Cuando en mayo Suecia y Finlandia pidieron formalmente entrar a formar parte de la OTAN, desde Estocolmo y Helsinki estaban convencidos de haber hecho todo lo posible para que el proceso de adhesión fuera fácil y rápido. La histórica decisión tomada por los dos países, hasta entonces neutrales, a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania tenía las garantías del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que sería aprobada por un proceso de “vía rápida”. Esa medida pretendía garantizar la seguridad de los dos países durante el proceso mientras no estuvieran bajo el paraguas de protección del artículo 5 del Tratado de la Alianza, que asegura la respuesta de los aliados militares en caso de agresión a uno de los países miembros.
Los dos países nórdicos rompían así con su tradicional no-alineamiento militar, en un movimiento conjunto y de vital importancia para la Alianza Atlántica, que aspira a cambiar el mapa de la seguridad militar en el norte de Europa frente a Rusia.
Sin embargo, a pocos días de empezar la cumbre de la OTAN en Madrid, las esperanzas de Suecia y Finlandia de que su proceso de adhesión fuera rápidamente aprobado por los 30 estados miembros, parecen ya completamente desvanecidas.
Entre las condiciones para la aprobación que puso sobre la mesa el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hay numerosas demandas, la mayoría de ellas centradas en la lucha de Turquía contra los movimientos independentistas del Kurdistán. En la lista de demandas se incluye un endurecimiento de las leyes antiterroristas en Suecia y Finlandia, la extradición de ciudadanos particulares, incluidos periodistas kurdos que residen en los países nórdicos, y eliminar un embargo informal sobre la venta de armas a Turquía, impuesto después de la intervención militar del país en el norte de Siria en 2019.
La mayoría de estas demandas van dirigidas particularmente hacia Suecia, y en el trasfondo de las negociaciones en curso se encuentra el malestar desde Ankara por una supuesta simpatía en Estocolmo hacia los movimientos independentistas kurdos como las YPG (Unidades de protección Popular). Desde hace décadas, el país nórdico acoge a una importante comunidad de refugiados kurdos, algunos de ellos opositores políticos de Erdogan. Entre la lista de personas que Turquía ha pedido extraditar se encuentra la diputada en el parlamento sueco Amineh Kakabaveh, hija de un líder Peshmerga, y que llegó como refugiada en Suecia cuando tenía 19 años.
Finlandia empieza a impacientarse
En Helsinki, la frustración por el estancamiento de las negociaciones con Turquía va en aumento. El presidente finlandés, Sauli Niinistö, hizo evidente esta desesperación en una entrevista en la cadena pública YLE al confirmar que “las negociaciones se encuentran tan atascadas que no se ha hecho público ningún tipo de avance porque aún no lo ha habido”. Helsinki se siente especialmente agraviado por el hecho de que antes de formalizar la petición de ingreso, el mismo Niinistö junto a la primera ministra, Sanna Marin, y el ministro de Exteriores, Pekka Haavisto, realizaron un considerable esfuerzo diplomático durante la primavera entrevistándose con todos los miembros de la Alianza, donde se aseguraron el voto a favor de todos los países, incluido el de Turquía.
Desde que Finlandia y Suecia hicieron la petición de ingreso en la OTAN, los dos países han mantenido el acuerdo estratégico de vincular estrechamente los dos procesos de ingreso, reiterando en repetidas ocasiones que los dos países vecinos “irían de la mano”.
Sin embargo, esta vinculación se está comenzando a poner en duda por algunas voces en Finlandia, que ven que si a largo plazo la situación no se desencalla y el proceso de adhesión a la OTAN se alarga, podría suponer un impacto negativo para la seguridad del país.
Contextos históricos y geográficos “muy distintos”
De momento, la opción de romper el acuerdo entre Finlandia y Suecia parece muy poco probable, pero voces como la del destacado investigador del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales Charly Salonius-Pasternak recuerdan que “las cosas pueden cambiar muy rápidamente en solo seis meses, como hemos visto”. El investigador dice que “si Turquía de repente diera la aprobación solo a Finlandia, la OTAN probablemente tendría que empezar el proceso, y eso supondría una adhesión separada entre los dos países”. En este escenario, Salonius-Pasternak dice que “sería poco inteligente que en este caso Finlandia decidiera esperar indefinidamente hasta que Suecia resuelva la disputa con Turquía”.
El investigador finlandés recuerda que el contexto histórico y geográfico entre Suecia y Rusia es muy distinto al de Finlandia y Rusia, que comparten una frontera terrestre de más de 1.300 kilómetros, un pasado histórico y unos vínculos sociales y económicos mucho más profundos, un hecho que daría más razones a Finlandia para impacientarse.
Sin embargo, de momento, el Ejecutivo de Helsinki rechaza esta opción por completo, citando la larga y estrecha colaboración entre Suecia y Finlandia y la importancia de los dos países para mejorar la situación de seguridad en la región del mar Báltico. “Romper con el acuerdo entre Suecia y Finlandia sería contraproducente para Finlandia, los dos países saben que su seguridad está mejor garantizada si se mantienen juntos”, dice William Alberque, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
Para la cumbre de la OTAN que acogerá Madrid, Alberque cree que “los presidentes y primeros ministros aprovecharán la oportunidad para hablar cara a cara con Erdogan e intentarle convencer de que va contra los intereses de Turquía romper con el consenso del resto de aliados para incluir a los dos países nórdicos”. Sin embargo, Alberque dice que “las reticencias de Turquía pueden tener más relación con ejercer presión a otros estados miembros como Estados Unidos, y aquí Suecia y Finlandia se encuentran en el medio, con poca cosa que hacer en sus manos para resolverlo”.
OGP