El 23 de agosto de 2023, falleció el jefe del grupo ruso de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, cuando el avión en el que viajaba se estrelló en Rusia tras liderar un motín contra el presidente Vladimir Putin. Su muerte abrió muchos interrogantes sobre el futuro del grupo que lideraba y su presencia en territorios donde Moscú tiene intereses. Un año después, los soldados de Wagner siguen actuando en varios países africanos, pero lo hacen bajo un mando y un nombre distintos.
El pasado mes de mayo, funcionarios estadounidenses de alto nivel confirmaron la presencia de fuerzas de seguridad rusas en la misma base aérea que las tropas estadounidenses en Níger. En ese momento, un popular canal de Telegram –supuestamente gestionado por funcionarios desde Moscú– publicó un mensaje con la canción de culto de 1985 Goodbye America, de la banda de rock de la era soviética Nautilus Pompilius.
Dos semanas más tarde, funcionarios estadounidenses y dirigentes nigerinos acordaron una retirada escalonada de las fuerzas de Estados Unidos del país africano. El repliegue finalizó el pasado mes de julio.
Las tropas de Estados Unidos no fueron las únicas que abandonaron la región. A su retirada se suma la de la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea, la EUTM, que se iba de Mali ese mismo mes y con ella el último vestigio de presencia occidental en el Sahel. En diciembre ya habían abandonado el país la MINUSMA, una misión multinacional de la ONU en Mali, y las tropas francesas.
El hueco que dejan Europa y Estados Unidos está siendo ocupado por Rusia, China y Turquía, aliados de las juntas militares que gobiernan en Mali, Níger y Burkina Faso.
Un año después de la muerte de Yevgeny Prigozhin, líder del grupo Wagner, “Rusia se impuso en la carrera geopolítica armamentística en el Sahel y ganó aliados comprometidos, aunque frágiles, en la región”, afirma Ikemesit Effiong, jefe de investigaciones de SBM Intelligence, una consultora con sede en Lagos, en la vecina Nigeria, que estudia los riesgos geopolíticos.
Según Effiong, África Occidental está dividida en dos partes: los países costeros, ampliamente prooccidentales; y los más “rusófilos”, que no tienen salida al mar y ocupan una franja que se conoce como Sahel –una vasta zona proclive a los golpes de Estado que se extiende por el continente desde el Atlántico hasta el Mar Rojo–.
Los observadores señalan que Moscú desea ampliar su esfera de influencia a escala mundial, encontrar nuevos mercados de exportación y acceder a los recursos naturales. África presenta la oportunidad perfecta para llevar estos deseos a la práctica.
Su influencia se canaliza ahora a través de una entidad paraguas gestionada por el Ministerio de Defensa ruso llamada Africa Corps, cuyo nombre se cree que procede de una unidad alemana desplegada en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta marca pasó a absorber al grupo Wagner, el polémico grupo paramilitar que dirigía Prigozhin antes de que el avión en el que viajaba se estrellara al norte de Moscú y murieran todos sus ocupantes.
En los diez años anteriores a su muerte, Prigozhin había tejido relaciones con los dirigentes de países como Mali, Libia y la República Centroafricana, entre otros, desplegando mercenarios para frenar la insurgencia o proporcionar protección personal a líderes africanos.
A cambio, Wagner obtenía acceso a minas y acuerdos de infraestructuras, así como influencia política. Se lo consideraba el director de una orquesta con muchos músicos: además de proporcionar seguridad, los agentes de Wagner tenían negocios en el sector de la minería, participaban en campañas para interferir en elecciones y fabricaban y difundían información falsa.
La presencia de Wagner en África tuvo un costo sangriento. Según la ONG Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED), al menos 1.800 civiles fueron asesinados durante las operaciones de los mercenarios en todo el continente desde 2017.
Tras el fallecimiento de Prigozhin, la estructura y las operaciones de Wagner fueron absorbidas por Africa Corps. También pasó a trabajar para Africa Corps el hijo de Prigozhin, Pavel. Los reclutamientos tuvieron lugar en diciembre y a los combatientes de Wagner se les dio a elegir entre disolverse o unirse a la nueva entidad. Además, con el objetivo de acallar las especulaciones sobre si el grupo seguiría existiendo, altos funcionarios rusos visitaron a algunos líderes africanos para asegurarles su continuidad y apoyo.
Los analistas afirman que el nuevo acuerdo es una señal de tolerancia cero hacia las fuerzas mercenarias independientes por parte de Vladimir Putin. Durante mucho tiempo, el Estado ruso negó tener vínculos con Wagner, pero eso cambió con la rebelión del grupo paramilitar en junio de 2023 y la posterior muerte de Prigozhin en agosto.
El grupo Wagner “tenía un amplio margen para saltarse las normas y participar en actividades cuestionables que los rusos podían negar”, afirma Joseph Siegle, director de investigación del Centro Africano de Estudios Estratégicos, institución académica dependiente del Departamento de Defensa de Estados Unidos. “Ahora las actividades de estos mercenarios desplegados en el terreno son parte integrante del Ministerio de Defensa [ruso]. El Gobierno de Moscú ya no puede negar el vínculo como hacía antes”, agrega.
