Gustavo Villatoro, ministro de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador, fue recibido el pasado sábado en el auditorio del Expocentro Balneario Camboriú, en el estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil, como una auténtica estrella del rock. El público de la quinta edición brasileña de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) le recibió gritando “Bukele, Bukele, Bukele”. Villatoro defendió sin fisuras al polémico presidente salvadoreño Nayib Bukele, acusado de haber reducido las tasas de criminalidad del país a costa de vulnerar la ley y los derechos humanos. “Recibimos ataques de globalistas, organizaciones internacionales, ONG. Pero quedó claro que esos órganos están enamorados de los criminales. Han repetido que el 3% de la población masculina está presa. Pero Bukele representa al otro 97%, que son personas de bien. Una vez en el poder, no vamos a dar la espalda al 97%”, afirmó el ministro.
El “método Bukele” se convirtió en uno de los hilos conductores de la última edición de la convención global de los ultraconservadores. Algunos de los conferencistas estrella defendieron la mano dura contra un crimen que asociaron a los gobiernos de izquierda. “Chile vive con miedo. El narcotráfico y el crimen organizado avanzan sin control, como ocurre en todos los países gobernados por la izquierda”, aseguró José Antonio Kast, líder del ultraderechista Partido Republicano de Chile, que elogió las políticas de Bukele. Guilherme Derrite, secretario de Seguridad Pública del estado de São Paulo, gobernado por el bolsonarista Tarcísio de Freitas, defendió sin tapujos las ejecuciones sumarias. Derrite, fuertemente criticado en Brasil por diversas matanzas perpetradas por las fuerzas de seguridad que comanda, afirmó, entre aplausos, que los supuestos bandidos asesinados por la Policia Militar (PM) son meros objetivos “neutralizados”.
Las odas a la seguridad estuvieron aderezadas con una narrativa victimista. Desde Balneario Camboriú, la ciudad que tiene el metro cuadrado más caro de Brasil y concentra los diez rascacielos más altos del país, la extrema derecha se autocoronó una vez más como la verdadera resistencia contra el sistema. “Qué bueno que vinisteis y que no os dejéis doblar por la censura. Este encuentro será un punto de inflexión. Volveremos al poder. No paremos, no nos precipitemos y no retrocedamos”, dijo Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente de Brasil y cerebro brasileño de la internacional ultraderechista.
Defensa del golpismo
La CPAC brasileña fue el escenario de una auténtica defensa del golpismo. Algunos de los financiadores de la conferencia –como Tuboaços da Amazônia (Tubos de Amazonia) o Associação dos Produtores de Soja e Milho de Mato Grosso (Asociación de Productores de Soja de Mato Grosso do Sul)– están siendo investigados por la Justicia por su relación con los ataques a los tres poderes del 8 de enero de 2023. El empresario Cristiano Piquet que transportó la maleta de joyas por la que la Policía Federal (PF) acusa a Jair Bolsonaro de apropiación de bienes públicos, blanqueo de dinero y asociación criminal, colgó un selfie desde el área VIP de la CPAC.
La mayoría de los pesos pesados del evento calificaron el cerco judicial que se cierne sobre Jair Bolsonaro como persecución. “Vean la persecución judicial que sufre nuestro amigo Jair Bolsonaro aquí en Brasil”, aseguró Javier Milei, presidente de Argentina, que cerró la convención como gran estrella. La diputada bolsonarista Bia Kicis arremetió duramente contra el poder judicial, usando la expresión “presos políticos” para las personas condenadas por su implicación en la jornada del 8 de enero.
Por otro lado, el Expocentro de Balneario Camboriú fue el escenario de un planeado movimiento de la familia Bolsonaro para alejar cualquier plan B al liderato del expresidente de Brasil. La CPAC frenó en secó la operación “bolsonarismo moderado” de muchos medios de comunicación, destinada a presentar al gobernador de São Paulo Tarcísio de Freitas como el sucesor de Bolsonaro y como un político menos radical. El núcleo duro del bolsonarismo no se limitó el pasado fin de semana a alimentar la estrategia victimista diseñada desde que la justicia inhabilitó políticamente hasta 2030 al expresidente de Brasil. Los principales discursos compusieron una afinada sinfonía política que daba a entender que la amnistía de Jair Bolsonaro es posible. Si el propio Jair Bolsonaro lanzó el globo sonda de la posibilidad de su amnistía, otros conferencistas desgranaron, como refleja la Folha de São Paulo, los detalles de la estrategia: conseguir un número alto de senadores bolsonaristas en 2026 para forzar un cambio en el Supremo Tribuna Federal (STF) que propicie la amnistía.
