Para sorpresa de muchos, Gabriel Boric quedó en segunda posición en la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas. A dos puntos del ultraderechista José Antonio Kast, el candidato de izquierda se mostró optimista tras conocer los resultados. “No va a ser la primera vez que partamos desde atrás”, dijo Boric sobre las posibilidades de superar a su rival en los comicios de diciembre. “Lo hicimos cuando luchamos por la educación, y no nos creían, lo hicimos cuando rompimos el [sistema electoral] binominal, con la junta de firmas [para presentar su candidatura], con las primarias [frente al Partido Comunista], y no me cabe ninguna duda de que lo vamos a hacer para la segunda vuelta con unidad”. Boric sintetizó en este fragmento una parte relevante del camino que lo ha llevado a competir para ser el próximo presidente de Chile.
Gabriel Boric (Punta Arenas, 1986) tiene 35 años y es uno de los exlíderes del movimiento estudiantil que en 2011 sacudió el país. De la calle saltó a las instituciones y en 2014 fue elegido diputado por su región, Magallanes y la Antártica chilena, la más austral del país.
Descendiente de familia croata, por parte de padre, y catalana, por parte de madre, es el mayor de tres hermanos de la tercera generación nacida en Chile. Se crió en un entorno acomodado del sur chileno y aterrizó en la capital para estudiar Derecho en la Universidad de Chile, la más prestigiosa del país. “Soy un privilegiado… Me hice de izquierdas cuando adquirí conciencia de que algunos de los privilegios que tenía se sostenían en que otros no los tuvieran”, reconoció en una entrevista.
Líder del movimiento estudiantil
Su camino hacia la política institucional no puede separarse de su pasado como líder del movimiento estudiantil chileno. Junto con otros nombres de esta generación, como Giorgio Jackson o Camila Vallejo, que hoy le acompañan al frente de la candidatura, fue parte de una generación de jóvenes dispuesta a poner en jaque un modelo educativo heredado de la dictadura de Pinochet (1973-1990).
Irrumpió en el escenario político chileno en 2011, cuando fue elegido presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) y, desde ahí, fue uno de los protagonistas de las movilizaciones que en 2011 reclamaron “una educación pública, gratuita y de calidad”.
“Los enemigos son quienes quieren privatizar la educación pública y mercantilizar todos los aspectos de nuestras vidas [...] Se viene la articulación de un nuevo movimiento no solo para cambiar la educación, sino para transformar el país entero”, dijo Boric una vez proclamado ganador.
En ese entonces, el primer Gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014) intentaba rebajar la tensión en las calles y apostó por un desgaste natural del movimiento, que nunca llegó. El pulso de los estudiantes con Piñera se sostuvo durante meses. El candidato ha recordado en varias ocasiones aquellos días, en especial la protesta del 4 de agosto de 2011, una de las más reprimidas desde el retorno a la democracia hasta entonces. La jornada se saldó con casi 900 detenidos solo en Santiago de Chile. Como presidente de la Fech, Boric se convirtió también en uno de los principales portavoces de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech). La visibilidad de aquellos años le abrió el camino a la política.
Salto a la política
Boric desembarcó en el Congreso en 2014, con 27 años, tras casi terminar los estudios de Derecho. Le quedó pendiente el examen final de grado y la memoria, por lo que no está licenciado y no ha recibido el título de abogado. “Estando en la carrera no me imaginaba ejerciendo en tribunales, litigando, ¡qué paja! [¡qué pereza!]. De hecho, no me titulé ni estoy pensando en titularme, no me quiero dedicar a ser abogado nunca”, reconoció en una entrevista en 2018. Por esas afirmaciones recibió críticas durante la campaña.
Desde la Cámara de Diputados, donde fue reelegido en 2017, formó con Jackson, su ex compañero de protestas, la coalición de izquierda Frente Amplio, que para las elecciones de aquel año irrumpió con 20 diputados. En los comicios legislativos de este domingo sumaron cinco parlamentarios más.
