En Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe , su último informe anual, la Comisiòn Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) examina la dinámica económica y social de la región. Analiza el año concluido, y presenta también los riesgos y desafíos políticos que enfrentará la región en 2023 para impulsar una recuperación renovadora-
El contexto internacional
El panorama internacional ha continuado deteriorándose y se han vuelto a revisar a la baja los pronósticos de crecimiento, tanto de la actividad económica como del comercio mundial.
Para 2023, se acentuará la desaceleración, con un crecimiento del PIB mundial del 2,6 por ciento. Si bien estos pronósticos no apuntan todavía a una recesión mundial (definida como una disminución del PIB mundial total o per cápita), el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estimado que más de un tercio de la economía mundial entrará en recesión en algún momento del bienio 2022-2023.
Respecto a los principales socios comerciales de América Latina y el Caribe, se prevé un crecimiento del PIB del 1,9% para EEUU, más de 2 puntos por debajo del pronóstico anterior a la guerra. En el caso de la zona del euro, la Comisión Europea pronosticó un crecimiento del 3,2% para 2022: 0,8 puntos por debajo de la publicada antes de la guerra. Para 2023, proyecta una gran desaceleración en un contexto de elevada incertidumbre, erosión del poder adquisitivo de los hogares y problemas relacionados con el suministro de gas natural en el contexto de la guerra.
En el caso de China se espera un crecimiento del 3,3% -la menor tasa en más de cuatro décadas- en el marco del debilitamiento del sector inmobiliario, la quinta parte de la actividad económica- junto con los confinamientos debido a la política de tolerancia cero ante el Covid-19. El crecimiento de 2023 estaría además respaldado con medidas de política económica por valor de hasta el 2% del PIB con el fin de fortalecer la inversión en infraestructura.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha revisado a la baja su proyección de crecimiento del volumen de comercio mundial en 2023. Se espera que aumente un 1% el próximo año, en vez del proyectado del 3,4 por ciento. La demanda de importaciones se verá afectada en la medida en que el crecimiento se desacelere en las principales economías y en que el endurecimiento de la política monetaria afecte el gasto en los sectores económicos más sensibles a las variaciones de las tasas de interés.
La inflación
Las crecientes presiones inflacionarias dieron lugar a uno de los episodios de endurecimiento de la política monetaria más sincrónicos a nivel internacional de las últimas cinco décadas. Tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes, desde 2021 se habían observado crecientes presiones inflacionarias como resultado conjunto del repunte de la demanda con posterioridad a la crisis, los problemas de las cadenas de suministro y de la oferta, los altos costos del transporte internacional y el alza de los precios de los productos básicos. Las sanciones internacionales impuestas a Rusia por la invasión a Ucrania, acentuaron estas tendencias al alza aún más de los precios de productos básicos -principalmente energía y alimentos- y agravar los problemas de suministro.
En el contexto de alta inflación, la respuesta de política monetaria también ha sido la más sincronizada a nivel mundial en varias décadas, con el mayor número simultáneo de alzas de tasas de interés de política observado desde por lo menos 1970.
La sincronización observada en la política monetaria restrictiva ha hecho que se disparen las alertas respecto de si los efectos sobre la actividad económica podrían terminar siendo mayores de lo previsto. La naturaleza altamente globalizada de la economía mundial actual amplifica el riesgo.
El valor de las cosas y el precio del dinero
Los niveles de precios de algunos bienes básicos permanecerán muy por encima de los niveles vigentes en 2021, antes de la guerra. En particular, los bienes energéticos permanecerán en 2023 más de un 40% por encima de los niveles de 2021; los alimentos, un 11% por encima; los metales básicos y minerales, serán más bajos que los de 2021.
Como resultado de las políticas monetarias restrictivas y sus efectos sobre la actividad, así como de las menores presiones desde el punto de vista de la oferta, se anticipa una baja en los niveles de inflación en 2023, tanto en las economías avanzadas como en las emergentes. Sin embargo, las tasas se encontrarían muy por encima de las de la década anterior a la pandemia (2010-2019).
