Al final, no era tan así

Lituania y el temor de un pequeño país a que la guerra golpee la puerta de un momento a otro

Vilna, Lituania —

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Cuando uno recorre la pequeña y pintoresca capital de Lituania, Vilna, es imposible no fijarse en un detalle que está presente en casi cada rincón de la ciudad. En compañía de la bandera nacional del país en la entrada de los edificios públicos, o colgada de un balcón en uno residencial, flamea la bandera de Ucrania. En ocasiones, incluso, aparece acompañada de un mensaje, como en un bar, que en la pizarra donde antes ofrecía su menú ahora tiene un mensaje: “Glory to Ukraine”.

El apoyo del país báltico a Kiev en su guerra con Rusia no es puramente simbólico. Muchos ciudadanos han tomado el conflicto como una causa propia, e incluso el presidente del país, Gitanas Nauseda, ha dicho en más de una oportunidad que si Rusia sale victoriosa entonces podría continuar su guerra hacia Europa occidental, con los bálticos como su primer objetivo. El mismo mensaje ha repetido la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas. Desde España, en Europa, o desde Argentina en Sudamérica, puede parecer exagerado que Putin realmente pueda desafiar a la OTAN si el conflicto actual ya le está costando demasiado caro. Una profesora y colega de la Universidad de Vilnus señala, “puede ser que Rusia no esté militarmente preparada ahora, ¿pero en diez años?”

La pregunta está relacionada con la economía de guerra que montó el Kremlin en Rusia durante los últimos dos años. “¿Cómo se hace para desmontar un sistema económico-militar que permite mantener la economía a flote sin otra guerra?”, agrega mi colega. Esta semana, el sitio web ruso de noticias The Bell, tituló su envío con la pregunta: “¿Es la economía rusa adicta al gasto militar?” El semanario señala que las partidas militares alcanzaron un tercio del presupuesto del 2024, y que las previsiones para el 2025 en el borrador al que accedieron presentan una disminución. Sin embargo, e incluso en la situación de una “paz duradera o un frágil alto el fuego”, The Bell señala que Rusia debería reconstruir sus fuerzas armadas. Un esfuerzo que demandaría al menos ocho años, y que va en línea con un anuncio reciente de Vladímir Putin para incrementar las fuerzas armadas en 180 mil personas, de 2 millones 200 mil a 2 millones 380 mil.

En ese caso, ¿será suficiente ese objetivo militar para sostener una economía en modo de guerra o dependerá exclusivamente de nuevos conflictos? Al igual que el presidente, la primera ministra de Lituania, Ingrida ŠimonytÄ—, no tiene dudas de los riesgos que corre su país si Ucrania no derrota a Rusia. Desde que el Kremlin quiso avanzar sobre Kiev en febrero del 2022, este país báltico ha entregado ayuda militar al gobierno ucraniano por el equivalente al 1,5% de su PBI.

Dos semanas atrás, durante una visita de ŠimonytÄ— a Kiev, se anunció que en el lapso de este otoño Lituania entregaría a Ucrania unos 5.000 drones, además de armas, municiones, sistemas de defensa aéreos, misiles, e incluso 35 millones de euros para la compra de un radar y un equipo de detención de minas. El compromiso y la seguridad con que Vilna está ayudando a Kiev no es representativo de lo que sucede en toda la Unión Europea (UE), sobre todo en el último tiempo cuando algunos países redujeron sus ayudas y pusieron en duda las próximas.

“El potencial económico para apoyar a Ucrania está presente”, señala Mariusz Antonovic, profesor en el Instituto de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas de la Universidad de Vilna, “la pregunta es si existe suficiente voluntad política para continuar con ese apoyo, especialmente en los estados fundadores de la UE. Parece que mucho depende de las elecciones en Estados Unidos.” Volodimir Zelensky debe coincidir con el peso que tendrá en el conflicto la próxima elección presidencial en Estados Unidos, y por eso viajó allí esta semana. El presidente ucraniano se reunió con Joe Biden y con la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris. El motivo del encuentro era asegurar nuevos envíos de asistencia militar, aunque Zelensky afirmó que presentaría un “plan de paz” al jefe de la Casa Blanca.

Poco se supo realmente del plan. Según el New York Times, la propuesta del mandatario ucraniano es que Estados Unidos permita el ingreso de su país a la OTAN, además de que lo asista con un poderoso armamento militar. Parece difícil que eso suceda en el corto plazo. Biden ni siquiera aprobó el pedido de Zelensky para usar los misiles occidentales en suelo ruso. La negativa, además, coincidió con una reprimenda de Donald Trump, que acusó al presidente ucraniano de incidir en la campaña electoral apoyando a los demócratas. Luego lo matizó, en una reunión que compartieron el viernes, aunque las diferencias entre ambos son palpables.

Mientras tanto, las fuerzas armadas rusas siguen ganando terreno en la región de Donetsk. El sitio de defensa DeepState, que tiene relación con el aparato militar de Ucrania, informó que Rusia se encuentra cerca de poder tomar Pakrovsk, el principal hub bélico de Kiev en la zona. Financial Times, por su parte, publicó un reportaje sobre el pobre grado de preparación de los nuevos conscriptos ucranianos. Muchos de ellos se quedan congelados, sin disparar, y otros corren al primer estallido, reseña el diario inglés.

Para el profesor Antonovic, el ingreso de Ucrania en la OTAN sería el único elemento disuasorio contra una posible agresión rusa. La pregunta que se hace es en qué forma podría Ucrania ingresar a la Alianza. “Una opción es que lo haga con las fronteras completas de 1991; otra sería hacerlo al estilo finlandés, es decir que Ucrania ceda parte de su territorio y el resto se une a la OTAN; la tercera sería al estilo de Alemania Occidental: el territorio controlado por el gobierno de Kiev ingresa a la OTAN, y el resto es reconocido de jure como territorio ucraniano, pero de facto no controlado por Ucrania y no cubierto por el artículo 5 de la Alianza.”

Desde hace unas semanas, la ciudad de Vilna inició un proceso para cambiar el nombre de sus calles, algunas de ellas con referencias a la Unión Soviética. Junto con las numerosas banderas ucranianas que flamean en la ciudad, el paisaje urbano no hace más que alejarse del pasado, de aquellos años en que Lituania estaba bajo la órbita de la Unión Soviética. No obstante el cambio, aún se escuchan a jóvenes y adultos conversando en ruso en las calles de la ciudad. El gobierno lituano, por su parte, no expresa ninguna nostalgia, y tampoco ningún temor al modo en que pueda escalar el conflicto. Mientras Zelensky sufre para lograr que Washington refuerce su apoyo militar, el ministro de Exteriores del país báltico, Gabielius Landsbergis, afirmó este viernes que Ucrania debería ser autorizada a ingresar en la OTAN.

AF/DTC