THE GUARDIAN

De Alemania a Grecia para buscar a su pareja desaparecida en el naufragio: “¿Por qué nos hacen pasar por tanta angustia?”

Helena Smith

Kalamata (Grecia) —

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La esperanza es lo último que se pierde, pero a Kassem Abo Zeed se le agotó con rapidez. La esperanza fue lo que le llevó a subirse en un avión en Hamburgo rumbo a Grecia tras enterarse de que la embarcación en la que iba su esposa había naufragado frente a la costa sur del país heleno. Pero a las 14:00 de la tarde del jueves, tras mucho rezar para que no ocurriera, su esperanza se empezó a esfumar. Ya habían pasado 36 horas desde el hundimiento del pesquero azul repleto de refugiados y migrantes en una de las peores catástrofes marítimas de la historia reciente de Grecia.

“¿Por qué nos hacen pasar por tanta angustia?”, preguntaba este hombre sirio de 34 años tratando de contener las lágrimas frente al edificio de los guardacostas de Kalamata mientras su amigo Hamza Ayash, hermano de otro desaparecido en el barco, Ayoub, intentaba consolarlo. “Hemos escuchado que había cientos de personas a bordo”, decía Ayash. “¿Dónde están? Estamos empezando a perder las esperanzas”, lamentaba.

Abo Zeed y Ayash fueron de los primeros familiares en llegar a la ciudad portuaria de Kalamata, centro neurálgico de la operación de búsqueda y rescate.

De los 700 hombres, mujeres y niños que se cree que viajaban en el barco cuando partió de las costas de Libia la semana pasada, solo 104 han sido encontrados con vida desde su hundimiento en aguas consideradas de las más profundas del Mediterráneo en torno a la medianoche del martes. Las operaciones de búsqueda en la zona continuaban este viernes, mientras las autoridades alertaban de que era difícil encontrar a alguien más con vida.

Hasta el momento, todos los rescatados son hombres. También lo eran 77 de los 78 cadáveres que aparecieron flotando en el mar. Los supervivientes, en su mayoría de Siria, Pakistán y Egipto, son ahora los únicos que quedan tras la cadena de acontecimientos que se desencadenó en el barco cuando el capitán que lo pilotaba, decidido a llegar a Italia, surcó mares que escapaban al dominio de cualquier país. Casi todos los supervivientes dicen estar exhaustos y en estado de shock psicológico.

“Era complicado porque el barco estaba en aguas internacionales”, dijo Vangelis Tournas, ministro en funciones de Protección Civil de Grecia, al salir del almacén portuario donde muchos sobrevivientes pasaron su primera noche en tierra. “Nuestros guardacostas se acercaron al barco y ofrecieron ayuda en cuanto las autoridades italianas les informaron... pero ellos [los traficantes] no quisieron responder; debemos condenar a los que explotan así a la gente por unos pocos dólares”, sostuvo. Las autoridades griegas, criticadas por no haber actuado antes, aseguran que los ocupantes de la embarcación se negaron repetidamente a recibir ayuda, pero los expertos dicen que eso no es excusa.

En declaraciones a los periodistas mientras se desataba una inusual tormenta de verano, Tournas dijo que la búsqueda de sobrevivientes continuaba con una fragata, barcos guardacostas, tres helicópteros militares y buques mercantes peinando los mares de la costa del Peloponeso: “Nuestro objetivo es salvar a todo el que sea posible; seguiremos adelante con la operación a pesar del tiempo”.

Pero a última hora del jueves, las autoridades reconocían la difícil verdad: los avances habían sido insignificantes.

Según los guardacostas griegos, el barco se hundió en cuestión de minutos y ninguno de los que viajaban en él llevaba chaleco salvavidas. Cuando se paró el motor del pesquero de 30 metros de eslora, la embarcación se escoró casi instantáneamente, según las autoridades, por el movimiento del gran número de personas que había en su interior. Entonces el mar se tragó al buque volcado. Casi nadie cree que sea posible encontrar la nave.

“La probabilidad de encontrar más personas con vida es mínima”, aseguró a la cadena estatal griega ERT el almirante retirado de los guardacostas Nikos Spanos. “No es la primera vez que vemos viejos pesqueros como este viniendo de Libia; no están en condiciones de navegar. En pocas palabras, son ataúdes flotantes”, dijo.

Originarios de Daraa, la antigua ciudad siria cercana a la frontera con Jordania, Abo Zeed y Ayash cuentan el largo viaje que emprendieron sus seres queridos para subirse al barco en Tobruk, en la región oriental de Libia. “Mi esposa Esra tiene 21 años, había viajado junto a su hermano menor Abdullah, cruzando de Siria a Jordania, luego a Egipto y luego a Libia”, cuenta Abo Zeed, que también vivió su propia odisea hasta Alemania.

“Cada uno de ellos pagó 4.500 dólares estadounidenses [unos 4.120 euros]”, explica Ayash. “Solo queremos saber qué ha sido de ellos. Si están muertos, como musulmanes queremos enterrarlos”, afirma.

“Kalamata no ha visto nada igual”

En medio de una avalancha de operaciones de socorro, es difícil ignorar la conmoción que el naufragio provocó entre agentes y voluntarios de Grecia. Pocas catástrofes han entristecido tanto a una comunidad que, a la vez que tienen que atender una emergencia de alcance tan inesperado, se quedó con preguntas que muchos pensaban que nunca tendrían que hacerse. “Kalamata no ha visto nada igual”, dijo Giorgos Farvas, teniente alcalde de la ciudad. “Tuvimos un terremoto hace muchos años y murieron algunas personas, pero aquí estamos hablando de posiblemente cientos de muertos”, afirmó.

Las autoridades griegas están cada vez más convencidas de que bajo la cubierta había mujeres y niños hacinados en una zona que se suele emplear para refrigerar cargamentos de pescado.

“Nos preocupa que no se hayan encontrado más [sobrevivientes]”, apunta Nicolaos Spanoudakis, jefe de Policía enviado desde Atenas a Kalamata para coordinar una investigación supervisada por los guardacostas griegos. “Trabajamos con la hipótesis de que hay 500 desaparecidos, parece que en la bodega había mujeres y niños”, sostiene.

El Gobierno provisional de Atenas, que llegó al poder tras las elecciones de mayo, convocó un luto nacional de tres días. Los líderes políticos suspendieron la campaña electoral para los nuevos comicios, previstos para el 25 de junio.

La tragedia generó preguntas difíciles que resonarán más allá de Grecia. También, críticas a la línea dura que el gobierno anterior adoptó en materia de inmigración. Este incidente dejó en evidencia la incapacidad de Europa para ofrecer una ruta segura a los solicitantes de asilo que huyen de conflictos, persecuciones y, cada vez más, de los efectos de la crisis climática en Asia, África y Oriente Próximo en busca de una oportunidad en Occidente.

“La política que ha seguido Europa tiene gran parte de culpa”, dijo Alexis Tsipras, principal líder de la oposición griega, durante una visita a Kalamata. “Es una política que ha convertido al Mediterráneo en una tumba de agua”, sostuvo.

Traducción de Francisco de Zárate.