El riesgo soberano de América Latina se ha incrementado, en concordancia con el aumento de los costos del financiamiento en el mundo y una mayor aversión al riesgo por parte de los inversionistas. Este nivel de riesgo soberano difiere de un país a otro. En la República Bolivariana de Venezuela se ubica en 45.000 puntos básicos, Argentina, con alrededor de 2.300 puntos básicos, y Ecuador, con cerca de 1.400 puntos básicos. Uruguay es el país con el menor nivel de riesgo de la región y presenta una tendencia que se ha mantenido relativamente estable a lo largo del año. Chile y el Perú también muestran niveles bajos. Algo más elevados se registran en Brasil y Costa Rica, pero con la particularidad de que se trata de los dos únicos países en los que el EMBI ha mostrado una tendencia a la baja a lo largo del año.
Las necesidades de financiamiento externo de América Latina en 2023 ascenderían a unos 571.000 millones de dólares, lo que implica que la región necesita recibir flujos financieros externos por al menos esa magnitud. Estos requerimientos surgen en la medida en que los países deben enfrentar en 2023 compromisos financieros externos por aproximadamente 462.000 millones de dólares, así como financiar un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos que se estima en unos 109.000 millones de dólares para ese año
De no hacerse efectivas en 2023 entradas de flujos financieros por al menos esa magnitud, los países deberán hacer frente al monto faltante mediante la utilización de reservas internacionales.
La actividad económica
En 2022 las economías de la región continúan en el proceso de normalización de sus niveles de actividad en relación con los anteriores a la crisis y todo apunta a que en 2023 convergerán a tasas de crecimiento similares a las que se registraban antes de la pandemia. Solamente en tres países, México, Nicaragua y el Paraguay, las tasas mostraron en el tercer trimestre de 2022 un crecimiento mayor que el registrado en el segundo trimestre.
Se deterioran las dinámicas del gasto público y las exportaciones, mientras que el consumo privado se mantiene como el soporte fundamental del crecimiento del PIB. En el segundo trimestre de 2022 el crecimiento de la actividad económica fue impulsado, principalmente, por el consumo privado, que contribuyó con más de tres quintos al crecimiento del PIB en el segundo trimestre. También, un repunte de la inversión, especialmente en el segundo trimestre de 2022. Esta dinámica se explica fundamentalmente por el incremento en maquinarias y equipos, que contrarresta la caída que ha experimentado la inversión en la construcción. Los indicadores de confianza empresarial presentan un deterioro que, sumado a los mayores costos de producción, podría profundizar la tendencia a la desaceleración de la actividad económica y, en especial, de la inversión.
Los precios internos
La evolución de la inflación a nivel mundial y regional ha estado determinada por la interacción de factores de oferta y demanda, cuya importancia relativa ha cambiado a lo largo del tiempo. Las economías de América Latina y el Caribe están muy expuestas a que las presiones alcistas de los precios internacionales de los productos básicos se transmitan a los precios internos.
El comportamiento de la inflación ha sido generalizado en la región, aunque con diferencias entre subregiones y países. El incremento de la inflación se ha presentado de manera diferente en los distintos componentes del índice de precios al consumidor, y es mayor en el caso de los bienes transables, en especial la energía y los alimentos.
Pese a la reducción observada en la inflación en el segundo semestre de 2022, se espera que durante 2023 esta variable se mantenga en niveles superiores a los de prepandemia. La dinámica futura de la inflación en la región está muy ligada a lo que ocurra con la inflación a nivel mundial, ya que sus determinantes son muy similares.
Para 2023, se espera una disminución de los precios de los bienes primarios, en especial de la energía y los alimentos, y menores tensiones en las cadenas mundiales de suministro.Las estimaciones apuntan a que en 2023 la inflación mundial debería reducirse. Además, las acciones adoptadas por los bancos centrales y el impacto de estas sobre la demanda agregada mundial y regional también deberían implicar menores tasas de inflación en el futuro, de forma coherente con la reducción de las tasas de inflación que se ha observado en el segundo semestre de 2022.
Sin embargo, la dinámica de la inflación podría moverse a un ritmo distinto, incluso en otra dirección, si se mantienen los problemas vinculados a los cuellos de botella en la oferta (mundial y regional); si nuevos cambios en el escenario geopolítico vuelven a perturbar los precios de la energía y de los alimentos, o si se producen nuevos aumentos de las tasas de interés de los bancos centrales de los países desarrollados, en especial la Reserva Federal de EEUU, lo que sin duda entrañaría una mayor volatilidad cambiaria en las economías de la región.
