La escena, el debate, las palabras y las consecuencias resultan familiares. Un señor mayor de tono gritón habla rápido, repite que todo es “horrible”, llama a la periodista que tiene enfrente “asquerosa” y le suelta un torrente de mentiras mientras ella no da abasto para corregir lo que dice el entrevistado y un grupo de personas aplaude los insultos contra ella y cualquier cosa que diga el hombre en defensa del abuso sexual, la equidistancia entre el agresor y el agredido en Ucrania o un intento de golpe de Estado en su país.
El circo llegó a la ciudad. Esta frase que repetíamos quienes cubrimos (y sufrimos) la campaña presidencial de 2016 volvió a materializarse este miércoles por la noche en la entrevista con público que la CNN decidió hacerle a Donald Trump, el llamado town hall, en New Hampshire, uno de los primeros estados que votan en las primarias republicanas para elegir el candidato presidencial del partido y donde el ex presidente siempre encontró un electorado favorable. Era la primera vez que la CNN entrevistaba a Trump desde 2016, entre otras cosas porque el presidente vetó hasta su presencia en la Casa Blanca y solía compartir llamadas a la violencia contra sus reporteros. También era una de las pocas veces desde que perdió las elecciones en 2020 que el ex presidente salía de sus foros habituales en canales de streaming minoritarios y su red social de nicho de extrema derecha, Truth Social. Después del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, hasta Fox News limitó por un tiempo la presencia de Trump en antena y ahora está viviendo las consecuencias de dar espacio a mentiras e invitaciones a la violencia que han acabado con su presentador estrella, Tucker Carlson.
La ausencia de Trump de Twitter y Facebook es tal vez una de las explicaciones de por qué en las elecciones de mitad de mandato, el pasado noviembre, perdieron muchos de los candidatos que defendían la mentira de que Trump había ganado las elecciones de 2020. Los medios, tras años de prueba y error, habían aprendido en parte a lidiar con la avalancha de fabulaciones y ocurrencias impulsadas por el ex presidente.
Una de las respuestas fue exponer de manera sistemática a candidatos y cargos públicos, como hizo el Washington Post durante la campaña de las legislativas el año pasado. No se trata de no seguir noticias o esconderlas, sino de informar con el contexto más completo posible, como repiten las voces que más han examinado cómo afrontar las amenazas a la democracia en sociedades abiertas.
Pero la entrevista en la CNN no pasa ese corte. Y el “circo” volvió este miércoles a Manchester, New Hampshire.
“Creo firmemente que los medios tienen que cubrir a Trump como candidato de manera rigurosa. Pero faltan casi 18 meses para las elecciones y este town hall fue innecesario y dañino”, dice a elDiario.es Margaret Sullivan, columnista de medios ahora en The Guardian, autora del libro Newsroom Confidential y que fue la defensora del lector del New York Times entre 2012 y 2016. “Pese a los esfuerzos de hacerle fact-checking en tiempo real, fue predeciblemente un desastre para la verdad y el servicio público”.
Sullivan escribió mucho sobre cómo cubrir a Trump como crítica de medios en el Washington Post entre 2016 y 2022, y esta semana ya tenía dudas antes de que se emitiera el programa sobre su conveniencia, pero, una vez visto el resultado, le pregunto si había alguna manera de que la CNN hubiera hecho mejor la entrevista. La periodista, y ahora profesora en la Universidad de Duke, contesta: “Entre las respuestas está pre-grabar y ejercer buen juicio, combinado con mucho contexto y segmentos de realidad. Deberíamos haber aprendido esto a estas alturas. Pero aparentemente, la habilidad de Trump para generar atención es el factor dominante”.
De 2015 a 2023
La CNN, que lleva años perdiendo audiencia respecto a Fox News, fue muy criticada por poner sin filtro los actos de Trump casi íntegros en particular durante la carrera para las primarias republicanas, en 2015 y 2016, mientras cortaba o no emitía los de sus numerosos rivales de partido. Lo hacía cuando el republicano ni siquiera era el favorito de la carrera, pero no había ningún otro candidato que fuera capaz de los insultos a colegas, mujeres, prisioneros de guerra, veteranos, mexicanos, musulmanes, ciudades y, por supuesto, periodistas, y todo con una mezcla de chistes y retórica nunca escuchada.