Algunos observadores sostienen que el cambio no es más que una vuelta al plan inicial de Moscú, tal y como afirma Oleksandr Danylyuk, experto en guerra multilateral de Rusia y miembro asociado del Royal United Services Institute, un think tank sobre defensa y seguridad con sede en Londres.
En referencia al grupo Wagner y a su difunto jefe, Danylyuk indica que “no hay ninguna diferencia... porque Prigozhin nunca había sido el dueño de esa operación”. “Siempre fue una operación de los servicios secretos rusos y Prigozhin no era más que el gestor en esta cadena de mando”, subraya.
Danylyuk explica que los cambios implican un mayor control desde Moscú y menos flexibilidad para los gestores encargados de la “conquista rusa” de África. Según el experto, Africa Corps no es más que una parte de un gran plan llamado Expedition Corps, “originalmente diseñado y creado para operaciones no sólo en África, sino en todos los países del sur global. En realidad, esto es sólo el principio”.
Golpes de Estado y yihadismo
En la última década, a medida que los golpes de Estado y los conflictos en las excolonias francesas deterioraban sus relaciones con París, Rusia se dedicó a restablecer los lazos de la época de la Guerra Fría en algunas zonas de África.
Cientos de personas acudían a los actos progolpistas envueltas en los colores blanco, azul y rojo de la bandera rusa, mientras a su alrededor se quemaban banderas francesas. A medida que aparecen focos de actividad yihadista en la costa occidental de África, se teme que también estos países den la espalda a sus aliados históricos en favor de Moscú.
Diplomáticos y expertos en política exterior afirman que el acercamiento de Rusia sigue llegando con promesas de planes de estabilización del régimen y de lucha contra la inseguridad. Lo cierto es que hasta la fecha no tuvieron mucho éxito. Ladd Serwat, especialista regional en África de ACLED, indica que sólo en Mali los sucesos violentos protagonizados por grupos insurgentes casi se triplicaron desde 2021, cuando Wagner inició sus operaciones en este país.
Tras la llegada de los rusos y la expulsión por parte de los países anfitriones de otras misiones militares occidentales e, incluso, en algunos casos, de los cascos azules de la ONU, el número de efectivos disponibles para la contrainsurgencia fue disminuyendo en vez de aumentar. Con el nuevo acuerdo, la llegada de tropas rusas se limitó a unos pocos cientos por cada despliegue. Incluso sumados a los escasos efectivos de los Ejércitos locales, los números son demasiado bajos para enfrentarse adecuadamente a los grupos armados radicales.
Los expertos afirman que se trata de una característica diseñada por Rusia, no de un defecto. “Moscú vio que no necesita desplegar a muchos [soldados]”, dice Siegle. “Estas fuerzas no están ahí para garantizar la seguridad de los ciudadanos, sino para proteger a los regímenes... que Moscú ha cooptado”. El experto indica que “en Níger y en Burkina Faso sólo hay unos cien mercenarios”. “Es un acuerdo satisfactorio desde el punto de vista financiero para los rusos, pero aún más satisfactorio desde el punto de vista político”.
Aunque Moscú parece estar ganando terreno en el Sahel, la situación sigue siendo compleja, con múltiples actores compitiendo por la influencia en diferentes países. El pasado mes de abril, el presidente francés, Emmanuel Macron, se reunió en París con su homólogo de la República Centroafricana (RCA), Faustin-Archange Touadéra, por segunda vez en seis meses.
En una declaración conjunta, ambos afirmaron que estaba en marcha “una hoja de ruta para un marco de asociación constructiva” que respete “la soberanía de los Estados”, en la que París “contribuirá a la estabilidad” y “acompañará el desarrollo económico y social” de la RCA. Algunos se apresuraron a interpretarlo como una señal de un posible cambio de alianzas geopolíticas, pero los lazos de Touadéra con Moscú siguen siendo muy estrechos. Su seguridad privada está formada por personal ruso y el idioma ruso se enseña ahora en las escuelas del país.
A principios de este año, el presidente interino de Chad, Mahamat Idriss Déby Itno, se reunió con Putin. Moscú, que apoya el régimen en el poder, habría rechazado una petición de apoyo de un sector de la oposición chadiana para destituir a Itno, según algunas fuentes. Los analistas advierten de que Rusia podría cambiar de bando en la región en cualquier momento y respaldar a diferentes apoderados.
Danylyuk señala que toda esta actividad se enmarca en un gran plan “para establecer gobiernos prorrusos o incluso gobiernos controlados por Rusia, con intensidad y escala cada vez mayores”. Rusia “nunca estuvo interesada en ningún tipo de autonomía de sus países clientes”, afirma. “Esto no es ningún tipo de liberación [de Occidente]. En realidad, esto no es más que la forma de colonialismo de Rusia y podría ser muy difícil encontrar a alguien que te libere de eso. Sólo hay que fijarse en lo que está pasando en Ucrania”.
Texto traducido por Emma Reverter y actualizado por elDiario.es