La subida del precio de la luz y la ola de calor amenaza de nuevo a millones de personas expuestas a la pobreza energética en España. Juani no tiene funcionando el aire acondicionado en su casa. De esta forma quiere evitar una factura impagable para su bolsillo visto el bombardeo de noticias sobre el alza de la factura energética. Son las seis de la tarde. No hay nadie en la calle en el barrio madrileño de Vallecas donde reside y la mayor parte de los comercios están cerrados. En el domicilio de esta mujer de 49 años el termómetro marca 30 grados. En el exterior la temperatura se dispara a los 40.
“Cuando ya no podemos más pongo el ventilador cinco minutos. Tengo mucho miedo a que se me dispare la factura”, expone. Los amigos con los que está pasando la tarde del viernes hacen viajes a la cocina para refrescarse mojándose la cara. Y utilizan la camiseta para abanicarse y reducir el sudor del rostro. Mantiene las ventanas abiertas, aunque para evitar la entrada de sol ha colgado unas telas que reducen los rayos que llegan a las habitaciones. Juani, que trabaja como limpiadora, lleva tiempo sin tener un contrato fijo. Para evitar aumentar las deudas que tiene con la compañía eléctrica opta por reducir el consumo de luz.
Los datos publicados en la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética estiman que “entre 3,5 y 8,1 millones de personas, en función del indicador utilizado, se encuentran en situación de pobreza energética en España”. El informe define este concepto como “la situación en la que se encuentra un hogar en el que no pueden ser satisfechas las necesidades básicas de suministros de energía, como consecuencia de un nivel de ingresos insuficiente y que, en su caso, puede verse agravada por disponer de una vivienda ineficiente en energía”. En lo referente a la Comunidad de Madrid, el 26,4% de la población reconocía que en verano en su vivienda había una temperatura inadecuada, según una encuesta realizada en 2012 y citada en la hoja de ruta nacional.
Las máximas en la región durante esta última ola de calor se marcarán en el municipio de Aranjuez. La Agencia Estatal de Meteorología de España (AEMET) prevé que las temperaturas más altas lleguen a los 43 grados. En la capital, marcarán dos grados menos. En muchas familias la llegada de la ola de calor se acoge sin recursos para abonar la factura de la luz que permitiría mantener la vivienda a una temperatura adecuada. Igual que sucede con el frío en invierno.
En casa de Lola y Nacho el calor durante estos días tampoco se puede combatir. “Con el aumento del precio de la luz este año ni me he molestado en buscar un ventilador”, relata esta joven de 24 años, madre de tres niñas. La mayor, Yaiza (siete años), tiene una discapacidad del 77% y según cuenta su progenitora es la que “más sufre” esta situación. “Es la que peor lo pasa porque no se mueve”, añade Lola.
Tras varias sentencias que les instaban a abandonar la vivienda que ocuparon en junio de 2019, dos asociaciones iniciaron una recogida de fondos para darles una segunda oportunidad. Desde febrero residen en un bajo en el barrio de Aluche después de que los colectivos sociales asumieran la renta equivalente a un año para que Lola y Nacho contasen con un colchón que les ayudase a reorganizar su vida.
Los dos han encontrado trabajo. “Ahora somos como cualquier familia mileurista que llega ajustada a final de mes”, explica Lola. Según apunta, asumen facturas de la luz que oscilan entre “60 y 70 euros”. “Y eso que tenemos un bono social y nos hacen un 40% de descuento en la factura”, añade. Para evitar que las cuentas se descuadren no tienen más remedio que optar por la resignación: “Sobrevivimos al calor como podemos”. Las noches en su casa son complicadas, reconoce que duermen “fatal” y lamenta que las altas temperaturas hagan mella en la habitación de sus hijas: “Es mucho más cerradita y es donde más se nota”.