La política fiscal
Los ingresos públicos han exhibido un mayor dinamismo de lo esperado, impulsados por la recaudación tributaria.
La deuda pública sigue una trayectoria descendente, pero se mantiene en niveles elevados. Durante los primeros nueve meses de 2022, la deuda pública bruta del gobierno central en América Latina presenta una caída generalizada en relación con el producto. Esta disminución se debe principalmente al efecto denominador, en un contexto de crecimiento importante del PIB nominal. Este factor se evidencia en la dinámica de la deuda en Brasil, donde el crecimiento del producto generó una amplia reducción de dicha deuda, que logró compensar el efecto del incremento de los intereses nominales devengados sobre esta. De forma similar, la disminución de la deuda pública en Colombia se debe principalmente al efecto denominador, que contrarrestó otros factores relevantes, como la depreciación de la moneda nacional. A pesar de esta reducción del promedio del conjunto de América Latina, la deuda pública bruta se mantiene en niveles históricamente altos, similares a los observados hace 20 años.
En el Caribe, al igual que en América Latina, el repunte del crecimiento económico se tradujo en un fuerte efecto denominador, ya que los niveles de deuda pública en términos absolutos se mantuvieron relativamente estables durante la primera mitad del año. En este sentido, las reducciones en Antigua y Barbuda, las Bahamas, Guyana y Jamaica. En Guyana, se estima que el producto crecería por encima del 50% en términos reales, como resultado de la puesta en marcha de la producción de petróleo en alta mar. En cambio, se registra un aumento del nivel de endeudamiento en Suriname, que refleja el efecto de la devaluación de la moneda nacional sobre el acervo de deuda en moneda extranjera.
Si bien los niveles de deuda pública han disminuido en la región, se mantienen elevados y constituyen una fuente de vulnerabilidad. El efecto de diversos factores tanto internos como externos sobre la acumulación de la deuda pública, como el déficit fiscal primario, la tasa crecimiento del producto, la tasa de interés implícita y el tipo de cambio. Un factor de suma relevancia para la región, el deterioro de las condiciones en los mercados financieros domésticos e internacionales -que ha conllevado un aumento progresivo de las tasas de intereses-, sumado a la depreciación de la moneda local y las potenciales rebajas en las calificaciones crediticias, ha dificultado el manejo de los pasivos públicos. Estos factores incidirán no solamente en los pagos de intereses relacionados con el acervo existente sino también en los relacionados con nuevas emisiones, con condiciones financieras menos favorables. Durante la última década los países han recurrido a recortes de los gastos de capital para contener el crecimiento del gasto público, mitigando en parte el aumento de los pagos de intereses en el período.
Las condiciones menos favorables de los mercados financieros supondrán desafíos para la región en lo que respecta al refinanciamiento (rollover) de la deuda pública existente. Según las cifras de Bloomberg sobre instrumentos de deuda soberana para los que existe un mercado secundario, se estima que, durante los próximos diez años, los países de América Latina enfrentarán obligaciones crediticias por valor de 2,58 billones de dólares en concepto de pago del principal y los intereses de la deuda. La mayoría de estas obligaciones se cancelarán en moneda local, elresto en dólares estadounidenses.
Sin embargo, esta composición está fuertemente influenciada por las estructuras de Brasil y de México, donde las monedas locales representan la gran mayoría de los servicios de la deuda que deben cancelarse durante los próximos cinco años.
Retos de las políticas monetaria, cambiaria y macroprudencial para 2023
Las perspectivas de una tendencia a la baja de la inflación en 2023, a raíz del menor incremento de los precios de los alimentos y de la energía, la disminución de algunos problemas de oferta mundial y la caída de la demanda, reducirán la presión sobre las autoridades monetarias para aumentar nuevamente las tasas de política monetaria. Sin embargo, dado que el descenso de la inflación será lento y los precios continuarán en niveles elevados en términos históricos, no se esperan cambios drásticos en el corte de la política monetaria. No obstante, otros elementos, como la velocidad de la desaceleración de la actividad económica, la volatilidad de los mercados financieros internacionales y las consecuentes fluctuaciones cambiarias, condicionarán la política monetaria y el uso de instrumentos macroprudenciales, incluidas las reservas internacionales, para preservar la estabilidad macrofinanciera. En este sentido, recientemente han quedado de manifiesto las repercusiones significativas que pueden tener conflictos geopolíticos como el de Ucrania o crisis como la de la pandemia de Covid-19 sobre el alza de los precios de la energía y de los alimentos. Se ha subrayado a este respecto la necesidad de acelerar el proceso de transición hacia energías renovables y reducir la dependenciade las energías fósiles, especialmente en el caso de los países avanzados.
