El sorpresivo triunfo de José Pedro Castillo plantea numerosos interrogantes sobre el futuro gobierno de quien fue canillita, albañil y heladero, antes de convertirse en el maestro que llaman “el profesor”.
Al Perú del gran crecimiento económico gracias a la minería y su espejismo de progreso alentado por los grandes medios de comunicación nacionales e internacionales se le ha corrido el velo, tal como sucedió con la revuelta popular en Chile en octubre 2019. Detrás del boom de los minerales y las famosas ferias gastronómicas que muestran la cocina fusión peruana, el “Perú profundo” reaparece de la mano de un simple maestro. Castillo ni siquiera era tomado en cuenta por la mayoría de las encuestadoras, más preocupadas por sostener candidaturas de quienes les hacen ganar fortunas desde la presidencia. Como se suele decir, una mano lava la otra. En el caso del Perú vale la pena recordar que los últimos cinco presidentes electos por el voto popular estuvieron envueltos en escándalos de corrupción (Fujimori, Toledo, García, Humala y Kuczynski) y que Keiko Fujimori ha sido acusada por la fiscalía de estar al frente de una “organización criminal que blanqueó activos ilícitos”.
Conocemos la historia. Cuando en América Latina triunfa una candidatura popular la trampa dialéctica habitual es plantear que “el país está dividido en partes iguales” y que “hay que gobernar para todos”. El objetivo es claro: presionar a Castillo para que deje de lado sus propuestas políticas, sociales y económicas en aras de “gobernar para todos”. En otras palabras, que deje de lado todo lo que propuso durante la campaña electoral que lo llevó a la victoria.
Vaya paradoja, ahora se preocupan “por todos” los voceros de quienes gobernaron los últimos treinta años, aplicaron políticas de ajuste y utilizaron todas las trampas dialécticas del marketing para convencer de que gobernaban “para todos”, aunque lo hacían para pocos.
La verdadera división no es el resultado ajustado del balotaje. La verdadera división es la social, la de un pequeño grupo que acapara la riqueza del país frente a las grandes mayorías que luchan día a día para mejorar apenas un poquito su nivel de vida; y dentro de estas grandes mayorías hay votantes de Keiko Fujimori. Si Castillo les ofrece una alternativa que las interpele, seguramente se sumarán a un proyecto de inclusión social liderado por “el profesor”.
El entramado político, económico, jurídico y mediático hará lo imposible para que Castillo no pueda avanzar en sus intenciones de refundar el país sobre bases más equitativas e inclusivas. Resta saber si su lápiz, emblema de la campaña, podrá dibujar un nuevo Perú.
Esta columna fue publicada previamente en Nodal