas de verano en que las temperaturas superan los 30ºC, los efectos de un ventilador difícilmente puedan acercarse al bienestar que el aire acondicionado brinda.
Ahorro económico, la ventaja más visible
Mencionado ese punto, corresponde señalar también que las ventajas de los ventiladores son numerosas. En primer lugar se destaca el aspecto económico. Por un lado, porque el precio promedio de cualquier ventilador es notoriamente más barato que el de cualquier equipo de aire acondicionado. Por otro, porque sus necesidades energéticas son mucho menores: el consumo de electricidad puede ser hasta un 90% más bajo.
Además, en el caso del aire acondicionado –salvo los equipos portátiles– también hay que añadir el costo de la instalación. Y en ocasiones se suman dificultades adicionales, como normativas municipales que impiden la colocación de estos equipos o que la vivienda sea alquilada y la inversión no se compense. Los ventiladores de suelo o de pie, en cambio, no necesitan instalación alguna. Los de techo sí, pero de todas formas se trata de un trabajo más simple y, en consecuencia, más barato.
Con las torres portátiles de aire acondicionado se ahorra en instalación pero se pierde en consumo, dado que estos son los equipos menos eficientes.
Medioambiente y salud
Más allá de lo económico, hay otros aspectos en los cuales los ventiladores también se presentan como ventajosos. Uno de ellos es el relacionado con el medioambiente. El más bajo consumo energético no solo redunda en una factura menos abultada, sino también en una menor producción de gases contaminantes, responsables del cambio climático.
En concreto, como ha destacado la organización Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el uso excesivo del aire acondicionado contribuye con el llamado fenómeno de la “isla de calor”: la acumulación de altas temperaturas en las grandes ciudades. Las otras causas de este fenómeno son la presencia masiva de hormigón y de gases contaminantes y la escasez de espacios verdes.
Se produce, entonces, una suerte de círculo vicioso, pues la “isla de calor” nos conduce a utilizar más medios artificiales de refrigeración. Y también hay que tener en cuenta los posibles efectos de ambos sistemas sobre la salud. Aproximadamente un 20% de los cuadros catarrales, laringitis, faringitis o procesos bronquíticos se producen en verano a causa del uso inadecuado del aire acondicionado.
Ese uso inadecuado asume básicamente dos formas. La primera, poner el aire demasiado frío, sobre todo al dormir, cuando la temperatura corporal desciende. Esto genera, entre otras cosas, que los cilios (pequeños pelos que tenemos en los conductos del aparato respiratorio) pierdan movilidad, lo cual reduce la eficacia del sistema de defensa natural del organismo. La segunda forma son los cambios bruscos de temperatura, que impiden que el cuerpo tenga tiempo de aclimatarse.
Sequedad en el ambiente, otro elemento importante
Otra característica del aire acondicionado es que seca demasiado el ambiente. Si no se utiliza un humidificador, esto puede generar irritación en los ojos y la garganta. Y también puede contribuir con una posible deshidratación, no solo por la falta de humedad en el aire sino también porque el frescor tiende a retrasar la sensación de sed.
De todos modos, hay que remarcar que también el uso del ventilador puede afectar la salud. Un estudio publicado en 2019 por científicos de Australia determinó que, en ambientes muy secos, el ventilador puede resultar ineficaz para bajar la sensación térmica y, peor aún, podría tener un efecto negativo sobre la tensión sanguínea y el ritmo cardíaco. Por ello, el humidificador también se torna esencial en estos casos.
Por su parte, un artículo publicado en la revista Live Science explica que, si se ha de dormir con el ventilador encendido, se debe procurar ponerlo a buena distancia y sin que el flujo de aire apunte de manera constante sobre la persona que duerme. La razón es que la brisa que generan sus aspas también origina que se resequen los tejidos internos de la boca y la nariz, lo cual puede conducir a irritación, rinitis y otros problemas.
Un dato más a favor del ventilador es que requiere mucho menos mantenimiento. Los equipos de aire acondicionado requieren de la limpieza de sus filtros al menos una vez al año. En caso de que esto no se realice, el moho y las bacterias que allí se acumulan son puestas en circulación en el ambiente y aumentando el riesgo de contraer alergias y problemas respiratorios.
Por todos estos motivos, el ventilador puede ser la alternativa más apropiada para quienes deseen ahorrar dinero y tiempo, evitar riesgos para su propia salud y contribuir también con la salud del planeta. Eso sí: deben saber que en los días más calurosos es posible que no puedan evadirse del tórrido calor estival.
C.V.