La urgencia de llevar a cabo una transformación “verde” a nivel mundial podría conllevar riesgos asociados a movimientos bruscos de capitales o fluctuaciones cambiarias excesivas, y generar fuentes de riesgo sistémico. Por lo tanto, resulta apremiante que los bancos centrales de la región tengan en cuenta los riesgos financieros derivados del cambio climático al definir las acciones de política necesarias para preservar la estabilidad macrofinanciera. Nuevamente, el reto para las autoridades monetarias radica en crear el espacio necesario para aplicar políticas que reduzcan esos efectos adversos sobre variables como la inversión, que afectarán la trayectoria del PIB a mediano y largo plazo, y evitar que los incrementos de la inflación y los movimientos excesivos del tipo de cambio continúen erosionando la capacidad adquisitiva de las personas y acentuando las desigualdades.
Riesgos climáticos y estabilidad financiera en América Latina y el Caribe
En la región, los riesgos financieros relativos al cambio climático cobran particular relevancia, dado que, por una parte, los canales de transmisión pueden verse amplificados por la situación geográfica y la repetición de las perturbaciones climáticas y, por otra parte, el cambio estructural hacia actividades sostenibles y verdes supondría costos elevados para las economías que dependen en gran medida de sectores productivos cruciales como la agricultura, la extracción de recursos naturales, el transporte y la construcción.
Las autoridades monetarias de la región manifiestan una creciente preocupación por la prevención y la mitigación de tales riesgos a fin de preservar la estabilidad financiera. Esta preocupación se inscribe en el ámbito de la intervención, incluso aunque no se haga referencia explícita al cambio climático en los mandatos legales correspondientes.
Perspectivas económicas para América Latina y el Caribe en 2023
En los diez años que van de 2014 a 2023, América Latina y el Caribe habrá crecido menos que durante la llamada “década perdida” de los años ochenta A los problemas estructurales que históricamente ha presentado América Latina y el Caribe, y que resultaron agravados por la crisis del covid 19, se fueron agregando en 2021 y 2022 desafíos crecientes debido a las fuertes presiones inflacionarias, los altos niveles de deuda soberana que dejó la crisis y -más recientemente- la guerra en Ucrania y sus efectos. Tras crecer un 3,7% en 2022, se espera que la desaceleración se acentúe en América Latina y el Caribe, con un crecimiento del 1,3% en 2023 en una coyuntura sujeta a importantes restricciones tanto externas como internas. Estas cifras significan que en los diez años que van de 2014 a 2023, la región habrá crecido menos, incluso, que en la llamada “década perdida” de los años ochenta.
La dinámica de la actividad económica durante 2022 en América Latina y el Caribe refleja una tasa de crecimiento mayor a la esperada durante la primera mitad del año y una desaceleración durante el segundo semestre. En el frente externo, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania afectó negativamente el crecimiento mundial -y con ello la demanda externa en la región-, además de acentuar las presiones inflacionarias, la volatilidad y los costos financieros. La mayor aversión al riesgo, junto con la política monetaria más restrictiva de los principales bancos centrales del mundo, perjudicaron los flujos de capital hacia los mercados emergentes, incluidos los de América Latina y el Caribe, además de propiciar depreciaciones de las monedas locales y tornar más onerosa la obtención de financiamiento para los países de la región. Para 2023 se espera que la desaceleración continúe y se profundice, por lo que cabe prever que la tasa de crecimiento del PIB será significativamente menor a la de 2022 y que América Latina y el Caribe muestre, en promedio, un crecimiento del 1,3 por ciento.
