Perú atraviesa días de extrema tensión política que comenzaron con la destitución del expresidente de izquierda Pedro Castillo y la asunción como presidenta de Dina Boluarte, que hasta ese momento era vicepresidenta del mandatario destituido. La crisis se tradujo en protestas en las calles y debido a la represión que ordenó el gobierno ya han muerto alrededor de 50 personas. En el medio, el cura argentino Luis Bejar, que cumplía funciones en Juliaca, en donde fueron asesinados 19 manifestantes, pidió por redes sociales la renuncia de la presidenta, lo que provocó que referentes de partidos de derecha y medios afines lo trataran de terrorista y pusieran en riesgo su vida. La intervención de la Embajada y de la Cancillería argentina, más gestiones que llegaron desde el mismo Vaticano, la garantizaron a Bejar una salida de ese país en cuestión de días, ante la posibilidad cierta de que alguien atentara contra él.
“Me advirtieron que sectores de las fuerzas armadas andaban detrás mío y que debían sacarme del país. Pese a lo que está sucediendo, el pueblo peruano no se rendirá y superará este momento, voy a volver en marzo porque ese es mi lugar en el mundo”, afirmó a elDiarioAR el sacerdote tucumano Luis Bejar, de 58 años, más tranquilo, desde Santa Rosa de la Pampa, en donde vive una de sus hermanas. El cura nacido y criado en Tafí Viejo, confiesa que no recuerda con precisión cronológica todo lo que vivió desde el pasado 7 de enero, antes de dar misa, cuando por la red social Tik Tok hizo un posteo en donde afirmaba: “voy a pedir por estos 29 hermanos y hermanas que lamentablemente fueron asesinados (la cifra que se conocía hasta entonces). Y voy a rezar también por la pacificación del país, mediante la renuncia de Dina Boluarte. Voy a pedir que ella renuncie, que haya adelantamiento de elecciones y una nueva Constitución. Y después cambiará el Congreso, esperemos que para bien”.
¿Por qué eligió Tik Tok y la razón del mensaje?
Tengo desde hace años una cuenta en Facebook pero me dijeron que esta nueva red tiene mayor alcance, sobre todo, en los jóvenes. Así que en enero me hice un usuario y el tercer posteo fue para dar este mensaje, ante el silencio de la iglesia oficial de Perú que por las muertes sólo hizo un comunicado llamando a la paz. Un comunicado que no decía absolutamente nada porque no fueron muertes, se trató de asesinatos, de crímenes en las calles por las protestas, no se trataron de muertes por causas naturales o una enfermedad. Incluso, mataron a un jovencito de 15 años. Eso es intolerable, frente a un pueblo que está siendo reprimido con el aval de los partidos liberales y de extrema derecha, que también se opusieron a todo lo que proponía el expresidente Castillo.
La carta del Obispo
En ese mismo mensaje por esta red, el cura tuvo palabras en contra del congresista Jorge Montoya, exjefe de las Fuerzas Armadas y miembro del partido ultraconservador Renovación Popular, que unos días antes había denunciado penalmente a Evo Morales, expresidente de Bolivia, por supuestamente atentar contra la integridad de Perú y apoyar las manifestaciones populares. “Debería lavarse la boca antes de nombrar a Evo, un referente nacional, latinoamericano y mundial, no sé cómo llegó al Congreso, cállate”, sostuvo el sacerdote.
El video se viralizó y dos días más tarde las autoridades de la iglesia católica peruana respondieron. El Obispado de Puno le ordenó a Bejar que renuncie a sus funciones en Pucará -la región que estaba a su cargo de su misión sacerdotal, que incluye a Juliaca- y se tome un año sabático para estudio. El Tik Tok también fue compartido por medios vinculados a sectores del poder empresarial, por lo que el cura se convirtió en blanco de duras críticas y acusaciones. La carta del Obispado, con la firma del obispo Jorge Carrión Pavlich, incluso fue leída como un indirecto aval a quienes lo acusaban de terrorista. “Su imprudencia está causando un grave daño a la Iglesia y crece un sentimiento en contra suya por ser extranjero, que lo identifican ellos como terrorista”, dijo. En la misiva del obispo se omitió señalar, por ejemplo, que Bejar ejerce desde hace 26 años su misión religiosa en Juliaca y tampoco se identificaba al “ellos”, es decir, a sus acusadores.