El rugido de Milei
Todas las expectativas estuvieron puestas en Javier Milei, que había plantado a la cumbre del Mercosur en Paraguay para acudir a la CPAC. El Gobierno de Lula había amenazado con llamar al embajador argentino a consultas en caso de que Milei insultara o atacara al presidente brasileño. Aunque Milei no hizo alusiones directas a Lula, su discurso estuvo plagado de alusiones al socialismo, que describió como una ideología que lleva al desastre económico, social, político y cultural. “Como no se animan a enfrentarnos en el mercado de las ideas, porque saben que no pueden derrotarnos, intervienen y prohíben la circulación de las ideas que no les gustan”, aseguró Milei.
"Como no se animan a enfrentarnos en el mercado de las ideas, porque saben que no pueden derrotarnos, lo intervienen y prohíben la circulación de las ideas que no les gustan", aseguró Milei.
La elección de Balneario Camboriú para la celebración de la CPAC no fue una casualidad. Balneario Camboriú, donde Bolsonaro obtuvo el 74,57% de los votos en el segundo turno de las elecciones de 2022, ha pasado en pocas décadas de ser una aldea de pescadores a una de las ciudades del mundo con más rascacielos por metro cuadrado. En los alto de una de las torres gemelas Yachthouse, de 294 metros, el jugador de fútbol Neymar posee un apartamento valorado en unos diez millones de euros. “El lujo alimenta y genera contenido en las redes sociales, con coches importados circulando la ciudad y celebridades visitándola. Es una bola de nieve”, en palabras del escritor local Isaque de Borba Corrêa. Da igual que las playas de la ciudad estén contaminadas: vivir en Balneario Camboriú se ha convertido en el leit motiv de nuevos ricos y familias conservadoras de Brasil. El empresario bolsonarista Luciano Hang, investigado por financiar el golpismo del 8 de enero, está involucrado en la construcción del edifico residencial más alto del mundo, la Triumph Tower, de 509 metros de altura. Y el propio Jair Bolsonaro está lanzando a su hijo Renan, investigado por lavado de dinero, como candidato a concejal en la ciudad.
Balneario Camboriú, epicentro moral de una región de fuerte descendencia alemana y con uno de los exterminios de indígenas más violentos del país, funcionó como lugar idílico para el reencuentro de la extrema derecha latinoamericana. Mientras los conferencistas europeos o estadounidenses casi pasaban desapercibidos, casi todos del segundo escalafón, los latinoamericanos encendían al público.
El empresario boliviano Branko MarinkoviÄ, el archienemigo del expresidente Evo Morales que edificó su fortuna robando tierras a los indígenas Guarayno, aprovechó la CPAC para lanzar su candidatura presidencial. Su discurso antizquierdista y antindígena cayó como anillo al dedo en una tierra en la que históricamente los bugreiros (pistoleros a sueldo) enseñaban las orejas cortadas de los indígenas Xokleng asesinados para comprobar la ejecución de sus encargos. Ubicada a escasos kilómetros de donde se celebra la autoproclamada mayor Oktoberfest fuera de Alemania (en Blumenau) y el Congresso dos Gideões (uno de los principales eventos evangélicos de Brasil), Balneario Camboriú superó y desbordó el guión de las anteriores ediciones de la CPAC.
Algunos periodistas volvieron a ser expulsados del evento. El público coreó de nuevo Lula, ladrão, seu lugar é na prisão (Lula, ladrón, debes estar en la cárcel). George Soros continuó en el centro de la diana. Sin embargo, por primera vez en los últimos años, los ultras latinoamericanos exhibieron una unión bañada de esperanza.
El caos y la desorganización que imperaron en la apertura de la CPAC, con largas filas, gritos y empujones, simbolizan a la perfección la reinvención de una extrema derecha latinoamericana que se ha encomendado al método Bukele y al desorden internacional provocado por las arremetidas diplomáticas de Javier Milei. Las llamadas a la seguridad y el caos provocado por la extrema derecha, lejos de ser una inexplicable contradicción, se consolidan como las dos caras de la moneda de la casa ultra. “Pido disculpas por cualquier inconveniente. Todo esto es un poquito conturbado, pero somos así, ¿no?”, afirmó Eduardo Bolsonaro, tras el caótico comienzo de la convención.