Los países de la región se verán nuevamente enfrentados a un contexto internacional desfavorable, en el que se espera una mayor desaceleración tanto del crecimiento como del comercio mundial, precios de productos básicos más bajos que en 2022 -que afectarán negativamente los términos de intercambio de los países exportadores de materias primas- y condiciones financieras a nivel mundial que seguirán influidas por la aversión al riesgo y las políticas monetarias restrictivas en los países desarrollados. En el frente interno, los países de la región enfrentarán nuevamente en 2023 un espacio limitado para la política macroeconómica, tanto fiscal como monetaria.
En el ámbito monetario, el aumento de la inflación condujo a los bancos centrales de la región, al igual que a los de la mayor parte del mundo, a aumentar las tasas de política, en algunos casos de manera sustancial, y a reducir el crecimiento de los agregados monetarios. Si bien se prevé que en 2023 este proceso llegue a su fin -en la medida que se vayan anclando las expectativas de inflación en los países-, los efectos de esta política restrictiva en el consumo privado y la inversión se harán sentir con más fuerza en 2023 dados los rezagos con que actúa la política monetaria.
En el ámbito fiscal, si bien se ha observado una reducción del déficit primario, las autoridades cuentan con un espacio fiscal reducido, ya que los niveles de deuda pública permanecen altos en un gran número de países. En un contexto de alta demanda de gasto, será necesario aplicar medidas para fortalecer la sostenibilidad fiscal y ampliar el espacio fiscal mediante el aumento de la capacidad recaudatoria y redistributiva de la política tributaria.
Todas las subregiones mostrarán un menor crecimiento en 2023: América del Sur crecerá un 1% (3,7% en 2022); el grupo conformado por Centroamérica y México un 1,6% (3,3% en 2022), y el Caribe (sin incluir Guyana) un 3,3% (4,5% en 2022). En América del Sur, algunos países se verán particularmente afectados por el bajo dinamismo de China, que es un importante mercado para sus exportaciones de bienes. Tal es el caso de Chile, Brasil, Perú y Uruguay, que destinan a China más del 30% de sus exportaciones de mercancías (40% Chile). América del Sur se verá también afectada por la disminución de los precios de los productos básicos y el impacto de la inflación en los ingresos reales y, con ello, en el consumo privado y la inversión.
¿Habrá más trabajo?
La evolución del mercado laboral en la región estará condicionada por un contexto macroeconómico complejo y una nueva desaceleración de la actividad económica.
En América Latina y el Caribe estará condicionada en gran medida por un contexto macroeconómico muy complejo. Al mismo tiempo, las repercusiones de una coyuntura caracterizada por una desaceleración de la actividad económica mundial, crecientes presiones inflacionarias, mayor volatilidad cambiaria y menos espacio para impulsar políticas expansivas hacen prever una nueva desaceleración del PIB de la región en 2023. La dinámica de la actividad económica lograda en el primer semestre de 2022, que fue mejor de lo esperado, permitió, entre otras cosas, reducir marcadamente la tasa de desocupación regional. Sin embargo, la desaceleración que se ha manifestado en el segundo semestre de 2022, y que se prolongará en 2023, siembra dudas sobre la posibilidad de seguir observando mejoras en los indicadores laborales de la región. Así, para fines de 2022, se estima que la tasa de participación laboral será del 62,6%, lo que supone una recuperación de 1,2 puntos porcentuales respecto del cierre de 2021. Para 2023, se espera que la tasa de participación laboral registre un nuevo incremento, de 0,5 puntos porcentuales, y que cierre en un 63,1 por ciento. Pese a los aumentos estimados, al cierre de 2023 la tasa de participación se mantendría por debajo del nivel observado en 2019, de un 63,3 por ciento.
De forma coherente con la dinámica descrita de la participación laboral y con las proyecciones de crecimiento antes presentadas, se estima que el número de ocupados crecería un 5,3% en 2022 y un 1,9% en 2023. Un factor que causa preocupación es que, como ocurrió en el primer semestre de 2022, los niveles de informalidad se han incrementado y el riesgo es que esta tendencia continúe en 2023, más aún si se considera que actividades como la construcción y la industria manufacturera pueden verse afectadas por el incremento de las tasas de interés que han adoptado los bancos centrales de la región para enfrentar el alza de los precios y la mayor volatilidad cambiaria, en especial en un contexto de elevado endeudamiento de los hogares y las empresas en algunos países de América Latina y el Caribe.
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