En el Ecuador, correísmo provoca las mismas identificaciones inmediatas que kirchnerismo en la Argentina. Con una diferencia a favor de la 'década ganada' del ex presidente Rafael Correa en el poder, al menos en este nivel de reflejos automáticos. No sólo se asimilan los diez años correístas (2007-2017) con superiores niveles de consumo y de confianza en la marcha de una economía que vive dolarizada desde el año 2000. También se la asocia con un perído de gran seguridad pública. A lo largo de aquel decenio añorado por un firme tercio de la población ecuatoriana, Ecuador había llegado a ser el segundo país más seguro de América según la tasa de homicidios. Hoy es el más violento de los Andes, y el que más drogas trafica en el Pacífico.
Dos jóvenes, dos padres
La memoria de un período tranquilo y próspero obró sobre quienes dieron su voto a la economista Luisa González, de 45 años, que lidera el recuento de los resultados de la presidencial de este penúltimo domingo de agosto. Para sorpresa de los medios, de los sondeos previos y de la opinión pública en general, su rival en el balotaje del tercer domingo de octubre será el empresario Daniel Noboa, un protagonista nuevo en el escenario político nacional, quien la sigue detrás, con diez puntos electorales menos, y diez años de edad menos. La novedad histórica será una segunda vuelta electoral entre dos contrincantes que son de vecina franja etaria. El balotaje de 2021 enfrentó al vencedor en primera vuelta, el economista Andrés Aráuz (este 20 de agosto candidato a vice de González), con el actual presidente anticipadamente saliente, el empresario, ex banquero, y multimillonario liberal-cristiano, Guillermo Lasso, que lo doblaba en edad aunque fueran parejos en inexperiencia política y cargos electivos.
La sorpresa del rival del balotaje, la novedad de la segunda fuerza emergente como rival, son acaso más circunstanciales si se las confronta con las continuidades que la elección del domino reconfirmó. Tanto González como Noboa son descendientes, vástagos de una genealogía experimentada en ocupar o aspirar al poder. La economista candidata presidencial de Revolución Ciudadana es la hija política del economista Rafael Correa, y el empresario candidato de Acción Democrática Nacional es hijo del magnate Álvaro Noboa, cinco veces candidato presidencial vencido en sus aspiraciones.
El correísmo con rostro de mujer va por otra década ganada más, esta vez sí compañeras, con Luisa González
Como en las dos presidenciales anteriores, el correísmo fue la fuerza más importante en la primera vuelta. En la penúltima presidencial, incluso, triunfó. Pero Lenín Boltaire Moreno, candidato favorito de Correa, después se apartó y tomó senderos liberales que motivaron el repudio como traidor de su mentor y mayor elector. En las últimas, el correísmo, vencedor de la primera vuelta, fue vencido en la segunda.
Los comentarios coinciden en que el voto joven fue el protagonista del domingo, y el potencial de asomobro de la prensa y el análisis fue dirigido, no siempre con decepción en los medios de mayor difusión, al candidato Daniel Noboa. Este empresario siguió en votos a Luisa González. Uno y otra, diferencia que se añade a las antes marcadas, habían con anterioridad ganado y ocupado bancas en el Congreso unicameral ecuatoriano. Antes de la votación, Noboa, cuya ubicación política declarada no coincide exactamente con lo que el examen de la suma de sus propuestas concluye, había sido considerado un perdedor por las encuestas.
En la reconsideración de los motivos de su triunfo, quienes antes lo desestimaban lo reinventan ahora como el futuro que viene a disputarle el poder al pasado, como la figura nueva y joven que gusta e imanta el voto joven. En el padrón electoral ecuatoriano, el 40% corresponde a votantes de menos de 35 años: la edad del mismo Noboa. De aquí a octubre, Noboa buscará ganar plazas en la tierra media, entre aquel electorado que fue correísta sin serlo nunca con determinación firme, o que fue anticorreísta sin serlo jamás con militancia constante.