El presidente de la CNN entonces, Jeff Zucker, terminó reconociendo que había cometido “un error” dando tanto tiempo y legitimidad a Trump con actos en directo. “Como nunca sabías lo que iba a decir, era atractivo ponerlos en antena”, dijo en octubre de 2016, unos días antes de que el republicano ganara las elecciones presidenciales contra Hillary Clinton. Zucker había sido el presidente de la división de entretenimiento de la NBC que emitía el concurso The Apprentice y sabía que Trump traía “mucha publicidad” y “mucha audiencia”.
Este jueves, el nuevo presidente de la CNN, Chris Licht, defendió ante su equipo la decisión en una reunión editorial matinal entre quejas de sus trabajadores. “Todos sabemos que cubrir a Donald Trump es caótico y complicado, y seguirá siendo caótico y complicado, pero es nuestro trabajo”, dijo. También aseguró que creía “inequívocamente” que la cadena había cumplido “muy bien” con su misión de “servir al país” y que el grupo de personas que aplaudía mentiras e insultos eran una parte importante de la historia, que no se había cubierto lo suficientemente bien en 2016. “Aunque puede ser desagradable escuchar a las personas aplaudir en respuesta a algunas de las respuestas del presidente, esa audiencia representa las opiniones de una gran parte de Estados Unidos. El error que cometieron los medios fue ignorar que existen”, dijo Licht.
Antes y después de las elecciones de 2016 y más allá, la mayoría de los medios de Estados Unidos se dedicaron a ponerle un micrófono a los votantes de Trump para que explicaran sus miedos y sus preocupaciones, insultos incluidos, tanto que la entrevista del diner de una pequeña ciudad en una zona de votantes del ex presidente (“Trump country diner”) se convirtió en una caricatura de las obsesiones de los medios. Incluso las voces más extremas se presentaban a veces con palabras amables, como “el nazi de la puerta de al lado”, una frase de un criticado reportaje del New York Times de octubre de 2017 sobre un hombre de 25 años de una ciudad dormitorio de Ohio que defendía a Hitler y sentía que Trump le había dado “un espacio”.
El mundo de ahora
En 2023, el panorama es muy distinto por lo que sabemos de Trump -de sus acciones y sus consecuencias, no sólo de su retórica- y el papel de los medios, aunque sea más reducido.
Trump da lugar a pocas sorpresas después de al menos 30.573 falsedades en sus cuatro años de presidente, presionar a autoridades públicas para que cambiaran el resultado de las elecciones (está grabado), incitar a la insurrección y atacar a jueces, periodistas y su propio vicepresidente. En la CNN, la periodista que lo entrevistaba el jueves, Kaitlan Collins, trataba de corregir sus mentiras en una carrera imposible mientras la audiencia aplaudía a Trump hasta cuando la insultaba (“eres una persona asquerosa”, le dijo, como ya hizo con Clinton y tantas otras mujeres). “Las elecciones no estuvieron amañadas, señor presidente”, le dijo la periodista ante la repetición de la mentira. “No puede seguir diciendo eso toda la noche” (pero claro que Trump podía y eso es exactamente lo que hizo).
El periodista de medios de la CNN, Oliver Darcy, describió después la entrevista como “un espectáculo de mentiras” donde era difícil ver el servicio al público defendido por el presidente de la cadena con pocos apoyos (el presentador Anderson Cooper es una excepción).
El formato era el perfecto para Trump, con la oportunidad de enfrentarse con palabras sencillas a una periodista que le pone frente a la realidad y acallarla como si fuera un juego mientras sus fans le animan. El town hall fue idea de la CNN, que se lo propuso a la campaña de Trump, encantada con la propuesta, según el Wall Street Journal. La obsesión de la cadena era evitar que Trump se levantara y se fuera, y para contentar a la campaña en el panel de después se incluyó a un portavoz que repitió la mentira de que el republicano había ganado las elecciones de 2020 (en contra de la política de varios presentadores de la cadena de no admitir a personas que digan eso en antena).
