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ENTREVISTA
Emilio López, impulsor del hashtag #GayMenToo

El #GayMenToo rompe el tabú sobre la violencia entre hombres: “La sociedad supone que a los machos no los violan”

Emilio López, impulsor del #GayMenToo, un hasthag para visibilizar violencia sexual contra hombres

Sandra Vicente

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A finales de 2024, después de que se hiciera público el enésimo caso de abuso sexual por parte de un hombre conocido, el profesor y activista LGTBIQ Emilio López dijo basta. “Estoy harto de que, cuando salen estos casos, muchos hombres respondan con eso de not all men, que vale, pero es que resulta que siempre son men”.

Emilio decidió subir un post a Instagram en el que expresaba esta frustración y en el que, además, aseguraba que todos los hombres están “empapados de la cultura violenta de la masculinidad”, independientemente de su sexualidad. Y ahí vio que había dado en el clavo.

En sólo dos días, recibió más de cincuenta mensajes de hombres gays y bisexuales relatándole episodios de violencia, abusos y agresiones. Y decidió compartirlos a través del hashtag #GayMenToo, en referencia al #MeToo creado por colectivos feministas con el estallido del caso Harvey Weinstein.

“Sufrí una violación en los baños de una discoteca. Mi reacción fue de pánico, esa persona me intentó tranquilizar y me ofreció una copa. Lo siguiente que recuerdo es despertar en una casa siendo penetrado por un desconocido”, relata uno de los primeros testimonios publicados.

“Me quedé a dormir en casa de un amigo. […] Él durmió en su cama y yo en un saco de dormir. A mitad de la noche me desperté y le tenía encima, totalmente desnudo. Lo aparté con la mano y no dije nada. Al amanecer hice como si nada. Él también”, asegura otro.

Emilio ya ha publicado decenas de estos relatos anónimos que, día a día, van llenando su bandeja de entrada y que tienen algo en común, según Emilio: “Romper con el tabú que nos ha inculcado la masculinidad tóxica, de que los hombres no podemos sufrir abusos porque se supone que a los machos no los violan”.

Él mismo reconoce haber pasado por episodios de violencia y lo que cuenta se parece mucho a lo que explican, a través de su perfil, otros muchos chicos. “Tardamos muchísimo en darnos cuenta, porque nos pasamos la vida normalizando que cuando salimos de fiesta nos toquen o nos enseñen la minga en los lavabos. Que el porno más visto sea de violaciones de hombres mayores a jovencitos o que en la comunidad gay todo esté muy sexualizado”, relata Emilio.

En este contexto el problema no sólo es que las propias víctimas no se den cuenta de que lo son, sino que además “en la misma comunidad se minimiza”, asegura Emilio.

“El tipo irrumpió y se metió en el WC, se baja del todo los pantalones a la vez que aguanta la puerta con una mano para cerrarla. «Venga, hazme una mamada, va» […] Con evidente enfado, lo comento con el grupo y un amigo de mis amigos me dijo: «Intenta pasar página y divertirte, ya sabes que hay gente para todo»”, relata otro de los testimonios.

El estereotipo de la promiscuidad

Según asegura Emilio, si bien en los casos de violencia contra mujeres “la vergüenza ha cambiado de bando”, cuando las víctimas son hombres gays o bisexuales, sigue habiendo mucha culpa.

“Tras agresiones en discotecas o citas es muy frecuente oír eso de «Si ya sabías a dónde ibas, ¿por qué te quejas». Pero ¿en qué momento hemos consentido que ligar o bailar nos exponga a ser violados?”, se pregunta.

A todo esto hay que sumar los estigmas con los que carga la comunidad LGTBIQ+. “Si has sido violado o abusado, llega un momento en el que hasta crees que te lo mereces porque, al final, todo el rato nos dicen que somos promiscuos y viciosos y que nos metemos en sitios peligrosos”, dice en referencia a lugares en los que se practica el chemsex o el cruising.

Emilio López ha dedicado muchas horas de su vida a pensar en estas violencias y en por qué se esconden o se minimizan. “Es consecuencia de lo que entendemos por masculinidad. No nos podemos mostrar vulnerables ni frágiles porque somos hombres. Por lo tanto, no podemos haber sufrido violencia, porque eso es de débiles. Por no hablar de la violencia emocional, que es cosa de mujeres”, ironiza.

