“La elección de Lula es fundamental para la integración regional” declaró el viernes el ex canciller Celso Amorim, conductor de la diplomacia brasileña durante los ocho años del gobierno de Lula y que luego continuó con con Dilma Rousseff, al mando del Ministerio de Defensa. Como definió a continuación, ese es el pilar de política exterior que busca recuperar el líder brasileño en caso de salir victorioso en los comicios de octubre próximo.
El discurso de Amorim, pronunciado el viernes último en un seminario sobre democracia y elecciones, entusiasmó al centenar de asistentes, en su mayoría latinoamericanos. Los más fervorosos fueron los argentinos, quienes literalmente coparon la escena. Allí estaban diputadas del Frente de Todos, entre ellas la camporista Cristina Britez de Misiones; el director del Banco Nación Claudio Lozano; el abogado Alejandro Rusconi, secretario de Relaciones Internacionales del Movimiento Evita y miembro de la Defensoría del Pueblo bonaerense, y el diputado camporista del Parlasur Carlos Vilas. Junto a ellos, en relaciones de gran cordialidad, se ubicó también Jorge Kreynes, un miembro de la dirección del PCA que participa en el Instituto Patria.
En una breve charla con este medio, Rusconi no dudó en enfatizar: “Para nosotros en la Argentina, un triunfo de Lula sería importantísimo”. Recordó que en 2003 los entonces presidentes Lula da Silva y Néstor Kirchner “firmaron un documento de apenas cuatro carillas que se conoció como el Consenso de Buenos Aires. Y eso cambió el paradigma de las relaciones entre los sudamericanos”. Como describió luego de aquella cumbre argentino-brasileña, un reconocido periodista del diario Folha de San Pablo, Clovis Rossi, ese acuerdo nació como la antítesis del Consenso de Washington, al proponer “políticas macro y microeconómicas favorables a la producción y a la generación de empleo, así como dar prioridad a las políticas sociales”. No por acaso, el documento vería la luz un mes antes de la realización en Miami de la Conferencia del ALCA (Area Latinoamericana de Libre Comercio). Esa iniciativa promovida en aquel momento por George W. Bush, terminó sepultada en 2005 en Mar del Plata.
-¿Qué alcance tendría una victoria de Lula en octubre, en vista de las presidenciales argentinas de 2023?, preguntó elDiarioAR a Rusconi.
-Hoy no se puede caminar solo; tiene que ser de la mano de la integración. Si en vez del presidente Jair Bolsonaro hubiera estado el ex presidente Lula, habríamos caminado en forma conjunta. No hay que olvidar que en 2003, cuando se emprendían las negociaciones de la deuda externa argentina, Néstor Kirchner contó con el apoyo brasileño.
Al gobierno de Alberto Fernández, quien asumió cuando ya hacía un año que en Brasilia reinaba Jair Bolsonaro, le tocó gobernar en soledad regional. El ministro de Economía de Brasil Paulo Guedes había indicado desde un principio que ni la Argentina ni el Mercosur tenían prioridad para su país. Por el contrario, definió como su gran tarea convertir al gigantesco socio en un eslabón de la cadena de producción global. Esos sueños bolsonaristas duraron poco tiempo, ya que irían a pique a comienzos de 2020 con el estallido del Covid-19, que devastó la economía mundial. Peor aún, cuando todavía no ha desaparecido el rastro de la pandemia surge la guerra de Ucrania con todo el lastre que dejará en el Mundo.
Para el economista Lozano, la eventual llegada de Lula, quien exhibe un sólido 44% de adherentes, frente al 31% de Bolsonaro, “la victoria implica un cambio en la relación de fuerzas de la región, claramente va a trabar los proyectos neoliberales. Estamos en un momento donde los pueblos de América Latina están dando una oportunidad, que comenzó en la Argentina con el Frente de Todos y el desplazamiento de Macri y tiene evidencias concretas en Chile, Bolivia y en las perspectivas de Colombia”. En su visión, el propio Lula marcó el camino cuando propuso, recientemente, “la creación de una moneda única. Eso indica que toma como punto de partida la decisión de subsanar uno de los límites que tuvieron hasta ahora los gobiernos progresistas, que fue el límite económico”.
CC