El correísmo capitalizó esa grieta que ahora buscará, rumbo al balotaje, a la vez capitalizar y trascender Noboa en su campaña donde entone el himno del porvenir prepotente. Al igual que las candidaturas correístas en las elecciones locales de febrero, en las presidenciales González retuvo con desahogo la tercera parte de los votos fieles. De cara al balotaje, el discurso de que no todo pasado fue mejor, salvo el de Correa, será posiblemente morigerado por González. La población votante más joven compagina poco con ese ideario retrovisor de recuperación de un pretérito que sólo por vía intelectual pueden reconstruir en numerosos casos.
El tema de la seguridad, según las mismas encuestas que subvaloraron a Noba, es el principal problema de Ecuador, agobiado por la violencia del crimen, organizado o no, y por un clima sofocante de incertidumbre social. Un país que diez días antes de la elección pudo ver el asesinato por sicarios narcos del candidato presidencial anticorreísta Fernando Villavicencio.
El recuerdo de la seguridad correísta no perjudica en nada a González en la campaña hacia el 15 de octubre decisivo. Pero sólo con fuerza residual suficiente y descontada entre quienes ese recuerdo es una memoria viva. Esas personas, según las estadísticas, tienen tantos o más años que la candidata. El súbito ascenso del treintaeñero Noboa tuvo su hora cero en el debate presidencial del domingo 13 de agosto, cuando los sondeos de opinión pública y la opinión académca lo posicionaron como el mejor en cuanto a su manejo de la retórica política. Acaso más revelador que esas demoscopías selectivas y esas felicitaciones peritas haya sido el desde entonces ininterrumpido crecimiento de la atención obtenida entre la población joven a través de mensajes del candidato de Acción Democrática Nacional en redes sociales.
En qué se parece, pero en qué no, el ecuatoriano Daniel Noboa con el argentino Javier Milei
Las semejanzas de Daniel Noboa con el candidato presidencial argentino Javier Milei, que ha descollado en las PASO pero que recién competirá en una primera vuelta en las elecciones de octubre, son vistosas. Tan irrefutables en sus líneas gruesas y en sus confinados contextos, que parecen convertir en circunstanciales, episódicas, miopes las diferencias. En todo cuanto los separa, empero, se encuentran los determinantes del futuro de sus carreras políticas.
En un país dolarizado, la dolarización no ha sido tema de campaña. Desde luego, aunque esto tal vez sea menos obvio, tampoco para la correísta González. El dólar no importa para quienes apuestan a tomar las riendas del poder ecuatoriano en mayo de 2025, y compiten para ganar la presidencia en un país que vive bajo un gobierno de transición después de que el presidente Lasso decretó en mayo pasado la figura constitucional de “muerte cruzada”, disolvió la Asamblea Nacional (Congreso) y llamó a comicios generales anticipados.
El discurso de Noboa es anti casta, anti peso del control estatal, pro avance de la libertad individual y/o empresarial. En vez de cuánto hará mi gobierno por ustedes, la ilusión ofrecida en su caso es la de cuánto podrán hacer ustedes si soy gobierno (y no podrán hacer de ningún modo si el presidente no soy yo). Esta propuesta joven cuenta con un prontuario viejo, y con apoyos tradicionales sólidos. Ni viene (casi) de la nada Noboa, ni puede fingir una vida prístina. Es un lastre que le pesa como a los candidatos de Vox en España.
Al peso de ser hijo de no puede escamoteársele que en esa herencia no todo son pasivos para Daniel Noboa. Cinco veces fue candidato presidencial el multimillonario Álvaro Noboa, al frente de una candidatura centrista pero con sensibilidades sociales exhibidas en primer plano. En su campaña, a Noboa hijo no le faltaron recursos. Y gracias a Noboa padre, se maneja a sabiendas en una cartografía electoral precisa desde los lugares más pequeños del país en términos de electores hasta los más grandes. No le ha faltado, no le faltará, a Noboa, eso que llaman aparato.
AGB