La situación escaló cuando el congresista Montoya elevó un pedido al Nuncio Apostólico de Perú para la destitución y traslado del cura tucumano, a quien acusaba de comunista y de hacer política desde el púlpito. La tensión se tornó casi insostenible para Bejar, por lo que el día 11 obedeció y presentó su dimisión, aunque antes habló por teléfono con el obispo, a quien le aclaró que no se arrepentía de sus mensajes: “no había ninguna razón para quedarse callado frente a los asesinatos, lo diría 50 veces más. Asesinaron en tres horas, si no me equivoco, a 17 personas”. Para entonces, el propio Evo Morales en su cuenta de Twitter ya había compartido sus palabras, lo que visibilizó aún más la situación, con la frase: “Gracias hermano Luis Humberto Bejar, Sacerdote del pueblo”.
Un amante de las montañas
Este sacerdote nació y se crió en Tafí Viejo, ciudad que está pegada a San Miguel de Tucumán, hacia el noroeste. Forma parte de una familia numerosa, cuyos apellidos son muy conocidos en su pueblo por estar relacionados a la política y la participación en entidades sociales: los Bejar y los Assaf. Es uno de nueve hermanos. Sus padres tuvieron tres pares de mellizos: un par de varones, un par de mujeres y los mellizos Luis y Sandra. Jugó básquet desde su adolescencia en el club Juventud Unida, en donde integró el equipo de primera división y se destacó por su fortaleza física. Era un obsesivo de los entrenamientos. En el medio, descubrió el montañismo, por estar Tafí Viejo al pie de la Sierra de San Javier, cuya altura llega hasta los 1900 msnm.
En los años 80 integró dos grupos de andinismo, con los que alcanzó cumbres tucumanas superiores a los 4000 msnm, hasta que en 1987 encaró el desafío más importante: llegar a los 6.355 msnm del Nevado de Cachi, en Salta. No pudo ser. Mil metros antes sus pulmones sintieron la falta de oxígeno y no pudo dar ni un paso más, a lo que se sumaron las malas condiciones del tiempo que hicieron que el equipo decidiera descender de inmediato. “En medio de la preocupación de mis amigos, estando aturdido, les decía que Dios nos iba a sacar de esa situación, que nos iban a rescatar. Y fue así, nos rescataron, aunque a mí me llevó casi un mes de recuperación, con varios días de suero y medicamentos”, rememora sobre esos días el sacerdote.
Unos días antes de ese frustrado ascenso, a poco de egresar del colegio secundario, su madre le recordaría que apenas regresara a Tucumán debía rendir una materia de su primer año en la carrera de Abogacía, en la Universidad Nacional de Tucumán. Poco convencido porque ya la había desaprobado una vez, recuerda el padre Luis a elDiarioAR que le respondió: “cuando baje voy a ver qué haré con mi vida”. En pleno proceso de recuperación se encontró con la respuesta para su vida. Decidió ingresar al Seminario Mayor, en Tucumán. Continuó con sus estudios en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, en Buenos Aires, en donde también cursó Teología en la Universidad Católica (UCA). Los curas operarios, orden que nació en España, se caracterizan por ejercer su tarea de formación de sacerdotes y trabajar por las vocaciones. Se ordenó como sacerdote el 21 de diciembre de 1996, en Tucumán, en la Parroquia Monserrat, que tiene un colegio primario y secundario, en donde estaban presentes religiosos de la orden de los operarios.
A los dos meses, la orden recibe la invitación desde Puno, Perú, para que dos curas ejerzan su misión en ese obispado. Eligen a un cura con experiencia y a él, que acepta de inmediato.