Además, también carga sobre la manera en que los hombres que se acuestan con hombres han dado sus primeros pasos en la sexualización. Para empezar, todo está rodeado de secretismo, dice. “Yo soy de una ciudad pequeña y no podía decirle a mis amigos a quién veía por las tardes... Así que, si me pasaba algo, nadie me podía ayudar. Y eso los hombres con los que quedaba, por lo general mayores que yo, lo sabían. Sabían de esa indefensión”, recuerda el joven.

Es por ese tabú y ese estigma que existen prácticas como el cruising –que consiste en tener sexo con desconocidos, en lugares públicos y de manera ocasional y anónima– o el chemsex –consumo de drogas durante las relaciones sexuales. Ambas, argumenta Emilio, potencian lo que se les ha enseñado a los jóvenes cuando empiezan a salir del armario: “Escóndete, porque esto no está bien visto y, sobre todo, déjate hacer, porque es lo que les gusta a los hombres”.

“Sufrí abusos durante la infancia, la adolescencia y ya de adulto, buscaba ese mismo sometimiento. Lo había normalizado”, dice uno de los testimonios publicados por Emilio. “Toda esta relación turbia con el sexo me ha enturbiado la cabeza. […] Si yo puedo forzarme, mi pareja sexual también debería poder”, sostiene otro de los ejemplos publicados en Instagram.

Más educación sexual

Emilio López ya se dedicaba al activismo en redes mucho antes de iniciar el hashtag #GayMenToo. En Instagram compartía ilustraciones con las que hacía pedagogía sobre el colectivo y que se acabaron convirtiendo en el libro ¿LGTBIQué? (Egales, 2024).

Se trata de un manual creado para “dejar de aguantar comentarios en las típicas barbacoas de los amigos heteros”, explica el autor, que defiende la necesidad de que haya más educación sexual y menos centrada en la heteronormatividad.

La falta de pedagogía es una de las causas, según el activista, de la violencia sexual, tanto contra mujeres como contra personas del colectivo LGTBIQ. “Lo que se explica en las aulas está muy centrado en prevenir enfermedades o embarazos no deseados. Pero no se habla de placer o consentimiento. Y mucho menos de relaciones homosexuales en las aulas”, resalta el docente. Por eso, apunta que ante la falta de referentes, los jóvenes van al porno. “En el caso del porno gay, lo que se ve son escenas de dominación y sumisión. Y eso hace que se normalice la violencia”, reflexiona.

A pesar de ello, este profesor reconoce que las nuevas generaciones “son muy potentes y están muy formadas”, porque han interiorizado gran parte del discurso feminista e incorporado como parte de su realidad identidades y orientaciones sexuales no normativas como la bisexualidad, la asexualidad o la transexualidad.

Pero, a la vez, reconoce que en la otra cara de la moneda “se está generando una masculinidad muy nociva, asociada a la extrema derecha”, considera este docente. Por qué los chicos jóvenes se están volviendo más conservadores es una pregunta que resuena mucho y Emilio tiene una teoría: es una consecuencia del patriarcado. “Todos tienen una herida, ya sea la precariedad, el racismo o la falta de atención de sus familias. Pero, de nuevo, como somos hombres y no se nos permite estar tristes, el malestar se exterioriza como rabia hacia otros colectivos”, resume.

Por eso, cuando tiene que mediar para resolver un conflicto, cuando toca hablar de feminismo o de la comunidad LGTBIQ, a Emilio –que ya hace años que salió del armario con su alumnado– no le sorprende que afloren comentarios despectivos, en el peor de los casos, o de hastío en el mejor. “Cuando eso pasa, siempre les pregunto cuál es su herida. Y desde ahí empezamos a trabajar porque entienden que el feminismo no es sólo para las mujeres, que cuando conquistamos derechos, son para todos. También para ellos”, resalta.

Este docente, activista e ilustrador hace de las aulas un campo de lucha por los derechos LGTBIQ porque entiende que las violencias y las discriminaciones nacen en las más tiernas infancias. Tanto las que se ejercen, como las que se sufren o silencian. “Veo por todo lo que hemos pasado, tanto yo como los chicos que me escriben para explicar sus historias... Y no quiero que estos chavales vuelvan a pasar por eso. Ni ellos, ni nadie más”, remacha Emilio.

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