Consecuencias en la salud
“Combatir una ola de calor es muy complicado, probablemente lo más difícil en estas viviendas [de familias vulnerables]”, expone Ivón Cermeño, director del proyecto Socaire, que desde 2018 realiza intervenciones sociales para luchar contra las situaciones de pobreza energética. Y recuerda que esta carestía para afrontar las facturas afecta directamente a la salud: “Vivir en una vivienda con mucho calor genera problemas para descansar. Los bebés pueden tener complicaciones de crecimiento; los adolescentes, enfermedades mentales. En las personas mayores provoca cronificación de algunas enfermedades”.
Un artículo publicado en 2019 por investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas concluía que en la ciudad de Madrid la pobreza energética es “un fenómeno exclusivo de la periferia urbana”. “Se constata que se produce una acumulación de circunstancias causantes de la pobreza energética en los mismos barrios: demandas energéticas altas por mala calidad de la edificación, instalaciones de calefacción ineficientes mediante radiadores eléctricos y bajos niveles de renta”, exponen los investigadores.
Para combatir casos de pobreza energética en la ciudad, la asociación Socaire realiza intervenciones sociales en barrios obreros. En Vallecas, donde reside Juani, actuaron a lo largo de 2020 en setenta casas y se centraron en dos aspectos: aumentar el ahorro en las facturas energéticas y mejorar el confort en el hogar. En la memoria de actividades de este proyecto destacan que “una amplia mayoría de las viviendas estudiadas presentan antigüedades superiores a los 50 años y, con ello, calidades constructivas deficientes”.
Guadalupe, vecina de Juani, defiende que las altas temperaturas a las que llegan en sus viviendas se debe a los materiales con los que se construyeron. “Toda la casa está hecha de pladur, que coge mucho más calor”, expone. “Durante el día bajo las persianas para que entre luz y en cuanto cae el sol, lo subo y abro todo para ventilar”, añade. En su domicilio no hay aire acondicionado ni ventilador. Para conciliar el sueño cuenta que utiliza toallas húmedas para refrescar la cama.
Intervenciones para mejorar la eficiencia de las viviendas
Con las familias con las que trabajan, el equipo de Cermeño considera fundamental atajar el ajuste de las facturas. “Aunque parezca mentira hay familias vulnerables que tienen tarifas por encima del precio de mercado. Les llaman, realizan ofertas con grandes productos que no son reales y les sacan del bono social”, cuenta el director de Socaire. A partir de ahí, se centran en la eficiencia energética del domicilio con pequeñas intervenciones como aislar ventanas —se encuentran algunas con los vidrios rotos—, fomentar el uso de bombillas led y combatir el consumo fantasma de algunos electrodomésticos. “Nuestros estudios dicen que reducimos un 10% el consumo en las viviendas y un 20% el precio de la factura”, añade Cermeño.
Según las cifras que recogen las memorias de actividades de la asociación, en Vallecas la mayor parte de las viviendas visitadas no tenían aire acondicionado, solo contaban con este equipo 13 de 70 familias y en dos casos la instalación se encontraba en “mal estado”. Por su parte, en 13 de las 35 casas de las que intervinieron en Moratalaz sí que tenían sistema de refrigeración.
De cara a estos días, con máximas que en algunos municipios de la Comunidad como Aranjuez pueden llegar a los 43 grados, la primera recomendación de Cermeño pasa por “tener un aire acondicionado”, un lujo inalcanzable para la mayoría de estas familias. En caso de que no se disponga de estos equipos sugiere el uso de “pequeños ventiladores” y “jugar con los aislamientos''. ”Si no hay toldos, por lo menos bajar las persianas durante las horas centrales del día para que no entre todo el calorazo“, destaca.
Algunos afectados por pobreza energética han optado por marcharse de Madrid este fin de semana para evitar las altas temperaturas. Arantxa, su marido y sus dos hijos se han ido a casa de uno de sus familiares en Toledo. Esta mujer lleva meses aumentando su deuda con la compañía eléctrica. “Ahora mismo pagar la luz me supondría quitar del alquiler, y que me echen de mi casa otra vez”, se justifica. Desde hace meses el lavavajillas y el aire acondicionado no se utilizan. “Ni se me ocurre”, cuenta Arantxa. Y el ventilador solo se enciende para que se duerman sus hijos: “Lo programamos una hora hasta que entren en el sueño”.