Un camino que le permitió integrarse con rapidez a la comunidad del lugar fue el deporte. Desde el frustrado ascenso al Nevado de Cachi le quedó como hábito la práctica de básquet. Apenas puso un pie en Juliaca buscó una cancha y la encontró en un barrio cercano a la parroquia.
Otra actividad que lo comprometió fue fundar y presidir la asociación civil Nuevo Amanecer, a través de la que se construyeron tres casas estudiantiles para adolescentes y jóvenes, se administra una escuela heredada de un sacerdote que murió en 2015, y se sostiene centro de reforestación que ya lleva más de 5000 árboles plantados en zonas recuperadas.
Horas de máxima tensión y de decisiones
Tras el ultimátum del obispo de Puno, Bejar cambió de domicilio en Juliaca y desactivó la ubicación de sus dispositivos digitales. Solo un puñado de cercanos conocían a donde estaba. Mientras tanto, con Juliaca sitiada por las Fuerzas Armadas, se puso en contacto con los Curas por la Opción por los Pobres argentinos. “El padre Pepe Di Paola estuvo muy atento y también el embajador argentino Enrique Luis Vaca Narvaja, que actuó vía por mediación de la Cancillería. Hablé con ambos y referentes de otras oganizaciones de Derechos Humanos, que me hicieron sentir acompañado”, recuerda Bejar a elDiarioAR sobre esas horas.
Todos le recomendaron bajar el perfil hasta lograr su salida de Perú pero el padre Luis no pudo con su naturaleza. Enterado que en Juliaca se iba a realizar un funeral con los féretros de los 19 asesinados por balas de fuego, decidió salir de su refugio y asistir. “Caminé hasta llegar a la plaza, en donde hubo 100.000 personas. Me acerqué a los féretros, a los familiares de los muertos y grande fue mi sorpresa cuando me reconocieron y recibí tantas muestras de afecto como jamás en mi vida. Muy sentidas, en medio de tanto dolor y de reclamo. Fue muy fuerte e inolvidable. Dos sacerdotes dieron una misa y me sumé a ellos, me temblaban las piernas”, recuerda. “Cuando todo terminó, regresé al lugar en donde me encontraba, ya con la noticia de que tenía pasaje en avión para retornar a Argentina, aunque antes debía viajar a Arequipa cuatro horas en vehículo para, desde allí y en vuelo de cabotaje, llegar a Lima, en donde me esperaban amigos y el boleto a Buenos Aires”.
Bejar salió de Juliaca durante la madrugada, en plena oscuridad, en un vehículo particular junto a dos personas. El viaje de cuatro horas se extendió a nueve, por los retenes en las rutas y las protestas. Recién en el tercero de los intentos pudo llegar al aeropuerto arequipeño. El primero no prosperó por la fuerte vigilancia de las Fuerzas Armadas, el segundo por las protestas en las calles y la represión, hasta que en el último pudo sortear esos impedimentos luego de caminar dos horas. Así llegó a Lima, en donde estuvo tres días -casi escondido- para retornar a Agentina. “Tengo a muchas personas para agradecer, entre ellas, por ejemplo, a los tucumanos José Vitar y a Noguera, a Vaca Narvaja y al equipo del canciller Santiago Cafiero y a muchos conocidos y anónimos que estuvieron en contacto permanente. También al Vaticano porque sé, por fuentes cercanas, que el Papa Francisco sabía de mi situación y se ocupó”, señaló a Bejar.
Para dialogar con elDiarioAR, el padre Luis contó que hizo una pausa en la lectura del libro “Tucumantes. Relatos para vencer el silencio”, de la periodista Sibila Camps, el resultado de una investigación con los que la autora compone una obra de la no ficción sobre la violencia que sufrió Tucumán durante la última dictadura cívico militar.
Consciente que despertó contra él la ira de la derecha peruana, se propuso volver a Juliaca. “Es mi lugar en el mundo, ya encontraré algún modo de volver en marzo o cuanto antes”, promete.
DC/MG