El formato fue especialmente criticado incluso entre quienes defienden que los votantes más pasivos y desconectados necesitan ver a Trump porque es una experiencia “desagradable” que despierta conciencias. “Cubrir a Trump no significa llenar a una audiencia con seguidores y poner al decididamente misógino Trump contra una joven reportera en una situación que prácticamente podría haber sido diseñada por la misma campaña de Trump”, escribe Tom Nichols en el Atlantic.
La audiencia
Trump ni siquiera trae la audiencia de la que presumía Zucker en 2016 y el mismo protagonista. La entrevista del miércoles tuvo una audiencia de 3,3 millones, con lo que la CNN ganó esa noche a sus competidores y tuvo su mejor espacio de audiencia desde las elecciones legislativas del pasado noviembre. Pero se trata de una cifra alejada de los más de cinco millones que consiguió Fox News con un formato parecido y de las audiencias que acumuló la CNN entre 2015 y 2016.
Cualquier espacio para Trump en términos de audiencia es cada vez más pequeño en un mundo donde la televisión ya no es tan importante: en 2016, la televisión tenía la atención del 66% de la población y en 2022, del 48%, según el informe anual del Instituto Reuters para el estudio del periodismo de la Universidad de Oxford. En esa misma encuesta hay más personas que dicen que desconfían de la CNN que lo contrario (es peor en el caso de Fox News, aunque sea el canal con más alcance). Los medios mejor valorados son la televisión local y la BBC (que apenas se ve en Estados Unidos).
Es cierto que Trump ya es el favorito en las encuestas sobre las primarias republicanas, pero la repercusión de normalizar de nuevo al candidato -y elegir hacerlo pronto, y, por casualidad, unas horas después de que fuera condenado por abuso sexual- como el actor central que domine aún más la historia de las elecciones de 2024 tiene consecuencias.
“No hay nada que Donald Trump pueda hacer o decir que pueda ‘sorprender’ a cualquiera expuesto a noticias políticas”, escribe James Fallows, periodista, autor de un libro clave sobre la crisis del periodismo con las primeras tertulias en televisión a principios de los 90 y ahora de un boletín semanal sobre periodismo con el mismo título de su libro de 1996, Breaking The News. “Los seguidores de Trump lo saben. Se quedaron con él a través de escándalos que habrían torpedeado cualquier carrera política normal. Los críticos de Trump lo saben. Y también muchos republicanos que esperaban que en algún momento, de alguna manera, Trump simplemente desapareciera. Todos sabemos esto. La CNN también lo sabe. Y aun así creó este espectáculo, dándole a Trump una hora de emisión en directo para presumir, acosar y mentir ante una audiencia tan cuidadosamente seleccionada como en sus mítines, pero con la legitimidad más amplia que viene de que te emita una cadena normal”. “Lo que se presenta a través de canales ‘normales’ se acaba normalizando. Es lo que la CNN y otros medios hicieron hace ocho años, y lo que la CNN empezó a hacer otra vez anoche”, escribía Fallows el jueves.
La diferencia con respecto a 2016 puede ser que la audiencia no es tan pasiva y las personas afectadas por ataques y acciones de Trump no están dispuestas a callar y aguantar el chaparrón. La escritora E. Jean Carroll, que acaba de ganar un juicio contra él por abusar sexualmente de ella y difamarla después, ya sugirió que está dispuesta a llevar otra vez a los tribunales a Trump por insultarla en la entrevista de la CNN. Fox News tuvo que aceptar sus mentiras cuando una de las empresas encargadas del recuento electoral en 2020 demandó a la cadena por insistir en una conspiración inventada para alterar el voto y ha tenido que pagar casi 800 millones de dólares. Algunos de los personajillos del ecosistema de Trump están en quiebra y han sido condenados por sus acciones, como el presentador Alex Jones, que incitó con mentiras el acoso contra los padres de los niños de cinco y seis años asesinados en el tiroteo en su escuela de Sandy Hook, en Connecticut, en 2012.
La cuestión es si eso será suficiente para preparar al público y a los medios para la agotadora carrera de lo que empieza como un circo y se acaba convirtiendo en un aquelarre.
MR