El bloque es a menudo comparado con Podemos en España. Boric siguió de cerca su nacimiento y evolución y, en varias ocasiones, se ha reunido con Pablo Iglesias y con la actual ministra de Igualdad, Irene Montero. Conceptos como “la casta política” se escucharon alguna vez también en la izquierda chilena. Otro de sus referentes es el expresidente uruguayo José Mujica, que participó en la campaña de Boric.
Una de las decisiones por las que fue más criticado fue la firma del acuerdo político transversal por una nueva Constitución, justo un mes después del inicio del estallido social de octubre de 2019. El gesto, que siempre ha defendido, le costó el reproche de parte de sus bases, que consideraron que era una forma para salvar al presidente Sebastián Piñera y frenar la movilización social.
Carrera a La Moneda
Hace apenas unos meses nadie imaginaba la posibilidad de que Boric pudiese llegar al palacio de La Moneda, sede de la presidencia del país. Cuando se cumplía apenas un mes de su 35 cumpleaños, edad en que la ley chilena permite concurrir a una elección presidencial, su partido lo proclamó como candidato. Luego se convirtió en abanderado de todo el Frente Amplio, pero por delante todavía quedaban dos grandes desafíos: recoger 35.000 firmas en tres semanas para validar su postulación y ganar las primarias al Partido Comunista. Contra todo pronóstico, logró ambos objetivos.
“Nos dijeron que era imposible, pero aquí estamos”, dijo tras conseguir las firmas. Desde entonces se convirtió en el representante de la coalición Apruebo Dignidad, que integra junto con los comunistas. “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba”, expresó en su proclamación como candidato.
Sus rivales le reprochan la alianza con el Partido Comunista, a pesar de sus diferencias, sobre todo en referencia a la situación política en Nicaragua, Venezuela y Cuba. “En nuestro Gobierno el compromiso con la democracia y los derechos humanos será total, sin respaldos de ningún tipo a dictaduras y autocracias, moleste a quien moleste”, ha dicho hace unos días.
La derecha más tradicional le tilda de “extrema izquierda” y le echa en cara de forma recurrente el encuentro que mantuvo en 2018 con Ricardo Palma Salamanca, condenado por el asesinato del exsenador pinochetista Jaime Guzmán, artífice de la dictadura e ideólogo de la actual Constitución. También lo han criticado por su inexperiencia y juventud.
En la recta final de la campaña, tuvo que dar explicaciones por una denuncia en su contra por un caso de presunto acoso sexual ocurrido en 2012, cuando era presidente de la federación de estudiantes de la Universidad. La identidad de la denunciante se mantiene en secreto, pero la denuncia se difundió tras varios posts en redes. El candidato dijo estar dispuesto a “una investigación” y aseguró no haber acosado a la denunciante. También dijo haber evolucionado. “Soy siempre autocrítico respecto a comentarios y actitudes machistas que haya tenido en el pasado y estoy en permanente revisión de mi conducta para ajustarla a los principios que defendemos”, dijo.
Entre sus propuestas destacan aumentar el salario mínimo, subir impuestos a los más ricos y cambios en los sistemas de pensiones, salud y educación. Pero para afrontar la segunda vuelta contra la extrema derecha, que se prevé ajustada, necesita convocar a todos los sectores de la oposición y a los más desencantados de la política: “No caigamos en el ninguneo ni el desprecio por quienes optaron por otras alternativas, debemos escuchar y entender por qué las tomaron”, dijo después de conocer los resultados. Inevitablemente tendrá que moderar algunas de sus posiciones, pero aún es una incógnita cómo seducirá a abstencionistas y desilusionados con políticos e instituciones. Si logra llegar al poder, se convertirá en el presidente más joven de Chile, un millennial que encabezará el Gobierno más a la izquierda desde el socialista Salvador Allende.
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